Camisa de fuerza.



Por Luciano Delillo.

Episodio 1.

Desperté en la cama de un hospital olvidado por el tiempo, un lugar oxidado con olor a detergente. La luz que se colaba a través de las cortinas estaba descompuesta. A mi alrededor, los cuerpos estaban amarrados, sujetos a sus camas por unas correas de cuero. Todos ellos, seres feos, hombres, venían de Zonas de Emergencia, espacios de conflictos armados, pero había una excepción.

Ella estaba allí, la esposa del policía. Esa mujer cuya sombra nunca se deshizo del asesinato de su hijo recién nacido. Se acercó a mí como una sombra que no entiende de tiempo ni de espacio. Su aliento, pesado, me invadió. Sabía a nicotina y a alcohol.

"Te pusieron la triple", susurró al oído. Sus labios tocaron el lóbulo de mi oreja, una mordida lenta, casi sin razón.

Intenté moverme, sentarme, pero mis manos estaban atadas. La camisa de fuerza me ahogaba como una segunda piel. Intenté recordar quién era, qué hacía allí, pero el esfuerzo se desvaneció en un bostezo de impotencia.

"Tranquilo", me susurró de nuevo, pero esta vez, las palabras eran un eco que no dejaba de repetirse. Cerré los ojos y caí de nuevo en un largo sueño. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.

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