Por Miguel Rodríguez.
El día ocho de octubre del 2020 según el calendario gregoriano, año 132 de la nueva era, mi tía gala Madame Niels « sacó la maleta », como dicen los inmejorables colombianos, o sea, « marcó calavera », o sea « mancó », en léxico de Perú campeón… Ya era una dinosauria de 95 abriles, un día de hace tres meses volvía el suscrito del supermercado, los bomberos estaban en mi jardín, bajaban a mi tía en camilla, le había dado un yeyo, es decir, un patatús, hospital, luego hospital geriátrico, visitas prohibidas por esto del virus planetario, complicación pulmonar, la Pelona le dio el guadañazo y chau… El ciclo vital, es decir también mortal, todo en orden, inmersión en tierra en la cripta familiar, un repellazo de cemento fresco, y ya.
Yo no quisiera irme nunca de este paraíso, de este jardín, amigos, pero caballero, tendremos que salir de aquí como Periquito, ¡poquito a poquito! Inspirado en la gran fiesta, banquete y borrachera hasta las cuatro de la mañana, con ocasión de la sacada de maleta del papá del vecino Michel, un cocharcas que ya rasguñaba el siglo, yo quise imitar ese jolgorio del que siempre me acuerdo, la muerte es tabú en Francia, es lo más discreto del mundo, yo he visto carrozas funerarias huyendo al amanecer rumbo al crematorio, ni siquiera cementerio, es la primera vez que algo así en las Galias, le comento a Michel, que es un chiquillo de setenta, qué alegría, qué buen pretexto para reunirse, para comer y tomarnos unos buenos tragos, al final que nadie joda, es el ciclo natural, el muerto al hoyo y el vivo al baile… Ja, ja, ja se ríe mi vecino filósofo.
Como el entierro era a las tres, yo me dije, el tiempo de ir a Aix, la ceremonia, toda la cojudez formal, regresamos, tipo cinco seis, todo depende de la circulación , somos más o menos unas veinte personas, yo puedo preparar un aji de gallina verdadero, con ají amarillo verdadero, sembrado, cultivado y amorosamente cosechado aquí, en el huerto de mi castillo, junto a los tomates, junto al choclo, junto a la alcachofa, ají de gallina para diez comensales, un chile con carne con verdaderos frejoles y verdadera carne, no carne molida, no carne dura para la « daube », verdadera carne, pecho, « paleron », la espaldilla como dicen nuestros tíos hispánicos, para las otras diez, dos kilos de arroz, dos cajones de vino de cinco litros de mis dominios Bargemone, y ya, pero no, reyerta verbal y choque cultural con Boconcita y mi familia gala, ellos prefieren algo suave, nada de comida, nada de música, nada de fiesta, quesos, salchichón, mortadela, jamón, pan a profusión, unos aperitivos, y ya, bueno, como quieran, digo resignado, pero, ¿qué hay pa chupar? Queda el whisky, queda el pastís, queda el Martini, queda el ron y otros licores, la cava personal de mon tonton Robert, dice Boconcita, bueno digo doblemente resignado, como ustedes quieran.
Pero yo jode que jode. Como la víspera había hablado con mi tía Edith vía Whatssap, me sugirió preparar unos sanguchitos de pollo con mayonesa, perfecto, digo, se puede acompañar con una ensalada rusa, full mayonesa, en ese caso me quedo aquí, le digo a Boconcita, yo preparo todo y los recibimos, pero no, chéri, dice ella, ya nos pusimos de acuerdo, merci quand même. Tipo cuatro y media vamos llegando a los bellos jardines, unos llegan en calesa, otros llegan a caballo, otros en coches del siglo 21, al castillo de Lambesc… Sacamos las fuentes, los entremeses, los jamones, los salchichones, las papas fritas, las aceitunas, el maní, el pan, el trago que el tío Robert no se pudo chupar durante su estadía terrestre, hace un poco de frío, pero no tanto, de todas maneras lo mejor es el jardín, mi jardín, mi paraíso, la sombra de las higueras, de los nísperos, del árbol de nueces, el perfumado rumor de los laureles, nadie, ni siquiera ellos, saben que son mis laureles, pero son, una ninfa amada por el libidinoso Apolo fue convertida en laurel, para huir de su asedio, me acuerdo…
Mi vecino Michel es el propio, el duro, como dicen sabrosamente los colochos, es el hombre de la situación. Nos explica las mil y un posibilidades de lo que podría pasar, aunque en este preciso momento yo soy el Marqués y el dueño efímero, como todo, de mi castillo, del castillo de Lambesc, a comer, a bailar, a chupar y a pichar quel mundo se va cabar, de lo que podría pasar en la eventualidad dolorosa de que mis propiedades… Al parecer la tía Niels no ha designado propietario, heredero o legatario directo. La tía Niels era una viejita bien jodida, qué digo, jodida a la enésima potencia, más mandona y más terrible y más jodida que Clotilde o que Julia, heredera directa en el arte de mandonear de la Mandona arquetípica de los cielos platónicos, solamente para que vean, amigos, pero como yo soy querendón natural, le tenía afecto, de pronto me recordaba a las fieras familiares del Reino… Por el momento, pánico total… ¿La herencia? ¿Quién hereda el castillo? En teoría, la legataria directa es mi suegra, de modo que me sobo las manitos.
¡Pero no! ¡El legatario principal, único, resulta ser el hermano de Boconcita! De inmediato el pata se manifiesta… Su única intención es destruir el Castillo y vender mis propiedades del amor, suyas jurídicamente hablando, vender lo más rápido posible, beneficiar al máximo obviamente, de modo que vayan alistando sus maletas, dice perentorio, pero yo digo carajo estamos en tiempos de pandemia y de tregua invernal… ¡No jodas! ¡Saldremos del castillo en marzo, no bajo la nieve!... El sublime estado franco, el mejor estado del planeta Tierra, pide, en estos casos de herencia, un porcentaje alto, relativo al valor del Castillo, si el heredero no es directo, por eso el pata quiere vender rápido, por no decir inmediatamente… ¿Y los gatos que adoptamos? ¡Drama de felinos! ¡Mimine! ¡Mockatine! ¡Rustine! ¡Osho!... El invierno pasado –otra era glaciar– apareció en la ventana de la cocina, que también mira al bosque y a la residencia de Madame Vignier, viejita también a punto de sacar la maleta, una hermosa gatita salvaje, criada por las fuerzas de Natura, habitante del bosque, que de inmediato adoptamos, croquetas y pellejos de pollo par comenzar, al cabo de tres meses pudimos tocarla, luego acariciarla. Y cuando se puso a ronronear nos sedujo por completo.
Segunda versión del drama de cuadrúpedos y bípedos
Y como somos amorosos de los gatos, hace seis meses más o menos, adoptamos a Mimine, así la bautizamos, prontamente cortejada en su período de celo por tres gatos, Félix, un joven de pelaje negrísimo y una mancha de algodón en el pecho, que era como su enamorado y se la pasaba acariciándola y tratando de montarla, luego un fuerte gato atigrado, que solo merodeaba, luego el admirable gato de pelaje beige, ya viejo, cojo, tuerto, con un bracito roto, pero pretendiente tenaz, asi de divina es la vida, así es el divino instinto, así es el divino sexo.
Cierta noche, amigos, soñé que estaba acariciando unos gatitos que ronroneaban al alcance de mi mano derecha, y también a Mimine, los gatitos eran tres, los tres atigrados, no eran hijos de Félix, no eran hijos del heroico gato beige viejo y casi mutilado, eran los hijos del más fuerte, del atigrado que sólo merodeaba, pero era un sueño, y en el sueño acaricié a los gatitos que todavía estaban en el vientre materno…
Durante dos meses seguimos alimentando a Mimine, que obviamente comía por cuatro, yo siempre le daba buenas sobras, pellejo con residuos de pollo por ejemplo, con hueso incluído, o sardinas frescas compradas en el supermercado Casino, o restos de camarones flambeados, a veces atún, aparte de las croquetas y las terrinas, Mimine feliz y nosotros también, pero como era un felino salvaje, de los bosques, no se dejaba tocar ni mucho menos acariciar, lo que era nuestro objetivo desde el inicio.
A los tres meses, por fin se dejó tocar de pasadita. A los cuatro meses empezó a ronronear y se dejó acariciar, nostros felices. Y a los seis meses, una mañana de sol en los jardines posteriores del castillo de Lambesc, Mimine, madre flamante, apareció con sus tres magníficos engendruelos, de modo que empezamos a alimentarlos, por el momento imposible tocarlos o acariciarlos, sólo pedían comida sólida, la leche materna ya no bastaba, después se perdían en el bosque, hasta la cena, hasta el desayuno, hasta el almuerzo, y así sucesivamente…. « T’as vu, chérie ? Tous les chatons sont tigrés ! Comme dans mon rêve ! »
De pronto corrió la voz en el vecindario de felinos… « ¡Allá, en esa ventana, hay un restaurante para nosotros, los gatos, amigos! ¡Se come muy bien! ¡Restos de camarón! ¡Spaghetti a la carbonara! ¡Un plato llamado seco de pollo!¡Pellejo de pollo! ¡Huesitos de pollo! ¡Atún! ¡Sardinas! »… De la noche a la mañana, salidos de la nada, se aproximaron al gran restaurante dos gatos vecinos, una atigrada y peluda tipo angora, y el gato siamés de enfrente, empezaron a aterrorizar a nuestros gatitos salvajes, para robar la comida del restaurante.
Mientras tanto, mi gato, caballero, no decía nada, verdaderamente caballero, sólo miraba, él también es castrato, es caprichoso y malcriado, ha sido humanizado, antes se llamba Mao Tsé Tung, ahora se llama Farinelli. El aristocrático Farinelli sólo come croquetas, cierto tipo de croquetas y de cierta marca… Farinelli no come pellejo de pollo ni sobras… Pero por joder come, para dejar su baba, la comida de los nuevos felinos… Aparece Mimine, hija directa de Natura, Farinelli sale huyendo, no te preocupes mi gato, le digo acariciándolo, aquí tienes todo, agua, croquetas, garaje, sala, sala de baño, tu palacio adentro, tu jardín de Versalles afuera, deja tranquilos a los gatitos, ¡sino Mimine te da tres sopapos!
¡Drama de felinos y de otra especie animal, dos bípedos humanos! ¿Que nos vamos? ¿Hay que irse? ¿Así, en invierno? ¿Y ahora bajo la nieve? ¡Tú también estás muy cojuda, Boconcita! ¡Si tan huevona eres te vas tú! ¡A mí de mi castillo no me saca nadie! ¡Nadie es desalojado en Francia durante la tregua de invierno! ¡En tiempos de peste y pandemia! ¡De toque de queda! ¡De confinamiento! Llamaradas me salían por las narizotas dilatadas, llamaradas por los ojos y las orejas, nada qué hacer, tendremos que salir en marzo a más tardar.
¿Y mis murciélagos? ¿Y mis culebras? ¿Y mis faisanes? ¿Y mis urracas? ¿Y la divina ópera de mis pajaritos al amanecer? ¿Y la caricia de mi luna llena, amorosa sobre de la cabellera de los bosques de Lambesc?... Es noche de plenilunio, estoy pasablemente borracho, estoy en el bosque, nunca he visto una luna más hermosa, disfruto de cada detalle, de cada reflejo en la piedra, de cada reflejo en el arbusto, de cada reflejo en la piel del árbol, del canto de los sapos, de los ladridos del perrazo del otro castillo, de la proximidad de los panales de abeja, todo bajo la plata de la luna, tú estás al otro lado del Atlántico, ahora te espero bajo la nieve en el castillo de Lambesc, noviembre del 2018, todo ya pasó, todo sigue pasando…
¿Y tus plantas? ¡ Por lo menos diez hermosas plantas en maceteros! ¡Y tu huerto? ¿Y tus alcachofas? ¿Y tus tomates? ¿Y mis lagartijas? ¿Y mis pericotes? ¿Y mis ratitas de huerto? ¿Y mis ciempiés? ¿Y mis pulgas ? ¡Acuérdate, amor! ¡En tu huerto sembraste y triunfal surgieron los ajíes amarillos casi idénticos al dios ají amarillo del Reino!… Mis arboles frutales… Mis laureles… Mis nueces… Mis manzanos… Mis cerezos… Mis nísperos… Mis higueras… Mi romero… Mi salvia… Mi laurel… Mi tomillo… ¡Mis yerbas de Provenza al alcance de la mano, un día cualquiera! ¿Y mis juncos del Nilo? ¿Que pasará, tío Robert? Pase lo que pase, ¡salud por eso! Y como diría Giorgio, ¡no tengo deudas con el universo! ¡Salud por eso! ¡Chau, castillo de Lambesc! ¡Caballero! SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
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