20200708

DIONYSOS PATER LIBER (Quinceava vértebra)



XV.




LA TRANSFIGURACION DE GERMAN LEGUIA (siglo XX)

 

     

 

La transfiguración es un episodio de la vida del Christos relatada en el Nuevo Testamento. Se refiere a un cambio de apariencia corporal durante algunos instantes de su vida terrestre, para revelar nuestra naturaleza divina. Este estado físico, considerado como milagroso o sobrenatural, está consignado en tres  evangelios sinópticos, Mateo 17, 19, Marcos 9, 2-9, y Lucas 9, 28-36.

      La maravillosa transfiguración es la prefiguración del estado corpóreo prometido a los cristianos después de su corrupción, en la resurrección. Es el cuerpo glorioso, que, en términos de teología medieval  hasta hoy vigente, tiene cuatro atributos, la impasibilidad, el brillo, la agilidad y la sutileza.

      Yo aquí le canto a la belleza principal del cristianismo y su mitología, le canto a los hijos de la Tierra, del sol y del cielo estrellado que somos todos, le canto al don gratuito de la vida,  a este eructo, a esta respiración, a este talco, a esta sonrisa del universo, nosotros los triunfales espermatos, contentos, alegres, afortunados, prósperos, risueños, bienaventurados, satisfechos, encantados, saludables, vitales, gozadores, eróticos… Le canto al movimiento contra el dolorismo puritano, sufriente, masoquista, y que reivindica este cuerpo que comento, el cuerpo glorioso, ese cuerpo que según Pablo de Tarso (Primera Epístola a los Corintios 15, 35-50), es el hombre celeste, en consecuencia el hombre terrestre, el hombre de tripas, pelo, sangre, linfa, órganos, músculo, sudor, moco, esperma y uñas, costra y caspa, bacterias y microbios, glóbulos rojos y blancos, exactamente como el cuerpo de Germán Leguía, futbolista peruano, esa tarde, esta tarde, un día como hoy, más de cuarenta años después de los acontecimientos, el joven y atlético cuerpo del transfigurado Germán Leguía, allá en aquel coloso de Matute, esta tarde de sol en La Victoria, y hoy en Grecia. Aquí, en Atenas, en una tienda de deportes del club Panathinaikos, hay un joven de mi edad admirador, como Tiberio, de Perú campeón, el pata se acuerda del futbolista y gran goleador de la U, Juan José Oré, me parece increíble después de tanto tiempo, por eso escribo esto.

 

      Mi yo de aquellos tiempos, muy distinto y otro del estuche actual, je est un autre, era ultra y mega fanático del club Alianza Lima. Ya desde entonces, antes de saber que somos reptiles susceptibles de metamorfosis y cambios de piel, era alguien totalmente apasionado, es decir alguien totalmente sufriente, recién me doy cuenta. La palabra griega pasión, quiere decir sufrimiento. Viene de la palabra  pathos, enfermedad o sufrimiento. Por eso se habla de la pasión del Christos. Si de sufrimientos físicos se trata, o sobre todo psíquicos, que son infinitamente peores, puedo con autoridad afirmar que soy un experto; y ese joven de Galilea, héroe de la literatura neotestamentaria, me queda chico, sólo mis amigos saben que no miento. Bueno, no exageremos, no se trata de competir con nadie en materia de sufrimiento, mucho menos con el viejo Jechu, digo esto utilizando esa figura hiperbólica, el adinaton, y para dar un ejemplo concreto de lo que deseo expresar; porque en las épocas de las que hablo, mi pasión era causada por un sentimiento muy intenso, incomprensible, que yo creía relacionado con el amor, el amor por el Alianza Lima, Alianza Lima corazón, pero el amor es distinto de la pasión, aunque a veces ambos engendros se confunden y mezclan.

      Siglos, milenios, eras glaciares, jurásicos y carboníferos han pasado. Un aspecto del cristianismo, proveniente del instinto de destrucción o devoración inherente al anthropos desde la noche de los tiempos, provoca, promueve y hasta ensalza el sufrimiento. Otro aspecto desdeña el cuerpo, condena el placer e instaura la culpabilidad como ley. Ambos equívocos, ajenos a la enseñanza del Maestro, han sido hábilmente utilizados por otro doble aspecto, también equívoco, por el poder eclesiástico institucional y por el poder político a este asociado. Se trata, simplemente, de dominar y explotar a la presa, o de devorarla, siguiendo la ley de Natura, que es la ley de la jungla, no hay otra.

      Lo propio del anthropos es la celebración, el goce de cuerpo y alma, la transfiguración, la dicha. Cada quien es un prodigio totalmente único e irrepetible, un prodigio vencedor y más fuerte que millones y millones de espermatos. La literatura veterotestamentaria presenta a una divinidad con características sádicas; la neotestamentaria, a un dios con características masoquistas. Quiera o no quiera, soy cristiano como todos, debido al universo mental nuestro, por eso analizo, escribo, comento e insisto. Lo propio del anthropos es el christos de gloria, no el torturado. Esto que aquí consigno lo entendí en Grecia, ese día, saliendo de la tienda del Panathinaikos F. C.

      Si de dolor se trata, todo ser humano sufriente al máximo, y sacrificial como los judíos en los campos de concentración, o como los condenandos a muerte, o como cualquiera en circunstancias extremas, como cualquiera de nosotros si vamos a lo esencial, es un christos en sus peores momentos, nada más evidente. Nadie, absolutamente nadie en esta vida pasajera está exento. El amor y la pasión tienen nuestra mente y nuestro cuerpo, y no son fenómenos externos sino completamente internos. Como no dispongo de otros ejemplos, y sobre todo porque en esta vida sólo tiene valor la experiencia, voy a referirme por comparación a la vida amatoria y pasional del estuche. Ya rasguñando el zócalo del sexto piso, hago sumas y restas. Hasta raíces cuadradas y logaritmos. Hasta cálculos diferenciales. Hasta libros y poemas.

      He sobrevivido, hasta el día de hoy, a un matrimonio, a cinco concubinatos y a unos cincuenta amoríos. He amado intensamente, intensamente he sido amado, otras veces no he amado, otras veces no he sido amado, pero ninguna de esas divinas me ha hecho sufrir tanto como el Alianza Lima. Todas le quedan chicas, sobre todo las grandes pasiones. Ninguna puede rivalizar, con su ancestral y congénita capacidad de inflingir sufrimiento, con su capacidad de venganza y de sadismo como respuesta  porque desde hace más de dos milenios son aplastadas, y porque el dios principal de la mitología judeocristiana es macho, y su émulo microbiano el hombre  por eso castiga y tortura, ninguna puede competir con el Alianza Lima de esta tarde y de este año, 1979, aquí, en el coloso de Matute, el estadio Alejandro Villanueva, que dio lauros al Perú, Copa Libertadores de América.

      Como recompensa a mi tenacidad y gran comportamiento escolar, recaudador de primeros puestos, mi padre me pregunta qué quiero esta navidad de 1978. « Quiero ir a Lima, pata » digo « pero no ahora, en febrero, quiero ver los partidos del Alianza Lima, estamos en la Copa Libertadores de América, jugamos contra la U, jugamos contra los equipos brasileños, el Guaraní y el Palmeiras » « Ten » dice él « Guárdala si quieres ir a Lima, ahora te doy porque tengo, después de pronto no puedo ». Y me dio un montón de plata. « Ya te darás cuenta después » dijo, sibilino como siempre… ¿Y mi mamá?, ¿dónde está mi mamá? Busco y busco a mi mamá en la película del recuerdo y no la encuentro… Como sabía que el barco ebrio de mi padre iba hacia el abismo, sacó el cuerpo, normal. Pero mi yo aquel, absolutamente egoísta, no piensa en el drama de mi viejo y de mi vieja, estoy feliz, me siento como un rey, como un príncipe, estoy confortablemente instalado en un omnibús Chinchaysuyo rumbo a Lima, la plata ladra y mordisquea en mi bolsillo, tengo varios billetes de doscientos soles, rectángulos violetas de 200 con la cara de Ramón Castilla, nuestro libertador, que viva mi papá, qué viva mi mamá, que viva Ramón Castilla que nos dio la libertad, el libertador de los divinos negros, origen de la humanidad.

      En este momento me siento tan feliz que ya no busco a mi mamá, la busco ahora, cuarenta años después, en el persistente recuerdo. Y la busco por egoísmo e interés… ¿Adónde voy a llegar a Lima si no conozco a nadie? Me ha dejado un sobre con cien maravillosos soles, que dice « anda a ver tu tía Virginia y a tu tía Consuelo, las que tienen la casa de novios en la avenida Abancay, ellas te recibirán hijito lindo, besos de tu mamá que te quiere y siempre te piensa ».

      Así llego a Lima, feliz, solventado y querido por mi papá, amado y recomendado por mi mamá, a la casa de mi tía Virgina, en el jirón Leticia, esquina con Abancay, estoy caminando con mi maleta por la avenida Grau, por la avenida Manco Cápac, por la avenida Abancay, llego primero a la casa de novios « El Danubio Azul », abre mi tío Jorge los brazos contentos… ¡Sobrino! ¡Sobrinazo! casi grita, es el segundo hijo de mi tía Virginia, el primero es el tío Carlos, especialista de banquetes que ha estudiado su arte en Nueva York, que resulta ser hincha del Sporting Cristal. Mucho he oído hablar, por boca de mi mamá, del tío Jorge, y al parecer él también de mí, hoy es la primera vez que lo veo en carne y hueso. El gran tío Jorge es un criollazo de polendas, gozador, risueño, amable, jovial, humorista, buen bebedor como Dionysos y amante impenitente como Zeus, administrador del Danubio Azul, e hincha de la U. Al enterarse de que soy hincha del Alianza Lima corazón, me informa seriamente. Y pronostica. Y analiza. Y comenta. El tío Jorge es un erudito del fútbol. Todavía lo escucho. « Les vamos a ganar » dice « nuestro entrenador Roberto Scarone es uruguayo, él le ha inculcado el espíritu uruguayo a la U, la garra crema viene de la garra charrúa, el espíritu guerrero. Los aliancistas son festivos, confiados e irresponsables; además, tienen la escuela del fútbol brasileño, sin tener su talento sino por chispazos. Y les falta físico, seguro que esos negros son parranderos… ¡Y mujeriegos! ¡Criollazos! ¡Todos menos Cubillas! ¡Ja, ja, ja! Mentalmente, los brasileños pueden ser unos cagones ¡como los del Alianza! ¡Por eso Uruguay les ganó en la Copa del Mundo de 1950! ¡Y dále U! »

      Ahora me doy cuenta de la gran vanidad, de la vanidad de vanidades, y de que todo es vanidad. Totalmente vanidoso, mi estuche aquel, asentado además en la peor de las vanidades, que es la de la juventud, miraba todo sobrador a mi sabio tío Jorge. Pero, por respeto, cierro el pico. Al mismo tiempo, pienso « Alianza bicampeón, favorito entre favoritos, hemos ganado todos los clásicos disputados el 78, tenemos el mejor mediocampo del mundo, Cueto el Poeta de la Zurda, el Nene Teófilo Cubillas, el gran José Velásquez, columna vertebral del triunfo contra Escocia, Alianza Lima acaba de ganar un cuadrangular internacional en Colombia » « A José Velásquez lo contrataron en Colombia, se lo llevó el Independiente, y a Jorge Olaechea también, se lo llevó el Deportivo Cali que los humilló el año pasado… ¡Se jodieron, sobrino! ¡Les vamos a ganar! ¡Pero qué contento estoy de verte y conocerte! » « Yo también, tío » digo « ¡Arriba Alianza! » « ¡Y dále U! » dice él.

     Veo ahora, en este momento, aquí en Atenas, año 2020 después del Christos, al chiquillo apasionado. Treinta grados centígrados en la rica Vicky. Larguísima, movediza y culebrera cola en el estadio, para comprar las entradas. Como tengo mucha plata, compro una entrada triple, para el primer partido contra la U, que de lejos me parece ser el más importante, para el próximo encuentro con el Guaraní, el campeón brasileño, y para el tercer y último partido de local, contra el Palmeiras. Nada ni nadie, ningún dios o poder del mundo puede hacerme sospechar que, en esos tres partidos, el Alianza Lima corazón recibirá trece flechazos o goles de sus movedizos e iluminados rivales, flechazos que me desangrarán, peor que a San Sebastián.

      Me acuerdo en detalle de los comentarios y elogios del tío Jorge para otro uruguayo, un uruguayo nacido en Argentina, Juan Eduardo Hohberg, que fue entrenador del Alianza bicampeón 1977, 1978, Alianza Lima corazón. « Juan Hohberg fue siete veces campeón con el glorioso Peñarol… ¡Campeón de la primera Copa Libertadores! ¡Mundialista en Suiza en 1954! ¡Hohberg el que resuscitó! ¡Y le metió dos golazos a los húngaros de Ferenc Puskas!  ¡Hohberg también fue entrenador de la U! Pero ustedes ya no tienen a Hohberg, sobrino. Se jodieron. Nosotros tenemos todavía a Roberto Scarone, doble campeón con el Peñarol… ¡Y campeón de la Copa Intercontinental! ¡Scarone nos llevó a la final de la Libertadores en 1972! ¡La U es un equipo copero con alma y garra charrúa! ¡Les vamos a ganar! » Y yo, por respeto, me reía por dentro, pensando en el equipucho de la U, y en su modesto estadio Lolo Fernández en Breña, nosotros los aliancistas millonarios tenemos el coloso de Matute, bueno, tío Jorge, ¡me voy pal estadio! ¡Hoy es el gran clásico!

     

      24 de febrero de 1979, Lima, Perú. Estadio Alejandro Villanueva, coloso de Matute repleto y archirepleto, no cabe un alfiler, hierven en esta gran cacerola treinta mil fanáticos. Saltan los héroes y semidioses al gramado. Ellos son:

 

ALIANZA LIMA

 

José Gonzáles Ganoza (Caíco)

Jaime Duarte (El Chiquillo)

Moisés Palacios

Salvador Salguero

Roberto Rojas (Cucurucho)

Teófilo Cubillas (El Nene)

Arturo Vargas (Varguitas)

César Cueto (El Poeta de la zurda)

William Huapaya

Freddy Ravello

Guillermo La Rosa (El Tanque)

 

En el banquillo piafan:

Juan Cáceres (Papelito)

Juan Illescas

 

Director técnico: Juan José Tan

 

UNIVERSITARIO DE  DEPORTES

 

Eusebio Acasuzo (El Chevo)

Hugo Gástulo

Kike Mendoza

Fernando Cuéllar

César Adriazola (El Huevo)

Freddy Cañamero

Germán Leguía (El Transfigurado)

David Zuloaga

Alejandro Luces (El Torito)

Juan José Oré (Jota Jota)

Ernesto Neyra (El Chivo)

 

En el banquillo piafan:

Carlos Palacios (Piticlín)

Percy Vílchez

 

Director técnico: Roberto Scarone

 

Arbitro del encuentro: César Orosco

 

      Comienza el partido y es como un sueño de los más hermosos, esos cuando uno vuela, los hinchas de la U ocupan como siempre la tribuna de Oriente, son minoritarios en comparación a los aliancistas, ¡pero hacen tremenda bulla golpeando unas tabletas… ¡Y dále Uuuu! ¡Y dále Uuuu! zumban como avispones, como si en ese zumbar les fuera la vida… Córner pateado magistralmente por  Duarte, autogol de Kike Mendoza (otros documentos dicen que fue Cuéllar), estalla Matute, ¡Alianza Lima corazón!

      He conocido hasta el día de hoy, contados momentos de éxtasis, cuando la violencia de la dicha nos propulsa fuera del cuerpo, este debe ser el primero. Minutos después, empieza el drama, preludio de la tragedia. Ese muchachón que fue defensa central en el Deportivo Municipal, entonces medio torpe, es Germán Leguía, ahora transfigurado, radiante. Parada de pechito, amague, parada de muslo, pase avanzando, media vuelta, golpe de cabeza, diagonales largas, finta, dribleo, descuento del rival, todo le sale bien, por eso tengo un mal presentimiento, pero sólo hoy, cuarenta años después me doy cuenta que estoy hablando de la transfiguración crística tal como la entiendo, cuando uno da lo mejor de sí mismo en una situación desfavorable o adversa.

       David Zuloaga, un pata grone con african look, logra el empate, y hasta hoy escucho ese golpe, ese amortiguado impacto en el sol de la memoria, mi yo aquel está en la tribuna detrás del arco que defiende Caíco, brillante chimpún negro, el sol de esta tarde lo hace brillar todavía más, empeinazo, tud, plaf, gol de la U, maldita sea, vuela vencido Gonzáles Ganoza, la pelota besa la red con pasión, pero de la buena. Mientras tanto, sigue la danza de Germán Leguía en el gramado de Matute, que es su terreno. Minuto veinte. César « El Huevo » Adriazola ejecuta un tiro libre estilo córner corto, y Duarte, en un intento de despejar, engaña a Caíco (otros documentos dicen que fue Cueto). Y Germán Leguía sigue dirigiendo la orquesta, Cueto y Cubillas inexistentes, La Rosa y Ravello inexistentes, Rojas y Duarte vencidos, Alejandro Torito Luces lesiona a Caíco, entra Papelito Cáceres para recibir los siguientes impactos. Alejandro Luces es autor del tercer gol de la U, rápidamente descontado por un gol de Freddy Ravello (otros documentos dicen que fue Illescas), después recibimos, como un machetazo moral, el golazo de Juan José Oré, luego el gol de Illescas para el tres a cuatro, pero el Chivo Neyra y César Adriazola decretan y cierran la goleada, siempre bajo la batuta de Leguía, era para no creerlo, pitazo final, Universitario 6, Alianza 3, Alianza Lima corazón.     

      Nunca antes, ni después, en esta vida pasajera  me he sentido tan herido, tan frágil, tan vulnerable, tan lamentable, tan miserable, tan víctima del ego. Y ahora que me doy cuenta, veo desplegado el cuerpo de  la pasión, la famosa pasión. Camino como lo que soy, como un fantasma, un fantasmita más bien, con mi gorra y mi chalina del Alianza, rumbo a la avenida Manco Cápac « ¡Aliancista, a llorar a la playa! » me gritan desde un carro donde todo es bulla y júbilo. Camina el aliancista de diecisiete años en estado de rebajamiento moral, de vejación, de degradación, propenso a la burla y a la afrenta, como resbalando en el aceite del fracaso. « Por algo tienen a Roberto Scarone como entrenador » pienso « la U no es nada sin Uruguay, sin la garra charrúa, la garra crema es una copia, ¡por eso nos golearon! ¡Nosotros ya no tenemos a Eduardo Hohberg como entrenador! ¡El entrenador es el padre espiritual! ¡Cuánta razón tiene el tío Jorge! »

      La sucesión de dramas y dramones, de papeles y papelones protagonizados por el Alianza corazón, puede ser considerado como material anecdótico, aunque es historia, así como los destellos increíbles de la U. El Alianza pierde tres a cero contra el Guaraní en Matute. Los pobretones de la U, como no tienen un estadio de circunstancias, juegan en el estadio Nacional, pierden 5 a 2 contra el Palmeiras, hermoso partido que disfruté con espíritu de venganza, luego el Palmeiras golea al Alianza corazón, y la U, guiado por el hombre transfigurado, le gana tres a cero al Guaraní, futuro semifinalista de la Libertadores, increíble pero cierto.

      En los partidos de vuelta en Brasil, la U le gana al Palmeiras. Al final, el Alianza Lima corazón, cero puntos, zapatero, como se dice allá, hasta ahorita me acuerdo.

      El ser que somos es capaz de todo, de lo mejor y de lo peor, en realidad todo va junto, el Alianza es diferente y opuesto a la U sólo en apariencia, debido a nuestra manera de ver el mundo. En verdad, se complementan recíprocamente, un equipo destaca o resalta al otro y viceversa, la separación es algo que repugnaría a Heráclito de Efeso, el decubridor de la enantiodromia para la tribuna de Occidente… ¡Arriba Alianza! ¡Y dále U!

      Ese año de 1979, fue campeón el Olimpia de Paraguay. Primero, tumbaron al Guaraní. Y en la final, al Boca Juniors… ¡Olimpia de Paraguay!  ¡Dioses olímpicos auténticos! ¡Y sigue cabalgando el tiempo! SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.




BONUS