20170913

Suegra maravillosa como la montaña

Nueva encomienda de Miguel Rodríguez, desde Francia, con sabor a Chimbote.

Contrariamente a los aspectos generales negativos, contrariamente a las terribles
ideas recibidas, contrariamente a la contundente realidad real, esta institución, la
suegra maravillosa, existe. Es la segunda que la encuentro en esta vida pasajera,
después de Anne Tardy, otra suegra ideal. Ahora, tuve que ir a buscarla en las
altas montañas, allá por Digne-les- Bains, más allá todavía, más arriba, rumbo a
le Brusquet, todavía más allá, más arriba, haciendo stop como en nuestra
primera juventud, qué suerte, somos suertudos mi Boconcita digo, pero estamos
en Dignes, ya llegamos, bajamos, canícula de 40 grados centígrados, entramos a
un supermercado en la rue de Gassendi, compramos víveres y vino, es lo
primero que me llama la atención aquí en Dignes… Pierre Gassendi 1592-1655,
filósofo y sabio francés amigo de Cyrano de Bergerac, nacido en Champtercier
cerquita de aquí, quiero tomarme una chela le digo a mi Boconcita, aquí
estamos, avanzamos, nos detenemos, ella termina su refresco, yo termino mi
chela, y seguimos subiendo, avanzando hasta una fuente, stop, stop, stop,
cuando se detiene un ser alucinado, suban dice, y subimos, vamos hasta le
Brusquet dicen los labios de mi Boconcita, suban, hablamos de todo y de nada,
yo siento que avanzo hacia el corazón de la Montaña, todavía no sospecho la
existencia de la suegra maravillosa, de pronto veo en el desorden trasero donde
estoy un cuchillazo, un sable, un alfanje, una cimitarra, de pronto el ser
alucinado tan amable es esquizo pienso en la deflagración de un instante, de
pronto nos convierte en chorizo o anticucho, ah carajo qué paranoia, pero no, el
hombre es plomero y especialista en tuberías subterráneas, aquí por favor dice
mi Boconcita, aquí bajamos, y yo huelo la inminencia de la Montaña. Ya
llegamos a le Brusquet, allá vive mi hermana dice, pero hoy está en Aubagne,
hay una gran exposición de cerámica, ella es ceramista, escultora, pintora, ya
vendrá a visitarnos, ya la visitaremos, vamos. Y aquí estamos, en la pista que va
al fin del mundo, rumbo a la hermosa montaña llamada Caballo Blanco, rumbo a
Chanolls donde nos espera la suegra maravillosa. Respecto a ella nada dice mi
Boconcita, nada cuenta, nada comenta, pero yo tengo la intuición, tengo el gran
presentimiento, es una buena suegra, desde aquí lo huelo, desde aquí me doy
cuenta, la mejor suegra desde los tiempos de los bárbaros atilas, horda
germánica llamada los francos, que se convierten en la primera dinastía, mi
preferida, la dinastía de los merovingios. Pero aquí seguimos haciendo auto stop
en le Brusquet, pasan coches y coches, casi todos nuevos, pasan a intervalos

irregulares pero nadie se detiene, la Montaña va, la Montaña viene, si ella no
viene hacia nosotros, nosotros, como Mahoma, vamos hacia ella, así empieza a
venir la Montaña, una rubia bonita se detiene en un coche nuevecito, ¿adónde
van? ¡Suban! dice, cuidado con mi hijito, precisamente yo subo en la parte
trasera junto al monstrito, mi Boconcita en la parte delantera, monstrito que
ahora sonríe, luego hace la trompita, la rubia tan simpática nos muestra su
afecto, de pronto también ha hecho auto stop en su primera y muy reciente
juventud, el afecto espontáneo sine qua non en el aire, hay mucha paranoia con
la seguridad pero la joven madre la ignora, el monstrito de nuevo me sonríe,
ahora de nuevo arruga el hociquito, ahora duerme otra vez, ya llegamos a un
pueblecito llamado Lajavie, valle del río Bléone que está de baja, no ha llovido
lo suficiente para enardecerlo, la corriente débil, apenas murmurante, arbustos,
pedregales, árboles, merci beaucoup, bajamos y seguimos la marcha, ¿iremos
hasta el límite del mundo conocido, que se llama Chavaille, también al lado de
la Montaña?
« Después de Chavaille sólo queda la Montaña, nada más » dice Boconcita, « ¿Y
detrás? » pregunto « Detrás un pedacito de Francia, Barcelonette, después Italia.
Antes la frontera italiana era hasta aquí » « ¿En la época de Garibaldi? Ah
oui ? » Aquí estamos caminando. En algún lugar de nuestra primera juventud,
cerca de Digne-les- Bains, a pocos kilómetros de la Montaña del Ser y la Nada,
dos facetas de la misma institución, por cierto, lo mismo pero al revés, se trata
del mismo movimiento le digo a los postigos verdes, retrocedo un poquito, a la
fachada crema, al letrero que dice « Hotel » en Lajavie, abajo el bar restaurant
del pueblito, me gusta mucho este local y este hotel le digo a Boconcita, bueno,
ahora sí estamos caminando, no mucho, apenas cinco, diez minutos hacia el
puente de Chanolls, se alegran los pulmones, se abren y se cierran curiosos
absorbiendo y expeliendo este nuevo aire, vamos ligeros con mochilas ligeras, la
canícula sigue golpeando fuerte, caen tremendas chapas de calor, el lomo del
Caballo Blanco parece moverse en los cielos de los Alpes de Provenza,
seguimos avanzando rumbo a las cumbres etéreas donde crece la flor Edelweiss,
yo me acuerdo de un rico licor verde amarillo, verde verde o amarillo amarillo
tirando pa verde, llamado Génepi, echo un ojo abajo, allá, al valle, al río, a las
piedras chatas y filosas, a la Bléone que desemboca en la Durance, la Durance
que desemboca en el Ródano, el Ródano que se lanza al mar haciéndole un
guiño a la Montaña. Mientras tanto, yo sigo admirando el reino de las piedras,
de las pequeñas corrientes de agua de la Bléone, cuando se detiene una pareja
muy simpática, qué suerte tenemos Boconcita, qué suerte, coche nuevo, suban
dicen, los podemos dejar en el puente, nosotros vamos a una fiesta en Chavaille,
Finibus Terrae pienso, muchas gracias decimos, merci beaucoup, ya es la tercera
vez que nos recojen en poco tiempo, sopla una brisita como por dentro del rico
calor, reimos por no sé qué, ya llegamos al puentecito llamado de la Barre, abajo
siguen surgiendo las piedras filosas y los filamentos helados de la Bléone, bajo
esta canícula estelar parece que humean, la Montaña ya no avanza, ya no va ni

viene, sólo nos espera, aquí los dejamos dice la chofer, el novio tiene acento de
Toulouse o de Perpignan, en lo corto del trayecto nos hemos sentido en armonía
con ellos, aquí bajamos, merci de nuevo y que disfruten la fiesta en Chavaille,
(Finibus Terrae pienso), au revoir, bien merci, y qué disfruten de la otra fiesta
allá en Prats-La Favière, días después nos enteramos que un lobo hambriento
realizó una masacre, una carnicería, devoró parte de una oveja e hirió a veinte,
¿o fue la pareja que nos lo dijo?, yo veo al lobo como Ajax colérico, el pánico
de las ovejas, cómo será ser lobo, estar muy flaco y hambriento, de pronto estar
en medio de las presas apetitosas e inermes pienso, ahora atravesamos el puente,
por un instante imagino a la suegra maravillosa que no conozco, si se parecen es
una crema como mi Boconcita pienso, seguro que se parecen, seguimos
avanzando, el camino es estrecho y culebrero, caminamos y caminamos, ya casi
llegamos a destino, no va ni viene coche alguno, de pronto surge una camioneta
tripulada por un ser espiritual llamado Juan, como el evangelista predilecto del
Hombre, Juan, Jean, Johnn, tan amable, venía a buscarnos, venía enviado por la
suegra maravillosa, pero ya casi llegamos, suban, suban, dice, mi abuelo es un
indio araucano chileno dice y yo miro incrédulo dos estampas incoloras,
viejísimas, pegadas en la parte trasera… San Martín de Porras y Santa Rosa de
Lima en carne y hueso en este vehículo alucinado, qué increíble, dos santos
peruchos, ya estamos en Chanolls de los Canales, en Chanolls de las piedras, en
Chanolls de la suegra que sale a recibirnos alborozada, bienvenidos dice, dejen
sus bultos, sus cosas, sus mochilas, siéntense, pónganse cómodos, siéntense,
siéntense, ¿o quieren ducharse?, gracias Juan, Jean, Johnn, gracias por haber ido
a buscarlos, ¿quieres una cerveza? ¿Y usted Miguel?, aquí tienen, sírvanse, aquí
tienen chips, chips tortillas, aquí tienen una salsa mexicana, ¿quieren probar?,
prueben, ustedes son hombres y tienen más hambre que nosotras, y yo
boquiabierto, y yo embelesado por la espontánea cortesía, totalmente
maravillado, querido Caballo Blanco, por esta cordialidad, por esta humanidad,
por esta belleza, así nos reciben en las montañas de Francia carajo, pienso
envanecido, otra vez maravillado. Muy discreta como siempre, mi Boconcita
aprueba, sonríe, me encanta su boca cuando sonríe, y la expresión de su rostro
cuando sonríe, todo cuando sonríe, cuando suenan los pequeños cascabeles en su
tobillo izquierdo, de pronto pienso paranoico que puede ser una prueba, ¿será
una prueba? ¿Presentar el gil flamante a la suegra? La hermosa casa es muy
antigua, predomina la piedra, predomina la madera, hay una super chimenea,
leña de pino, de cedro, múltiples objetos obsoletos, un trinche de agricultura, la
cabeza amarilla de un sátiro con cuernos, cacerolas de cobre, todo sigue siendo
madera, las vigas aparentes, todo sigue siendo piedra, las que aparecen en la
pared, de nuevo la madera, el borde superior de la chimenea, la escalera, el piso
de arriba, el cuarto de la suegra, todo sigue siendo madera, también nuestro
casto cuarto nupcial es de madera, hay un aroma de cosas antiguas mezclado a la
belleza de la piedra, a la belleza de la madera, ¿otra cerveza? pregunta la suegra
exponiendo rodajitas de salchichón, sírvanse, y yo digo estratégico, Boconcita,

pon el rosé en el frigo por favor. Ahora converso con el hombre alucinado y
feliz, del nuevo y del antiguo testamento, de las versiones en la cruz, de la
versión del médico Lucas, de la otra palabra de Lucas 17, 21, Jean es un gran
lector de la biblia, su búsqueda es de tipo espiritual neotestamentaria, que
Marcos, que Mateo, que Lucas, que Juan, a ese cuarteto ilustre James Joyce lo
llamaba MAMALUJU, Mateo Marcos Lucas Juan digo y nos reimos, salú salú,
de nuevo las cuatro versiones de las palabras en la cruz, ahora alucino con Lucas
24, 42… el Hombre anda por allí, se sienta, tiene hambre, de la noche y de la
nada surgen los víveres, le ofrecen pescado a la brasa y un rayo de miel, pero,
¿qué carajo hace el Hombre aquí en las faldas de Caballo Blanco? Ahora Juan
dice que hay un ictiosaurio o un perisodáctilo incrustado en un flanco de la
montaña, apenas a tres horas de marcha, si salen a las seis llegan a las nueve
dice como algo natural, es un fósil impresionante tamaño natura, ¿ictio o periso?
me pregunto, es un ictiosaurio dice Juan Jean Johnn, eso quiere decir que hace
millones de años el mar o los grandes océanos cubrían estos altos parajes, el
lomo del Caballo Blanco era una isla, se veían sus crines de roca, lo demás agua
marina, quién sabe qué movimiento sísmico sorprendió al ictiosaurio, quedó
clavado entre dos rocas inmensas, hace millones y millones de años dice Juan,
repite que su abuelo era un indio araucano, yo también tengo sangre india,
mucho gusto Miguel, de modo que ya estamos en Chanolls junto a la Gran
Montaña antes submarina, en las épocas del ictio, Juan el hombre espiritual,
admirador de todos los indios de las Américas, servicial, cordial, solidario,
humano, se ríe feliz, dice que la chevecha se le subió a la cabecha, de nuevo me
recomienda visitar al ictiosaurio, al pez saurio, especie de gigantesco delfín
carnívoro del jurásico, se va el nuevo hombre alucinado, yo me ducho, la suegra
maravillosa me da una toalla bien esponjosa, mi hija se siente bien con usted
dice, y al salir… ¡ya está servida la rica cena! Spaghetti, guiso de carne, gruyère,
pan y vino. Pertinentemente, la suegra maravillosa opina que el vino rosé no es
adecuado para este plato, también hay un buen vino tinto, usted es un hombre
muy instruído, Miguel, conoce muy bien las Sagradas Escrituras, se expresa
muy bien, habla como un cura, ¡qué cura excelente habría sido usted! exclama,
yo me río por dentro, y todo por hablar de MAMALUJU y del poeta David, el
autor de los salmos, regular, regular nomás digo con falsa modestia, la verdad no
lo hice a propósito y veo que he causado una buenísima impresión en la
maravillosa suegra católica, apostólica y romana, puro producto de Francia hija
primogénita de la iglesia católica, por si acaso católico quiere decir universal, y
yo ja ja ja, le sirvo un copetín a la suegra, a mi Boconcita, y conversa que te
conversa hasta las doce pasadas, que Tino Rossi, que Carlos Gardel, que Luis
Mariano… ¡Luis Mariano! ¿Conoce usted a Luis Mariano, Mariano Eusebio
Gonzáles y García, Miguel? Tengo todos sus discos, tengo todos los libros que
sobre él se han escrito, siempre fue mi ídolo, qué gran artista, qué gran cantante,
qué hombre famoso, y ¡qué bello!, amigo de gente muy famosa, del poeta Jean
Cocteau, del actor Jean Marais, del actor Yul Brynner, mire. Y yo miro. Que

Luis Mariano por aquí, que Luis Mariano por allá, que Luis Mariano con ropita
de torero, ajá, bien maquilladito, los labios, las cejas, las pestañas, era un gran
seductor dice la suegra, para mí que a Luis Mariano se le chorreaba el helado,
pienso pero no lo digo por supuesto, ya son casi la una de la madrugada, le
adivino la intención fumística a mi Boconcita, la suegra se despide, nosotros
fumamos un excelente material de guerra, un petardo de hachís blandito,
perfumado, fuertecito, parece venido de Afganistán, luego otro petardín, mi
Boconcita me informa que abundan los venados, los cervatillos, las cabras y
otros rumiantes salvajes provistos de cornamenta, que hay un pastor en las
alturas, que vive allí solo con los rebaños todo el año, que las pobres ovejas, los
pobres borregos, los pobres corderos a veces escapan en estampida y se arrojan
al abismo por miedo al lobo, luego rumbo al limbo del sueño en el cuarto de
casta madera.
Al despertar, aroma fresco de los flancos de la Montaña, abajo hay niños
jugando, me desperezo hasta las nueve y media, bajo por las escaleras de
madera, ¡ya está servido el desayuno!, té, café, pan, croissants, mantequilla,
mermeladas diversas, un café, dos cafés, quiero darme un duchazo, haga como
en su casa dice la suegra, al salir de paseo saludamos al vecino, un joven militar
llamado Laurent, trabajador infatigable, pinta, da martillazos, hace brasas para
las parrilladas dos veces por día, se ocupa de los niños, ahora voy con mi
Boconcita a un prado cerquita del río y de la Montaña, cielo abierto, calor
perfecto, un claro en el bosque, plantamos la carpa, se supone que aquí
pernoctaremos de hoy en adelante, una vez instalada la carpa amor amor amor,
luego sueño sueño sueño, qué delicia de siesta, ¡ya son las seis! « Mi hermana
vendía pan en los pueblos de la Montaña » dice mi Boconcita « iba con su
camioneta », yo escucho pero estoy distraído, medito y comprendo en un ¡flash!
la gran importancia de no hacer nada, de no pensar en nada, ni siquiera en el
almuerzo, ni siquiera en la cena que de eso se ocupa la suegra maravillosa, sólo
el canto de los pajaritos, sólo el bello vuelo de las aves rapaces, sólo la voz
inmemorial de las piedras, sólo el rumorcito de la Bléone entre ellas, sólo el
último aletazo del perisodáctilo en el espacio, sólo el último mordiscón del
ictiosaurio en aquellos océanos, y pasan los días, al final todas las noches
dormimos en casa de la suegra, sólo estar desnudos junto al río, sólo el glin glin
glin de los cascabelitos en el tobillo izquierdo de mi amorcito, sólo la sensación
de estar cada vez más desnudos en el corazón del verano, sólo el amanecer, sólo
el atardecer, sólo el anochecer, sólo volver al río desnudos otra vez, sólo el amor
otra vez, sólo construir diques, piscinas y piscinetas y lagos con las piedras
dóciles de la niñez, sólo ésto. Si por mi fuera –pienso estilo Heidegger–, yo
viviría calato en verano. Por allá, en un espacio de los grandes momentos de la
existencia, una niña llamada Boconcita, llamada Hociquito, llamada Trompita,
llamada Cascabel, desnuda como la piel, construye piscinetas, gracias Gran
Caballo Blanco, hoy es un hermoso día para vivir, hoy es un hermoso día para
morir, es un hermoso día para seguir resuscitando, y sigo contruyendo fortalezas

y piscinetas con las piedras, estamos en la gran desnudez del ser, en la gran
desnudez del no-ser, albercas, diques, estanques, piscinas, piscinetas, gran
abundancia de piedras, de pronto el ardor de un beso con prolongaciones, ya es
hora de volver Boconcita digo, tu mamá nos espera. Luego el almuerzo, luego el
paseo a la iglesia abandonada, la suegra ve la tele, la suegra hace la siesta, ahora
estamos en unos arbustos junto al río, censura para lo que cuento, como
envueltos por un rayo de miel… Pasa otro día y yo sigo estudiando la historia de
Francia, siempre los reyes merovingios, ya es la hora del aperitivo, la suegra
maravillosa instala papitas fritas, choricitos, aceitunitas, rodajitas de salchichón
de jabalí, qué delicia, chelas, vinito rosé, en la hermosura de la madera, pero
mentalmente sigo revisando, Clovis, Chilperico, Dagoberto, Pepino el Breve es
hijo de Charles Martel, anoto mentalmente, el que detuvo a los moros sarracinos
provenientes de España el año 732, y Pepino el Breve es el papá de Carlomagno,
Carolus Magnus, ahora hay cambio de dinastía y pasamos a los capetianos,
Boconcita de amor sírveme un copetín de rosé por favor, merci. De pronto me
doy cuenta de algo fuera de programa, al menos en lo que me concierne. Ajá.
Qué pasa, carajo. Después de los fulgurantes amoríos y de la oficialización de
los mismos, mi Boconcita parece distante o reticente, nada de manitos, nada de
besitos, nada de toqueteos, nada de discretos paleteos, nada de maniculitanteos,
mosca con la suegra, suegra maravillosa que anuncia el menú, otro tipo de pasta
y una montaña de gruyère. Sobre un mueble probablemente de cedro hay una
bonita foto de mi Boconcita en la flor de sus veinte, con su perro color canela,
también pedazos de madera con peces –barracudas, lenguados, caballas–
pintados por el suegro de ultratumba, el gran Paul tenía su buena porción de
artista, y estaba celoso de Luis Mariano dice la suegra « Estás filiforme » le dice
ahora a su hija, es que mi Boconcita está flaquita, flaca, tírame un hueso le dije
al verla, eso le gusta a mi hija dice la suegra refiriéndose a la montaña de queso
rayado, es un poco difícil para comer, cuando estaba niña y hasta más grandecita
sólo comía crêpes crepas panqueques, crepas con jamón, ahora se le ve más
tranquila, es que siempre ha llevado una vida muy agitada, muy descosida,
cúidela, yo me encargo de eso digo, de verdad está bien flaquita, se le pueden
palpar y contar las costillas, se le pueden palpar y contar los carretes de hilo de
la columna vertebral, esa dejadez es consecuencia de su mal momento anterior,
pero es muy bonita digo, yo la voy a hacer engordar, suegra, para que se ponga
más llenita, ¿y por qué no han visitado a Juan? pregunta la suegra, quesos,
postres, helados, sangre de Cristo en cajón y habla que te habla, otra vez, hasta
pasadas las doce, bonne nuit, y ya pasó otro día, ya la Tierra giró, pienso pero no
se lo digo a nadie, me duermo como un angelito con ese pensamiento, y como
en el tango todo sigue girando, el mundo yira, yira, yira.
Ahora evoco con lujuria los ligeros cariñitos matinales, pero nada más. Como
siempre, mi Boconcita baja tipo ocho y media para acompañar a la industriosa
suegra, mientras que yo como un gran zángano, como un macho de mis épocas,
duermo hasta las nueve y cuarto, me desperezo, me rasco la bolitas, a las nueve

y media me pongo una bata crema, bajo, saludo, ya todo está servido, sólo falta
el atún, sólo faltan los huevos fritos, sólo falta la palta con sal, sólo faltan los
tamalitos, sólo falta el pescado frito, sólo falta el pan francés, pero no importa,
estamos en los Alpes de Francia, no en el Reino. La verdad, me siento como un
Atahualpa, como un Sinchi Roca, como un Pachacútec, prepárale más café
Nanou (así la llaman en familia), ¿un azúcar? ¿dos?, qué raro dice la suegra
maravillosa, hoy no vino el panadero pero mañana viene el carnicero con su
camión, voy a pedir otra vez costillitas de cordero, carne de res, carne de cerdo,
nada se pierde, todo se puede congelar… Después del desayunito, y
prosiguiendo con mis estudios, corrijo, antes de los capetianos fueron los
carolingios, y como ya dijimos primero fue Pepino el Breve, después
Carlomagno, después Luis el Piadoso, después Carlos el Calvo, ¡el gran imperio
católico de Francia, hija primogénita de la iglesia católica, apostólica, romana!
¡Salud por eso! Ahora, tipo once, salimos a pasear. Como algo natural, nuestros
pasos se dirigen hacia la iglesia abandonada, al lado hay un pequeño cementerio,
aquí se acaban todas las cojudeces, pero no la vanidad, mira esas tumbas, mira
esas criptas, mira esos mausoleos, se las siguen dando de bacanes después de
muertos, le digo a mi Boconcita que empuja la puerta, mete la mano a la
izquierda, y de entre dos piedras extirpa la llave oculta de la iglesia, ¿será la
llave de San Pedro?, en todo caso se le parece, no es una llave, es una llavesota
un poquitín oxidada, con ella entramos a la sombra fresca de la iglesia, estamos
solos, solitos y solos en el corazón del verano, un pensamiento pagano me
atraviesa junto al empolvado confesionario, veo escenas memorables de ayer o
anteayer junto al río, junto al infinito de los pedregales, yo recostado junto a un
árbol amoroso, ahora mi Boconcita se las huele, se le sale la católica, la rana de
pila bautismal como dicen los franceses, aquí no dice, mañoso, travieso, niño
malo, ya sé lo que quieres pero te digo que aquí no, salgamos, y salimos al sol
de Chanolls, caballero.
Pasa la eternidad de otro día, pasa la hermosura de otro giro del planeta, pasa esa
entidad que llamamos el tiempo, ser intangible repleto de memoria. Hoy,
brochetas de cordero a la parrilla, papas al vapor, ensalada, queso, el vino tinto
en cajón siempre a mi diestra, salud, suegra. La gran carpa en el claro del bosque
sólo la utilizamos para los amoríos vespertinos, vamos y venimos al río, vamos
y venimos al reino de las piedras, volvemos tipo seis, tipo siete, todos los dí as
pernoctamos cómodamente en casa de la suegra, reino de la madera, en el cálido
cuarto de madera, pero antes durante la cena conversa que te conversa, buenas
noches, suegra, subimos, la escalera cruje, el cuarto cruje, la cama cruje, somos
unos angelitos aquí, unos angelitos en el secreto del apocalipsis sensorial… De
nuevo lo cotidiano y su riqueza para mí evidente, le decimos hasta más tarde o
hasta mañana a la suegra, hoy la cuñada propone una cena asiática en Dignes,
hoy, dice, es el último día de festividades, hoy es el desfile de carromatos
alegóricos, de los fuegos artificiales en la gran Fiesta de la lavanda… Pero
todavía no… Por el momento procedemos a una transacción del material de

guerra con el sobrino antillés, una barreta más un buen trocito de regalito para la
tía, veinte eurófilos, y yo maravillado, discreto tráfico de hachís en familia,
aunque más maravillado estaré después, después de la nueva y buena cena en
Chanolls del Caballo Blanco, con la aprobación de la suegra, a modo de
digestivo, aquí pueden fumar dice, después me entero que el difunto papá de
Boconcita era un hombre de amplio y bello carácter, cuando estaban en las
Antillas, en la isla Saint-Martin, dijo una vez, bueno, yo también quiero, aceptó
el porro, y la suegra también fumó, mi Boconcita estaba con un gil rasta de la
época, yo me retuerzo de celos retrospectivos, soy serpiente sobre lecho de
brasas, no hay que morir viejo y cojudo dijo mi suegro de ultratumba, o su
equivalente en francés, se llama Paul y esta noche lo siento de nuevo presente
aquí en Chanolls, salud, suegro… Pero antes de ir a la Gran Fiesta de la lavanda
y al Gran Restaurante asiático, todavía estamos en le Brusquet, el sobrino feliz
de vernos, feliz de compartir su hobby, hace volar un drone, pequeño e increíble
artefacto volador teledirigido capaz de ejecutar increíbles piruetas aéreas, hay un
montón de gatos en casa de la cuñada y del sobrino, un gato, dos gatos, tres
gatos, cuatro, cinco, seis, siete, ocho gatos, en ese momento llega la mamá, hola
Florence… Minutos antes, el pequeño platillo volador se pierde lejos, allá en el
espacio del verano, sobre las frondas de árboles altísimos, uy se cayó digo, se
cayó por allá dice Joakim el sobrino, lo vamos a buscar, Joakim nos explica que
esta búsqueda es otro placer, es un experto en la búsqueda de drones perdidos,
encallados en la maleza, increíblemente lo encuentra, regresa triunfal, de nuevo
lo hace volar, merde, ahora cae de nuevo, ahora perdemos una hélice del
increíble aparatito, buscamos y buscamos, buscamos y buscamos, pero se cayó
por allá digo, sí dice Joakim, pero sin hélice no puede despegar, o sea que
perdimos la hélice cuando el drone se cayó aquí, frente a la piscina… Ahora sí
vamos a Dignes-les- Bains… Ah pero me olvidaba lo anterior, antes de llegar a
le Brusquet, aquí estamos saliendo de Chanolls, caminamos tranquilos rumbo al
puente como inveterados viajeros en auto stop, se detiene un cuatro por cuatro
idéntico a un diamante negro con ruedas, tripulado por la amabilidad de una
pareja de bretones, suban dicen, ¿adónde van?, a Brusquets dice Boconcita, nos
hacen espacio atrás, subimos, conversamos, los bretones felices de visitar estas
montañas tan lejanas de sus tierras, hablamos de Bretaña, de la lengua bretona,
de una obra literaria, una hagiografía de Santa Katerina, ya casi llegamos a le
Brusquet, todavía no llegamos al restaurante vietnamita, ya pasó lo que conté,
allá vivimos dicen los bretones, en el Finisterre, Finibus Terrae, el fin de la tierra
de los confines, después el horizonte, después los océanos, después se caen los
barcos en el filo de la Tierra, no sabemos adonde se caen pero seguro que se
caen, merci, merci decimos y de esto me acuerdo comiendo sabrosamente
platillos asiáticos, luego el gran desfile, los corsos o carromatos alegóricos, las
bandas de música, los bailarines y las waripoleras, ganancia total con las
minifaldas, ahora, recién, pasa un tractor blindado de flores lanzando chorros de
agua de lavanda a diestra y siniestra, somos asperjados, qué rico huele, las calles

repletas, los bares repletos, los restaurantes repletos, mozos y mozas no pueden
con tanta gente, entramos a un bar, pedimos un par de chelas Leffe, la cuñada no
fuma porros ni toma trago, nos refugiamos en una esquina, un discreto porrito,
sale una moza rubia estresada, algo hablamos, fuma su cigarro, ahora
regresamos a las faldas protectoras de la Montaña, au revoir Florence.
Tal es el movimiento y el ritmo de este nuevo paraíso. La suegra maravillosa ya
no sabe qué hacer para mimarme, hoy por ejemplo prepara unas costillas de
chancho a la parrilla, papas doradas, ensalada, sírveme un rosé por favor
Boconcita digo y empiezo la revisión general de mis estudios, también por
momentos escribo ésto, es un bonito libro de historia que me ha prestado Juan,
dice la suegra, se va a poner muy contento cuando sepa que usted lo lee, Miguel,
y que lo lee con aplicación, lo he visto tomar notas, mire a este gran hombre, era
muy apuesto de joven, mire, y yo miro a Charles de Gaulle, foto en colores al
final del libro de Juan, la suegra es tan hincha del general de Gaulle como de
Luis Mariano, pero yo insisto en mis estudios, haré como en el colegio, me los
aprenderé de memoria, los miembros principales de la primera dinastía, llamada
de los reyes merovingios, fueron: Clovis el fundador, Clotario y Dagoberto,
reinaron del año 481 al 751, la esposa de Clovis fue la primera en convertirse al
cristianismo, se llamaba Clotilde como mi abuelita querida, querida Boconcita,
sigo estudiando la historia de las otras dinastías, los carolingios, los capetianos,
los Valois, los borbones, luego de nuevo la siesta de la suegra, de nuevo nuestro
paseo al claro del bosque, de nuevo el amor, de nuevo el sueño, de nuevo el río,
de nuevo la cena, de nuevo la conversación, de nuevo la noche, y así
sucesivamente… Otro detalle fundamental: la suegra tiene un frigider lleno de
víveres y bebedizos, chelas, Coca-Cola, otra marca de chela, jugos, agua
mineral, vino rosé, en fin, nada nos falta, hasta que por fin un día, víspera o
antevíspera del retorno, fuimos a volar. Viene la cuñada muy entusiasta,
almorzamos, conversamos, un par de copetines de rosé y ya, la suegra prende la
tele, se prepara para la siesta, vamos, nosotros vamos a volar en las alturas de
Mariaud, allá, muy cerca de donde se estrelló un avión en el flanco de la
Montaña, en la roca se ve una mancha, y abajo el valle, el río, nosotros como
volando en los altos prados de Mariaud, una vez vine aquí con unos amigos
indios del Ecuador, dice Florence, después los llevé al lago, vamos a ese lago,
vamos digo, y volamos y volamos y después vamos, pero antes volamos hacia
túneles, luego rumbo a otros pueblos en las alturas, altísimos paisajes hermosos,
llegamos a un alto pueblito, hay un grupo de lugareños jugando petanca, surge
un personaje que nos saluda enérgicamente, nos indica la casa donde venden esa
rica mermelada de grosellas, fresas y moras de los Alpes, allá vamos, aquí
estamos tocando la puerta, cada vez más instalados en las alturas, los aviones de
la patrulla de Francia pasan más abajo que nosotros, por esa cañada dice la
cuñada, estamos más arriba reitera la cuñada, ¿te gusta la mermelada?, la señora
de las mermeladas alpinas abre la puerta, es muy educada, muy gentil, muy
social, muy amable, nos invita una, dos, tres veces a tomar un refresco, a tomar

un aperitivo, pero ya es tarde dice la cuñada, hay que regresar. Y de las alturas
bajamos a otras alturas, ya llegamos a Chanolls de los Canales, del claro del
bosque, del río, de la iglesia, de Juan, de la suegra maravillosa que nos espera
con un guiso de res, une daube bien jugosa con polenta, chau Chanolls digo,
chau Montaña, chau piedra, chau madera, chau prados aéreos, gracias por los
grandes momentos Boconcita querida, no logramos despedirnos de Juan el
alucinado, nos deja de regalo un « atrapa sueños » de pluma, un filtro de sueños,
los buenos por aquí, los malos por allá, de los indios navajos, ya regresamos a
Aix, ya estamos al nivel del mar, la segunda dinastía de los reyes de Francia,
llamada la dinastía de los carolingios, apenas reinó del año 751 al año 987, es
que todo pasa tan rápido, podemos interrogar al ictiosaurio fosilizado, esa
dinastía fue fundada por Pepino el Breve, el papá de Carlomagno. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.