XIV.
Por Miguel Rodríguez.
Estamos, el día de hoy y de nunca jamás, en el templo, o mejor dicho en las ruinas del templo de Zeus olímpico, en Atenas… « Mis santuarios en Olimpia, en Dodona, en Creta, en Atenas, son conocidos en todo el planeta. Y sobre todo mi estatua, en Olimpia, de oro y marfil, esculpida por Fidias. Le dejo Delfos a Apolo y a la Pitonisa y los Juegos Píticos, le dejo a Artemisa el templo de Efeso donde, muy a menudo, inspiré a un notable pensador, Heráclito. Por último, le dejo a Atena, mi hija predilecta, una ciudad entera, cuyos habitantes esculpieron el brillante zócalo de la libertad… » « Oh tú, la brillante, tú cuya frente está cernida de violetas, tú la celebrada por los poetas, muralla de Grecia… ¡Ilustre Atenas! ¡Divina ciudad! »… Un ingenioso pata griego está disfrazado de guerrero espartano de la época de las Termópilas, es un pata más o menos chato como yo, pero perfectamente atlético y diseñado de músculo y osamenta, sandalias espartanas, túnica o faldilla, coraza o linotórax, lanza, protector de antebrazo, casco espartano… « Lui, c’est un guerrier spartiate » digo « de ceux qui ont repoussé la puissante armée perse dans les Thermopyles, à côté de leur glorieux chef, Léonidas… »… El atlético guerrero suda a chorros debajo de su indumentaria, yo de nuevo me acuerdo de la batalla de las Termópilas en la película de la imaginación, con espectacular película moderna incorporada... ¿Cuántos templos y, sobre todo, cuántos Zeus, incluyendo al Zeus órfico? El Zeus olímpico, el Zeus Lyktaios, el Zeus conductor de nubes, el Zeus guerrero, el Zeus salvador… Por unos segundos me siento transportado imaginando la relación de los antiguos griegos con sus dioses, y de sus dioses con ellos, pues ambas instituciones son inseparables… Envidioso y admirativo, miro al armónico falso guerrero sudoroso… ¡Por la putamadre! ¡Tengo que perder diez kilos por lo menos! ¡Para volver al formato humano antes de la catástrofe! Boconcita toma fotos desde ángulos diversos, con cielos y planos diversos. Yo miro las impresionantes ruinas exaltadas por la luz. Quince columnas gigantes sobreviven, por así decirlo, aunque estoy convencido de la secreta vida de las piedras… ¿Qué estilo será? ¿Cuándo fue construído este templo? Sin la menor duda, varios siglos antes del acontecimiento del viejo Jechu, que comparativamente hablando resulta ser un chiquillo… Si pienso en Zeus, automáticamente pienso en Píndaro. Si tengo entre manos una rama de laurel, me acuerdo que el ardiente Apolo perseguía a una ninfa que lo rechazaba, y que para liberarla del asedio del dios, su padre, el dios de los ríos, la transforma en laurel… Píndaro dice que Afrodita tiene pies de plata. Dice que él es capaz de mostrar, a quien sea, el sendero del talento y del genio (daimon). Dice que cuando los dioses formulan un deseo, el cumplimiento de éste es rápido, y corto el camino que a él conduce…. « Lo mejor, desde siempre, es mirar y admirar el presente, cualquiera que sea » afirma y yo le creo… ¡Gran Zeus! ¡Aquí está este microbio pretencioso, frente a las ruinas de tu templo! ¡Este átomo! ¡Esta partícula elemental! ¡Este protón! ¡Este neutrón de neutrones apto a la disolución!... La columnas parecen cortadas en rodajas… Cuento, una, dos, tres… ¡diesciséis rodajas de mármol por columna! ¿Eran los dioses tan gigantes como nuestro ego? Según mis cálculos, los dioses medían entre seis y ocho metros, si consideramos las alturas de las columnas.
Alrededor del templo, olivares, laureles, cipreses, vibrante canto de cigarras, las mismas cigarras de aquella época, pienso, las cigarras miméticas color corteza de árbol; por el otro lado del templo, jóvenes cedros verdes, ruinas de los antiguos baños romanos, los frisos de las columnas tienen forma de hojas de acanto, me informa Boconcita, y seguimos avanzando, ya casi saliendo, pequeñas palmeras, arboles de granada, otro fruto mítico y mágico… De vuelta en el bus de dos pisos hasta la pequeña alameda cercana al Museo de la Akrópolis, donde florecen restaurantes y lujosos comercios, calzo los lentes mágicos de mi primo Curry, increíble, ¡veo como un águila! ¡Como un cóndor! ¡Como un halcón! ¡Como cualquier ave rapaz! Para festejar la visión, esta nueva visión con tanta nitidez, me aplico una chela llamada Hellas, Greek Lager Beer, admiro el árbol morero y su sombra, las joyas en una boutique llamada Byzantino, Greek Jewels, de nuevo las palmeritas jovenes, las terrazas repletas de los restaurantes, la verdad es la primera vez que me pongo estos lentes mágicos un día de sol que transforman en materia comestible a las hojas del morero, estamos ahora por el lado de la calle Lysious, donde hay más arboles y otros moreros, vapor mágico para refrescar a los clientes del verano, hoy sí me tomo mi vinito, digo, con la ensalada griega que seguiremos repitiendo en Francia, con lonjas de cordero junto al cerrito de papas fritas, Apnaki Aeromonato, roasted lamb with lemon and potatoes, todavía no lo sé en ese momento, pero eso que nombro con el adjetivo mágico es el presentimiento del dios.
Lista de vinocos grecos:
Ktima Katsaros
Ovilos
Vivlia Hora
Thema Pavlidis
Agioritiko Avataon
Tsantali, por el cual optamos.
Hablamos y hablamos, rienda suelta a la sinhueso, de esto y de lo otro, de todo y de nada, masticamos la rica ensalada, luego las láminas de cordero, miro alrededor, miro hacia la ilusión permanente del cielo, cuando se manifiesta el dios. El dios es un sentimiento de bienestar y de felicidad muy difícil, sino imposible, de decir, incluyendo el honorable intento de la palabra poética. El dios está en todos sitios, en todo el espacio de nuestra visión, por ejemplo en el reflejo del sol griego sobre esos cántaros de cobre, junto a la palmera, que es la misma palmera de la antigüedad… Tres palomas de vuelo simultáneo rompen el espacio, se incrustan en la ilusión del cielo, atraviesan la sombra y el follaje de la palmera, se pierden para siempre. Después, en una iglesia ortodoxa que ya visitamos, pero que volvemos a visitar, hoy soy un enviado del dios, o de la diosa, que es la felicidad, anoto el detalle. Aquí están los verdaderos Christos, hombres del desierto de pelo negrísimo, de piel curtida y oscura, barnizados con esa clara oscuridad que procura el sol del desierto, el desierto de Galilea y de Qumrán, por ejemplo… « Attends une seconde! » digo y anoto en mi Moleskine: « Dionysos Pater Liberviene con el yogur –lo cabalga–, viene con la miel –sobre ella resbala riendo. »
Más tarde, en la prolongación de la tarde y del dios verano, y del día de hoy y de nunca jamás, el asunto que nos concierne de nuevo se manifiesta en el encanto de nuestro restaurante fetiche de nombre impronunciable, como el nombre de una divinidad. Diez y veinte de la noche del verano griego del 29 de julio. « Segundo día de la fiesta nacional allá, en el Reino » pienso. En este instante preciso, el dios o la diosa es una ascensión súbita del agua de la fuentecita hacia el verdor central del laurel.
Esa noche, víspera de alzar vuelo rumbo a Creta, en vano buscamos a Edgar y al pata ecuatoriano. Esa noche apunté: « Heráclito de Efeso y la enantiodromia. Diógenes. Después, Diogenes Laercio, el gran compilador. » La verdad, me sentía extraño después de la irrupción del dios, pero muy contento, pues me permitió acumular cantidad y cantidad de notas. Esa noche, hablando por última vez con el gran Tiberio de Rumania, de nuevo evocamos a Perú campeón. Le bajé, solapa, veinte miserables euros, como retribución mínima a su afecto y atenciones, pero no quiso recibirlos. « Imagínate que te los está dando Teófilo Cubillas, imagínate que te los está dando Hugo Sotil, imagínate que te los está dando Perico León » de dije y él rió y los aceptó « ¿Y conoces a César Cueto, el Poeta de la Zurda? ¿Y conoces a Germán Leguía? » « Voy a ver en internet » dijo, dice, sigue diciendo. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
BONUS
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