Por: Emanuele Strapazzon
En esta pequeña y aprisionada aldea, puesta a raíz de dulces montañas, nada ocurre, nada sucede si no esporádicas muertes. Los hijos del campo, herederos de leyendas y hechos heridos, se retiran lentamente arrastrando sus vidas en ataúdes de cartón.
Nos queda que un rebaño en delirio, destinado a remorder una vida que no supo vivir. Miope, encajado en la geografía que lo vio nacer, sufrir, expirar y marchitar.
Bosques y verdes praderas, moho cerebral de humana-fauna hay hasta donde vista se pierde, marco de un riachuelo que extirpa las penas y arrastra los declives morados.
Paisaje de una vieja tela encogida, abandonada por un pintor ocupado en nuevas y absurdas tareas. Pintor distraído, sembrador de fracasos a lo largo del tiempo, que le nubla la vista y desangra su memoria.
Todo parece estancado, hasta la lluvia, que vital tendría que revivir cayendo, parece el espejismo de la misma y triste gota, mientras que el vuelo del pájaro mojado parece ficticio, enfermo delirio de una vida en derroche.
¿Quien sabe si algún día moraremos entre nubes lloronas? ¿Podremos admirar el valle que adorna la aldea, y el absurdo vagar de los espíritus que la habitan?
Por fin terminó la lluvia, y vuelven los boleros a danzar en mi oído perdido. Pero aquí, de perdido, hay mucho más que eso... un lugar oculto e ilegal a la vista.
Y vuelve la lluvia, determinada a forzar el ataúd de mis convicciones, ignorando, que veo sólo lo que YO quiero ver: una postal del olvido.
Desde siempre, el mismo infructuoso y absurdo escenario. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
Nos queda que un rebaño en delirio, destinado a remorder una vida que no supo vivir. Miope, encajado en la geografía que lo vio nacer, sufrir, expirar y marchitar.
Bosques y verdes praderas, moho cerebral de humana-fauna hay hasta donde vista se pierde, marco de un riachuelo que extirpa las penas y arrastra los declives morados.
Paisaje de una vieja tela encogida, abandonada por un pintor ocupado en nuevas y absurdas tareas. Pintor distraído, sembrador de fracasos a lo largo del tiempo, que le nubla la vista y desangra su memoria.
Todo parece estancado, hasta la lluvia, que vital tendría que revivir cayendo, parece el espejismo de la misma y triste gota, mientras que el vuelo del pájaro mojado parece ficticio, enfermo delirio de una vida en derroche.
¿Quien sabe si algún día moraremos entre nubes lloronas? ¿Podremos admirar el valle que adorna la aldea, y el absurdo vagar de los espíritus que la habitan?
Por fin terminó la lluvia, y vuelven los boleros a danzar en mi oído perdido. Pero aquí, de perdido, hay mucho más que eso... un lugar oculto e ilegal a la vista.
Y vuelve la lluvia, determinada a forzar el ataúd de mis convicciones, ignorando, que veo sólo lo que YO quiero ver: una postal del olvido.
Desde siempre, el mismo infructuoso y absurdo escenario. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
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