por Miguel Rodríguez.
Cuando me
puse en contacto con Papá Torres, el primer y último poeta colombiano
veterinario de la historia universal, soñé que tomaba desayuno con tamales, chicharrón, mote, té, café, leche,
pan con mantequilla, pan con mermelada, pan francés, jamón, jamonada, huevos
duros, huevos fritos, salchicha, mortadela, cachangas, humitas, yuca frita,
tamalitos verdes, pescao frito, tacu tacu con su huevito montao, palta, lomito,
atún con cebolla y su respectivo limoncito, ¿aló aló? ¿Papá Torres?
¡Quiubo mijo! ¡Ya vamos rumbo al sol del sur! ¡Ah! ¡Cuánto me alegro! digo,
pero no podré darles un abrazo de amistosa bienvenida, ¿y eso, mijo? Porque
aquí en el sur uno recibe a los amigos con los brazos repletos de botellas de
rosé y de pastís, ¡si los abrazo se me caen! Ja ja ja se ríe el poeta, bueno,
mijo, llegamos a Marsella el domingo 31 o el lunes primero de agosto, un
abrazo, igual pa ti, ¡y me saludas a Rosalba!
La pareja
colomboparisina fue albergada, primero, en casa de Yaneth y Ernesto, la pasaron
super bien, cebiches y pollos al forno, playas y museos, chuletas a la mostaza
y sobrebarrigas, y cuando los vi llegar me admiré de su increíble blancura made
in Chiquinquirá, departamento de Boyacá, Colombia tierra querida. Lo demás,
como la vida, pasa muy rápido, tomar apuntes como tomar una copa de rosé es el
arte supremo, digo y repito, lunes en la ciudad de los Peroles, carpaccio y
lago, domingo noche pizzas diversas y vinos diversos y mucha risa con la
pareja, con el Vecino y mi Lechón, chez Maurice. Lunes en Jouques, Jouques en
la claridad total, el lago en la mente, la estación de trenes de la antigüedad,
la iglesia, el cementerio, los cipreses, de nuevo el agua saltando entre las
piedras. Y yo anoto: Alexandre, el carnicero de la Maison Giraud, ya no está en
la ciudad o pueblo de los Peroles, se mudó a Jouques. Otro día, anoto:
caminando por Aix o mejor dicho Sex-en-Provence, Papá Torres busca la sombrita,
es que se le olvidó el sombrerito, para que Don Sol no le achicharre la
calvita, destejido de gorra o azotea apenas semicubierta. Sigo anotando: el
domingo, fríjoles con Cristo y Cristito. Sigo anotando: la cena del jueves en
casa de Dalia y Remi. Sigo anotando: Lulú es el gato que habla. Sigo anotando:
carajo, ya me veía como salvavidas en el trabajo de la piscina, ya me quería
hacer la manicure, la pedicure, el corte de pelo aerodinámico, planchas,
abdominales, quemando grasa a full, depilación no porque el indio aquí presente
no necesita, más pelos tiene una bola de billar. Sigo anotando: una frase que
dijo Cristo: ir a Ibiza para pichar con holandesas. Al final el trabajo es de
ayudante de piscinero, caballero. Yo ya me veía en un puesto de untador de
bronceador para chicas y chiquillas entre diesciocho y ochenta, caballero. Sigo
anotando: el castillo de Momó, la cena de recepción, el mismo día, ese sábado,
por el cumple de Mary, con Augusto, la comadre Gina y toda la familia, rica
comida, ricos vinos. Otra nota: los elementos del desayuno. Otra: búsqueda
infructuosa de nubes. Otra: Lulú, el gato que habla, dormitando en el macetero,
flechado por la luz de las diez. Ese mismo sábado, antes de que llegaran Papá y
Albita, anoté: sensación de riqueza planetaria, astral, disponer de cada
instante del santo día de hoy como yo quiera, y el señor Mistral barrendero
barre y barre, unos algodones por aquí, unos algodones por allá, rumbo a
Oriente o a la nada, ¡ahora ya no queda ni el fantasma o el espectro de una
nube! Me asomo a la ventana y anoto: mirlos en frac dando brinquitos en el
jardín, junto al rumor veloz de la autopista. Sábanas flotando en el cordel,
son fantasmas ligeros. Detrás, la página de este cielo de volframio.
Pero este
domingo les digo: Papá, vayamos a Vauvenargues, al castillo de Picasso. Y aquí
estamos, mirando y admirando los paisajes o mejor dicho el perfil de la Montaña
mágica vista desde aquí, sus flancos. Hay una simpática pareja, rubios los dos.
El pata mastica su español y se luce delante de su hembrita, hablando con
nosotros, vienen de la Dordogne, creo, o de más arriba, y están, como nosotros,
de vacaciones. El pata es un típico o arquetípico representante de la
pedantería, pero con nosotros se jodió, Papá y yo somos poetas mamagallistas.
La hembrita debe tener unos cuarentaicinco, está buenaza aunque ya bastante
arrugadita, y el poeta de Chiquinquirá observa: Mijo, tiene más teticas el
pelao que la india, y Albita y Johnny ¡Juá juá juá! ¡Ja ja ja! ¡Ji ji ji! Ja ja
ja!, desplegando zigomáticos a mandíbula batiente, como diría el Reader’s
Digest, la risa, remedio infalible, enriquezca su risa en Vauvenargues, mira
Papá, mira Albita digo, aquí está el hombre, se llama Luc de Clapiers, Marqués
de Vauvenargues, hermoso escritor, filósofo, moralista sin moralina,
contemporáneo del Duque de La Rochefoucauld, pobrecito el Marqués, murió
jovencito, ¡apenas de treinta y dos añitos! Ese era su castillo. Bueno, no sé
si lo era, pero no importa. Picasso, luqueado como pocos, lo compró por unos
pocos millones. Y allá mismo está enterrado el pintor, allá, allacito, ¿ven?,
entre robles y cipreses, Paloma su hija venía de cuando en cuando en un
convertible inglés con galán argentino incorporado, ella es la heredera, si no
se han muerto ya deben estar bien viejitos, ¡Salud por esta vida pasajera,
Papá! ¡Salud por el Marqués de Vauvenargues! ¡Salud por el Duque de La
Rochefoucault! ¡Salú por nosotros! ¡Salú, mijo! ¡Ah! digo ¡ojalá que tengamos
tiempo! ¡También podríamos visitar el castillo del divino Marqués de
Sade en un pueblo llamado Lacoste, como la famosa marca de ropa! ¡Un
millonario o multimillonario creo que suizo o alemán hizo reconstruir su
castillo piedra por piedra! ¡Quedó igualito! ¡Y existe también allí cerquita el
Bar Café así llamado, Sade!
Nota : en la ciudad de los Peroles, rodajas de atún
a la plancha.
Por la cheno, el poeta me informa, venga
mijo, mire, ¡Colombia tuvo un presidente negro! Ah bon ? Ah oui ?
¿Negro negro o fifty fifty como Obama? me intereso y concluyo: sinceramente, me
extrañaría, y como dice Fernando Vallejo, Colombia tierra querida es el país de
los uribitos y los turbaicitos, de los pastranitas y de los santitos, o sea de
los blancos, el país de los conservadores y los liberales, de los doctores,
ladrones e hijoeputas. Mijo, repite Papá, ¡le digo que Colombia tuvo un
presidente negro! ¡O mejor dicho afrodescendiente! ¡Se llamaba Juan José Nieto
Gil! ¡Mírelo aquí! Y yo ji ji ji ja ja ja juá juá juá, ¿otro rosé? Mientras
tanto, Albita confecciona un ensaladón delicioso que incluye repollo, calienta
arroz con fríjoles estilo moros y cristianos, y tremendos bifes de res, que yo
preparo al estilo French… ¡Un salucito por Juan José Nieto Gil!
Nota: el ¡Hahhhh! admirativo de Augusto. Por ejemplo:
estábamos pasando cerca de Bandol, entramos a una cava, nos dieron aperitivos y
un vino rosé… ¡Hahhhh! Muy bien, digo. Hay que conservar la capacidad de
maravillarse, como ciertos poetas en sus mejores momentos. Sólo el amor. Sólo
el placer. Sólo lo mejor de la vida. Lo demás son cojudeces.
Al día
siguiente, antes de ir a la panadería en busca de baguets y cruasáns, el poeta
de Chiquinquirá, recogiendo una prenda, dice: ¿y ésto, mijo? ¡Yo qué sé! digo.
El estaba duchándose… ¡Dos minuticos y salgo, mijo! ¡Ah! ¡Son mis calzoncillos!
dice ¡Son los calzoncillos de Caifás! ¡Anoche Caifás estaba feliz y verraquito!
¡Vino Caifás, vio a su india y ¡tin! Y yo ja ja ja juá juá juá. El poeta se
autollama Caifás, y su miembro Matías, como el evangelista, ¡tin! Al día
siguiente, como se demoraban en una excursión que después fue calificada de
« chimba », yo lo llamé: ¿Y entonces? ¿Dónde estás, Caifás? Ya
llegamos, mijo. Y llegan. Y me doy cuenta que el poeta veterinario está
furioso, habla pestes de la guía de la excursión, una vieja hijoeputa que
hablaba como una lora, excursión que, como ya dijimos, fue chimba en el mal
sentido de la palabra, porque en Colombia tierra querida también se dice ¡es la
chimba! y es algo super elogioso y positivo. De pronto, el poeta y Albita
hablan de tatuajes en las páginas del cuerpo humano, monstruo cubierto de piel.
La verdad, Jorge odia los tatuajes, se habla de los marinos de antes, de los
presidiarios de antes, del aspecto medio delincuencial del tatuaje, todos los
marineros de tatuaban, pero, concluye, nada de alacranitos para el capitán, ¡el
capitán no iba a tatuarse ni por el hijoeputa!
Al día
siguiente, la gata Luna se meó en la cama del poeta, Albita educada dijo pasó
un incidente, ¿qué pasó, Papá?, ¡pasó que la hijoeputa gata se mió en la cama,
mijo! Yo me fui a acostar y de pronto siento una humedad en la espalda… Eso lo
hace por joder, digo, se siente desplazada, tiene la costumbre de dormir en esa
cama, pero no pasa nada, Albita puso las sábanas en la lavadora, bueno, vamos,
salgamos. Avenue des Belges. La hermosa fuente de la divina ciudad de
Aix-en-Provence, que yo llamo la Fuente de los querubines paganos y de los
leones. Nos aparcamos fácilmente, el poeta es un chofer impecable. Hablamos y
hablamos. De pronto, me doy cuenta de que estamos entrando en la claridad de
otro día tan indescriptible como el día de hoy, culitos a la izquierda, culitos
a la derecha, adelante de nosotros profusión de culitos, y también detrás, los
ojitos de los poetas vuelan hacia ellos pero nos hacemos los huevones por
respeto a Albita, habla que te habla, hablo del trabajo de ayudante de
piscinero y, sabiamente, el poeta dice: ¡mijo, esos compromisos chimbos, a la
hora del té no valen un culo! ¡Siga escribiendo, mijo! ¡Siga escribiendo! ¿Y
qué pasó con Piquiña? ¡Llame a Cristo! Es que andábamos buscando la santidad de
la mariguana. Como ya no vivo en Sex, perdí los contactos. Nuestra única
esperanza era Cristo, o, mejor dicho su hijo, Piquiña, pero nada. Piquiña se
voló. Y Papá Torres, resignado, dice o mejor dicho exclama: ¡Piquiña y el
material de guerra se perdieron en el Mediterráneo! La mente vuela. Vuelvo
hacia otras lunas y hacia otros soles, días atrás en la ciudad de los Peroles,
tipo siete, apertivo en el hermoso Bar de Jeanne con el Vecino y con Denis. Al
día siguiente, como ya dijimos, carpaccio con el poeta y Albita, que estaba
medio emputada. Vamos a visitar la tumba de Albert Camus, digo, vamos a
Lourmarin, está muy cerca, vamos, y fuimos, y aquí estamos, amigos, en
Lourmarin de los cielos. Estamos buscando la simple piedra del Príncipe cantor.
Simone de Beauvoir era una super mamacita que lo daba, le digo a Papá, ¡de
pronto se lo dio a René Char! El poeta opina que la mejor obra de Sartre, ese
genio huevonazo, es Las Palabras. Pero recién estamos llegando a Lourmarin. ¿Y
dónde se mató el hombre, mijo? ¡Aquí! ¡Contra este árbol! –venimos de Cucuron
rumbo al reino del Príncipe cantor– ¡Aquí mismo! ¡El mito de Sísifo! ¡El hombre
rebelde! ¡El extranjero! ¡La peste! ¡El exilio y el reino! ¡Calígula! Y aquí
estamos, en Lourmarin de los cielos, frente a la tumba del escritor, del
filósofo, del poeta, del gran hombre. El cielo tiene la perfección de sí mismo
con algo de lavanda. Los cipreses son los guachimanes del ser. Sopla una
brisita. Buscamos la tumba de Camus… ¡Aquí está! No soy propenso a este tipo de
emociones medio necrofilicas, o al menos eso creo, cuando medio se me escapa
una lagrimita, me hago el huevón, luego solapa me arrodillo frente al Príncipe
cantor. Es muy pero muy emocionante. Un admirador le ha dejado un papelito que
dice, Monsieur, avec vous je suis l’étranger, cuando habla el vientecito de
Provenza, aquí, en la eternidad de Lourmarin. Ahora que esto escribo, amigos,
se me vuelven a parar los pelos de la emoción y de la sensación. A derecha e
izquierda, vemos super criptas, super catafalcos, super piedras de vanidosos
esqueletos… ¡Hace años que no venía por aquí ! ¿Ves que no se ve casi nada,
Papá? ¡Un simple rectángulo de piedra provenzal cubierta con el terciopelo
negruzco del teimpo! La que duerme al ladito debe ser su esposa. Estamos mudos
pero nos tomamos fotos. Y el cielo dice, miren y admiren, ¡esta es la tumba de
Albert Camus, el Príncipe cantor! ¡Una de las más preclaras inteligencias de la
puta Tierra! ¡La sabiduría ancestral de la raza humana no se desviará de su
curso por una aventura que ocurrió en Galilea! Amate a tí mismo, ama a la vida,
ama al hombre, ama a la mujer, ama a los transexuales, ama a los travestis, ama
a la muerte si puedes, ama y punto, ama el instante del cielo de Provenza, lo
demás son cojudeces, gracias Príncipe Albert. Y dice Albert: no ames tanto a la
belleza fuera de tí, ni a pintores, ni a poetas, ni a escultores, ni a músicos,
somos simples mensajeros, ama más bien la capacidad de belleza que hay en ti.
Qué maravilla de silencio. Después de tanto ji ji ji ja ja ja juá juá juá, nos
envuelve la maravilla de maravillas, que es el silencio interno. Los cipreses
centenarios de este hermoso cementerio se mecen, memento homo quia pulvem est
et in pulverem reverteris. No hay contraste entre las tumbas enmohecidas, entre
las criptas enmohecidas, entre los catafalcos enmohecidos y este cielo. Mugre y
cielo son iguales, recién me doy cuenta. Ahora, medio aturdidos, salimos del cementerio,
repletos de nada, llenos de silencio. Y hace una sed inmensa. Y yo digo, Papá,
vayamos a dar una vuelta por el castillo, vayamos a ver los nenúfares del
jardín, y el poeta dice ¿para qué ver tanta piedra, mijo? ¡Tengo una sed del
hijoeputa! ¡Vayamos al pueblo! De todas maneras le dimos un vistazo al hermoso
castillo, vimos los nenúfares, los tremendos peces gordos boqueando en el
estanque, el pueblo allá, el estadio de fútbol donde jugaba el Príncipe cantor,
de nuevo el cielo huérfano de nubes. Aquí venían Camus, Sartre, Simone de
Beauvoir y René Char, a este bar, ahora ha cambiado, la última vez que vine
habían citas de los libros de Camus en las paredes, ¿te imaginas?, es posible
que en este instante preciso, en todo el planeta, sólo tú y yo estemos
recordándolo con tanto cariño, Papá, junto con estos colores ocres, junto con
estos colores violetas, junto con estas vacaciones de cuerpo y mente, ¡hagamos
un salú por eso! ¿Chela o rosé? ¡Chela! dice el poeta. Y yo me autosorprendo
pensando en mi primera mujer, aquí pasamos nuestra luna de miel, mi yo aquel no
podía creer en tanta consagración de la belleza, pichando y pichando con
tremenda mona franchute ojiazul en las alturas de Lourmarin, rue des Castellas,
vista al reloj del pueblo, chocloc, chocloc, chocloc, ¡tin! ¡Tin! ¡Tin!, salto
del tigre con patada al foco en el apogeo de nuestra primera juventud, ¡Tin!,
qué belleza, juventud divino tesoro tú me diste tu desesperación y yo la
transformé en oro, ¡Y ya pasó tanto tiempo, Príncipe cantor! ¡Te imaginamos
leyendo a Baudelaire! ¡Te imaginamos leyendo a Rimbaud! ¡Te imaginamos leyendo
a Nerval, aquí, en Cucuron! Aquí también veníamos a pichar le digo a Papá,
¡Tin! ¡Tin! ¡Tin!, admiramos los altísimos álamos centenarios, la paz del
estanque en su rectángulo de piedra, la serenidad como una flor, como un
nenúfar, de nuevo el bar restorán, el poeta se llama Caifás, el suscrito se
llama Gedeón y el juguete principal se llama Lucas, como el Pato y como el
médico evangelista, sigo medio nostálgico pensando en esos momentos divinos,
¿ya ves? ¿Qué te decía una noche como ésta? ¡Ya pasaron más de treinta años,
Sophie! ¿Te acuerdas de Ronsard? ¿Te acuerdas de René Char y de mi muy querido
Antonino Artaud? Pero sigamos. Seamos dignos de la majestad del Luberón tan
sereno, tan eterno, tan suave. Seamos idénticos al cielo de hoy y de nunca
jamás, le digo a Papá al día siguiente en el Tholonet, cuando de nuevo
andábamos persiguiendo a Paul Cézanne por iniciativa de Albita, oiga mijo dice
Papá, allá en Lourmarin ese bar no era el bar de Camus, el Príncipe cantor, y
yo me río ja ja ja, ya visitamos las faldas de la Montaña mágica, nos hemos
acercado mucho a ella, ahora estamos sedientos después de la caminata,
pedruzcones megalíticos, patios donde cabalgaban los dinosaurios, mejor dicho
los brontosaurios, traca trán, traca trán, traca trán como en Jurassic Park,
eso de que era el Bar de Camus era mamadera de gallo, y yo ji ji ji ja ja ja,
¡juá! ¡Juá! ¡Juá!, pero ahora sí vamos a un sitio muy especial digo, y aquí
estamos, estamos instalados esta tarde de verano del día de hoy y de nunca
jamás, en el Bar restorán Cézanne, aquí venían Paul Cézanne y Emile Zola digo, venían a tomarse
sus rosés, sus pastises, sus chelas, Jorge es Heráclito de Efeso, el suscrito
es Anacreonte, ji ji ji, ja ja ja, llegan las chelas, todavía sentimos la
respiración de la Montaña, cuando llega Hércules con bastón, ¡ja ja ja, juá juá
juá! El poeta de Chiquinquirá, departamento de Boyacá, Colombia tierra querida
es, como se dice allá, un gran mamagallista y un gran burlón, como el indio
aquí presente, de pronto por eso congeniamos también. Volteo la cabeza como un
periscopio y de verdad veo a Hércules. Medio bronceadito, barba de hércules,
tremendo pechote, tremendas piernas de ciclista, muy digno, Hércules pasa junto
a nosotros con su pareja y un chiquillo, probablemente engendro suyo, y
nosotros ja ja ja ¡juá juá juá! Hércules medio cojeaba, se apoyaba en una
muleta o mulata, estaba contento y se reía, era un hércules de Provenza,
felizmente que no entendía el hispanish, sino nos saca al fresco. A izquierda y
derecha, atrás y adelante flotaban tremendos culitos, qué increíble, ya ves
Papá, qué fauna tan indescriptible, ¡qué culitos indescriptibles!, por eso
llamo a esta ciudad Sex-en-Provence.
Al día
siguiente, el poeta y Albita se fueron a caminar por otros senderos de Cézanne.
De regreso, Jorge se entusiasma con pulpitos, con almejas, con calamares, con
gambas, con camarones, con filetes de pescado diversos, al final confecciono un
cebichito de camarones y el poet a se
comió las cabezas que yo quería botar, se las chupó una por una, como en la
antigüedad, allá en Efeso o de pronto en el Peloponeso. Por la noche, era el
cumpleaños de mi Lechón que ya no quiere serlo, llegó muy linda pero distante,
y el indio se emborrachó y la cagó, se me salió el indio malo, el temible,
cuando el poeta dice: oiga, mijo, ¿le va a dar camonte o carmaño? ¿Un huevo de
este porte? ¿O una chimba de este tamaño? La vieja se mamó del indio, digo, la
cagué pero ella sabe por qué. Ah, maestra
vida. El indio la cagó de nuevo. El indio sigue queriendo a su chanchito blanco
franchute, pero por el momento, caballero. Papá, digo, ¡se mamó la vieja! ¿Y
ahora? ¿Manuela o qué? ¿O le pregunto a Cézanne o al viejo Van Gogh? Eso sí, yo
no me corto una oreja ni cagando. Después, mientras Albita visitaba museos,
nosotros le dijimos, Albita, te esperamos en Les Deux Garçons, donde ahora
estamos tomando chelas muy importantes. Luego, pastís en la Place de la Mairie.
De pronto, siento que Henry Miller está aquí, con nosotros, muy presente en mi
mente, estamos en el Bar des PTT. Soy un poeta perucho, maestro, digo cuando
llegan los pastises. Música. Primos negros, intérpretes excelentes. Y las
bellas viejas pasando y pasando, impunemente, bajo el cielo de Provenza. ¡Qué
linda música! Albita disfruta sin decirlo, pero disfruta. Papá poeta de Chiquinquirá
dice que jode, pero, ¿qué mujer no jode? ¿Y uno? ¿Acaso uno no jode, y bien?
Teoría de la relatividad de los corazoncitos, esos bobitos más tragados que
media de bobo, allá, en Colombia tierra querida, y aquí en Sex-en-Provence. Rue
de la Verrerie. Restorán El Saigón, en la rue de l’Aumonerie Vieille, allá
vamos, pero antes entramos a una galería de arte, qué increíble, como pedro por
su casa, simpatizamos con Mariam, con Alice, el poeta medio recita, las chicas
boquiabiertas, yo ya medio borrachín digo que todo, absolutamente todo, me
importa un culo, no quiero ni celebridad, ni fama, ce que je veux, moi, c’est
la gloire ! Las chicas se cagan de risa, los artistas son unos locos,
dicen, vengan cuando quieran. Magnífica cena en el Saigón, rollitos de primavera
y tres carnes diferentes en su respectiva salsa, vino tinto, digestivos con
licor de cobra. Al día siguiente, el poeta dice, mijo, ¡me siento como una
avispa! ¡Me siento como el Avispón Verde! ¡Bien verraquito! ¡Como un Quintanita!
¡Rumbo al podio de París, mijo! ¡Gracias por todo!SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
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