ONOMACRITO DE ATENAS, POETA (siglo seis antes de J. C.)
Cuando el poeta Museo murió, fue enterrado con grandes honores en una colina próxima de Atenas que, desde entonces, lleva su nombre. Yo nunca supe el suyo verdadero, pero tuve el honor y la dicha de conocerlo, y de hablar con él en tres ocasiones memorables. Museo sabía de mi existencia como poeta oficial, sin criticarme pero medio burlándose, en la corte de Hiparco, que se cansó de invitarlo, siendo ya Museo un viejo de bastón. En su juventud y época de fama, tampoco frecuentó la corte de Pisístrato, que también se cansó de invitarlo. Este alejamiento me lleva a pensar que Museo no sólo se complacía en su rol de poeta marginal, también lo practicaba como un orgullo en la otra vertiente, para menospreciar o despreciar la vanagloria de este mundo pasajero. Lo que más admiro de él, es su calidad de bromista, y su cualidad de malabarista con las palabras griegas. Por ejemplo, se hacía llamar Museo por las Musas, origen de la palabra música y músico. Músico y poeta son palabras prácticamente sinónimas, pues la Musa inspira al músico, al poeta y a todos los artistas. La intervención de Dionysos es fundamental, no necesariamente en su aspecto de ebriedad de vino, sino de otra ebriedad, esa que procura la amanita muscaria, el hongo sagrado, alucinógeno, que Museo consumía para este efecto de contacto con la divinidad. Este hongo es la comida de los centauros, es la ambrosía y el néctar, es el pábulo del dios y de los dioses, es el elíxir de la inmortalidad. Según Museo, no hay otra manera de contacto real con Dionysos. Como prueba irrefutable, Museo decía que el hongo sacro sólo nace allí donde pegó el rayo, es decir la potencia de Zeus para originar al dios bicorne con cara de sapo. Todos los seguidores del dios consumían el hongo en los bosques. Este alimento, consumido por los mortales, procura una energía erótica y una fuerza muscular fuera de lo común. No hay que beber el jugo sacro mezclado con cerveza de cebada, de hiedra o de laurel, porque enloquece y causa furia, como la furia de las ménades. La amanita muscaria, además, otorga el don de la adivinación, es decir el oráculo. Museo lo consumía de dos maneras. Directamente, ya sea comiendo el hongo crudo, ya sea bebiendo su jugo mezclado con agua y leche, o con cebada y miel. La segunda forma consistía en tomar la orina de la persona que había ingerido el champiñón mágico en la primera forma. Eso decía Museo y yo no me daba cuenta de que estaba totalmente intoxicado. « Es un hongo campana color rojo vivo con puntos de nieve, es el alimento de Orfeo… ¡Soy originario de Tracia! ¡Soy discípulo e hijo de Orfeo! ¡Soy Museo! »
Desde entonces me volví adepto ocasional, cuando las circunstancias lo exigían, del hongo mágico que se recolecta bajo los pinos, abetos y abedules, de preferencia bajo el influjo de la luna en expansión máxima, el ojo plateado de Selene, aquí, en las inmediaciones de Atenas, mientras ríen las ninfas, mientras se carcajean los sátiros.
Dos otros encuentros clandestinos tuve con el poeta alucinado. De él adquirí este gusto por la adivinación, que no es sino un simple recuerdo de lo que sucede, cíclicamente, desde siempre.
Gracias al poeta regresado del H ades, que se manifiesta por intermedio del hongo mágico, me di cuenta de que éste también sazona y exalta el acto escritural, o cualquier expresión de creatividad artística. Bajo su influjo compuse los Himnos órficos. Bajo su influjo modifiqué algunos oráculos del risueño Museo, que se burlaba de los crédulos. Al parecer, Grecia es el reino de los crédulos. Por ejemplo, yo anuncié la desaparición de las islas cercanas a Lemnos –Thasos, Samotracia, Lesbos– que nunca se cumplió, pero todos me creyeron, con el tonto de Hiparco a la cabeza de ellos.
Un día fui denunciado como plagiario por quien creía mi mejor amigo, mi amigo dilecto y amado, el envidioso poeta Lasos de Hermiona. Fui expatriado por Hiparco. Desde el sol secreto de mi exilio redacto este informe.
Radiografía del dios
El universo surge de Nyx, la noche, que crea un huevo, que se divide en dos y forma el Cielo y la Tierra. Fanes, dios de la luz de allí surgido, es el dios supremo, es un dios de doble sexo, provisto de falo y vagina, padre madre de todos los dioses y creador del mundo. Su hijo primogénito y predilecto es Zeus, dios supremo después de él, o junto con él. Zeus adopta la forma de una serpiente y fecunda a Perséfone, y de esta unión surge un hijo llamado Zagreus. La esposa de Zeus, movida por el odio y los celos, se apodera del infante; lo entrega a los titanes, que lo hacen hervir, lo despedazan y devoran. Apolo, movido por la compasión, entierra los restos de su hermano junto al Monte Parnaso. Mientras tanto, su hermana Atena ha logrado apoderarse del corazón todavía vivo y latiente, y se lo entrega a Zeus. El dios de dioses utiliza el órgano para fecundar a la princesa Semele, que da nacimiento a Dionysos, el dos veces nacido, como una resurrección del Zagreus.
¡Invoco al rugiente Dionysos, primogénito de doble sexo, tres veces vuelto, el rey Bakkhoos, salvaje, inefable, oculto, bicorne, de doble forma, coronado con yedra, con rostro de toro, guerrero profético, venerable, que come carne cruda, festejado cada tres años, que lleva racimos, que se viste con follajes, lleno de sabiduría, consejero de Zeus y de Perséfone, daimon inmortal nacido en lechos inefables! ¡Escucha mi voz, oh Dichoso, y sénos favorable! ¡Y benévolo con tus bellas nodrizas las ninfas!
Al enterarse, la furia de Zeus se venga y fulmina a los titanes. De las cenizas de éstos nace la raza humana. Por eso los humanos tienen doble componente: la parte de bestialidad y violencia o elemento titánico, y la componente divina benévola, herencia de Dionysos Zagreus.
El único objetivo de la religión órfica consiste en el perfeccionamiento del alma (psique), para obtener el triunfo de la naturaleza dionisíaca o divina del ser humano y lograr su salvación. Ritos de purificación y rigurosas prácticas ascéticas constituyen la disciplina principal del adepto. Su alma, paulatinamente, será liberada de la componente titánica. El alma es inmortal pero está sometida a una serie interminable de reencarnaciones sucesivas en estuches corporales, considerados como cárceles de la chispa divina.
Orfeo logró morir y resuscitar, entrar y salir del reino subterráneo de los muertos, para volver a la vida. Orfeo es un resurrecto. Estas y otras indicaciones han sido escritas en tabletas de oro para los adeptos. Nuestro filósofo y guía, es Pitágoras.
La madre de Dionysos muere fulminada por el divino resplandor. El feto de Dionysos es transplantado al muslo de su padre, donde termina su gestación. La vengativa Hera lo sigue buscando para torturarlo, puesto que matarlo no puede, de modo que Dionysos pasa su infancia escondido. Disfrazado de mujercita, es confiado a su hermano Hermes quien, al cabo de cierto tiempo, lo confía a un rey de Grecia y a su esposa. La terrible y temible Hera castiga a la pareja enloqueciéndolos. Y el niño Dionysos, transformado en cabrito por su padre, halla refugio junto a las ninfas del Monte Nisa, que lo crían y amamantan.
Una vez adulto, el dios descubre el vino y sus poderes, y Hera, utilizando el brebaje, lo enloquece. Sigue una larga errancia por lejanas regiones, Siria, Egipto y otras comarcas, donde Dionysos instaura su culto, a través del culto de la viña y el arte de vinificar. En Frigia, se encuentra con Cibeles, la diosa por excelencia, la diosa de la naturaleza y de la fertilidad, que lo sana de la locura.
Antes de subir al Olimpo, el dios se dirige a Naxos. Sube a un barco de piratas, que lo toman prisionero. El dios llena al barco con yedra para inmobilizarlo, y vuelve locos a los tripulantes, que se arrojan al mar y se transforman en delfines. En Naxos, el dios encuentra a Ariana abandonada por el cruel Teseo, el matador del Minotauro. La consuela y se enamora de ella y, junto con su madre Semele buscada en los infiernos, asciende al Olimpo definitivamente.
¡Ven, dichoso Dionysos, hijo del relámpago, Bakkhoos de mil nombres que dominas todo, que te regocijas con las ménades, que gimes en el Olimpo, que rujes con fuerza, Bakkhoos furioso, portador del tirso! ¡Ven, dios saltarín, y dános la felicidad! ¡Dionysos Liknités, floreciente, rey de la primavera, bebé lactante de las ninfas y amador de Afrodita con su bella corona, la diosa con pies de plata, de garganta espléndida, de bellos pechos y ojos fulgurantes, la diosa de sangre azul, ven Bakkhoos procurador del vino, simiente venerable, germen sagrado, fructuoso, vigoroso, aliviador y reconfortante, cabelludo, agradable para todos, frenético, nocturno, danzarín incansable y furibundo, director de orgías, flamígero que corres por las montañas vestido con pieles de venado, que tienes una lanza de oro, ven Dichoso Bakkhoos de corazón benévolo, siempre propicio para quienes se inician en tus misterios!
Pequeño niño esbelto, cabeza de sapo
para quien los siglos y las leguas son como un juego de dados,
sonríeme donde hechizado me pierdo
ahíto de tu carne amarga,
borracho por el arrullo de tu virgen madre.
Pequeño niño esbelto nacido del relámpago,
gran maestro de los magos:
cuando los piratas te robaron en Icaria
la hiedra salvaje se apoderó del aparejo, cada remo
se transformó en serpiente, las panteras tomaron la popa,
una enredadera gigante brotó de la cruz del mástil
¡Y cayó al mar la tripulación con el rostro pálido!
¡Guíanos con tu canción Deméter, alta reina de la tierra!
Mellizo del dios, sigo amistosamente
a través de un primer limbo de arco iris tejido en blanco,
a través de las frías grutas del Tirreno, bajo el agua,
donde los delfines se revuelcan entre piedras de mármol,
a través de selvas de luz espada, inquietos enredos,
a través de pasillos de miedo techados con pesadillas,
a través de cámaras de tesoros centelleantes tapiadas de granate,
a través de cúpulas sostenidas por desnudas cariátides
y al fin subo alado hacia el aire puro,
mirando con ojo regal hacia
los cinco huertos frutales del Elíseo,
con perfecto entendimiento de todo saber. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
Bonus, para leer como cangrejo, la XXIII vértebra.
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