No
puede mirarme a los ojos. No puede sostener la mirada por más de dos segundos
sin mirar al piso o a otro lado. Lo que está punto de contarme es su vergüenza,
su pesadilla y la razón por la que se ha peleado con Dios desde hace pocos años.
Fernando, Nando para su familia y amigos, parece llevar una sombra larga, negra
y pesada detrás de él a todos lados. Su sonrisa es rara, no sé si es irónica o
sincera; pero lo que sí sé es que no es bonita, no es agradable, desdibuja los
rastros duros de su cara y la hace rara y fea. Así de simple, Fernando tiene
una sonrisa rara y fea.
No le
importa lo que la gente piense de él. Pero yo sé que no es verdad. Empezó esta
reunión preguntándome cómo lo veo. Qué es lo primero que pienso cuando veo su
apariencia. La verdad es que no es guapo, quiere parecer misterioso, me mira
como si me analizara. Pero cuando le recordé el motivo de nuestra cita bajó la
mirada. Sentí su vergüenza, su pena y su ira. Lo que arrastra desde el
internado es un ancla pesada que ha encajado tan hondo que no es posible arrancarla
de dónde está.
-Qué
tiene que ver Dios con todo esto, pregunté.
-Todo,
tiene que ver con todo, respondió.
La
familia de Fernando es una familia extremadamente católica como muchas familia
españolas. Es una familia con tradición y con cierto prestigio en País Vasco. Luego
de la guerra civil algunas de las familias más poderosas del país empezaron a
postular a cargos públicos, había que reconstruir el país, no solo
políticamente pero también en términos sociales y de apertura a Europa, por lo
que a muchos les quedaba corto el tiempo con los hijos. Lo mejor era encontrar
un internado que se encargara de la educación de los niños.
El
padre de Fernando y sus hermanos crecieron en internados religiosos, rodeados
de monjes fieles servidores de Dios y seguidores de la doctrina y las reglas
católicas. No era raro en esa época que los niños pijos y no tan pijos vivieran
una educación rigurosa e intensiva en la cual el látigo y el castigo eran
permitidos.
“Llegué
hace como 4 años a Amsterdam en busca de una vida mejor como muchos. Soy Vasco,
y por desgracia español. Siempre estuve de acuerdo con la separación de España.
Nunca apoyé al ETA pero entendí las razones de la guerra. Mi padre era una
persona muy ocupada. Su vida estuvo llena de reuniones con gente importante. Mi
abuelo fue un hacendado, tenía el carácter muy fuerte. Fue muy estricto con sus
hijos e hijas, a todos los envió a estudiar a internados. Mi madres es muy
religiosa, ella estudió con monjas. Entonces, era lógico que yo también fuera
enviado a uno de esos internados”.
Ser el
favorito de uno de los profesores que además era cura no era raro. Al
contrario, era tan común que solo los mejores y más talentosos obtuvieran
ciertos beneficios bajo la gracia de ser los favoritos. Por ejemplo, podías ser
el acólito, o llevar los papeles del profesor/cura del aula al despacho. O ser
invitado a escuchar un paisaje de la biblia contado por el profesor que te
escogió como favorito, claro está que esa invitación era en horas fuera de
clases, generalmente al caer la tarde o después de la cena antes de irse a
dormir y se llevaba a cabo en la oficina privada del profesor.
Nando
fue el favorito del padre José.
“No sé
cuántos tenía, tal vez 25 o 30 años, pero yo solo tenía 12. El me agradaba
mucho tengo que admitir. Me llevaba libros interesantes para que los leyera yo
solamente. Algunos eran sobre dinosaurios y otros sobre las estrellas. Era un
poco moderno, creo. Los otros padres eran mucho más viejos que José y por eso los
chicos nos sentíamos más cerca de él porque le gustaba el fútbol y el
baloncesto, pero también le gustaba mucho el ajedrez. Y yo era bueno en ello.
Mi padre me enseñó las bases del ajedrez y me dijo que me perfeccionaría en el
internado, donde siempre hay un profesor o padre que me enseñaría más. Yo
adoraba el ajedrez, y también me gustaba el baloncesto”.
José y
Nando compartían las mismas aficiones y a los dos les gustaba el cocido
madrileño. José era de Madrid, según recuerda Nando. No podían ocultar su
simpatía el uno por el otro y tampoco podían ocultar que les encantaba pasar
horas no solo jugando pero simplemente en compañía. En casa, la madre de Nando
vería esa relación con cariño y orgullo y su padre la desconocía. Ser el favorito
significaba también ser perdonado por pequeños errores como no haber estudiado
para el examen.
El
padre de Nando tenía una opinión muy fuerte y formada sobre la religión. La
protegía y seguía los preceptos de forma rigurosa de cara a la sociedad. En casa,
a él poco le importaba si había que rezar antes de las comidas, a menos que hubiese
invitados.
Un día
encontré a mi madre llorando en su habitación. Escuché a mi padre decirle que
ese tipo de enfermedad es un castigo de Dios y que solo se cura con una
educación severa y con la guía espiritual de los que mejores saben sobre las
enfermedades del demonio. Durante meses y tal vez años me iba a la cama
pensando qué o cuál era esa enfermedad que había hecho a mi tía, hermana de mi
madre, internar en un asilo de locos a su propio hijo, a mi primo. Le pregunté
a José, una y otra vez, pero me decía que estaba muy joven para comprender y
que mejor esperara un poco.
A los
14 yo tenía una vida ordenada sin sobre saltos y muy metódica gracias a la
educación del internado. José sería dentro de poco enviado a otra escuela en
Madrid, pues su familia venía de allí y su madre enferma lo necesitaba cerca.
José vivía
sus últimos días como profesor de internado un poco triste y callado, ya no
jugaba al fútbol ni disfrutaba del ajedrez como antes. Le confesó a Nando que
él tenía la misma enfermedad que su primo, que había luchado por años y ahora
ya no podía ocultarla más y que sólo Nando era capaz de curarlo. Naturalmente,
Nando guardó el secreto al mismo tiempo que se preguntaba cómo podría él, un
chico de apenas 14 años ayudar a su mejor amigo. No quería que José fuera a un
internado para locos pues creía que de loco no tenía nada.
“Cuando
estoy a tu lado todo está bien, me siento bien, me siento aliviado de mis
dolores, de los dolores que esta enfermedad me causa. Ahora que sé que me voy
me pongo triste porque ya no te veré y entonces mi enfermedad empeorará’, me
dijo una semana antes de irse. Le dije quiero ayudarte, dime cómo. Y me lo
dijo, me tomó de la mano, me sentó cerca de él en la orilla de la cama y me
dijo que la única forma era amándolo. Pero yo ya lo amaba. Era mi amigo, mi
hermano”.
“Tengo
miedo del castigo divino, pero ahora soy solo un hombre”, lo dijo al aire como
disculpándose. Se acercó a mí, puso su rostro
cerca al mío. Podía oler su aliento y sentir su respiración. Me miró a los ojos y yo miraba sus labios
entreabiertos. Sentí calor, sentí miedo, sentí sus manos en mi rostro, sus
dedos en mis labios, vi sus mejillas ponerse rojas como el fuego, sentí su
pecho inflarse y su respiración acelerarse. Yo tuve miedo, porque lo veía a él
y me veía a mí. Pensé que me ocurría lo mismo. Puse mis manos en su rostro y
mis dedos en sus labios”
José y
Nando temblaban de miedo y de pasión. Nando no conocía esas sensaciones;
recordó que el padre Manuel hablaba sobre la familia y que la unión solo se da
entre una mujer y un hombre. “Me va a besar” pensó. José cerró los ojos y elevó
el rostro hasta alcanzar los ojos de Nando. Los beso. Nando estaba confuso no
sabía qué decir o qué hacer. Se levantó de la cama haciendo que José despertará
del estado en el que estaba. Al abrir la puerta Nando corrió a su habitación
sin darse cuenta que alguien más estaba allí a punto de entrar. Al día
siguiente José no se presentó a la clase. El padre Manuel lo reemplazó. Nando
nunca preguntó por él y guardó silencio sobre lo que pasó por varios años,
hasta hoy.
Todavía
no entiendo qué tiene que ver Dios con todo esto, le dije. Nando insistió en
que debía esperar a que terminara su historia de otra forma no lo entendería.
Nando
me citó para vernos 1 semana después. Pero no llegó a la cita. No podía
ubicarlo. Una carta me contaría lo que pasó de forma resumida.
“Mi
relación con Dios creció mucho. Me convertí en cura. Yo amaba a Dios y sus
hijos. Y me puso a prueba, a una terrible prueba enviándome a enseñar a niños
de un orfanato en México, luego en Perú y finalmente en Bolivia. Yo amaba a los
niños y le preguntaba una y mil veces a Dios por qué me había castigado tanto
con esa enfermedad de locos. Yo nunca quise hacerle daño a nadie. Cuando
descubrí lo que había hecho con esos chicos, era como si hubiera despertado de
un sueño horrible. Me sentí sucio, vacío, temía al castigo de los hombres. Me
quemé las manos, me corté varias veces tratando de eliminar esa parte de mi
cuerpo culpable del dolor de varias familias. Me expulsaron de sus vidas, me
miraban con odio y asco. Volví a mi país, protegido por la Iglesia, me
cambiaron de nombre pero mi padre no me quiso reconocer como su hijo. Me rechazó
y murió del disgusto que le di. Mi madre, ya vieja me dijo que hiciera mi vida
lejos de ellos. Qué tengo la misma enfermedad de mi primo quien se ahorcó hace
unos años con su propio cinturón. Vine a
Amsterdam a vivir una vida diferente y libre pero necesito ayuda. No sé vivir
con la culpa. No me busques más. No responderé a tus preguntas. Y cumple lo que
prometiste. Cómo puedes ver, Dios tiene
todo que ver con esto. Pero estoy pensando en mi libertad. Solo hay una forma”.
No supe
nada más de él. Se perdió en el anonimato. No sé su nombre real. No sé dónde
vive. Mis contactos no responden. He dado a Nando por perdido. Si, Nando habría
violado a varios niños en México y Perú. Nando es un pedófilo que sufre.
En
México Nando habría dado clases de religión en un orfanato de Puebla, habría
formado parte de la Legión de Cristo cuyo fundador Marcial Maciel fue acusado
de abuso sexual contra seminaristas y niños. Nando habría estado a cargo de un
grupo de niños cuyas edades estaban entre los 3 y 11 años. En el 2001, un año
antes de que los escándalos sexuales de la Legión de Cristo salieran a la luz,
Nando habría sido descubierto por un voluntario de nombre Alfonso. Durante las
investigaciones se descubrió que Alfonso, al igual que muchos otros testigos y
víctimas, recibió dinero por su silencio de parte de la Iglesia. Nando fue
reubicado a Lima Perú. Mientras estuvo en Puebla Nando tenía favoritos, no solo
uno si no varios. Nando habría utilizado el mismo método de acercamiento de
José. Hay denuncias en Lima sobre tocamientos indebidos de parte de algunos
sacerdotes de origen español, alguna de ellas sería contra Nando. Seis meses
después de haber llegado a Lima, Nando fue reubicado. Está vez sería Cochabamba-Bolivia.
No hay ninguna denuncia, no hay testigos ni tampoco noticias sobre escándalos
sexuales en los últimos 8 años.
No sé
si Nando está vivo o decidió acabar con su vida. En todo caso estoy cumpliendo
lo que le prometí. Esta historia la cuento a casi dos años después de la
primera entrevista. No sé cómo está pagando su culpa. Pero sí sé que la Iglesia
católica protege incansablemente a muchos sacerdotes pedófilos de la justicia,
si sé que hay niños pobres y sin protección sufriendo a manos de otros como Nando.
Si sé qué la mayoría se queda muy calladita cuando la Iglesia habla, y que
somos pocos los que levantamos la voz pidiendo, gritando por una reforma en esa
institución. Por el bien de muchos espero que Nando no esté vivo. DEBAJO DE LA PLUMA. CíRCULO D.M.
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