20130531

ENTRE OLORES & VAGINAS




-No, no y no. Estoy realmente cansado. Estoy mal. No es posible que te hayan dado mis datos. Se supone que es anónimo. ¿Quién te los dio, quién? Los denunciaré. Yo no tengo nada que decir.

Dio un portazo fuerte, muy fuerte para desaparecer detrás de la puerta.

-¿Tú otra vez? Te denunciaré por acoso. Quién eres, que quieres.

Dio otro portazo y esta vez sacó la cabeza por la ventana. Se quedó mirando a la insolente. Bajó la persiana, la volvió a subir. La puerta que hace unos minutos fue cerrada con fuerza y cólera, se abrió y de ella salió Juvenil (un nombre falso por supuesto). Es un hombre alto, viene de Uganda, pero es un ex refugiado legal, asegura. Por eso se atreve a amenazar con llamar a la policía. Su legalidad le da derechos. Puede hacerlo, pero lo ha pensado. Denunciarla significa que su condición sería revelada. Y si se enteran en su trabajo. ¿Qué pensaran?

-Oye, escucha, no sé quién eres o qué quieres exactamente. Pero yo quiero saber quién te dio mi dirección y mi nombre, quién.

Demanda sin poder controlarse. Lo intenta, realmente lo intenta, pero no puede. Vuelve a alzar la voz, tira patadas a su puerta. Se tranquiliza, respira hondo, cierra los ojos. Voltea para ocultar su rostro entre sus manos.

-No quiero que esto se sepa. Es vergonzoso, entiendes. Y no quiero que entres. ¿Qué quieres?
-Supe que afrontas una situación muy especial que tal vez no está registrada. He buscado en Internet, he hablado con médicos y a uno le dio un ataque de risa. Quiero conocer más al respecto. Solo quiero conocer tu historia, compartirla y tal vez ayude a otra gente con el mismo problema.

Lo duda, pero acepta conversar. Le da vergüenza, eso está claro. No hay muchos como él, se siente único, pero no le hace feliz.

-¿Cuándo empezó?

-No lo recuerdo, pero yo era un niño y me gustaba estar entre las piernas de mi madre, ¿entiendes? Luego tuve problemas en la escuela, era una escuela de apoyo de alguna organización internacional, pero los profesores eran locales, torpes y solo me castigaban. Yo las olía y, sabes las mujeres allí huelen fuerte, muy fuerte. El olor está en mi cabeza. El doctor aquí dice que es psicológico, pero no es verdad.
-Hay un libro llamado el perfume que cuenta la historia de un hombre que podía oler todo. Tal vez es ese tu caso. ¿Qué más hueles con tanta intensidad?

-Nada, solo huelo entrepiernas.

Se agita, se exaspera, no le gusta reconocerlo. Poco a poco se tranquiliza. Se sienta de nuevo y se pasa los dedos por la nariz. Ella cierra las piernas casi al instante.
Juvenil es un negro aceituna como se les llama en Perú a las personas de color muy negro y liso. Tiene los ojos grandes, asustados, su cabello es aún más negro, rizado y apretado. Es alto y delgado. Sus dedos son largos y sus uñas están sucias. No sonríe, si lo hiciera se notarían los huecos que tiene por la falta de dientes. Y los pocos que tiene están torcidos y amarillos. Su dentadura es horrible, simplemente no debe sonreír, nunca.

-No sabía que era una enfermedad, asegura Juvenil

-No está clasificada como una enfermedad.

-Pero lo es. No es normal. O tú crees que es normal. Piensa que pasaría contigo si anduvieras por la calle oliendo pollas todo el tiempo. ¿Te imaginas?

-No, no puedo imaginarme. Sabes que es normal que a los hombres les guste el olor vaginal generalmente de sus parejas. ¿Cuándo te diste cuenta de que esto no era una cosa normal?

-¿Sabes lo que pasaba en Uganda, no? Yo tuve que ir, me secuestraron, cosa normal. Y había puros hombres. Todo bien, yo estaba feliz. Pero una vez llegaron a rescatarnos, yo tenía 13 o 14 años, casi no me rescatan porque soy muy alto. Nos llevaron en helicóptero. Una mujer blanca se sentó a mi lado. Tenía un olor fuerte, muy fuerte. Creo que fue el sudor. Porque además del calor, la zona es peligrosa y estas bajo tensión. Creo que por eso ella sudaba y sudaba entre sus piernas también. Su olor me excitó mucho y tuve una erección sin darme cuenta. Ella si se dio cuenta y frunció el ceño. No recuerdo bien, pero me vine con solo percibir su olor. Fue embarazoso. Malo. Me sentí muy malo.

Y se siente mal realmente. Tanto le afecta recordar que su mirada se nubla. Lo que él llama enfermedad le ha causado problemas.

-Luego, en el campamento donde viví la mujer blanca del helicóptero me observaba mucho. Me decía que yo tenía un problema. Una vez me castigo porque me encontró oliendo la entrepierna de unas niñas. Me llevaron a una sala y me dejaron allí por horas. Esa mujer me dijo que tenía que pensar mucho sobre mi comportamiento. Llegó un cura y me habló del pecado. Me convenció que tenía que castigarme a mí mismo cuando mi problema comenzaba.

Yo me castigaba con un látigo. El cura me explicó cómo hacerlo. Un día me buscó durante la noche, me dijo que quería conversar conmigo. Hablamos mucho, sobre muchas cosas. Me dijo que mi problema se podía resolver, que tenía que contarle lo que me pasaba, lo que sentía, como me excitaba, me preguntaba quién tenía el olor más fuerte, cuál me excitaba más. Él sabía que contarle mis cosas me ayudaba. Él me ayudó. Yo le contaba mi problema y él me escuchaba y me preguntaba mucho también. Era bueno conmigo. Me abrazaba fuerte.

Un día se fue. La mujer blanca lo echó, estoy seguro de eso. No tenía a quién contarle mi problema. Me sentía triste. Luego conocí a una chica. Al campamento llegaba mucha gente. Todos los días más y más. Esa chica tenía un olor diferente, bueno, me gustaba. Y ella también me gustaba. Pero su familia la vigilaba mucho, y no era para menos, era muy bonita. Un día no me aguanté y pasó lo que tenía que pasar.

-¿La violaste?

-No soy un violador. No me pude aguantar. Me sacaron del campamento y me obligaron a casarme con ella. Yo estaba feliz, pero ella no. Todavía me reclama.

-¿Estás todavía casado con ella. Vive aquí?

No responde. Y continúa.

-Pasaron muchas cosas, tuve muchos problemas, pasé por muchas cosas y llegué a Ámsterdam. Las holandesas huelen más que otras mujeres y es que sudan mucho. Las que no huelen son las asiáticas. No he podido percibir ningún olor de ellas. Son demasiado secas creo. Las latinas huelen mucho también pero menos que las holandesas.

Casi por instinto ella vuelve a cerrar las piernas, las aprieta queriendo evitar que cualquier olor imperceptible para los demás, salga de entre sus piernas, como Juvenil dice.

Juvenil tiene 43 años, 25 de los cuales los ha vivido en Uganda y el resto entre Portugal, Francia y Ámsterdam. Está casado con una mujer en Uganda y con otra en Holanda. Así obtuvo su nacionalidad. Vive solo ahora. Evita masturbarse porque no es bueno para su salud. Evita mirar a las mujeres para no excitarse en público pero lo que realmente lo logra son unas píldoras que lleva consigo y debe tomar todos los días que lo atontan y evitan que tenga una erección. Ya ha olvidado las sensaciones que produce estar excitado. Evita tener sexo. Va a la iglesia tan seguido como puede.

Lo que no ha podido evitar es sentir el olor vaginal. Lo huele en todos lados siempre que haya mujeres alrededor. Lo huele y ya no se excita. Ahora simplemente lo ignora. Pero no quiere que los otros sepan lo que le pasa. Le da vergüenza. No sabe si hay otros como él, no sabe si algún día se curará. Llegó a pensar que podría ayudar a rescatar mujeres de entre los escombros luego de un terremoto, pero no tuvo la oportunidad de viajar a Estambul cuando un terremoto casi destruyó la ciudad.  Sabe cuándo una mujer tiene la menstruación. El olor le repugna y prefiere sentarse lejos de ellas en el metro. Pero a veces no lo puede evitar. Prefiere ir en bicicleta a todos lados desde que un día subió a un metro recargado de gente en su mayoría mujeres.

-Casi me muero cuando sentí esos olores juntos, eran demasiados y varias con la menstruación. Desde entonces o voy en bici o camino. DEBAJO DE LA PLUMA. CíRCULO D.M.