Por Remo de López.
Tendría unos diez años. Era una de las pocas veces que viajaba a una zona urbana. La tía vivía con su esposo e hijo, en una quinta de la calle Huamachuco. Sería un viernes o sábado por la tarde que llegué al diminuto domicilio, en una quinta, de estrechos pasillos.
Del mismo lugar de dónde salía el agua para tomar había una especie de toilet de metal. En medio de la sala de estar, que a su vez servía de comedor y cocina.
Roberto era el único hijo. Una especie de hermano mayor, que de vez en cuando llegaba a la Tablada con ropa usada de los Estados Unidos. Una vez trajeron una camisa negra con un gran parche con la bandera gringa. Fue la primera vez que vestí algo negro y desde aquel momento sabía que más tarde solo usaría ropa de color negro.
En la habitación de Roberto había una bicicleta y una infinidad de comics y revistas extranjeras.
Para mí eran vacaciones, estar fuera de la Tablada, en casa de familia, y hasta me ofrecieron pasear en la bicicleta. Sin pensar dos veces iba a la plaza cercana llamada San José y sobre la vereda me imaginaba que era ´Meteoro´.
Realmente no eran familiares nuestros sino paisanos selváticos que frecuentábamos de vez en cuando. A ellos les gustaba estar en la Tablada, por el espacio indescriptible y el verdor del campo.
Nos alejamos por algún tiempo por un razón desconocida. Pero supe de mi madre algunos años más tarde, que habían retomado el contacto y se veían con más frecuencia que antes. Hasta que la muerte los separó. CAVILACIONES. CíRCULO D.M.
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