20190923

Nueva crónica del reino - treceavo episodio







Aquí, en el Reino, los aficionados y drogadictos del ají comemos el ardiente manjar dos veces por día, ají limo, rocoto, ají cerezo, ají mochero, ají pipí de mono etc. etc., según la región y el vicio específico, la crema de base para las diversas preparaciones es la de ají amarillo, de ají panca o de ají mirasol, pero esta noche de navidad no se come ají, qué curioso, primera vez que me doy cuenta del detalle, eso quiere decir… ¿Qué quiere decir? Julia, una de las más impresionantes comedoras de ají bravo de la urbanización Buenos Aires y de toda la galaxia, hace tiempo que no lo pide, o sea que ya está jugando los descuentos, le doy una miradita amorosa antes de volver al banquete, Julia del Antiguo Testamento, la flaquita de hierro, la mulona, la renegona, la mandona, la temible, la terrible, ¡a mí me dio toda su capacidad de amor! ¡Toda su capacidad de afecto!... Este misterio sólo se explica con el culto al dios macho del Antiguo Testamento, y con el inapelable machismo del Nuevo Testamento, hay que verlo para creerlo, amigos, hoy Julia debe tener una edad dinosáurica aproximativa entre noventa y mil novecientos años, jamás lo sabremos, su vanidad de señorita impermeable a la vejez hizo desaparecer todas las pruebas, todos los documentos referentes a su edad, hasta su partida de nacimiento, su cuarto está repleto y archirepleto de cachivaches inservibles de toda especie, tiene un ropero que casi revienta con ese material vetusto, ropa de la época del mambo, zapatos del pleistoceno, pero principalmente cachivaches heterogéneos, todo un material variopinto digno del síndrome de Diógenes…  « ¡Que nadie toque mis cosas! » grita a veces, como mi abuelita en el terrible esplendor de un colerón… Cada día que pasa en la actualidad de la urbanización San Eloy, Julia se maquilla y se pone sus ruleros, ahora ya no tiene edad, nunca la ha tenido en verdad, hoy ni siquiera se acuerda que estamos celebrando el cumple del viejo Jechu, a propósito, Julia sólo leyó dos libros en su vida, la Biblia y mi primera novela, bueno, una biblioteca espléndida que retraza literariamente la historia del pueblo hebreo, y un libro de principiante escrito por su sobrino hijo predilecto… Según ella, también ha leído una Vida de Jésús de Ernest Renan, pero no creo, habrá hojeado el libro a lo máximo, habrá leído fragmentos, o si lo ha leído ya no se acuerda, en cambio de mi libro se acuerda muy bien, y me aconseja… ¡No escribas lisuras! ¡No seas lisuriento papacito! me dice ¡Ah! ¡Y eso no era así! ¡Eso no pasó ese año!... Tengo pues el altísimo privilegio de haber tenido lectoras únicas, es decir lectoras que nunca en su vida habían leído un libro de literatura, ¡Julia y mi mamá! ¡Y tengo además el altísimo privilegio de haber vendido un solo libro allá, en París con aguacero! ¡Uno solito y solo! ¡En la desaparecida librería hispánica de la rue de Seine! ¡Obviamente desaparecida! Y ahora que lo pienso, yo contribuí a su desaparición después de mi best-seller… Para mí, es un acontecimiento histórico, espero que los tíos del Nobel tengan el detalle presente, el número uno es el número mágico, Miguelito Number One como decía mi viejo, cojudeces… En la vida real, yo feliz, Julia come todo, se alargan los descuentos, ¡Ma chérie, apporte lui son verre de vin! ¡Tráile su vino! Y cuando la abrazo es como abrazar a un montón de huesitos… « Estaba muy rico papacito, ¡pero te faltó inyectarle pisco al pavo! » « Buenas noches, Julia »… Hay dos camas en el cuarto de Julia, antes cuarto de mi tía Edith, cuya ventana mira al patio por donde una vez, estilo Hombre Araña, se descolgaron los rateros « Puedes dormir en esa cama, hijta » le dice a Manamarie la ex legionaria « ¿cómo te llamas? ¿Ana María? Quédate en esa cama, así conversamos » vuelve a proponer « Eso lo veremos mañana, ella entiende bien el español pero no lo habla » digo « buenas noches, Julia, nosotros vamos a acostarnos también »
      Al día siguiente, 25 de diciembre vamos volando en el carro del antiguo Blue Demon rumbo a Huanchaco de la sal y del viento… De Mansiche a Huanchaco / ¿dónde suena la ola? / El taxi viejo vuela / Y vuelan los sentidos / Al encuentro del mar / Con una alegría idéntica / Al cloruro de sodio la sal / Me gusta navegar / Por estos paisajes pardos / De las afueras de Trujillo / Me gusta la cercanía del mar / Su bondad y el sonido de la ola… Curry-Blue Demon se siente feliz, de inmediato me doy cuenta, tengo antenas sensibles para este fenómeno, vamos a una buena cebichería, Curry, dice, ¡Pero claro! ¡Con mucho gusto! ¡Obviamente!... « Là-bas à gauche se trouvent les ruines de l’antique citadelle sacrée de Chan-Chan » digo, de nuevo el río de hojalata, el río de negro caucho en forma circular, el río de vendedores, el río de los heladeros, cientos, miles de personas, allá las frescas láminas del océano, el muelle emblemático hierve de visitantes, nosotros avanzamos en dos grupos, somos los mismos de anoche menos mi tía Edith, ¿somos los mismos?...  Al menos eso parecemos, aunque ya volvió a girar el planeta… ¡Aquí! dice Ross, de modo que aterrizamos en la Cebichería Los Herrajes, que recomendamos, excelente cebichón de lenguado, excelente cebichón de pulpo, excelente cebichón de corvina, ojo de uva frito, parrillada de diversos pescados a la plancha, y eso sin hablar de los platos criollos, y eso sin hablar de las parihuelas, ¡y además barato! Choclo, camote, finas láminas de rocoto, cremas de ají, con su respectivo Inca Kolón y sus respectivas chelas, todos contentos, ¡quién tuviera dos mentes y, sobre todo, dos cuerpos!
      Después, Curry y su familia regresan al puerto, doña Carmen y Benny a su casa, el gran grupo se dispersa, nosotros nos quedamos con las tías, el paraíso de las playas norteñas, otra vez será, el cebiche de conchas negras, otra vez será, el paraíso de Máncora sobre todo, otra vez será, caballero, Julia nos necesita y mi tía Edith está muy contenta, de todo hablamos, somos especialistas en resuscitar el pasado, nuevos dibujos, nuevas perspectivas, nuevos falsos recuerdos, de nuevo Salaverry, de nuevo Paiján, de nuevo Laredo, hablamos y hablamos, ¡hablamos sin parar! ¡Miguel Angel! ¡Miguel Angel! grita Julia ¡Julia! ¡Julia! ¿Qué pasa, Julia? respondo « ¡Ustedes no se vayan! ¡Ustedes quédense! » ordena, y yo enternecido voy al cuarto, abrazo a la mujer más mandona del planeta, a la mujer más mandona del sistema solar, a la mujer más mandona de la Vía Láctea, a la mujer más mandona del universo después de mi abuelita, ceden los huesitos de la flaquita de hierro que se ríe, no le digo, cómo se te ocurre, nosotros nos quedamos, ahora vamos a dar una vuelta, bueno, dice Julia la yaciente, tengan mucho cuidado con los rateros, vayan nomás, acá los espero, nosotros salimos, atravesamos los parques, de nuevo el glorioso ejército Húsares de Junín, buscamos una lavandería, ¡aquí hay una! ¡Pero está cerrada!... Mañana volvemos, tenemos mucha ropa que lavar, en el patio de la casa sólo lavamos las medias y la ropa interior, damos un gran vueltón por la tranquilidad del 25 de diciembre, pasamos frente a los inmensos y modernos locales de la Universidad Privada Antenor Orrego, UPAO, le cuento a grandes rasgos la Bohemia de Trujillo, un grupo de poetas, artistas, filósofos, políticos que tuvo como principal animador, precisamente, a Antenor Orrego, ¿y esta noche qué comemos? ¿Otra vez pavo? « Moi je veux la petite sauce aigre douce de ta tatie Edith » dice Boconcita « je vais lui demander la recette » Esta noche alitas de pollo crocantes y papas fritas KFC para Julia, digo, para nosotros sánguches de chancho, de pollo o de res, no, hoy no comemos pavo, hay que preguntarle qué quiere a mi tía Edith, sobre la Bohemia de Trujillo te cuento otra vez si te interesa « Bien sûr que ça m’interesse! » « Très bien! » Ahora ven, vamos a Plaza Vea.
      Al día siguiente, visita al Mercado Mayorista de mi infancia, hoy Mercado Central, mi tía Edith es nuestra guía, es conocida, caserita le dicen, ¿qué necesita?... Hay una placera que le dice, casera, ¡qué bien acompañada está! Es mi sobrino y su esposa que vienen de Francia dice ella, qué bien dice la placera, mi tía Edith escoge choclos y camotes, culantro y perejil, Boconcita quiere un choclo y un maíz morado, de regreso a las Galias los plantará en el jardín, aparte de eso también recolecta pepas y semillas de frutas, y ají, que también plantará, en especial de rocoto, yo sonrío escéptico, pero hay oleadas de gente, nos empujan y los empujamos, avanzamos como en procesión, avanzamos, admiramos las frutas, chirimoyas, tamarindos, papayas, manzanas, limoncitos verdes, plátanos, fresas, las legumbres, las menestras en sacos, luego nos internamos por el sector juguerías, luego por el sector ropas y objetos diversos, pasamos de refilón por el sector pescados, hasta aquí todo bien, en mi mente yo navego por el paraíso de la infancia, pero al llegar al sector carnes, un potente olor de pollo crudo, de carne de res cruda, de carne de chancho cruda que es expuesta en los mostradores de mayólica o que cuelga de ganchos, fulmina su sentido del olfato, reconozco que es olor bien fuerte, pero qué, es un aroma del mercado, podríamos esculpir en esa atmósfera saturada, esos pollos, esas reses, esos chanchos, no sé si hay carneros, no sé si hay cabritos, no sé si hay conejos, todos crudos y desnudos, para mí que no hay, pero puede que sí, mi tía Edith como si nada, yo como si nada, Boconcita da manotazos a las carnes odoríferas suspendidas en el aire, avanza heroicamente, mi tía Edith y yo habla que habla… Al salir bien cargados de carnes, choclos, cebollas, yucas y papas, compramos paltas, uvas y fresas, mientras un delirante pastor, mimo falso Isaías, mimo falso Ezequiel, por lo demás poetas de polendas, espumarajea y declama, sin comentario… ¡Taxi! « A las Lúcumas 500, señor, detrás de la UPAO » dice mi tía Edith y me adelanta, seis soles dice el taxista, subimos, el tráfico es espeso y lento, apenas avanza el río de caucho, de vidrio y hojalata, se oyen los sonidos de cláxon más inauditos, desde el pato ronco hasta la ambulancia histérica… ¡Qué calor! Como soy maniático con la frescura de la carne, temo por el pollo, temo por los churrascos que llevamos, pero no hay problema, de esto sabe mejor mi tía Edith, la carne fresca aguanta bien dice, no hay problema, avanzamos unos metros, paramos, avanzamos dos metros más, de nuevo paramos… Según el chofer, este inconveniente es normal en épocas de fiesta, pero aparte de esto ahora se debe a que los vendedores venezolanos ambulantes han invadido las calles, ¡y que las sigan invadiendo! pienso.
      El gran día de hoy, amigos, aquí en Trujillo el estuche cambiante prepara un buen guiso de llopo, de pollo, es increíble, ¿cuánto pollo se come en el Reino? ¿Qué sería de los pobres mortales sin los pobres pollos inmortales?... Muy aplicadamente preparo el guiso o estofado, guiso más bien, sin papa ni zanahoria, sin alverjitas, sólo tomate, puré de ajo, cebolla cortada en cuadritos mínimos, crema de ají amarillo, culantro, un toque de ajinomoto, con su respetivo chorro de chela, apreciado por mi tía Edith, qué honor, apreciado por Julia, qué honor, apreciado por doña Gloria, qué honor, muy agradable señor Miguel, dice, y yo me digo ¡qué difícil es cocinar para los grandes ancestros! ¡Es como cocinar para diplodocus y triceratopos del jurásico! Tan acostumbradas están a sus sabores desde siempre siempre los mismos, desde siempre pretéritos, desde siempre repetitivos, que sus gastados paladares y sus gastadas papilas gustativas ya no soportan nada nuevo, ojo, no critico, sólo constato, de modo que hoy, 26 de diciembre, realizo una gran hazaña, soy el bacán de la película, soy el bacán de la cocina, reemplazo a mi abuelita, ni más ni menos, reemplazo a Julia, ni más ni menos, reemplazo a mi tía Edith, ni más ni menos… ¿Y qué tal si mi plato no les gusta? ¡Pero sí les gusta! Nada quieren los grandes ancestros aparte de su propia sazón, o en casos excepcionales, la sazón de un miembro de la tribu, de un miembro importante, yo por ejemplo.
      Durante la siesta, tengo una alucinación auditiva o de pronto residuos de un sueño, oigo el maullido de mi gato francés, allá en Lambesc, cuando me levanta en la madrugada para que le abra la puerta, ¡qué increíble! le digo a Boconcita ¡hasta escuché el ronrón de mi gato! Sudamos. De nuevo nos dormimos. De nuevo sudamos. Este calorcito de Trujillo nada qué ver con Lima, nada qué ver con Chimbote… Después del duchazo llamo a Panchito Aguilar, un pata de infancia, es decir de siempre, del Barrio Uno, que tiene su mitología como cada Barrio, allí también vivía Caliche en la parte interior… Los Morales, los Parodi, los Quiñones, la familia de Tuco cuyo apellido no recuerdo, los Ostolaza, los Poemapé, los Danubio, Rosa Oda la amiga de mi tía Edith, su papá de origen japonés era un criollazo… Los Bracamonte, los Perales… Si hablo con Panchito, pienso en ésto, nosotros vivíamos en la parte exterior, en ciertas casas había una puerta mágica que comunicaba con el interior… Mis vecinos los Piochis cuyo apellido no recuerdo, los Mantilla, los López casi en la esquina, el Chino de la esquina, los Muro, los Troncoso, los Baca, los Valderrama en la otra esquina, la señorita Marieta, los Castro, mi pata Pepe Castro, los Sandoval, los Gamarra… ¡Un afectuoso saludo para Perico!... Y en la otra esquina la casa pretérita de Panchito, él y algunos patas de la urbanización Buenos Aires me llaman Durris,Miguel Durris… ¿Durris? ¡Durris! dice Panchito por teléfono ¿ya estás en Trujillo? ¡Esta noche nos vemos! ¡Al toque! digo ¡Yo paso a buscarlos! Y cuando Panchito llega esta noche, un abrazote, dos abrazotes, tres abrazotes… ¡Qué gusto de verte Panchito! ¡El gusto es mío Miguelito! Si veo a Panchito, primero veo al Barrio Uno antes del terremoto, veo a Puerto Santa, veo la segunda etapa de la urbanización Buenos Aires de los gloriosos 70, veo esos  carboníferos, veo esos pleistocenos, veo esos jurásicos y me pongo muy contento, ¡de nuevo en la máquina del tiempo! Besique, Los Chimus, Tortugas, de nuevo la urbanización Buenos Aires, Panchito tripula una moto dorada, una Honda 70 arenera, lleva una ninfa aferrada a su cintura, es una de las hijas del señor Lemoine, un francés entonces dueño del cine Bahía, del cine Florida que era como una sucursal, pero donde no había censura, allí podíamos ver las películas prohibidas en el Bahía, y que tenía una super casa en la urbanización Buenos Aires, en la esquina de la avenida el Country con… ¡Qué envidia de Panchito! ¡Panchito! Aparte de esto, el papá de Panchito es don Hugo Aguilar, y es, como el papá de Pocius, amigo de mi papá, explico grosso modo a Boconcita, ¿ya ves? ¡Hemos llegado al Reino! « Buenas noches, ¿cómo está señora Edith? » dice todo educado « ¡Hace tanto tiempo! » «La última vez que nos vimos aquí fue en setiembre del 2001, cuando tumbaron las torres de Nueva York » recuerdo « ¡Me saluda a la señorita Yuli! » dice Panchito « Tía pásame la llave » digo « puede que regresemos tarde, tú acuéstate nomás, no te preocupes » « ¿Vamos al restaurante del Country Club, Durris? » propone, como gustes digo, bueno, dice, primero vamos a mi casa, ¡buenas noches tía!... Y aquí estamos, con Panchito y su esposa Connie en su casaza, disculparán la pequeñez, de la urbanización El Golf, presentaciones, salutaciones, Connie trae piqueos, ¿un vinito?, un vinazo en verdad, una Navarro Correa exquisito, luego conversa que te conversa, se abandona la idea del restaurante, la verdad aquí estamos mejor, ya arde la fogata para la parrillada inminente, Panchito es un experto del fuego, primero alitas de pollo, otro Navarro Correa, ¡ploc!, y como hago el elogio de su gusto y de su residencia me pregunta si conozco al pintor Gerardo Chávez, ¡él sí tiene una casasaza! dice entusiasmado, Gerardo vivía en París con aguacero pero no tuve el gusto de conocerlo, ustedes los artistas deben conocerse todos allá, dice Connie, y de inmediato el chancho comelón de mi ego empieza con la botadera, ¿París? ¡París es una fiesta!... Obviamente no digo que esa fiesta casi me cuesta la vida, no hay que ser aguafiestas, la verdad es que a estas alturas del partido, en París, en el Reino o en la Cochinchina, todos y cada uno de nosotros hemos pasado por las grandes pruebas, caballeros, y si estamos vivos es un milagro… La Maison de l’Amérique Latine era y es la esquina del movimiento digo todo conocedor, y los cócktails en la Unesco, y las embajadas, y las recepciones, y los vernissages, ji ji ji ja ja ja, la fastuosa embajada del Perú en l’avenue Kléber, cuando yo vivía en París con aguacero el señor embajador era don Javier Pérez de Cuéllar, un hombre cultísimo, elegantísimo, amabilísimo, qué será de don Javier, de pronto ya sacó la maleta, espero que no, personas como don Javier merecen vivir doscientos años y con buena salud, tengo un excelente recuerdo de don Javier, y también de su señora esposa, también cultísima, también elegantisísima, también amabilísima, en fin, es que todo pasa tan rápido, en aquellos días mi libro Leyenda del Padre le gustó mucho, me lo dijo la encargada de asuntos culturales de entonces, la encantadora Maki Miró Quesada, acabo de enterarme que también es escritora aunque ya lo sospechaba, voy a conseguir su o sus libros vía Amazon, se portó super bién conmigo y también tengo un excelente recuerdo de ella, qué será de Maki… ¡París! ¡Ah! ¡París! ... ¿Qué les parece un bife chorizo, Durris? dice Panchito como el administrador de las brasas, de las parrilladas, y seguimos dando rienda suelta a la sin hueso, habla que te habla entre brasas, entre la brisita que inunda el elegantísimo patio, durante y después de la degustación de las alitas pienso en Julia inevitablemente, ahora Panchito chamusca el bife chorizo con movimientos económicos y diestros, la cocción perfecta, tres capas, el exterior bien bronceadito, la capa intermedia marrón claro, el corazón rosado, y jugosa, ¡qué delicia!... Se procede al decorchado de un gran vino español, ¡Ploc!... Y el chancho incorregible de mi ego sigue con la botadera, se bota como agua sucia, se bota como agua para chancho precisamente… Allá en París con aguacero he visto a grandes celebridades, a don Mario Superstar pero sólo de pasarela, a don Carlos Fuentes pero sólo de pasarela, a don Jorge Semprún pero sólo de pasarela, a don Fernando de Szyslo pero sólo de pasarela, y también he tenido el honor ver conocer a Allen Ginsberg aunque sea de lejitos, aunque el encuentro más importante fue el año en que llegué por primera vez, el encuentro con el maestro Robert Graves, maestro de maestros, maestro de recontramaestros, y no de pasarela, lo reconocí ya viejito en la rue Berger y lo invité a tomar unas chelas en el Cavalier Bleu, y el poeta aceptó, hablamos en español, ese es mi mejor recuerdo, en cuanto a Gerardo Chávez, qué raro, nunca hubo ocasión, tengo un pata artista que está en la moda y en el teatro, Manuel Moreno, él lo conoce bien, pero en fin, creo que lo importante no es conocer a tal o cual, eso es botadera, sino de edificar nuestra propia obra, voilà…¡Ploc! Ahora un super vino nacional, quesos, pan, y del excelentísimo bife chorizo ya no queda sino esto, tienes que ver a Pedro Miranda en Chimbote, él está en la movida cultural, es un especialista de Chimbote, yo lo llamo mañana y le digo que vas a verlo, ¿ok, Durris? Y si te das un salto por la Alianza Francesa anda a ver a Gerardo Caylloma, le dices que vienes de mi parte, muchas gracias por todo, digo, pasado mañana nos vamos a Máncora dice Panchito, allá vamos a pasar el año nuevo, ¡qué envidia! digo ¡Y la próxima vez que vengas a Marsella me avisas con tiempo! « Merci beaucoup et j’espère qu’à la prochaine » dice Boconcita feliz y deposita un fino perrito faldero en el suelo  « C’était super bon! » Y ahora que escribo esto me doy cuenta del gran detalle, del detalle del capax dei, la capacidad de ser el dios, el capax dei no sólo es la capacidad de amor, la capacidad de amistad, el capax dei no sólo es la capacidad de generosidad y de don, el capax dei no sólo es la capacidad de compasión y solidaridad en el sentido budista, la capacidad de calma total, el capax dei es también la capacidad de felicidad, como la de esta noche digna de recuerdo. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.