20190604

Nueva crónica del reino - séptimo episodio








El minibús que nos conducirá a Ollantaytambo viene a buscarnos a las cuatro de la mañana, como acordado, ya estamos listos. Viaje con escalas para recoger a otros turistas, la bruma inventa velos en la noche, por momentos la carretera es de tierra, hay baches y huecos, el minibús avanza. A las cinco y treinta del 18 de diciembre del 2018, bajo la húmeda tutela de un amanecer gris chinchilla, llegamos a la estación de trenes de Ollantaytambo, antigua ciudad mayor del Reino. Mientras tanto, los demonios de las alturas siguen golpeando con martillos el cráneo de mi hembrita. Ya estamos en el tren. Ya partimos rumbo a Machu Picchu. De pronto, por arte de magia, ya no le duele la cabeza. Afuera, edredones y sábanas de niebla. Luego cielo despejado y perplejo. Sigo pensando en la diosa, en los dioses. La masacre de los dioses de los ancestros. Wiracocha es el mar, su barba la espuma, su cuerpo plateado, su ojos azules, verdes, y siempre va y vuelve… ¡Siempre va! ¡Y siempre vuelve! El tren avanza, cambia el paisaje. La diosa. Los dioses. Las orquídeas salvajes, los helechos prehistóricos, los árboles de palta, de maracuyá, las variedades de pino de aquí, el misticismo de la datura, el líquen, las hojas oreja de elefante, las flores coralinas, las costras de parásitos anaranjados devorando los troncos, el tibio sopor de la ceja de selva, ya llegamos a Machu Picchu pueblo, antes Aguas Calientes.
      Nos espera el guía Pedro agitando suavemente una banderita blanca. Los demás turistas se dispersan rumbo a sus respectivos guías, está muy bien organizado todo esto. Llueve. Llueve finito pero llueve, lluviecita de patas de zancudo, cielo cargado de agua, penínsulas de niebla, islas compactas de nubes color acero, qué mala suerte, los turistas con ponchos plásticos como las bolsas de plástico, los guías con poderosos paraguas, se dividen los grupos, el primer turno, el segundo, hay tiempo de sobra dice Pedro devolviéndome los pasaportes, el tren de regreso a Ollantaytambo sale a las cinco y veinte, pueden organizarse como mejor les parezca, no hay apuro para ir a Machu Picchu… Sin  oir la sugerencia, y sobre todo precipitadamente, nos decidimos por el primer turno, entonces ustedes van con Ruth (del Antiguo Testamento), dice Pedro (del Nuevo Testamento), y yo miro y admiro la estatua de Pachacútec, el soberano de la gran época, el que hizo construir Machu Picchu, ¿o es el fundador Manco Cápac?, velos de lluvia finita, allí está el soberano, en el centro de la plaza, qué increíble, por arte de magia de nuevo tengo ocho años, de nuevo estoy en el Colegio Raimondi, en esa aula frente al patio, escuchando fascinado las leyendas que fluyen del cuerpo astral del profesor Baca.
      Hojas de plátano, árboles de plátano, árbol del viajero, florecitas rojas, florecitas amarillas, florecitas azules, datura mística, profusión de insectos, ya estamos subiendo en el minibús a la ciudadela sagrada, subimos entre el barro y la niebla, entre el barro y las piedras mientras cae una lluviecita medio imperceptible, ¡ya llegamos a la ciudadela de la élite del imperio! ¡Los kurakas! ¡Los orejones! ¡Los sabios y los especialistas! ¡Los amautas!¡Los que descifraban los quipus! ¡Los médicos! ¡Los astrónomos! ¡Los astrólogos! ¡Los ingenieros constructores! ¡Los ingenieros hidráulicos! ¡La élite de los guerreros! ¡Las ñustas! ¡Los grandes cocineros! ¡El inca y los nobles! ¿Hasta aquí llegaban corriendo los chasquis, volando por los caminos entre la tierra y las piedras, con pescado fresco del océano? ¡Los chasquis, esos maravillosos atletas, con corvina y lenguado en sus alforjas! ¡Los veo corriendo, volando, hasta aquí donde estamos! ¿O sólo llegaban a Cuzco? Pienso o mejor dicho imagino que hasta aquí llegaban, Machu Picchu, Viejo Cerro, con los manjares del océano… Nuestra guía se llama Ruth, como la que le cortó la cabeza a Holofernes (del Antiguo Testamento), y dirige a una turba de niños malcriados e indisciplinados, nosotros, los turistas, muchos pitean, otros quieren tomar fotos, hay que seguir subiendo dice Ruth, hay más arriba un sitio ideal para tomar fotos, ¿fotos? ¿Qué fotos?, pitea otro, ¡no se ve nada! Nuestra Ruth nacional recita su cantaleta de variados y amplios conocimientos, ella con su paraguas color violeta, nosotros transpirando como chanchos debajo de nuestro ponchos de plástico, el cerro de al lado se llama Huayna Picchu dice, quiere decir Cerro Joven, en un relámpago yo imagino que Machu y Huayna simbolizan al padre y al hijo, o de pronto a la sosegada vejez y a la loca juventud, en fin, algo querían decir para los ancestros, y ese cerro que está allá dice apuntando y nosotros giramos la cabeza como periscopios, ese cerro se llama Cerro Feliz… ¡Qué mala suerte! ¡Ahora no se ve casi nada! Mientras Ruth informa, sólo vemos retazos del viejo y el joven semi devorados por la niebla… Siguen piteando los turistas… Boconcita también pitea… ¡Lluvia y niebla! ¡Ahora no se ve casi nada! ¡Los turistas pitean y pitean! Ruth está muy incómoda aunque ya debe tener costumbre, todos la culpan, no sé por qué la culpan pero la culpan, la flagelan, la señalan con el índice, un poco más y la crucifican, pero ella no es la administradora del clima ni de la atmósfera, así es el clima por acá dice, es imprevisible, puede que pronto la niebla se despeje, abanicazos de aire, y salga el sol… Consternado me doy cuenta que nadie hace gran caso al discurso de Ruth sobre los ancestros… Ni yo… Estaba por ahí pero a veces me alejaba para escribir los apuntes que se están convirtiendo en esto que cuento, nadie le hacía caso a Ruth, los turistas niños malcriados hacían lo que querían, uno dormía allá abajo, en el prado… Otros subían a una choza, la choza del guardián… La ciudadela sagrada en luz y sombra, a media luz y a media sombra, aparece y desaparece, de pronto es totalmente tragada por la niebla y no se ve nada, estamos en el corazón de la niebla, la diosa gaseosa, que de pronto se difumina y despeja, las orquídeas salvajes, las ruinas sagrada aparecen y desaparecen, Cerro Viejo Padre, Cerro Joven Hijo, Cerro Feliz Tío, el mundo de arriba, el mundo de abajo, el mundo de adentro, ahí está el detalle, en el mundo de adentro, el corazón es el puma… Y el cóndor, ¿es la mente? ¿Hay un mundo serpiente como serpiente es la tripa y serpiente es el sexo? Ambos sexos son serpientes, serpientes de mar, largas, transparentes, una devora a la otra, bueno, la devora y no, pero son serpientes, aunque la serpiente a la que se referían los sabios ancestros es la columna vertebral, como la kundalini, el sexo sagrado por excelencia… ¿Y los ríos? ¿Son los ríos la sangre en las arterias y en las vertientes de las venas? ¿Los ríos que nos recorren por dentro? ¿Y qué tal si nuestro cuerpo es como el planeta? Hoy día, Cerro Viejo, sino estás dentro de mí no estás en ningún sitio… ¡Ni siquiera aquí desde donde te estoy viendo! ¡Si no estás dentro de mí eres una tarjeta postal! ¡Una imagen virtual de internet! ¡Pero aquí estás! ¡Por eso escribo ésto! Aquí estás con las piedras salvajes, con las flores salvajes, con los insectos salvajes… ¿Y los pájaros? ¿Dónde están los pájaros salvajes? ¡No hay pájaros en Machu Picchu! ¡Sólo pajaritos y colibríes! ¿Y los cóndores? ¿Dónde están los divinos cóndores? ¿Dónde están los cóndores que jodían al poeta gimiente?... La flora… La fauna del Reino… El Cerro Viejo visible invisible… El Cerro Joven visible invisible, ambos vaporizados por la niebla… La niebla costruye bosques y continentes que se disuelven… Todo es vapor, todo es gas, todo es agua, todo es agua en verdad, Intiwiracochay… Lo que siento subiendo y subiendo, mientras Ruth sigue contando, mientras los turistas toman fotos y fotos, mientras un japonés con chullo y poncho casi se desbarranca por tomarte una foto, es esto que cuento, Cerro Viejo, Machu Picchu, es esto que veo y siento, esta vida que sigue palpitando en tus piedras, siempre entre la tierra y las piedras… Intiwiracochay, por ejemplo, sigue latiendo en el cuerpecito medio pardo de esos gusanos que mi hembrita vio entre las piedras… ¡Entre la tierra y las piedras!... El cóndor-mente, el puma-corazón, la serpiente-kundalini… Más tarde, nueva visión de cucardas y hortensias en Machu Picchu pueblo… y hace poco la visión de una chinchilla, que ma chérie creyó conejo, en una ventana de piedra, cuando bajábamos del cielo, flores violetas, flores anaranjadas, flores amarillas, flores blancas, gladiolos, rosas amarillas, de nuevo la mística datura, ¿de verdad es datura? Es datura dice Boconcita que tiene muchos y variados conocimientos botánicos… Y como tenemos tiempo para regalar, vamos a dar una vuelta por el arcoiris del mercado antes del almuerzo, ese sacramento ancestral… Ella compra chalinas, polos, ropillas… ¿Pollo otra vez? le reprocho poco después en el restaurante turístico… ¡Si sigues comiendo pollo te van a salir alas, ma chérie! ¡Cómete un cuy! ¡Cómete un lomo saltado! ¿Cuál es el plato bandera de Cuzco? La verdad, no lo sé. Preguntemos. Mozo, por favor. Se acerca un mozo local pero como no sabe, le pregunta a otro mozo que tampoco sabe, que le pregunta al barman que tampoco sabe, que manda a preguntar al cocinero que es limeño y que tampoco sabe, no importa, gracias igual, otra chela cuzqueña por favor, vamos a consultar la magia de internet, ¿tienen wifi? La magia cibernética de inmediato nos revela las bondades culinarias de Cuzco, que son el chiri uchu, la trucha frita, el chicharrón, la sopa chairo, el cuy al horno, el choclo con queso. El chiri uchu es un platazo a base de maíz, queso, cuy, gallina, cecina, charqui, cochayuyo, huevera de pescado y rocoto… ¡Qué salvajes! No, gracias, yo paso, y además cuando pregunto por joder, obviamente no saben lo qué es… ¿No te provoca una trucha frita con papas fritas y ensalada? Non mon chérie, je veux pas de poisson dice, entonces cómete un cuy al horno, un chicharroncito cuzqueño… ¿Será que preparan esos platillos? ¡Yo me tomaría para comenzar esa sopa llamada chairo! ¿Y choclo? ¿No quieres un choclo con queso? Ça oui je veux! Un lomo saltado, un pollo al horno con papas fritas y un choclo con queso, por favor, le digo al mozo… De pronto me doy cuenta de las nubes grises… De las nubes oscuras en su cabecita gala… Apenas hace un momentito estaba contenta, ahora está contrariada, nubes y nubarrones, es el cansancio, pienso… Pero no es el cansancio… Es un detalle importante, a mí ya me trajeron el lomo mientras ella espera y espera, no son profesionales del restaurante ni de la cocina ma chérie, digo, son patas que están en el negocio… Para colmo, cuando por fin le traen su llopo, está un poco rojito por dentro, de modo que pido una cocción correcta… Es verdad que disponemos de gruesas lonjas, de perniles de tiempo, pero el servicio demora y demora, todo es pura finta en este restaurante enganchador de turistas, los manteles almidonados, las copas de alto cristal, los cubiertos de Chez Maxime, las servilletas de lino como los manteles, los cuadros de paisajes locales, el decorado moderno, el bar resplandeciente, el atuendo negro, pantaloncito negro y camisita negra de manga corta de los mosaicos, pero nada más, caballero, la cocina hasta las huevas, por eso ella está contrariada… De nuevo veo allá, en Machu Picchu, las hermosas llamas cuando bajábamos, y esa chinchilla gris como el cielo de esta mañana, ahorita cielo despejado, luz intensa, el Huayna Picchu y el Machu Picchu en todo su esplendor dorado y verde, no sé por qué pero sigo viendo a la chinchilla medio asustada al ver las hordas de bárbaros turistas, de bárbaros atilas, refugiada en una ventana de piedra, ahora luz a chorros y cielo de záfiro en Machu Picchu pueblo… Golosa e imprudentemente, cedo a la tentación (al escribir esto me doy cuenta que cada día que pasa me alejo más y más de las frases hechas, de los embriagues verbales, del literario y antipoético « sin embargo » por ejemplo, cada día que pasa me alejo más y más de la horrible literatura), mimo Evo y la manzana frente al árbol de la ciencia, del puré de ají amarillo, del puré de rocoto que utilizo copiosamente, purés con que le doy todavía más color a mi lomo, y también al formidable choclo cuzqueño, me gustaría ir de nuevo al mercado dice Manamarie, sí digo, tranquila china, tenemos charqui de llama y charqui de alpaca de tiempo para regalar, digo esto porque estamos comiendo, apenas son las tres, ¡Mozo! ¡Otra chela cuzqueña por favor! Conversamos. Me acuerdo de mi gato galo, llamado Mao Tsé Tung o Mao Mao. Me acuerdo también del maravilloso bosque de Lambesc. Pero sólo es un flash, y flash mío además. A veces creo que, mientras más lejos esté de Francia, ella más feliz se siente, esto para mí es un misterio, pero es algo bastante común entre franceses, como si estuvieran hartos de Francia, yo por las huevas sigo con mi cantaleta de la cultura, de la poesía, de la literatura, ¡el país más literario del planeta, ma chérie! ¡Por lo menos mil cien años ininterrumpidos de poesía! ¡Desde la Séquence de Sainte Eulalie a finales del siglo nueve hasta Jean Genet! ¡Hasta René Char! ¡Desde la Chanson de Roland hasta Philippe Sollers! ¡Quince premios nobel!... Sin exagerar, me doy cuenta que lo que digo no le importa a mi hembrita, o que le importa un culo como dicen los colombianos… A parte del detallito del llopo y la comida, ella está feliz aquí, a miles y miles de kilómetros de Francia, aquí en Machu Picchu pueblo, aquí, en el Reino… Ahora la memoria reciente desenvuelve su tapete de fotos o extractos de filme, vuelvo a ver las piedras y los pedruzcones sembrados como coágulos graníticos en la arteria turbulenta, color café con leche, del río Urubamba. «Allons-y, ma chérie ». Pago y salimos al sol. De nuevo maldigo nuestro apuro esta mañana. Vamos rumbo a los colorines, las ropillas y las atrayentes chucherías del mercado. De pronto, siento una licuadora en la panza. Borborigmos intestinales, como diría un literato. Mimo lava de volcán antes de la erupción.  Las tripas aúllan revueltas… Tengo que apurarme digo y trato de caminar lo más rápido que puedo, il faut que j’aille aux toilettes digo, uf, camino y tengo que ajustar, bajo las esclusas apretando los abdominales, ya llegamos a la estación, rápidamente doy un vistazo a las cucardas blancas, a las cucardas rojas y a las hortensias, por un instante olvido la tierra y las piedras, felizmente hay un wáter resplandeciente, uf. Al salir feliz, aliviado y ligero, de nuevo admiro la belleza de las flores. Allá está Boconcita, parece pensativa, vamos le digo, ven, compra lo que quieras ma chérie, si quieres compra todo el mercado, ella compra y compra, yo pago con la tarjeta mágica. Después de dar mil vueltas en el laberinto geométrico y los colores explosivos del mercado, verde, amarillo, rojo, anaranjado, violeta, azul, fuscsia, blanco, negro, celeste, me doy cuenta que se acerca la hora, increíble, otro mordiscón de Saturno, de ir hacia el tren, de modo que hacia sus articulados fierros vamos. « C’était le piment » digo « c’était la seule chose de bon dans ce restaurant de merde »… Seguimos caminando despacio, bien rico estaba ese ají pienso, ají amarillo en puré, y puré de rocotito, allá en las Galias podemos pedirlo por internet a Inti Boutique de París digo, esos ajíes y también el ají panca y el culantro son esenciales para nuestras preparaciones, lo que pasa es que hace tiempo no comía y comí mucho de puro goloso, ah, y eso que no conoces el ají limo en el cebichito, en fin, esto comento cuando veo al perro fantástico. En el centro de la multitud turística nacional e internacional que pasa y pasa, pero que pasa esquivándolo, y totalmente indiferente a ella, está acostadito, semierguido, totalmente imperial, un perro calato de Sechura. La piel, o mejor dicho el cuero rugoso y curtido del bello animal, es de color violeta tirando pal negro; el hocico es fino, los ojos inteligentes, y en su cabeza, modelada por mil mutaciones, hay una llamarada de pelo color zanahoria. La serenidad, la imperturbabilidad, la ecuanimidad de este perro de raza me dejan boquiabierto. Es un perro filósofo que ha logrado la ataraxia, esa tranquilidad de la mente a la que aspiraban los filósofos griegos y romanos de la antigüedad. Los ruidosos humanos medio lo esquivan, un niño salta encima de él, llegan las nuevas hordas de turistas que desaparecerán para siempre, pasan y pasan, el perro piurano ni siquiera los mira, los ignora, él sabe que no desaparecerá, él está allí, esos es todo, él se sabe inmortal. Una turista nórdica lanza un alarido, como lanzar una piedra, al descubrirlo. Manamarie también está muy sorprendida, lanza una pequeña piedrita, un gritito de sorpresa, es la primera vez que sus ojos galos ven a este ser del mundo, yo también por cierto, pero yo al menos sabía de su existencia, por la putamadre… ¿Qué hace un perro calato de Sechura en Aguas Calientes? Al parecer, es un perro sin dueño… pero… ¡Qué noble! ¡Qué manso! ¡Qué tranquilo! Le acaricio la cresta. Se deja acariciar. Le toco el cuero curtido de la nuca, y lo hago con confianza, soy sensible a su nobleza, además un perro filósofo no muerde. Otra cosa que ocurre por primera vez en el mundo. Esta visión maravillosa, a través de los milenios, del perro viringo de Piura, aquí, en Machu Picchu pueblo, antes de subir al tren. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.