20220707

Noches de Warmoestraat - José Diez aka Atawallpac.


Es aquí, en Ámsterdam, año 1982. Warmoesstraat era la calle peatonal de la zona roja más concurrida por todos los turistas del planeta. Estaba embellecida de escaparates mostrando los tamaños de la pieza erótica, la que unas cuadras alrededor tropezabas con las bellezas centro europeas, designadas a los deportes del precio, para quemarse suavemente en los infiernos del goce junto al minutero electrónico. 

El Caporal que controlaba todo ese barrio de acogida era un negro alto y macizo, experto en la destreza de las artes marciales y la chulería. Motivos desconocidos es que este honorable señor de la noche tuvo problemas con un joven turco totalmente opuesto a su tamaño y habilidades. Pequeño, escuálido y desgarbado frecuentaba lugares temidos en los bajos fondos del trapicheo. Una noche de alboroto y confusión sonaron tres disparos, y el negro viajó a los brazos del todopoderoso. 

Detrás de esa calle caliente había otra, terrible y amenazante para transitarla. Estaba generalmente llena de gentes de color, antillanos, árabes, latinos, turcos y del sur y este de Europa; ensimismados en las inyectadas de heroína. Ofrecían un desfile de miradas nada acogedoras que el miedo era comparable a las películas de terror para los que entraban a sus dominios. Un día ofrecí mi mirada en la oscuridad a un negro que caminaba enloquecido por el mono (delirios) y sus ojos saltabaron como bestias enfurecidas y descontroladas. Paré en seco y lo miré con un poco de malestar como quien arroja la muerte en el camino. Quedó quieto y en su lenguaje mental pensaría y ...este tío. La vida te da sorpresas diría la canción. Bueno pues, desde entonces fueron desapareciendo por arte de magia. 

Hasta 1,988 la bella Ámsterdam, la ciudad de las alucinaciones, la fanática de los desenfrenos, fue cambiando de cara porque fueron llegando otros tiempos; con la novedad de ser un día uno de los países de la piratería comunitaria. Pero esa época, la terrible época de los refugiados latinos que llegaron en manadas al Occidente próspero y “humanitario” trajeron en sus alforjas los secretos del mundo. El arte de la música y sus tradiciones, el machismo español, la gastronomía de sus naciones, el perico ripiao, la salsa caribeña, el tango de salón, los atuendos andinos; los patacones, el asado, el ceviche, el fútbol, el ciclismo y el arte latino. Por esas calles de Amsterdam de André Hazes, conocí al che Ovidio por una mera casualidad. Andaba con el gordo Alberto, el uruguayo que vivió igual que yo en Palma de Mallorca en el '73, unos 10 años atrás. 

Santo Domingo era bar regentado por el maño de la España aragonesa. Más allá estaba la del Vasco que mantenía Juan el generoso, quien le daba marcha al vacilón. En el bar del Maño siempre llegaba el negro Ciriaco que era un músico callejero y bonachón de la Guinea Ecuatorial. Tres pelucas de mujer le acompañaban: una rubia, una pelirroja y una blanca. Verlo era despampanante. Su presencia causaba alboroto y de paso, un afecto sincero. Antes de entrar- Atawallpac, me decía, hoy me voy a poner la rubia sucia y la gente de los alrededores se partían de risa. ….y la cara era de una rubia. 

Por esas calles del barrio rojo o de prostitutas educadas que transitaban los señores de la caballería, ostentosos en inyectarse heroína traída de Afganistán. Los ojos laminados por la droga mostraban esa apariencia. Cada verano era una fiesta interminable. Muchos se agenciaron del negocio rentable y montaron el sueño de los restaurantes. El gordo Ovidio firme en sus propósitos lo eligió en el corazón de la ciudad frente al cine Krasnapolsky. Fue un pequeño lugar acogedor que un buen día y de buen tiempo se le apareció el maestro payador, Atahualpa Yupanqui, que con un par de canciones argentinas fue como una forma de glorificar su local. Por ese entonces la ciudad de canales quedó bien repartida con unas 20 salas de fiesta para que el sabor de los ritmos persuadiera a las muchchas ¡oh, maravilla! a los flechazos del corazón. ¿Qué me dice? ¿bares y restaurantes latinos? Habían muchos: el Macondo, el Tango, la Cabaña,del peruano Manuel, la Casona, el Mirador, el Refugio, del chileno Garrido. El Huaso, el Duende, el Tumi, el Paisa, la Carreta, etc. para ese contingente de sabores. 

En la calle de Quellijn, arriba del restaurante Picasso; Ovidio y Alberto, armaron una fiesta por la llegada de Apio, una noche de luna blanca entre los que se encontraba el pintor de cosa nostra. José Luis, el sauce, Tiziana; no sé si después el colorao Fernando, y otros compadres de la juerga. Esta zona era el barrio De Pijp o la pipa, donde existía el restaurante de Ángel con el mismo nombre. Era un andaluz muy chévere.  Uff, esos lugares eran como hospedarse en las alcobas calientes del infierno ¡qué marcha!. Parecía una ciudad intoxicada de hasj, marihuana, porros de pasta, brandy, carajillos, tragaperras, entradas y salidas de pescadores en busca de las noches maravillosas de Aladino con su lámpara a todo color. Lima, Buenos Aires o Bogotá, pueden ser 8 o 10 veces más grande que esta Venecia del Norte; pero jamás tendrá el encanto, la fiebre, el éxito, la ensoñación, la personalidad y el carisma que la representa. Opinión que compartieron centenres de seres de todo el mundo. Es más, en ese epicentro del ardid público, la juerga se alternaba con la lectura, en cuertos lugares del enmarañado mundo de la diversión; las instituciones del mundo latino con la librería José Martí, Molinos de Viento, el Spaans Seminario, el CEDLA. El Spaans Seminario quedaba detrás del Palacio de la reina. Era un instituto para idioma y tenía algunas facultades para sociología, economía y otras profesiones. En la biblioteca me refugiaba durante horas leyendo cuentos, historia, poesía y uno que otro tema de economía y política. En hora de descanso subía al comedor bar para beber café o gaseosa y mirar ese manjar de frutas que eran las estudiantes en los cursos de español. ¿Mamitas? Casi todas. Allí nacieron los noviazgos fugaces. A la mesa se sentaban Adán Campos, Jaime Arguedas. Patricio Olavarría se juntaba con Mitchel, Samuel, el marroco; Ali, el turco, Pupi, el abogado argentino, Harold Lara,el pintor y Óscar, el poeta. Luego terminaba en una mesa en la que llegaba el sauce, de vez en cuando el colorao. 

Una familia de trovadores en busca de sexo educado y compañía internacional. Claro, ante todo esos excesos de la noche anterior buscábamos la paz en la lectura. De ahí salíamos hacia el comedor de estudiantes en busca de aventuras y de paso a llenar el estómago. La fiesta de ese mundo duró tanto que ya puedo cerrar los ojos de ternura y locura que me ofreció la vida sin romper el respeto con los seres que me rodearon. Escrito el 10.12.2020. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.

1 reacties:

  • Anónimo says:
    8 de julio de 2022, 12:48:00 p.m. UTC

    Querido Atahualpac. Te felicito por esta iniciativa y espero que continues escribiendo sobre esta epoca memoriable para nuestra comunidad hispanoamericana en Amsterdam.." fuente, fuerza y soporte de importancia vital en nuestras vidas es fruto de una leal amistad" Un saludo amical. Adan