Al día siguiente, como Boconcita no quiere ir en taxi al centro, caminamos por la vena principal, la vena cava que hace regresar la sangre bombeada hacia abajo o hacia arriba por las arterias, hacia el centro, hacia el reloj, bobo o corazón, por aquí estamos caminando bajo el resplandor de Helios y, en una fracción de segundo, me acuerdo de las clases de anatomía en el colegio Raimondi, y de nuestro profesor Baca, ¿o fueron las clases de anatomía en el colegio Mundo Mejor? ¿Con el profesor Vargas?... Seguimos caminando por la vena o arteria, yo de mal genio pero sacolargo, caballero. No puedo generalizar, pero en lo que me concierne las mujeres amadas son sordas, son fuerzas de la naturaleza, a veces uno les dice siéntate, y se acuestan, al final siempre hacen lo que quieren, ja ja ja me río machistamente y qué… ¡Quiera o no quiera soy mentalmente cristiano! Aunque sea a mi juicio la mujer un ser superior a todo nivel, el virus que todavía tengo adentro la considera como inferior, ojo, es el virus, no es mi yo consciente, el machito dispone de todos los privilegios, por ejemplo el hombre puede tener las mujeres que quiera, si puede por supuesto, y será considerado un seductor, en cambio ella no, será considerada moralmente, cristianamente, paulinamente, como una perteneciente al oficio más viejo y más venerable del planeta Tierra, mientras que en la vida real, natural, su capacidad de goce sexual es, como mínimo, cincuenta veces superior a la del machito… Al cabo de quince minutos de caminata sobre la vena cava, y flagelados por el dios sol, nos detenemos en un bar que parece salido de una película del oeste, aunque un poco más moderno, ella con su Coca-Cola, yo con mi chela. Y sigo con la cantaleta. « Il faut que tu lises Le Colosse de Maroussi de Henry Miller, il faut que tu lises, en dehors du Quatuor d’Alexandrie, Citron acides de Lawrence Durrell, sur son expérience chypriote » digo y me doy cuenta de que todavía tengo ese libro en lista de espera, uf, hace más de veinte años, como tantos otros, sólo leí una veintena de páginas, después no me acuerdo qué pasó « Como el genio, los viajes son un don de los dioses » empieza diciendo « Mil circunstancias diversas los preparan secretamente, y a pesar de lo que imaginamos, es raro que sean por completo un acto voluntario. Surgen espontáneos de las más profundas exigencias de nuestra naturaleza, y los mejores no sólo nos llevan a descubrir nuevos lugares, sino también nuevas riquezas interiores. El viaje es de pronto una de las formas más benéficas de la instropección »… Seguimos avanzando por la vena cava de cemento casi derretido… Al cabo de unos quince minutos aterrizamos distraídos en una tienda frente al óvalo, si seguimos a mano derecha llegamos al malecón, a la playa, por ahora tomamos agua como camellos deshidratados, como caballos después de una carrera, es una sed feroz que de inmediato aliviamos, el dueño del local nos hace la conversa, se pone muy contento cuando le decimos que venimos de Marsella, siempre digo Marsella para abreviar cuando me preguntan, aunque a veces digo Aix-en-Provence, ahora no le voy a decir que soy el marqués del castillo de Lambesc, vivo allá con Boconcita, con mi tía, con mi suegra y con mi gato… ¡Conozo Marsella muy bien! dice contento, alzando los brazos… Le Vieux Port! Notre Dame de la Garde! Le château de Joséphine Bonaparte! Le Palais du Pharo! ¿Qué palacio de Josefina? pregunto… Según el griego, Napoléón hizo construir en Marsella un palacio para Josefina, y que él lo visitó, eso dice su entusiasmo, su alegría evocadora del detalle, como si él mismo hubiera sido invitado por Napoleón, y yo me pregunto qué importancia puede tener eso para un griego, patria de todo tipo de genios, incluyendo a los genios guerreros como Alejandro Magno, pero él es francófilo como yo, aunque yo lo soy de otra manera… Sabe algo de francés… Bienvenus en Crète! dice… Welcome to Greece! dice como su fuéramos embajadores o personajes plenipotenciarios, nos regala el agua, Boconcita quiere pagar de todas maneras, déjalo le digo, es su cariño… Si bien Marsella es una de las ciudades más antiguas de Europa, aunque otras hay seguramente, no será tan vieja como la ciudad de Argos, fundada unos cinco mil años antes del viejo Jechu, Marsella es una ciudad chiquilla en comparación a Argos… « Merci beaucoup! » dice « Merci à vous cher Monsieur ! » digo… ¡Felicitaciones por la bonita y próspera tienda! ¡Vivo hace siglos en Francia pero nací en Perú campeón! « Au revoir! Et merci pour l’eau! »
Ahora devoramos la vereda culebrera rumbo al malecón, rumbo al mar. Luego de una exploración general de restaurantes, entramos al Thalassa, palabra griega que quiere decir mar, digo, es una divinidad primordial que encarna al mar, paredro de Pontos, que es la encarnación masculina, o sea el océano, esa es la dupla principal, la mar y el océano, sigo diciendo didáctico, ella sonríe como diciendo esta pata no tiene remedio, entramos al Thalassa, Family Taverna, Cretan Food, frente a la divinidad… En este preciso momento, en un flash, me acuerdo del gran Cronopio, del Cronopio mayor, y es por esa palabrita leída en alguno de su libros… Pensando en el gran Julio vamos a decir lo que significa la palabra griega paredros… Literalmente significa « sentado junto a »… Se refiere a una deidad consorte con otra, su igual o complemento, es decir el hombre y la mujer o viceversa, dice Polanco, por ejemplo los dioses frigios Atis y Cibeles, los griegos Zeus y Hera, los hindúes Shiva y Parvati, los semíticos Ashera y Baal, el ancestro del viejo Yavhé, le sigo contando a Boconcita, a propósito, el viejo Yavhé no tiene esposa, no tiene paredro, pero ella se caga en la nota, esta divinidad franca nacida en Aix o Sex-en-Provence tiene hambre simplemente… Esta es una ocasión ideal para manifestar mi necedad, de modo que procedo… « Alors tu t’en fous! Tu t’en fous totalement de ce que je te raconte! Je ne te dis plus rien! Je ne te raconte plus rien! » « Non chéri, je ne m’en fous pas, je t’écoute, mais maintenant j’ai faim! »… El mozo nos conduce a una buena mesa en la terraza con vista al paredro fémina del viejo Pontos, estudiamos la carta o katalogos, ahora comparecen los espectros benéficos del maestro Henry Miller y del maestro Lawrence Durrell, cuyas obras debí por ignorancia leer en francés, ¿qué pasó con el inglés ? me pregunto de nuevo ¿por qué lo abandoné en el camino de la vida ?... Error, error, pero sólo con los errores, de pronto, se aprende… En todo caso no sé inglés suficiente para leer obras literarias en vivo y en directo… A Henry Miller y Lawrence Durrel, a Joyce y a Ezra Pound, a Whitman y a Keats sí los he leído en los originales pero con la traducción al ladito… En fin… ¿Qué estaba diciendo? Ah sí, estaba pues pensando en Cortázar, otro de mis muy queridos maestros, y ahora que lo pienso no recuerdo haber leído, en su vastísimo repertorio de referencias, algo sobre Miller o Durrell, qué raro… Por ahora sigo paladeando el placer de ser necio en este momento tan bello, porque lo propio del necio es no darse cuenta de la belleza de la vida y del momento, dále que dále, sigo con una pesada enumeración de reproches y reclamos, ahora que escribo esto me doy cuenta y me río del necio de aquel bello día, en Creta… En fin, borracho y necio… Nobody is perfect… del hermoso almuerzo –mezzes, unas tapas griegas, de nuestra ensalada griega y de un exquisito guiso de liebre, estofado, stifado, otra palabra griega– recuerdo que después de mi chela de medio litro, pedí un buen vino griego cuyo nombre no recuerdo… Boconcita, sobria, sólo degusta un copetín… Y yo, no sólo le doy jaque mate al resto, quiero más, el exquisito jugo de Dionysos Pater Liber me queda chico… Ahora mi cantaleta deriva de nuevo hacia el cristianismo, mejor dicho hacia el paulismo, pido medio litrongo de un vino local para inspirarme, huele a pescado frito, a stifado, a tentáculos de pulpo oktopus a la brasa, a papas fritas, sopla una brisita, allá Thalassa brillando, la sal es judía, el aceite griego, son dos componentes esenciales, junto con el vino y el pan, del simbólico cuerpo crístico, entonces ella me propone volver a pie, de modo que me peruanizo y le ladro en español de la patria « ¡Estás totalmente cojuda! ¡Volvemos en taxi, carajo! » Si mi diosa personal, en sus malos momentos, puede comportarse como la Medusa, ahora me toca a mí, pueden llamarme Polifemo, ese gran pendejo llamado Ulises me ha reventado el ojo único… « On rentre en taxi! C’est tout! Tu vois pas que je suis bourré? Et tu veux me faire marcher des kilomètres sous le soleil de plomb? » El mozo maravilloso sólo sonríe, pero se gana con el pase, de modo que llama al taxi que llega muy pronto, que nos espera… ¡Efaristo para polí! Y, dándole la mano, solapa le bajo cinco euros bien dobladitos, ya se los tenía preparados, todavía me acuerdo de su amabilidad griega, de su sonrisa griega, de su sabiduría griega digna del Christos, del viejo Jechu Superstar que conocí en las aulas del colegio Raimondi y después en las aulas del colegio Mundo Mejor, allá, en el Reino.
Voy a obliterar los acontecimientos de esa noche, ya no me acuerdo el detalle, simplemente anoté: « El aspecto positivo, que siempre lo hay, en lo que sea, de los inevitables desacuerdos y querellas con el paredros, es la reconciliación, al final la disputa resulta ser una especie de condimento que se arregla en el rectángulo de las delicias »… ¡Ah, sí! ¡Ya me acuerdo!... Compramos una pizza y, previo piscinazo, la devoramos en la terraza, antes de resbalar hacia las piscinas de Morfeo. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
Bonus, para leer como cangrejo, la XXIV vértebra.
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