20220127

Voz en el viento - Eldar Akhadov.





Introducción de Juan C. Tajes.

La infancia es el reducto de la memoria. Paisajes de la infancia. Paisajes de la memoria. Recuerdos de posibles mitologías. Eldar Akhadov, poeta que canta. Palabra poética. Sentimiento sin sentimentalismo. Más cerca de los poetas rusos románticos que de los poetas rusos estructuralistas. El ambiente sugerido por su poesía me llega muy de cerca. Su “Voz en el viento” resuena en los ecos de antiguas leyendas. El tono de su poesía, en parte gracias a las acertadas traduciones de Nadia Koval, roza la precisión y el vuelo del lenguaje profético de los libros místicos. La borrachera en un choza de la Taiga anuncia la resaca de otras borracheras, las de personajes literarios y las de inspirados escritores. El tiempo poético es un puente efímero; se derrite como el recuerdo de la nieve que cae, es la presencia misma de la nieve.  El invierno no es cualquier invierno, sino el invierno de la literatura Rusa, el invierno de Tolstoi, de Dostojevski, de Gorki, de Pushkin, de Chejov, de Esenin, de Bulgakov, de Majakovski, de Jevtuchenko. La nieve sigue cayendo, a pesar de la ausencia irremisible, impuesta por la muerte del ser querido. Ausencia presente en el hogar de antaño. El padre ausente, el niño pide que le hagan un padre de papel Y el recuerdo de la madre, la hermana, la amada. La presencia geográfica del amor.

El poeta escribe “En Argentina, estuve yo en Argentina”.  Esa evocación precisa se transforma en mi evocación personal de Buenos Aires; no es Eldar, soy yo el que camina nuevamente bajo el florido jacarandá y soy yo el que admira el quebracho de hierro, y aún me sobrecoge la enormidad de los inolvidabes ficus de Recoleta y de Plaza San Martín. Soy yo quién escucha el crugido de sus recuerdos y soy el mismo que alguna vez ha navegado en un barco hacia ninguna parte, detrás de una estrella. Quién sabe  si no era la misma estrella.

El poeta busca a su patria como quién busca el paraíso, para descubrirla finalmente en su geografía interior. El paraíso no existe fuera de nosotros, no es un lugar, es inútil buscarlo porque lo llevamos dentro. Los mortales estamos solos en el mundo, que es fruto de bienes y de males. Tal vez es la añoranza de la tierra prometida, tener un lugar propio en el que acurrucarse, para calentarse al abrigo de la barba canosa de Dios.

2022. 


Presionar arriba, la fotografía del autor, para ingresar al libro.SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.