por Miguel Rodríguez.
Después de mi clamoroso fracaso como ayudante de piscinero, chulillo de
albercas, cepillador de baños, verificador de ausencia de condones en los
mismos, auscultador de vestiarios, recogedor de basura, medidor de cloro, del
clima y etcétera etcétera, amigos, decidí no aceptar nunca más ese tipo de
faenas.
Resulta que el jugador aquí presente quedó medio estropeado, con fierros y
tuberías instaladas en su cuerpecito, después de un accidente el año de 1998,
cuando andaba como loquito por otro chancho blanco, accidente que será
comentado por sus biógrafos, en caso de que los tenga. Resulta también que mi
Marranito de Persia, vía una clienta del banco donde trabaja, clienta
hispanista, amante de la literatura, de la poesía y de nuestra producción,
resulta pues que mi Chanchito de Sumeria en su loable intención de restituirme
al mundo y a la cordura, e interesado en mi supervivencia y bienestar, me
consiguió ese maldito trabajo. Y lo consiguió gracias a la palancaza de Madame
Belmonte, quien ocupa un puesto importante en la alcaldía de nuestra ciudad,
Aix-en-Provence. Imagino que es amiga o allegada, o de pronto correligionaria,
de nuestra alcaldesa, Madame Lemaire, quien me escribió para anunciarme la
noticia fatal. Para ser franco, no creo que nuestra alcaldesa se haya dignado
escribir personalmente al poeta parásito, pero en fin, en estos casos
secretarias o amanuenses cibernéticos redactan el documento, las autoridades
firman y ya. Nuestra alcaldesa es una persona encantadora y sonriente, me
acuerdo del día en que casó, con la franja tricolor de las Galias, al Señor
Momo y a Maribel, mi sobrina, después tremendo fiestón que para qué les cuento…
¡Nunca me hagas eso, Madame Lemaire! ¡Muchas gracielas a tí, Madame Belmonte!
¡Pero te digo lo mismo! ¡Nunca me hagas eso! ¿Cómo se les ocurre, aunque sea
vía Lechón, conseguirle trabajo al indomable poeta parásito? ¿Que se las pica
de poeta maldito, además? ¡El Señor poeta parásito trabaja y trabaja! ¡Trabaja
hasta cuando duerme! ¡Hasta cuando se emborracha! ¡Sobre todo cuando se
emborracha! ¡Hasta cuando come y picha! ¡Hasta cuando mea y caga! ¡Trabaja
sobre todo cuando sueña! ¡Pero en
otro dominio! ¡En el espíritu puro! ¡Para escribir sus cojudeces! No importa.
Caballero. El mundo es lo que ocurre, o sea nosotros, puesto que nosotros somos
el mundo, sépanlo. Aquí estoy. He vuelto
la bella ciudad de Aix-en-Provence. Aquí se pasean los más divinos
culitos del planeta. Como soy necio y enamorado de nacimiento, es decir de la
vida y de la belleza, me he vuelto a enamorar de tí, Aix, Sex. Los dos ojitos
que nos dio Natura a través de millones y millones de siglos en la evolución de
las especies, quedan chicos, se necesitan seis por lo menos en esta vida
pasajera, para sorberle la médula. Y seis narices y doce orificios de olfato,
porque las diosas huelen regio, como hubiera dicho mi querida tía Irma, era una
de sus palabras fetiches, por eso me acuerdo, « regio », que quiere
decir de los reyes, aunque al parecer los reyes franceses eran tremendos sucios.
También necesitamos seis narices, seis lenguas, y las manos de esa diosa hindú,
las manos de Shiva y los brazos de Parvati, y doce orejas, para degustar tu
magia, Aix-en-Provence. Las cinco puertas del ser multiplicadas por la magia de
birlibirloque. Aix en verano es el Paraíso, es el Purgatorio, es el Infierno.
La evanescencia de los perfumes de los chanchos blancos revolotea e impacta la
sensibibilidad de nuestras narices. De todo hay en esta galaxia. Y todas son
hermosas, aún aquellas que no quieran saberlo. Aix o Sex es la ciudad del
deseo. Todas tienen su alguito. Y si no tienen, aplicamos la consigna del
filósofo: se les saca. Algún día se dirá, Madame Belmonte, Madame Lemaire, el
poeta parásito le cambió de nombre a la ciudad, ahora se llama Sex-en-Provence
o Sex de las Fuentes. Y les aseguro que así será. Poeta parásito y caballero.
Aquí estoy. Toco el timbre. Tengo los documentos. Vengo desde la ciudad de los
Peroles en bicicleta, bajo la campana de una canícula de treinta y siete grados
centígrados, veintidós kilómetros chupando agua, son las cuatro, el servicio
cierra, vuelva mañana, me dijo una chiquilla de mi edad. Y como estaba
totalmente bañado en sudor y medio apestando a trago, le agradecí, mañana
vuelvo. Ahora estoy caminando por la rue Cardinale, como la divina Claudia.
Estoy, por fin fin, con ella, con la Claudia de mi pubertad . Su cinturita es
super suave. Su cintura es un durazno. Pero ya pasó tanto tiempo. Y siguen
pasando los culitos, las divinas, cuando subo despreocupado, hacia tí, iglesia,
templo, catedral, cobijadora de mendigos y de borrachos. Aquí. Estoy aquí. Una
viejita sube hacia el órgano, interpreta, rápido, Mozart, luego Haydn, me
acerco y le pregunto si de verdad era y siempre fue su maestro, oui, dice, el
maestro de Mozart era Haydn, monsieur. Ya estoy en la maravilla de tu iglesia,
rue Cardinale. Esta chamba de ayudante de piscinero, que yo creía de
salvavidas, me cayó por así decirlo del cielo, por eso acepté, pero ahora estoy
en la nave de tu iglesia, rue Claudia Cardinale, contemplando el cuadro de
Delacroix. Allí está el culpable. Podría ser hijo de Zeus, como Dionisio, pero
no, es griego y hebreo mita y mita, y además lo han clavado. En este cuadro del
viejo Delacroix, uno, si es mosca, comprende la dimensión del grito. El poeta
parásito de nuevo se acuerda de Bach, de nuevo de Schubert en el órgano del
dios, otra vez de Mozart, la iglesia catedral nos recibe con un hálito fresco,
sea usted bienvenido aquí entre nosotros los ángeles, Señor de los Peroles,
Duque de Alcatraz, Conde de la Capelette, Marqués de Valmante, siéntese. Antes,
eché un vistazo al museo Granet, ¿por qué Madame Belmonte no me mandó a
trabajar aquí, aunque sea de boletero? Sepa que le soy muy agradecido, Madame
Belmonte, la intención es lo que vale, es usted una lindísima persona, e
invisible, todavía no la conozco pero ya nos veremos, abrazo y beso.
Ahora, amigos, no resisto la irresistible picazón, necesito compartir este
documento en papel sello sexto, los surrealistas estuvieran más que felices y
más que totalmente de acuerdo, y dice:
Aix-en-Provence ( Sex-en-Provence, Sex de las Fuentes)
Departamento de Recursos humanos y Servicios públicos
Servicio de contratos (incluso para metecos)
Contrato de cortísima duración (un mes para el Marqués) establecido en
aplicación del artículo tres de la ley del 26 de setiembre de 1984.
Entre
Madame Lemaire, alcaldesa de Aix-en-Provence
Y Monsieur Miguel Rodríguez, borrachín chín chín.
De acuerdo con la ley vigente desde el 13 de julio de 1983 sobre los
derechos y las obligaciones de los funcionarios…
De acuerdo con la ley N° 84, inciso 53 del 26 de enero de 1984, sobre las
disposiciones estatutarias relativas a la función pública territorial en el
artículo tres, punto dos…
De acuerdo a la deliberación sobre la creación de trabajitos para agentes
especializados durante el verano del año de gracia y de desgracia de 128 de la
nueva era, y considerando que el interesado cumple con todos los requisitos
requeridos
Y considerando el crecimiento del verano en los servicios municipales
Y considerando que el buen funcionamiento de los servicios implica el
contrato de un poeta parásito, convenimos lo siguiente:
Artículo Number One.- Objetivo y duración del contrato.
Monsieur MRL queda contratado desde el 16/08/ 128 de la nueva era
hesperial, hasta el 15/09/ 128 como ayudante de piscinero o chulillo de
albercas de segunda categoría (¡Ah! ¡Carajo! ¿Y por qué no de tercera?) a
tiempo completo, que trabaje el interfecto, que no se las dé de tan pendejo ji
ji ji ja ja ja.
El (des) interesado TRABAJARA en el siguiente servicio: piscinas o albercas
del Valle del Arco, vista espléndida, desde el puentecito se ve la majestad
majestuosa de la Sainte-Victoire de cuerpo entero y nadie parece darse cuenta.
Monsieur MRL será sometido un período
de prueba de ocho días inútiles.
Artículo Dos.- Sabemos que el interfecto es autor de una violenta diatriba
contra el trabajo, pero TRABAJARA. Y trabajará conforme a las disposiciones del
artículo 136, y conforme, como ya dijimos, a la ley N° 84, inciso 53.
Artículo Trois.- A partir de ese día central, el poeta parásito no tiene
más remedio que trabajar. Si rechaza, le daremos un garrotazo en la nuca,
asunto que decidirá el régimen disciplinario, de modo que se jodió,
remuneración, seguridad social, jubilación, fin de contrato etc. etc… apelación
ante el tribunal administrativo… el poet a
parásito necesita volver al seno o tetas de la sociedad y ser feliz para
siempre.
Es muy bonito, amigos, el sello con los laureles, el sello con los blasones
y los colores, con la corona y la estrella del rey René de nuestra ciudad,
Sex-en-Provence. Caballero de caballería, y dadas las alarmantes circunstancias
relativas a mi expulsión de la ciudad de los Peroles, acepté. Y fui. Y aquí
estoy. Rue du 4 Septembre. Ah, carajo. Es la antigua sede del banco de Francia,
esa banca, esa Caribdis. Antes de entrar, miré con amor enamorado la fuente de
los Cuatro Delfines, de nuevo la rue Claudia Cardinale, de nuevo el Gatopardo,
Burt Lancaster, ognuno stà solo sul cuor della terra, strafitto da un raggio di
sole, la vita, ah, la dolce vita, et doppo sera, y qué, carajo, de nuevo mis
pasos hacia el cuadro de Delacroix, de nuevo el recuerdo de los conciertos.
Aquí estamos, caro Salvatore Quasimodo. La parte más superficial e insignificante
de nuestro ser, o sea el ego, minutos atrás, se infla como un pavorreal, se
infla como un pavo simplemente, sacudo mi moco rojo y constato, maravillado,
que todas las amables damas están conmigo, sinceramente tengo suerte. En
realidad, Claudia me protege. Entro con ella de la manito, pero nadie lo sabe.
Estoy con Claudia. Si los ángeles huelen, a
eso huele Claudia. Estamos enamorados y me parece increíble. La muy
amable Madame que nos recibe nos dice que tenemos pinta de salvavidas, no de
ayudante de piscinero, no de chulillo de albercas, no de cepillador de baños.
No me preguntó por mis diplomas. Claudia me pellizcó. Madame, le digo, no tengo
ningún diploma pero soy un nadador de la putamadre. Puedo probarlo. Soy del
rico Chimbote. Que me tiren a un perro muerto pero bien muerto al medio de la
piscina, al toque se los saco, y fresco. Firmé y salí de nuevo a las calles tan
conocidas de Sex. Era un jueves sin esperpentos. Era un jueves de sol,
simplemente. Ese jueves cuando el mundo era un melón, ese jueves cuando el
mundo era una papaya, ese jueves cuando el mundo era una fresa palpitando en
los dedos de la Place Richelme. En este preciso instante, Claudia me besa. En
ese instante del beso magistral, sentí la inutilidad de dramatizar. Estoy
paseando por Sex con la Claudia de mi pubertad, Sex de las Fuentes. A mí me
gusta escribir mis cojudeces cuando como y chupo, Sex de las Fuentes. Un bistec
sangriento, pan, ensalada,tomates, como un bocado, vuelvo, me siento, degluto,
y así hasta la ensalada, y así hasta el queso aromático a pezuña: olor a pies
de los soldados del Peloponeso.
El mejor recuerdo, es el agradable tropezón con el responsable de los
piscineros, lo siento Monsieur Mathieu, usté está inserto en la sociedad, yo
simplemente soy un poeta parásito, es usted una crema de persona, muy educado,
muy urbano, muy amable, y sobre todo sincero, ningún tartufo de por medio. Por
eso, al darme cuenta que no podía realizar el trabajito, de inmediato se lo
dije. Monsieur Mathieu como el evangelista, se mostró desconcertado, luego
decepcionado, pero entendió mis argumentos. Dejé el manojo de llaves al joven
Corentin, me despedí algo confuso, también al joven salvavidas le hice un gesto
de adiós, son personas que de pronto jamás volveré a ver en el río de la vida,
pienso. Ya estababa montando en mi caballo para volver a la embajada de
Colombia, cuando, increíblemente, empezó a llover, lluvia que yo interpreté
como un mensaje del mismo Zeus. Agua que cae de los cielos y de la estratósfera
de la mente. Me paré cinco minutos para contemplar la integralidad de la
Montaña, hay desde aquí una vista espléndida.
Siguieron días apacibles en la embajada de Colombia, es decir, en el reino
de los gatos. Don Gato de Tasmania desapareció, ojalá no lo hayan envenenado,
ojalá no lo haya chancado un carro. Trabé amistad con un gato rubio que tiene
fama de pelión, conmigo es una crema de gato; y más amistad verdadera –entre
animales especiales–, con Lulú, el gato que habla. A la gata viejita Luna la
seguí malacostumbrando, de cuando en cuando le daba sus pedacitos de pollito,
también atún, pero como se volvió muy reclamona ya no le di más, y ella seguía
diciendo ¡Miau! Un día de borrachera espectacular con Cristo y con el primo
Juancho, me quedé dormido con ropa, con la luz prendida, con la tele prendida,
con un hilillo de plata chorreando de mi comisura izquierda, y con un ligero
beso de la muerte. En plena madrugada, urgido por las ganas de mear, medio abrí
el ojo. Este momento es muy importante en la vida de este jugador. El gato que
habla, protegiéndome de las potencias oscuras y de las terribles divinidades
del abismo, estaba sobre mi pechito. Y habló. Y dijo como Carmencita Lara,
Miguel, ¿por qué chupas tanto? ¡Miau! ¿Quieres salir, gato que habla? le
pregunté, ¡pero claro! dijo, ¡Miau!, y de un brinco salió hacia la eternidad
del verano. Fui al baño, me sacudí, apagué todo y me fui a roncar.
Al poco tiempo llegó la comadre Rosario con la sobrina Noelie, y el gato
que habla ya no habló, tranquilo gato, le dije, sigue hablando por favor, aquí
entre nos. Habla, gato que habla, habla. Háblame. Y el gato que habla de nuevo
habló. Esto que aquí digo no lo digo yo, lo dice el gato que habla. Habla,
gato, ahora que me voy a Aix o Sex de las Fuentes, saliendo de aquí como
Periquito, poquito a poquito. ¿Quién es ese semi calato? Es un falso cristo de
cobre, dice el gato que habla. Esa imagen es errónea, dolorista y masoquista,
me dice por telepatía. Esa imagen no viene de Eleusis. Esa imagen es el drama
de Occidente, que es la culpabilidad, para qué escondernos. Yo soy culpable de
no serlo, querido gato que habla, le digo. En la mística del cristianismo, el
ideal del christos es el del ungido. No el golpeado, no el humillado, no el de
la corona de espinas. Nuestro ideal es el christos de gloria, el christos todos
los días resurrecto, nuestro ideal es el sol invictus. Miro el letrero que
indica: hotel restaurant Le Pigonnet, super parking, piscina resplandeciente,
restaurant, cuartos de lujo, una maravilla
en la nuova città dolente, jacuzzi, champagne, Cordon Mumm, Charles Heidsedeck,
Moët & Chandon, servicio super discreto de chicas en anuncios de
periódicos, son mamacitas, son estudiantes universitarias, Sex de las fuentes,
pero ya se acabó aquella fortuna. Camino y camino. En este momento estoy
pasando paralelo a los muros y las verjas que separan a los locos de la ciudad
alegre y doliente… ¡La ciudadela de los locos en la oscuridad! ¡Montperrin! Por
una de las entradas, por una de esas altísimas verjas de fierro, una hermana
loca ha dejado su sostén como un grito de guerra, allí flamea el sostén soplado
por la brisita veraniega, y el antiguo Señor de los Peroles se pregunta: ¿cómo
se escapó de Montperrin esta loca querida? ¿Era una bruja con escoba? ¿Será que
voló y, de paso, colgó el sostén? En fin, es una fuga racionalmente
inexplicable. Para mí, que la loca voló. Sigo avanzando hacia el centro
magnético por l’avenue des Belges. Un vistazo a esta obra de arte de la
arquitectura moderna, la estación de buses, y al frente los nuevos jardines colgantes
de esta babilonia nuestra. Ahora estoy frente a la belleza de la Fuente, las
Musas del epicentro, las Musas de la Santa Victoria, de nuevo por el Cours
Mirabeau o Corso Mirabello. Arriba, millones y billones de estrellas. De cuando
en cuando pienso en mi Chanchito del Peloponeso, en mi Cerdito de Persia, pero
caballero, ya se apuntará, ya veremos. Ahora recuerdo una conversación
telefónica con otro amigo de la antigüedad clásica, Manuel el Vago, made in
Córdoba en Argentina la inmensa, en Argentina la bella. No lo llamé para
quejarme ni para pedirle nada –aunque después, dadas las circunstancias, lo
pensé, al final no me atreví–, lo llamé principalmente para tener noticias
suyas y saludarlo. ¿Y dónde estás, che? me pregunta ¡En la lleca! le digo ¿Cómo
se te ocurre estar en la lleca a estas alturas de la vida, boludo? Lo dice muy
preocupado por mí, pero pese a todo, no me siento un tango para nada, ni
tampoco un bolero, nada de lloradera, tal es mi sistema, porque si caigo en la
trampa de la desesperación, ahí sí que me jodí. Sigo caminando. En verdad, el
Vago no es ningún vago, él siempre ha trabajado, el vago soy soy. Vago, le
digo, yo acepto todo lo que pasa, por algo será, tal es la ley en el río de la
vida, pero bueno ¿y para cuándo es el asado? ¿Qué pasó con el asado? ¡Pronto
serán veinte años que lo andas prometiendo y todavía nada! (de pronto imagino
la noción del tiempo y del espacio que los argentinos, habitantes de un país
inmenso, tienen). Bueno, Vago, a ver cuándo nos tomamos unas chelas en la Place
de la Mairie, me avisas, y me saludas a Marinita, ¡ya la seguiremos! Agarráte
fuerte, che, dice el Vago. En este momento, echo un vistazo nostálgico, aquí en
el Cours Mirabeau, al fantasma del antiguo Bar Restaurant Brasserie La Royale,
ya no existe, ahora hay una tienda de ropa y zapatillas de marca, donde nos
reuníamos. Hasta aquí llega la respiración de la Montaña, de los cedros, de los
pinos, de los cipreses, de las begonias, de las rosas, también el olor de los
dinosaurios, ese olor tan fresco. Risas en las terrazas, risas y risitas,
principalmente de féminas. Algo aterrorizado, constato que he vuelto a Sex de
la Fuentes en circunstancias totalmente fuera de lo común, es decir más misio
qu’el carajo y en la lleca. Para seguir con la frente en alto, pienso: lo que
cada artista necesita simplemente, es seguir respirando, seguir amando,
pintando, esculpiendo, filmando, componiendo, escribiendo, leyendo, lo que cada
artista necesita es seguir en lo suyo hasta la muerte. Ya llegué al objetivo,
que es el simpático palomar del primo Juan. Dejo la mochila. Destapo una chela.
Hace aquí un calor del carajo. Miro los libros que tiene… Tiens ! ¡La
Ilíada, con prefacio de Jean Giono! Medio atontado, empiezo a leer. Siento un
cosquilleo. En un instante, siento que toda mi vida anterior ha sido necesaria
para llegar a este momento. Pienso también que toda nuestra vida anterior ha
sido necesaria para que nos pase lo que nos pasa cada día, y que está bien,
sólo hay que darse cuenta. Me frío un biftec al estilo francés y sigo leyendo.
Me vierto un copetín de rosé y sigo leyendo. En este instante, de nuevo tengo
la visión del sostén de la loca que se voló del manicomio, y sigo leyendo.
Aquí, en Sex de las Fuentes, están los dioses griegos, los dioses latinos y también
el Christos, que era medio griego, en esta noche tan agradable y también en
cada día que pasa, bajo la luz, escondidos en las frondas, riéndose. En los
mercados están los dioses pendejos. Y sigo leyendo. Canta, diosa, la cólera de
Aquiles, el hijo de Peleas, cólera terrible que causó a los aqueos sufrimientos
increíbles, y que arrojó al Hades tantas almas gemelas, tantos héroes, mientras
que a esos mismos héroes los tiraba a las fauces de los perros y a los picos de
todos los pájaros del cielo, para que se cumpliera lo que había dictaminado
Zeus. Comienza desde el día en que una querella banal confrontó al hijo de
Atreo, protector de su pueblo, al divino Aquiles… Sigo leyendo… Otro copetín de
rosé, ya se acabó el biftec sangriento o la chuleta de chancho, me limpio el
hociquito con una servilleta y sigo leyendo... Sigue la peste, la querella (el
hijo de Atreo es Agamenón en carne y hueso), sigue Aquiles más ofendido que
nunca, bastante necio a decir verdad, pero gracias a esa necedad estoy leyendo
La Ilíada que nunca había leído, me entero que Aquiles tenía los pies muy
rápidos, sigue una discusión en el Olimpo, ya estamos en el Canto segundo, el
poeta parásito abre los ojitos y, como por magia, entiende la intención del
viejo maravilloso, Ezra Pound.
Al día siguiente, fresco, salgo al mercado. Necesito tomates, lechuga,
apio, ajos y cebolla, y me doy cuenta que la nitidez de los recuerdos
inmediatos de la lectura de anoche, atraviesan o iluminan los pimentones y los
espárragos, los melones y las peras, también las fresas y las frambuesas aquí,
en la Place Richelme… Pero anoche todavía, caminando hacia el centro magnético,
ese olor a pizza caliente, jamón, champiñón, queso gruyère, aceitunas, ese
clamor, esas risas en las terrazas. Huele a mujer sencillamente. Me acuerdo de
la rue Manuel, también conocido como Estambul. Me acuerdo del pintor belga,
Yves, que era un fauno, su ídolo era el fauno Manet. Hay un colegio de ninfas
aquí cerca, el liceo del Sagrado Corazón de Jesús, ni más ni menos. Sale el
vendaval de chiquillas del colegio, bueno, chiquillas ni tanto, deben tener
entre diesciséis y diesciocho, salen, salen y salen y el pintor belga nos dice,
al Flaco y al suscrito, mes amis, franchement, ça sent la chatte ! Y
después grita: ça sent la chatte !!! (censura para la traduccción). Es el
olor de la vida, simplemente… anoche todavía sigo caminando, meto la llave,
subo, etcétera, ya estoy el el palomar del primo Juan de Tarma, que seguramente
ya llegó al reino. 40 grados centígrados en el olimpo del día de hoy. Gracias a
lo dioses, ya no soy ayudante de piscinero. He llegado a Troya otra vez,
simplemente. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
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