Mírame, mírame un momento.
Mira cómo tengo las piernas,
Mira cómo tengo los brazos,
Mira mi cara, mira cómo la tengo.
Si pudieras ver cómo tengo el corazón. Mírame por favor. Fíjate qué estamos
haciendo. Fíjate en mí por un momento, pero sin rabia, sin cólera, sin
lastimarme. Por qué te desquitas conmigo. Todas tus frustraciones son razón para hacerme lo que me haces.
Te odio, cuando me golpeas, te odio más cuando
llegas borracho y me quitas las sabanas para llenarme de tu olor asqueroso.
Pero te tengo miedo también. Me asustas. Por qué has cambiado.
¿Recuerdas cómo te gustaba que me vistiera? ¿Recuerdas
cómo te gustaba decir que era la mujer más bonita con la que habías estado? ¿Te
acuerdas cuando te tomabas el tiempo para amarme? En qué momento todo cambió. No sé cómo he
llegado a esto.
Tal vez fue mi culpa. Tal vez no fue mi culpa.
Yo te gustaba, tú me gustabas. Vine aquí a vivir una vida mejor contigo y con
nuestros hijos. Yo viví el primer embarazo feliz y notaba que te distanciabas.
No te gusté embarazada. Me dediqué tanto a mi hijito recién nacido que te
olvidé pero tú me olvidaste también. Esa
primera vez cuando en lugar de una caricia llegó una bofetada debí haber
salido, debí haber ido a la policía. Pero usaste el hecho que no hablaba bien
tu idioma y que mi inglés es tan malo para hacerme regresar. Me pediste perdón
llorando y yo te creí. Yo te amaba.
Mírame, mírame otra vez, Mira mis brazos, mira
mis piernas, mira mi rostro. ¿Ya no soy
bonita verdad? Cómo serlo si cada vez
que te peleas con tus amantes vienes y me haces un hijo. No tengo tiempo para
ser bonita. Y tú te quejas y me llamas fea, me menosprecias. Por qué no te vas
entonces. Déjame sola con mis hijos que saldré adelante, siempre habrá alguien
que me ayude. Pero deja de golpearme. Me duele el alma. Me duele el cuerpo. A veces
no puedo más.
Cuando estas de
buen humor me invitas a salir, me pides que me ponga bonita y cuando hago lo
mejor posible me llamas puta. PUTA. Me insultas, no me respetas. Me odias y me
amas. No sé. Por favor mírame. Por favor déjame en paz. Los niños ya están grandes, ya se dan cuenta.
Por favor deja de golpearme. Por favor abrázame que estoy llorando, por favor
levántame que me estoy cayendo.
Por favor mírame.
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Respiró hondo. Se apoyó en mis brazos y se
levantó para salir de ese huequito entre el ascensor y las escaleras de la
estación de metro spaklerweg.
Ella es una mujer anónima y que representa a
una de ese 45% de mujeres que sufren de violencia doméstica en Holanda. Si ella
tuviera la oportunidad y el valor le diría todo esto a su pareja. Ella, cuyo
nombre no importa estaba sentada acurrucada en una esquina de la estación de
metro spaklerweg a eso de las 6 pm de un jueves, cuando todos se apuran en
llegar a sus casas y nadie se detiene a preguntarle si necesita ayuda. Tal vez
por su apariencia, tal vez por ser morena, tal vez por parecer estar sucia y
sin hogar. Sus sollozos no pasaron desapercibidos. Ella es un ser humano y no
merece pasar lo que pasa. En Holanda, un país tan avanzado, el 45%
de las mujeres sufre de violencia doméstica. Por arriba del 33% del
promedio de Europa.
Ningún tipo de violencia es aceptable. Nadie
tiene el derecho de dañar a otro ser humano.
El silencio nos hace cómplices. DEBAJO DE LA PLUMA. CíRCULO D.M.
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