por
Miguel Rodríguez.
Y siguen las eras planetarias, los paleolíticos, los jurásicos, los carboníferos,
amigos. Ayer, por ejemplo, los alimentos fueron: rebanadas de Krishnamurti, los
árboles, una gran sensación de silencio, un super biftec bien gordito, papas al
vapor, ensalada, rosé, siesta, por la noche un concierto en la rue du Felibre Gaut
(el poeta Gaut) en las calles empedradas del viejo Aix, conversación con
amigos, evocaciones de antiguas hazañas, botellas y botellas de rosé, un
penúltimo copetín en la Place Richeleme. Hoy, el cielo es una piscina de
lavanda. Hoy, organizo un almuerzo, un tallarín saltado auténtico, invito amigos,
tengo un galón de rosé ya fresquito, chelas fresquitas o mejor dicho bien helenas
como los helenos y como Helena la bella. Y todo aquí, en el jaus de la comadre
Rosario. Cristo llega tarde pero llega con su respetivo botellón de rosé y un par
de baguettes o baguetas. Luna parece no comprender la presencia física de
Cristo, lo mira, medio que lo huele, después recibe un hachazo de luz que la
corta en dos, sus pelos de gato salen volando rumbo a las nubes, rumbo a
Lisístrata, rumbo a la guerra del Peloponeso. Aquí, felizmente nadie es alérgico
al pelo de gato, cada día barro y barro esas toneladas tan suaves, ahora los gatos
me siguen hasta cuando voy a tender la ropa. De pronto la brisa quieta y salú
salú, y el dios sol instalado en la faz brillante de las hojas. Hasta el rumor de la
autopista se apagó. Los gatos felices ronronean. Las nervaduras del ser,
desplegadas y muy atentas a este instante preciso y de nunca jamás, escuchan
música cubana de la antigüedad clásica, y yo siento la sangre respirando en mis
venas, en mis arterias, amigos. El sexo es la luz del ser, nada más evidente.
Antes de que fuera la vida y el amor, fue el sexo, maestro Anacreonte, gracias.
Y las mujeres nos quieren, no hay, no puede haber otra belleza. El humus oscuro
y nutritivo de la memoria de los dinosaurios dice: el cielo es la primera fuente
del conocimiento, ¡y otro rosé! Amigos, yo vivía en aquel mundo de tinieblas
desde antes del tiempo, y nunca nadie supo que allí estaba, bueno, mi yo
verdadero, no este estuche. Estamos en la emulsión luminosa del hiper mundo…
¡Maestro Lacarrière! ¡Jacques Lacarrière! Sabes, viejo Jacques, necesito estar
conectado a internet, tengo que volver a inscribirme en la biblioteca, tengo que
devolver tu libro, ese libro sobre las mitologías y los dioses que hace diez años
me robé, ahora tengo que devolverlo, caballero, sino no me inscriben por choro,
¡y otro rosé! Padre, tío, hermano Jacques, en este momento, al escribir esto,
quisiera ser un mandril de culo rojo, un gibón, un orangután, a condición de
poder leer como tú La Odisea en directo. Y también la cólera de Aquiles. En
griego antiguo. Y al maestro Anacreonte. No puedes saber la sana envidia que
siento, viejo Jacques. Tú leíste Las nubes, Las moscas, Lisístrata en la lengua
del divino Aristófanes, que Platón (no nos interesa como poeta, además es el
responsable directo del cristianismo vía su alumno Aristóteles, eso sí se lo
agradecemos), ¡Aristófanes, salú con este rosé de Provenza! ¡Y después mi
divino Lechón que no es consciente de su divinidad dice que no trabajo!
¡Carajo! ¡No me entiende mi Cerdito! ¡Tío Jacques Lacarrière, mi Lechón no me
entiende o parece que ya no! ¡Háblale desde allá, del otro lado de la Estigia!
¡Háblale de Apuleyo, de Calímaco, de Cátulo! ¡Háblale de Horacio! ¡Díle cómo
y por qué fue compuesta La Eneida! ¡Preséntale a Virgilio en carne y hueso! ¡El
primer pedido! El emperador Augusto dice, poeta, cántale la patria, haz algo que
se parezca a La Ilíada o a La Odisea, y Eneas, o mejor dicho Rómulo en el rapto
de las sabinas, o mejor dicho Enius, o mejor dicho Virgilio, vía internet,
compone el poema. Después vendrán los políticos, Tiberio, Calígula, Claudio,
Nerón, Galba, Oton, Vitelio, Tito, Domiciano, Adriano, Marco Aurelio, Séptimo
Severo, y con Constantino primero paro el carro, mi Lechón…¡Ah! ¡Y después
Julián el apóstata! ¡Y después Heliogábalo, inmortalizado por Artaud! ¡Y
Teodosio! ¡Ya, ya , ya, ahora sí paro el carro! ¡Ya no te jodo más! Pero como
soy necio entre necios, así como sabio entre sabios, sigamos… ¡Esquilo, maestro
Jacques Lacarrière! ¡Eurípides! ¡Sófocles! ¡Sófocles, poeta entre poetas! Venga,
viejo Sófocles, a Perú campeón, aquí se celebran las fiestas patrias (¡otro rosé
por eso! ¡Feliz veintiocho, feliz y chupístico veintinueve, paisanos!) como
festejar allá, en tu patria, las fiestas dionisíacas, y venga con el hermoso poeta
Jacques Lacarrière, al final autor de ésto… ¡Eurípides, viejo pendejo! ¡Cuenta la
historia otra vez! ¡De cómo las bacantes locas y borrachas despedazan a no sé
quién, creo que a Alcteón! ¡No! ¡Al viejo Alcteón se lo comen los perros de
Diana, también conocida como Artemisa! ¡Bueno, si te interesa le preguntas a
internet, y después hablamos si quieres, mi Lechón! Pero no me hables de
trabajo, por favor. Yo soy el autor de una diatriba contra el trabajo, no puedo ir
contra mis principios.Y si me sigues hablando del maldito trabajo, yo te
pregunto, a ver, ¿cuál es la verdadera pregunta homérica? ¿Y que opinas de
Aristófanes y de la guerra del Peloponeso cuando las mujeres hicieron una
huelga sexual? ¿Y qué opinas, sobre todo, del maestro Anacreonte, el filósofo
del amor y de los banquetes? ¿Ah? ¡A ver! ¡Vuelve a leer La Odisea! ¡La
podemos leer juntos si quieres, canto por canto, con una pichadita de
intermezzo! ¡La verdadera Odisea, no la que te contó tu mamá! ¡Y si quieres te
cuento el verdadero cuento de Circe! ¡Y todo gracias al poeta Jacques Lacarrière
que me recomendó al poeta Robert Graves, carajo! Para empezar, te cuento que
Ulises era un bebedor moderado pero intenso, así como todos los griegos del
caballo. También, puesto que iniciado en los ritos secretos de Eleusis, comía
hongos mágicos, y todos con él, gracias a la inspiración provocada por los
hongos mágicos se imagina y realiza lo del caballo, los guerreros adentro
también estaban super hongueados (hongo mágico=comida de los dioses), por
eso eran tan valientes e intrépidos! ¡El planeta no lo sabe pero todas las
religiones provienen de la ingestión de hongos mágicos! ¡Otro rosé por eso!
Pero bueno. En aquella ocasión, por ser encargado de la guardia, no comí,
mientras Circe nos servía. Tomé, eso sí, muchas copas de rosé. De pronto, los
compañeros se transformaron en chanchos, pero yo le dije tranquilo viejo men,
son los honguitos mágicos, no hay pedo. Por ahora, de nuevo contemplo este
cielo griego de Provenza y, para serte franco mi Cerdito, ¡todo lo demás me
llega altamente! Pero sigamos, esta luz lo exige. Veo al semidiós Aquiles el
hierogamático. Veo al tan querido Patroclo. Veo al mortal Agamenón. Veo a
Paris. Veo a Héctor. Veo a Príamo. Veo a Eneas huyendo, luego llegando a las
costas itálicas después del enredo erótico con Dido, que todavía lo sigue
esperando, ah, qué belleza de borrachera, ¡salú con rosé de Provenza por eso! SIN VéRTEBRAS.
CíRCULO D.M.
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