Después del arroz con pato, sale con yapa el tercer episodio de la "Nueva crónica del reino". Los lectores compulsivos pueden leer los espisodios anteriores:
Por Miguel Rodríguez..
En ese breve lapso de dos vueltas del planeta, tres veces visitamos y nos alimentamos en ese lugar populoso y encantador, eternamente repleto, como si la gente se la pasara comiendo pollo a la brasa a toda hora en el Reino, desde que amanece hasta que anochece y más. Durante la segunda visita, o tal vez la tercera, el mundo me sorprendió súbitamente, apenas nos estamos instalando, dos cuartos de pollo, una Coca-Cola, una Inca Kola y una ensalada por favor, gracias, con la visión de una palmera como detrás del atardecer, no sé cómo decirlo, como si no formara parte del atardecer, como una silueta autónoma vista por la ventana del segundo piso, el oscuro penacho traído quién sabe de qué latitudes, tonalidades lilas, tonalidades anaranjadas tirando pal oro viejo, mientras dos toros dorados se embisten en otra sintonía de la imaginación… Ahora volvemos lentamente a la calle Bolívar, sobresale una fachada de hermosa iglesa como esculpida en un sector lunar de la oscuridad, entremos si quieres digo, estoy cansada dice Manamarie, ya estamos en el hostal, una chela y conversación con el tocayo venezolano, al chileno le robaron el reloj, los tennis, la plata, todo, todo no dice el chileno, pero los tennis nuevos… ¡marca Nike! Un hombre sin zapatos es como un carro sin llantas, pienso, si quieres te acompaño a comprar unos zapatos digo, o otro par de tennis, y yo te presto los míos dice el tocayo veneco, calzo cuarenta y dos, el chileno zapatón calza cuarentaitrés pero le entran, Boconcita me da un pellizcón cariñoso, el tocayo llama un taxi, breve descanso en la recámara nupcial de circunstancias, ducha, tibieza, calor, amor, de nuevo salimos al encanto de la Plaza de Armas.
Desde aquí, desde esta terraza en los portales, en la noche de aquel día, admiro el resplandor de la catedral en la oscuridad; luego las columnas, las bóvedas, los arquitrabes de piedra sillar que nos acogen. Pido una chela arequipeña, ella una Coca-Cola, hay músicos, Manamarie compra un cuadro muy colorido a un artista-vendedor muy insistente, en verdad lo que más le gusta son los poderosos colores vivos, el pintor lo enrolla, lo mete en un tubo de cartón, ¡una obra de arte por diez soles! ¡Ah! ¡El misterio del arte! Por aquí abajo caminaba, seguramente protegido por la mirada de los volcanes, el poeta Mariano Melgar, pienso… ¡Qué noche tan agradable! De nuevo la visión de la catedral, la visión de las torres campanarios que siento como cargadas de misterio, en especial de la torre que se rompió y cayó cuando el terremoto, y que casi de inmedito fue recontruída, la resurrección de la torre, la mirada del volcán, de nuevo le cuento algunos poliedros de la memoria de cuando mi primera visita a Arequipa manta. De regreso al hostal esculpido en el alma de la piedra sillar, Boconcita y su espíritu botánico hablan de la gran profusión de árboles de pimienta roja, de pimienta rosada, en el Reino, los racimos cuelgan y cuelgan, ¡tanta pimienta rosada! Al día siguiente, o sea hoy, salimos a visitar otra hermosa construcción aledaña, los locales de la Alianza Francesa, entramos, Manamarie no se anima a ir a una picantería, la fragilidad de su estómago galo le aconseja prudencia, pasa el día, por la noche volvemos a la Alianza Francesa, donde un joven poeta encargado de los asuntos culturales, frente al rostro de Baudelaire que nos observa, me informa que la biblioteca donde trabajaba Misael ya no existe, luego hace un espontáneo y muy sincero elogio de Misael como letrado, gestionario y hombre de cultura, es una lástima que ya no esté, además es un gran pata dice, nos despedimos, salimos, ¡vuelvan cuando quieran! dice el joven poeta… De nuevo estamos como flotando en la noche, entre presencias de inmortales emolienteros e inmortales anticucheras, el gran Misael ya no está, ni Juani, ni Pepe, ni Chanove, ni Alonso, ¿y Juaneco? ¿Dónde está Juaneco? De pronto me duele alguito, pero no digo nada… ¿Artrosis en la cadera? ¿En la bola de billar del fémur, como dijo el médico? ¿En la base de la kundalini? Seguimos avanzando, yo reconstituyendo algunos episodios de mi paso anterior por estos lares, ay, ahora una punzada a nivel del cóccix. El tiempo pasa, los estuches con él, el río de la vida, los estuches flotando en él dentro de su terno de madera, los ríos de la vida y la mar de la otra vida, vapor, humo, nube, gas, ¡ay! Qu’est-ce t’as, mon chéri? Ça va, ça va digo de pronto medio malhumorado. Al instante me doy cuenta del detalle. Quejoso como todo estuche, el mío, sólo por unos dolorcitos, de pronto se queja de tener millones de canas, verrugas, lunares, miopía, arrugas, ¡ay! ¡Los achaques del esqueleto! ¡Y de los músculos! ¡Los calambres! ¡Y de la tubería interna! ¡Congestión en las venas y arterias! ¡Las horribles várices! ¡Los fulminantes ataques del nervio ciático! ¡Ay! Ça va, ça va, c’est rien, ça va passer… luego me auto increpo, ¿por qué piensas en eso, estuche huevón? ¡No sólo es la devoración de Cronos! ¡Son las secuelas de tus grandes accidentes! ¡Estás vivo! ¡No seas malagradecido! En verdad, en el fondo del estuche hay un joven alocado, el falso joven que sigo siendo, ese potro al que recién empiezo a domar… ¡Plaza de Armas de Arequipa otra vez! ¡Esa Plaza bajo esta luz, siempre! ¡Allí tuve la revelación de mi precariedad! ¡Yo que me creía inmortal! Por el momento, mientras avanzamos en la belleza de la noche en Arequipa manta, mi estuche y el suscrito siguen conversando confianzudamente. ¿Qué es lo propio del estuche y su relleno? Elemental, mi querido estuche. El estuche nace, crece, a veces reproduce, y muere y ya, se baja el telón, se acaba la película, el estuche que se las daba de bacán recién se da cuenta… ¿Y qué? ¡Tal es el sentido! ¡Tal es el movimiento! Además, le digo muy serio, hay seres de diversas edades que cohabitan en ti, estuche, disculpa, en ti y en tu relleno. Se me acaba de ocurrir que tú y yo somos comparables a una papa rellena, a una caigua rellena, o a un tamal, ¡incluso a una empanada! Lo verdaderamente capital es la salud mental, la salud de la torre de control, hablo por experiencia, lo demás son cojudeces. « Cojudeces son las que escribes » dice « ¡Estamos hablando huevadas! ¡Para variar! ¡Hasta mañana! » Al decir esto recupero el buen humor cuando llegamos, cuando estamos llegando a la calle Alfonso Ugarte, donde todo se disuelve.
14 de diciembre. Víspera cromática del viaje a Puno en un bus Cruz del Sur más confortable que un avión. Estamos tomando desayuno en la terraza del hostal, café, jugo de naranja, pan, mantequilla, mermelada, frutas, un huevo frito para mí, deben ser las ocho y media, cuando el mundo me presenta o mejor dicho me muestra con su dedo, un espléndido macetero de geranios, un macetero de plantas cuyos nombre ignoro, dos pajaritos pardos con casco negro y cuello de cobre, y los volcanes en el cielo, y el volcán mayor. Tipo diez nos vamos a un tour en las afueras, vistas panorámicas, criaderos de tiernos auquénidos, el campo alrededor, siempre la visión de los volcanes, la casa del fundador de la ciudad, una hermosa pareja de turistas nacionales, de Cerro de Pasco… Pero todavía estoy sentado en el segundo piso del bus turístico, antes de iniciar el tour, y el mundo me cuenta la historia del ladrillo, hay una pared de ladrillo al frente, la historia del hierro, hay varillas de hierro que sobresalen de las columnas, de nuevo la volcánica historia de la piedra sillar, y también la muy reciente historia del cielo y del espacio del día de hoy, hoy, por ejemplo, dice el mundo, sólo en la Vía Láctea, se han apagado millones de estrellas… Después del tour aterrizamos en el Lautrec Café de la universidad de San Agustín, una Coca-Cola para Manamarie, una chela cuzqueña para mi estuche, y entonces el mundo me habla del viaje de las palmeras que veo, trajeron a esas bellezas desde Marruecos, desde las Islas Canarias, dice, hay una Venus en el rincón junto a los geranios, florecitas lilas alrededor de los troncos acorazados, digo. Salimos despacio de los magnos locales que siento como fuera del tiempo. El monasterio de Santa Catalina, otra vez será. El cañón del Colca, otra vez será. Los rocotos rellenos, el chupe de camarones y el cuy chactado en las picanterías, otra vez será. El adobo y el caldo de gallina de desayuno en el mercado, otra vez será, Boconcita quiere pollo a la brasa todos los días, las papas fritas verdaderas todos los días, ha quedado como hechizada por el pollo a la brasa y por las papas fritas, y en la pollería Pío Pío de la calle Santo Domingo de preferencia… Pero… ¿quién es esta Catalina? ¿Catalina o Caterina? ¡Caterina de Siena! ¡De Toscana allá en Italia! ¡La santa predilecta de mi tía Julia aquí en el Reino! ¡Orden dominicana! ¡Italiana como el poeta Francesco Francisco! ¿Funda el poeta Francesco como Francesco Petrarca su propia orden? No creo. En fin, ya lo averiguaré por internet. Y después de dar vueltas y vueltas por las calles rectilíneas, calle Bolívar, calle Zela, ¡calle Mariano Melgar!, calle Jerusalén calle Ugarte ( ¡Alfonso Ugarte soy! ¡A mí, chilenos, ni mi caballo tocaréis! ¡Lo juro!, contaba mi abuelita de nombre merovingio, y ¡záz! Alfonso Ugarte se lanza con caballo y todo desde la cima del Morro de Arica), calle San Francisco (saludamos al poeta), Puente Bolognesi, por aquí caminamos, por la calle Puente Bolognesi rumbo al río Chili y al Parque Chili, donde de nuevo me acuerdo del pata chileno, ¿te das cuenta? le digo a mi hembrita ¡Le robaron todo! ¡El super relojazo y los super tennis Nike! ¡Lo dejaron sin zapatos! ¡Se lleva un mal recuerdo del Reino! Eso le pasa por andar en las discotecas, buscando mujeres y emborrachándose, dice ella, ¡si estabas solo seguro que te ibas con él! Mejor regresemos al centro digo medio riendo. De nuevo en el epicentro de la Plaza de Armas, me acuerdo de Manamarie poco tiempo atrás, cuando se enterneció con un corderito negro muy dócil que una paisanita ataviada de colorines tenía entre brazos, se lo dio y ella estuvo encantada con el corderito entre brazos, pero ahora yo de nuevo admiro los portales, quisiera estar allí, o de pronto más arriba. Como adivinándome el deseo, de la esquina junto al Casino surgen dos mozos, queremos ir al balcón, le digo a uno, venga señor dice el otro, pueden ir más arriba, ¡pueden ir al cielo! Y aquí estamos. En el cielo, simplemente. Abajo la Plaza de Armas y la ciudad como desparramada en lo que acapara la vista, la ciudad desparramada en el atardecer, el sol sobre la cresta de las montañas parece que rueda y resbala, y el cuerpo y el perfil y la substancia de los volcanes. En este instante me acuerdo de Malcom Lowry, su capital novela Under the volcano, el Misti observa… ¡Bajo el volcán! ¡El Cónsul en el Farolito! Ese chico es francés digo y en ese momento se ilumina la catedral. El chico galo totalmente maravillado toma fotos y fotos, somos los únicos atentos a la belleza del momento, el atardecer, el juego de luces, el perfil de las montañas, el paulatino resplandor de la catedral, sigue tomando fotos con una super cámara, educadamente pregunta si puede sentarse en nuestra mesa, mais bien sûr digo, se llama Pierre como Pierre Klossowski pienso, en una fracción de segundo pienso también en esa lectura pendiente Sade mon prochain, del ilustre maestro, pero nuestro Pierre acaba de llegar de Río de Janeiro, ha nacido en la ciudad de Tours allá en las Galias, dice, en verdad Pierre es filósofo, ma patrie est cet instant même dice, ¿ya ves? ¡Es tu compatriota! ¡Es un joven filósofo francés! Aunque en verdad ha dicho ma patrie c’est maintenant, es lo mismo, au revoir, Pierre ! Todos somos turistas en estas alturas panorámicas: franceses, italianos, gringos, nórdicos y un autóctono foráneo y chimbotano.
Poco después nos encontramos en la Plaza San Francisco. Imantado, mi oído va nadando por las ondas del aire. Entremos, digo. Música clásica emana de la iglesia como un fluido en la oscuridad. Increíblemente, mi oído confunde a Vivaldi con Mozart, ahora entiendo mejor a Mozart dice mi estuche pretencioso, Mozart bajo la luz de Vivaldi, es evidente, bueno, a mi oído le parece evidente, Mozart se ha nutrido bastante de Vivaldi, así es el arte, también los genios se nutren de otros, genios o no, además el genio individual no importa, importa la transmisión, ma chérie. Jóvenes artistas intérpretes hacen revivir las composiciones de Schubert, Vivaldi, Bizet, Haendel, diversos compositores del Reino y un Christmas Festival para rematar, mientras que en la banca vecina un señor ya medio viejito ronca y duerne, provocando nuestra risa, que rápidamente sofocamos. Es verdad digo, cada segundo que pasa nos acercamos a la Navidad, o sea al cumple del joven dios importado del otro lado del charco a estos parajes, ah, Boconcita, la humanidad, cuánto delirio, en verdad todo es delirio, occidente reposa en el delirio, la capacidad de delirio es lo mejor y lo peor de nosotros, los hijos de esta viejita joven, hermosa y horrible, eternamente vieja y eternamente joven, eternamente hermosa y eternamente horrible, llamada Humanidad, nuestra abuela, nuestra mamá y nuestra mamacita, ah, Boconcita pienso, le doy un besito, se acaba el concierto, el bello y humano hostal Bumabara nos espera… ¿Qué quiere decir o qué es Bumabara? ¿Una diosa pre inca? ¿Un volcán?
Ahora, al día siguiente, estamos en el super bus casi nave espacial más confortable que un avión de la empresa de transportes Cruz del Sur, rumbo a Puno tipo ocho y media de la mañana, otra vez el terrapuerto de Arequipa, chau Arequipa, previo desayunito frente el Misti en el Bumabara. Manamarie quiere admirar los paisajes, la tundra, la pampa, los paisajes pelados, el ichu, la tranquilidad de las alpacas, el porte de las llamas, las vicuñas en la inmensidad, cada visión y cada detalle tiene o va a tener un significado, todo está encadenado en la historia del mundo, todo está dentro de todo, y todo pasa por primera vez, esto que aquí escribo es escrito por primera vez en la historia del mundo. El super bus avanza sinuosamente. De nuevo admiro el volcán padre-madre, me imagino la textura de su lava, la espesura ígnea, veo a Empedocles en la boca del Vesubio, lo veo arrojándose al corazón de la lava, y en ese instante me doy cuenta, como ya dije, que todo lo que ocurre a cada instante, ocurre por primera vez en la historia del mundo ¡y de manera irrepetible además!… mientras tanto Boconcita está encantada con la visión y hasta con la aridez de los paisajes inconmensurables, de pronto alpacas, de pronto agua, de pronto vicuñas, de pronto llamas, son las mismas pero no son las mismas, ya cambió el cuadrante de modo que ya cambió la visión, creo que los camélidos del Reino se alimentan de ichu, sino ¿qué van a comer en estas soledades áridas? ¡la tierra y las piedras ! En verdad, mi estuche sigue con su cantaleta mientras el bus traga el asfalto rumbo al gran lago, al Puma plateado. Si veo lo mismo, no es lo mismo. Todo ya cambió en el espacio y en el tiempo de una respiración, en la respiración del mundo. Todo es lo primero. Todo es lo último. Esa fábrica de cemento volcánico, por ejemplo, es vista por primera y última vez, aunque puede ser vista por primera y última vez y muchas veces, por mis ojos, y también por otros ojos del mundo. Y el super bus Cruz del Sur –nombre de constelación– avanza y avanza, traga y traga asfalto por estos inhóspitos parajes donde nacen, crecen, se reproducen y mueren nuestros auquénidos, aunque los animales son inmortales, pienso. Al degustar una Inca Kola, siento, pero ahora de otra manera, que mi vida en el mundo es una continuidad ininterrumpida de pura novedad, así es simplemente, cada respiración del mundo es distinta de la anterior, del cuerpo y de los pulmones del mundo en su rotación y movimiento, en cada respiración y en cada movimiento ya se modificaron los pulmones y el cuerpo, nada más evidente. Entre Arequipa y Puno se desliza, sinuoso y veloz, un bus repleto de terrícolas, y al hacerlo está modificando al mundo. Al morder un pastelito, el estuche y yo admiramos la impavidez y el garbo de las vicuñas… Esa piedra y esa montaña parecen ser las mismas, pero no son ni pueden ser las mismas, cuántos millones de ojos las han lavado con la mirada, cuántas lluvias las han lavado con su agua, cuántas lunas, cuántos soles distintos las han iluminado, cuántas eras, cuántas pieles sucesivas del mundo, cuántos temblores y cuántos terremotos, cuántos cataclismos, cuántos océanos que suben y bajan, pero sobre todo cuántos terremotos las hicieron vibrar, tenblar y bailar, es que el mundo siempre tiembla, a cada instante tiembla y vibra la piel del mundo, por eso esas piedras y esas montañas ya no son las mismas, ya temblaron, ya sintieron, ahora son acariciadas por las sombras de las nubes, y cuántas generaciones de llamas, y cuántas generaciones de alpacas, y cuántas generaciones de vicuñas en la inmensidad… Al anotar esto, el estuche de nuevo se siente un bacán, un gran observador, una especie de pendejo sideral, pero sigue escribiendo. Si las cojudeces que escribo fluyen como el mundo, ya gané. La poesía es una manera de respirar el mundo, ya sea en el delirio, ya sea en la conciencia, el resto es literatura. He llegado aquí, he llegado al mundo como un campeón, todos somos grandes campeones por cierto, somos los más veloces de todos los renacuajos microscópicos, todavía me acuerdo de es a carrera, llegué y perforé una pared que parecía blindada, el elástico útero de mi madre, y aquí estoy, he llegado al mundo al cabo de cien mil mutaciones, como la llama, como el guanaco, como la vicuña, como la alpaca. Al decir esto, me doy cuenta que me siento como enternecido por esos emblemáticos camélidos, y sólo porque son los camélidos del Reino. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
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