20160705

Sobre Extrema Unción


por Reynaldo Jimenez [poeta peruano-argentino]
Es un intersticio austero el que abre estos poemas de Anouk Guiné. Intersticio, porque entre el original francés y el original castellano se juega un grado de mutación significativa. Hay un interjuego permanente entre ambas versiones o, mejor dicho, entre ambas series de poemas. Ya que en el salto entre una lengua y otra se aprecia la más que bífida lengua poética. Que en este caso se asume como de intensa parquedad. En un arco voltaico que va desde la puesta en abismo de una voz que se requiere escrita porque así se va comprendiendo como entrefilo, translengua en lo infrafino del decir y el desdecir implícito en todo “volver a decir”.
Saltar de lengua en lengua (de piedra movediza en piedra huidiza) es tarea de exploradores del intersticio. El cual, aunque ambiguo, exige precisión. Hay que ir al punto, aunque el punto se mueva siempre más rápido que un parpadeo. Y el parpadeo entre las palabras inaugura la reverberación del intersticio. Las palabras apuntan para que nos percatemos de nuestra mira. La percatación es de hecho (y de suyo) una instancia intersticial.
Los poemas de Anouk se mueven entre silencios, que no son bloques de compactado acallar ni coagulaciones predestinales, sino vida vivida y por vivir. Vida en la que unos blancos de silencio actúan como inclusiones de las que brotan ciertos fraseos. En castellano labrado, pulido, Anouk lo alude así:
Espera derivada del blanco
de la supuesta piel
anormal para ti
que siempre volverá
a la pretensión de estar en mí
Detrás de los pronombres sigue temblando el misterio de momentos que por vividos no han dejado de vivirse. El poema lo atestigua sin atenuantes. Y porque la autora no se propone atenuar su escritura, más bien su afilada rítmica y su tono austero aumentan, sin magnificarlo, el precio ardiente de la intensidad.
El precio que las palabras se cobran por plasmarse a sí mismas en una danza conectiva que recupera en casi todo verso de este libro una voluntad de experiencia en la palabra (escucha). Y así como la versión castellana o la versión francesa de un mismo poema no está traduciendo a la otra, en el sentido de glosarla en otro idioma, tampoco tiene sentido glosar aquí lo que habita ese decir de Anouk. Sus contenidos siempre remiten a la instancia afectiva transfigurada: captada en su precisa transfiguración. Son poemas que registran el milagro de ese transmutar experiencia en figuras que no dejan de moverse aun cuando escritas.
Pero cabe acotar que esta poesía recala en el hecho de hacerse un pensar. Pensar en devenir en el sentido exacto que la autora le imprime desde el inicio:
Buscar en la erosión / lo que reserva la escritura / y volverse canto del poema por nacer.
Su tendencia es a abolir la instalación de un sujeto lírico, de un yo unilateral que recorte al ser o al ir-se-siendo, para intentar que todo salto constituya al mismo tiempo una intervención amorosa en los significados. Amorosa parquedad que alberga una pulsación intensa, no precipitada sino de amplia resonancia.
Las palabras del poema gotean el estanque de la conciencia receptiva y ahí expanden, emanan la transfiguración. Es decir que, aunque el sujeto lírico desaparezca del relieve de toda representación que lo fije en una imagen unívoca, los poemas sin embargo continúan cantando su decir. Se trata de dejar que las palabras se digan a sí mismas por contener larval incluso lo inexpresable y nos desdigan, también, en la medida precisa, en la adecuación siempre oscilante entre lo intenso y la intención de expresarlo.
Y si hablamos aquí de austeridad desde un principio, es porque la potencia intersticial que desinstala cualquier pretensión de identidad en estos poemas, al mismo tiempo libera una sustancia afectiva, capaz de afección en la lectura, que no se restringe a las cumbres emocionales de algún sujeto prescriptible. Circula esa sustancia en tanto exactitudes anímicas, con arrastre de crucial ambigüedad.
Lírica en otra acepción, la poesía de Anouk Guiné es asimismo un tipo de poesía inusual en nuestros días, porque manifiesta su propia lucidez sin perder el hilo intuitivo y, casi diría, vertical, que nos deja escuchando. Cuando leer es escuchar, se está ante el completo mérito de una poética que allí nos planta, nos deja en vilo. Ante el borde de la emoción. Sin salvedades. Lo que escuchamos es rumor suspendido por el rigor que fluye de la escritura. Inminencia de los ecos otra vez intensos, recuperación de la intimidad por la voz escrita. LIBRORUM NOVO. CíRCULO D.M.