20200825

DIONYSOS PATER LIBER (Dieciochoava vértebra)






XVIII.





Siempre seguiré caminando, como esta tarde, por el camino que nos conduce, prácticamente de la mano, a la playa desde el Park Hotel, hay un puentecito, el gato Félix entrevisto ayer desapareció, el perrazo gris, totalmente bastardo y ladrador, sigue amarrado a una soga, sino se avalanza sobre nuestros átomos apretujados y los muerde, sombra y fragancia de eucaliptos, de nuevo los nísperos, de nuevo el romero, de nuevo las rosas, la higuera y el olivar de Creta flotan en el viento, la buganvilia de Creta flota  en el viento, todo en el viento, los amores, el pasado, el presente, el futuro inexistente, los ficus, el Minotauro en el viento, Ariadna en el viento, Teseo en el viento…

      Más tarde, bronceados y golpeados por el sol de Icaro, incursión al centro de Heraklión, una chela frente al puerto, al frente un fuerte de cuando los invasores venecianos, el bramido de un avión sobre nuestras cabezas, en la semioscuridad violeta… ¡Mozo! ¡Por favor! ¡Una chela en vaso maravilla y una copa de vino para mi hembrita!... En ese instante, oyendo los latidos y respirando la respiración del Mare Nostrum, comparecen dos palabras griegas, Kosmos y Apokalipsis, ΚOΣMOΣ, orden del universo, pero también mundo y espacio, AΠΟΚΑΛΥΨΗ , apokalypsi, acción de descubrir, revelación… En fin, más de dos mil años de delirio y de cojudeces… Más tarde, ensalada griega y chancho a la brasa en el Perasma restaurant, vino blanco de Creta, esta noche soy capaz de recitar los 234 nombres de Dyonisos Lehnos… De nuevo el viento, ahora trae consigo el Canto CXX del viejo Ezra:

 

I have tried to write Paradise

Do not move

Let the wind speak

That is Paradise

Let the Gods forgive

what I have made

Let those I love try to forgive

what I have made

 

El peso de plomo de la pesada tradición no es nada. En la vida real, yo, o mejor dicho mi corpachón, rebasa los ochenta kilos, ya no tengo cintura, mi cachete postula a doble cachete, guata es guata, pero esto es apariencia, cada día que pasa estoy convencido que la esencia sutil no tiene principio ni fin, como la vida, y que hay que ser bien ingenuo para creer que el mismo es obra de un viejo barbudo hebreo, con bata blanca. Según Boconcita, que también es capaz de delirar, está gorda, quiere adelgazar, de pronto me doy cuenta que nada de esto que digo tiene sentido en la noche de Creta, pero como somos cristianos, nos flagelamos, nos martirizamos psicológicamente, nos sentimos terriblemente culpables, nos reprimimos en el comer y en el beber, aunque yo no tanto. Junto a los culpables reprimidos, una maravillosa pareja de gordos, con toda certeza protestantes o paganos, piden y piden, piden chelas, piden pizzas, piden vino, piden postres, mientras que nosotros, los cristianos flagelados, luchamos por darle mate a una pizza mediana, mientras que los gordos no culpables acaban con todo, arrasan con todo, el pata gordo es igualito a Pavarotti. Pesadamente, yo pienso: mientras sufra, seré cristiano; mientras me flagele, seré todavía más cristiano; mientras me sienta culpable, seré el cristiano por excelencia, pero apostólico y romano, no protestante, aunque en realidad lo soy, me la paso la vida protestando… Aquí, en la patria mayor, antes de la plaga de langostas del cristianismo, me siento como Pedro por su casa, Bizancio no me interesa, los monjes del Monte Athos son patas que apestan, la patria mayor es la de Heráclito y la que siguen transmitiendo los poetas griegos hasta el sol de hoy… Aquí, prevalece la generosidad… Después de las montañas de comida, nos ofrecen postre y digestivo gratis, junto con los rostros de la risa y del afecto… Pero lo que más me gusta, como en Italia, como en Portugal, como en España, son las altas voces y los tremendos decibelios típicos del Mediterráneo… En Francia, patria de otro tipo de reprimidos, en los restaurantes casi no se habla, los comensales sólo susurran, como si se estuvieran escondiendo de los padres flageladores, bien cristianos, que les jodieron la infancia y la vida entera… Ahora, recuerdo una montaña de grandiosas y alegres sandías en Heraklión… Luego, el dios desvía mi mirada, la fija en un barco, chalupa o minibolichera llamada Minotavrvs, anoto el detalle saliendo del puerto. Al frente, la mole del fuerte veneciano, que mañana visitaremos. Ese restaurante de siempre y de pronto de nunca jamás, se llama Rocca a Mare. En inglés, refiriéndose a la mole ocre besada por la luna, leemos: Venetian fortress… He vuelto en la escritura al centro de Heraklión, y seguimos avanzando. Otro nombre de calle. El poeta cretence Emmanuel Zane Bounidis. La mágica Wikipedia me informa que hablaba, o mejor dicho que escribió, de la ocupación otomana, del eterno enemigo turco, de la dispersión de cristianos, de la islamización, todo esto que refiero me parece vergonzozo, de pronto algún día el islam será la religión predilecta de los borregos planetarios, normal, son más jóvenes y obviamente más terribles y vigorosos que nosotros los cristianos… El Malecón, parecido por momentos a la Corniche de Marsella, se llama como el famoso primer ministro de la época, Elephtérios Venizelos, Eleuterio el Venezolano, y ahora viene lo interesante para el interesado. De Venizelos deriva el nombre de la bella Venezuela. De regreso a las Galias, el gran Alberto de Dignes me dirá que Américo Vespuccio era veneciano, él descubre Venezuela que todavía no se llamaba Venezuela, chozas sobre pilotes, ¡Como en mi Venecia! exclama ¡Mi Veniciola! ¡La pequeña Venecia! ¡Piccola Venichuola! Con este pensamiento me duermo en el Park Hotel, acariciado por el aire acondicionado y amado, siempre, por Boconcita la bella. Américo Vespuccio el venezolano. El descubridor de la bella Venezuela. Venecia. Venezuela. Esto me recuerda al evangelista emblemático de Venecia. Llevo buen tiempo consagrado al estudio del expediente Marcos. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.





Bonus, para leer como cangrejo, la XVII vértebra.