20080531

leer



Nos han hecho creer que leer forma parte de las competencias comunicativas tales como hablar, escuchar, escribir , a través de las cuales la ciudadanía expresaría y construiría sus necesidades, problemas y propuestas de solución. Se nos ha enseñado que las sociedades que alcanzan niveles más altos de bienestar son aquellas en las que su población está incorporada a la cultura escrita, y hace de ésta un mecanismo y un vehículo indispensables para lograr un diálogo social tolerante y respetuoso. Por lo ante-dicho los estados de los países en vías de desarrollo proponen estrategias y acciones novedosas que generen espacios y ambientes dirigidos a la promoción de la lectura y la formación de lectores. Espacios y ambientes que no se limitarían a lo escolar sino extender sus beneficios a todos los ámbitos de la vida cotidiana de los actores y sujetos de la educación. Todo esto, según mi modesta opinión, es en vano.
Antes de cumplir los cuarenta decidí no leer más. Una decisión resoluta e irreversible. Hasta los cuarenta compraba todo lo que se publicaba, de preferencia libros de literatura hispanófona ó traducciones de éstos. Leía el diario Volkskrant todos los viernes, puntualmente, y me comía Cicero, el suplemento cultural donde aparecen todos los libros nuevos de la semana. Cuando iba de vacaciones, que sucedía con frecuencia, compraba todo lo que podía llevar de equipaje y; muchas veces pagaba exceso de peso. Visitaba con frecuencia las tiendas de libros usados del centro de Ámsterdam. Leía de preferencia, antes de quedarme dormido, en la cama. Mi velador estaba siempre repleto de libros. Leía con frecuencia cuatro ó cinco libros al mismo tiempo. En mis días libres me decía a mi mismo: "hoy no haré nada, solamente leeré". Y resultaba más cansado que cuando trabajaba. Mis noches de lectura empezaban aproximadamente a eso de las veintitrés horas y terminaban casi siempre a las cuatro de la madrugada. Me despertaba cansado, agotado, sin ganas de trabajar y lo peor de todo con un dolor de espalda insoportable. Capaz de influenciar totalmente mi estado de ánimo, durante el largo día. Mi mujer más de una vez de despertaba para hacerme recordar que hora era. Terminando muchas veces en el dormitorio reservado para la visita. Otras veces, cuando no tenía otra escapatoria, me quedaba en la sala acostado en el sofá leyendo hasta caerme de él y despertarme bruscamente, para luego ir a dormir a mi cama. Leer? para que? Para tener un tema de conversación en una reunión social. Para salir, por tan solo un momento, de este mundo mediocre. Para fantasear una vida mejor ó peor. Para saber más? De qué sirve esto? Para parecer un hombre interesante, quizás semi-intelectual? El catalizador de esta decisión fue el ir conociendo gente que no leía. Al principio este círculo era inaccesible. Esta gente no se encuentra en la biblioteca ó en las librerías ni en cafés literarios. Esta gente se encuentra en la costa del sol, y en los alrededores de los cafés del Leidseplein. Ellos, los incultos, parecían más alegres, sin otros intereses que ropa de marca, autos de lujo, tetas de plástico y viajes a las costas de España. Empecé a leer por aburrimiento. Como no tenia nada que hacer, me iba a la biblioteca y leía todo lo que encontraba. Primero sólo en inglés, después en holandés e italiano. En la biblioteca a veces se venden libros que la gente ya no lee. Estos libros iban a parar a mis estantes, perdón, al suelo de mi casa. Estos libros fueron los primeros que ingresaron a mi casa. Libros rescatados en Holanda. Los libros que traje del Perú eran pocos y la mayoría de ellos me los habían regalado. De tanto leer tenía canas hasta en la cejas y mi ropa se fue oscureciendo progresivamente hasta andar solamente de negro. Hasta me convertí en daltoniano. El mundo se me limitó a los colores blanco y negro. Ahora no tengo un sólo libro, excepto la guia telefónica, si a esto se le puede llamar libro. Fui regalando mis libros, con algo de dolor en mi corazón. Ahora tengo mi estudio más amplio que antes. Pues los libros habían ocupado casi tres partes lugar donde habitaba. Encontré algunos ratones muertos entre las rumas de libros. Me dí cuenta que muchos libros ni siquiera los había ojeado. Otros que por alguna razón incierta habían llegado a mi estudio. Mis libros, cómplices de noches interminables y motivos de peleas conyugales. Mis libros, aquellos donde solía coleccionar vello pubical de mis amantes femeninos y masculinos. Recuerdo la primera vez que hice esto. Por curiosidad había guardado el primer vello púbico de mi primera holandesa. En que manos habrán llegado a parar. Anotaciones inútiles y recuerdos sin importancia. Algunas veces escondía mis tarjetas de crédito en libros y me olvidaba donde las había ocultado, con todos los problemas que uno se puede imaginar, sobre todo a la hora de viajar a otros países. Escribo todo esto en un lugar vacío. Mi estudio.

© 2008, R. de López