BIBLIOTECA DEL CASTILLO DE LAMBESC (siglo XXI)
El tío abuelo y padrino de Boconcita era un hombre muy leído, muy letrado, muy amante de la antigüedad grecorromana, se llamaba Robert, falleció en un hospital de Marsella al empezar el siglo 21, mucho antes antes de llegar aquí el suscrito. El adquirió el castillo, cuya parte inferior ocupamos con mi gato consentido, rasguñador, mordelón y malcriado. Como soy bien curiosito, lo primero que voy a ver en cada casa donde tengo el honor de ser invitado, es la biblioteca, si hay. Si no hay, no digo nada, cada quien tiene sus gustos y preferencias, De gustibus et coloribus non est disputandum, como dice Wikipedia que dice Plutarco.
Salgo en este momento de uno de esos encantadores almuerzos familiares, cuñado y novia contentos, pernil de cordero al horno como plato principal, papas al vapor, ensaladas, quesos diversos, las dos tías nonagenarias contentas, el suscrito y la propia contentos, bien comido, bien bebido, sólo falta un coñac para asentar, la última capa espirituosa antes de la siesta, talco dominical en perspectiva, ya estoy medio chicha, entro en la habitación donde está la biblioteca del tío Robert, un brillante e impecable bloque de cedro, vidrio y cobre, donde descubro el tesoro.
Es evidente que estaba esperándome, de inmediato pienso. Es una de las juguetonas maniobras del dios, del latín deus, derivado del griego antiguo zeus, y de raíz sánscrita, como dice el maestro Georges Dumézil, y que designa al cielo luminoso. Esta misma raíz sánscrita, deva, es dios y demonio, es el daimon griego, divinidad o genio tutelar de cada quien, dios y diablo, palabras para mí sinónimas, en verdad soy el lector ideal, merci beaucoup, tonton Robert…El bisabuelo materno de Boconcita fue constructor de vitrales multicolores en la catedral de Aix, fue contemporáneo y seguramente conoció a Paul Cézanne y a Emile Zola, imagino y fantaseo… Para un explorador de mi especie, el hecho de habitar el castillo de Lambesc, es una super lotería... Por ahora, la tía, actual propietaria del castillo, me autoriza a echar un vistazo, pero nada de tocar, « je vois que ça vous intéresse » dice « c’est sont les livres à mon mari » « Merci, tatie » digo.
Aquí está Tito Livio (59-17, antes de J.C. Superstar), autor de una ciclópea Historia de Roma, desde su fundación, 142 libros realizados de los 150, previstos por el gran Tito, sólo 35 han llegado hasta nuestros días, uno está aquí, en la biblioteca del castillo, frente a mí, invitándome, Histoire romaine, Livre I: des origines lointaines à la fin de la royauté, el traductor del latín al alemán es el ilustre latinista Theodor Mommsen, premio Nobel de Literatura, obra luego traducida al francés por E. de Guerle, Bruxelles & Leipzig, A.Lacroix, Verboeckloven & Éditeur, rue Royale, Impasse du Parc, 1864.
Aquí está Tácito (58-120 después de J. C. Superstar), Œuvres complètes, La Pleïade, Gallimard.
Aquí está Plinio el Viejo (23-79 después de J. C. Superstar), desaparecido cuando la erupción del Vesubio, Histoire naturelle, tome quatrième, C. L. F. Panckoucke, membre de l’Ordre royale de la Légion d’Honneur, éditeur, rue de Poitevins, N° 14, Paris.
Aquí está el viejo Catón (234-149 antes de J. C. Superstar), De l’agriculture, éd. Les Belles Lettres, Paris.
Aquí está Salustio (86-35 antes de J.C. Superstar), La conjuration de Catilina / La Guerre de Jugurtha / Fragments des histoires, éd. Les belles Lettres, Paris.
Aquí está Julio César (100-44 antes de J.C. Superstar), La Guerre des Gaules, éd. Jacques Haumont, en dos tomos.
Aquí está Plutarco (46-125 después de J. C. Superstar), Vies parallèles des hommes illustres, cinco volúmenes.
Aquí está, en fin, Suetonio (70-122 después de J. C. Superstar), Vie des douze Césars, Livres I, II, III, IV, V, VI, éd. Les Belles Lettres, Paris.
Y cuando por fin obtengo el visto bueno para olfatear y leer fragmentos de los preciosos libracos, veo que los de Suetonio están consagrados, cronológicamente, a César, a Augusto, a Tiberio, a Calígula, a Claudio, a Nerón… Para lo que ando buscando, el que más me interesa es el consagrado a Tiberio, emperador cuando el gran acontecimiento… El viejo Jechu, grandioso, genial personaje, el verdadero judío maravilloso, piedra angular y zócalo de la civilización occidental, que sólo aparece en los evangelios canónicos, en los evangelios apócrifos y en los evangelios de la biblioteca de Nag-Hamadi –el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, el Libro de los secretos de Juan, y tantos otros y otros– descubierta en 1945, en el norte de Egipto. Ninguna mención en la biografía de Tiberio, tío Robert, ¿qué te parece? Un pasaje en la biografía del emperador Claudio hace referencia a la agitación de la comunidad judía y a su expulsión de Roma… Suetonio menciona a un tal « Chrestus », probable referencia al Jesús neotestamentario, o a uno de los tantos chrestus de la época. Los cristianos son mencionados en la biografía consagrada a Nerón… Tanto Suetonio, como sus contemporáneos Plinio y Tácito, los consideran como unos fanáticos devotos de un nuevo dios solar, como Apolo, como Mitra, como Horus… Eso es todo.
–La palabra biblia viene del griego biblos o biblion, que corresponde a la palabra hebrea sepher (libro). Biblia es un substantivo plural que significa « los libros », o sea, una biblioteca. Byblos era una ciudad fenicia muy importante en la antigüedad. Allá crece en abundancia una planta llamada papiro, así como en las riberas del Nilo. En Byblos se producían los papiros destinados a la escritura, y había una renombrada escuela de escribas. Desde el año 3000 antes del Christos, ese papiro es utilizado en Egipto y en la comba mediterránea…
–Comment t’appelles-tu? – me pregunta el tío Robert.
–¡Miguel! ¡Miguel Angel! Michel! Michel-Ange!– exclamo contento.
–Enchanté, Michel, moi je m’appelle Robert– dice el tío francés.
Hasta el sol de hoy, el cristianismo ejerce en mí una fascinación siempre viva e intensa, en las antípodas de la credulidad, por supuesto, aunque fui creyente ferviente hasta los doce años. Esta locura colectiva, este delirio colectivo aceptado y solventado por la sociedad llamada capitalista por el viejo Marx, me concierne muy especialmente, como a todos nosotros los machitos por cierto, como a ellas, como a ellas sobre todo, por eso ahora escribo el comentario del siglo 21, con un deseo de aclarar el panorama, y como un testimonio personalísimo sobre el fenómeno.
En términos de locura y delirio, sé perfectamente de lo que hablo, puedes creerme, tío Robert. Lo mejor y lo peor que le ha ocurrido a la tribuna de Occidente, es el cristianismo dualista, separador del la vida y la muerte, separador del día y la noche, separador del bien y el mal, separador de lo humano y lo divino, separador del ángel y el demonio, como si fueran cosas independientes y distintas.
Yo fui a Grecia muy contento, consciente de que por fin, ya rasguñando el sexto piso, arreglaría cuentas con el cristianismo, a quien yo, como buen cristiano, culpo de mis males físicos y psíquicos, mejor dicho para arreglar cuentas conmigo mismo.
Uno de los escritores que más quiero y admiro es William Faulkner. Siguiendo sus consejos, paralelamente a otras lecturas, hace mucho tiempo que mis principales son la Biblia y los griegos. Aquí, en la tribuna de Occidente, de una manera u otra, todos somos griegos y judíos, culturalmente hablando.
Le dedico este inesperado trabajo, concebido de esta manera el año de la peste, con cariño y reconocimiento a mi profesora de Literatura comparada en la universidad de Aix-en-Provence, Madame Bozzetto, Lucienne Bozzetto, quien me reconcilió con la Biblia. Madame Bozzetto, sublime erudita de la Escritura, con certeza latinista y helenista, creía, como cualquiera, en el dios hebreo, esto para mí sigue siendo un misterio.
El cristianismo es un virus psíquico llevado a la enésima potencia por nuestro pavor a la muerte, que nada tiene de malo, por cierto. La muerte también tiene, como el nacimiento, su razón de ser, su misterio, su profundidad y su belleza, nada más normal, se trata del mismo movimiento. Como diría mi querido poeta, el cristianismo es el protopansebastomegahypertatos, el supergrandiosograndisísimoaugu
Yo he realizado mis estudios bíblicos según mi método, o sea sin método alguno, sólo a base de lecturas, reflexiones y apuntes. Primera y fácil constatación: el Christos utilizado por el poder político y eclesiástico es un dios guerrero y conquistador, es un dios terrible y desmesurado, como Alejandro Magno. Es el Christos Pantocrator, es el Christos de Bizancio que vi ese día, en Creta, cuando íbamos a la playa de arena rosada, en una iglesita abandonada consagrada a ese sublime loco, Juan de Patmos. Ojo aquí. Me refiero al autor de los libros de la literatura joánica, no a la estafa. Es un escritor teólogo, con fuerte y notable personalidad literaria. Es un intelectual que ha reflexionado sesudamente y que ha escrito con autoridad. Al mismo tiempo, es un poeta verdadero, es decir altamente místico y delirante. Este evangelio no puede ser atribuído al hijo de un pescador de Galilea cuya mayor virtud consistía en coser y recoser las redes de su padre pescador, llamado Zebedeo, hay que dejarse de cojudeces, tío Robert, eso es literatura, puedes creerme. Ese Christos de mirada terrible vi en Creta. El Christos ortodoxo. El Christos dogmático de Bizancio que ha imperado. Absolutamente nada qué ver con el protagonista de los evangelios, nada qué ver con mi Jesucristo Superstar de la infancia maravillosa. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
Bonus, para leer como cangrejo, la XXXV vértebra.
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