20160705

Francia avanza pero Chile ya llegó!



[La número cinco, como diría el célebre Humberto Martínez Morosini]

por Miguel Rodríguez.

Anoche se clasificó con brío la selección francesa para la semifinal contra la poderosa Germania, y de pronto me sorprendo pensando en Chile. Sí, el equipazo bicampeón me tapó la bocaza, le puso un esparadrapo al diario el Bocón, amigos, y durante unos días quedé literalmente sin habla, pensando
también en Messi que parece llevar Argentina a cuestas, y en lo que decía el cronopio mayor antes de entrar a Rayuela, ese templo de Eleusis: « Rien ne vous tue un homme comme d’être obligé de représenter un pays. » A mi entender, esto es lo que le pasa al gran Leo, se siente como un atlas y obligado a representar a un país, Argentina la bella… Después de la espectacular dupleta, hazaña que ninguna otra selección logrará jamás, me quedé medio envidioso y bastante boquiabierto. La repeticuá de esta Copa Centenario tendrá lugar, como su nombre lo indica, dentro de cien años… ¿y qué será del fútbol y de nuestra especie humana ya casi semihumana, ya casi galopantemente robotizada, dentro de cien años, si antes no nos revienta un meteorito llegado del éter? Así es el
fútbol. Paralelamente, por este lado del charco, en diez estadios magnificentes, disfrutamos de la Copa Europea, la sigo con el Vecino, con otros amigos también, chela en mano, cantando la primera estrofa de la Marsellesa, Francia tiene grandes posibilidades, ahora es preciso enfrentar al mejor equipo del planeta Tierra, esos bárbaros atilas virtuosos del fútbol, esos titanes alemanes, opino que Francia puede torcerlos, Inglaterra quedó tirando cintura, Portugal también está en la semifinal, hasta anteyer tenía la esperanza de que la Forza Azzurra eliminara a la ciencia teutónica del fútbol, pero no, ¿qué pasará? Anteayer nomás en el gran festival cubano en Pertuis, maravillosa fiesta, con los patas cubanos Quirino, Gustavo, Pablo y su Charanga, tremendos musicazos, todo Pertuis bailando, bellas bailarinas espléndidas, hectolitros de chela belga bien al polo, ji ji ji, ja ja, Ochún, Obatalá, Changó, Yemayá, Babalú Ayé, Eleguá presentes en el jolgorio, Cristo y yo ji ji ji, ja ja ja, salú , salú, aparece una bella rubia, está con nosotros le digo a Cristo, luego su amiga, salú, salú, las invitamos a que se sienten, pero aquel sábado de la semanita pasada, antes del drama argentino que sentí como si fuera el mío, antes de ese tango futbolístico, yo me preguntaba ¿y por qué estoy contra Chile? ¿Por qué no quiero que gane el mejor equipo roto de toda su historia futbolística? En lo personal, Chile no me
ha hecho nada malo, al contrario, en consecuencia, ¿por qué la parte de mi cerebro reptiliano parece detestar a esa institución mental, Chile? ¿Y por qué les digo rotos además, como burlándome? ¿Y por qué le digo tripa de tierra a su nación, sólo porque es larguirucha? Flagelado y sintiéndome retrógrado como un hooligan, busqué en mi mismo, en las cavernas memoriales. Y encontré. Es por mi abuela, la Temible. Ese falso odio me lo transmitió, como un virus, mi abuela, a quien se lo transmitió mi bisabuela, mamá Julia. Alfonso Ugarte soy, a mí, chilenos, ni mi caballo tocaréis, lo juro. Dicho y hecho, el héroe nacional, Pocho Ugarte, se aventó con caballo y todo desde el Morro de Arica. Resulta que durante la Guerra del Pacífico –notable oximoron–, a mamá Julia y a mis tías bisabuelas, entonces jóvenes, bellas y pitos, los ancestros las escondieron en huecos de cuatro metros de hondo, huecos tapados y disimulados con petates, hojas de plátano y tierrita, por encima pasaban volando las sombras veloces de aquellos jinetes feroces como cualquier guerrero, dirigidos por el general Patricio Lynch, quienes, precisamente, buscaban hembritas, piticlines o no, como botín de guerra. Entiendo que por entonces Inglaterra apoyaba a Chile y Francia al Perú (Petit Thouars), y que, como en un cuento de Borges, esas dos poderosas naciones europeas adeptas del colonialismo, seguían peleando en Sudamérica por intermedio de Chile y Perú, país verdaderamente multimillonario, ese mendigo sentado en un banco de oro, hay que imaginar lo que hay debajo de esas cordilleras, oro, plata, cobre, gas, petróleo, otros metales, cadmio, tungsteno, litio, calcio, azufre, elenio, bario, estroncio, todos los elementos químicos, bajo la mirada reilona de las estrellas. Lynch es apellido inglés. Como ya dije, Inglaterra apoyaba a Chile y Francia al Perú, y mi bisabuela y mis tías abuelas estaban en un pozo de tierra, rezando por sus pitos cuando la Guerra del Pacífico, allá en Paiján, para no ser víctimas de violín y violonchelo… ¡Así es el fútbol!

Hoy, al amanecer de la super borrachera, medio nerviosito y con la mente agitada, y acariciando a mi Chanchito Blanco, me dije, Chile tiene dos premios Nobel, el Perú ninguno. Administrativamente, legalmente y oficialmente, el máximo galardón de la literatura atribuído a don Mario, pertenece a España, el escritor es ciudadano español. El año 2000, al escritor chino nacionalizado francés Gao Xing Jiang, autor de una hermosa novela titulado La Montaña del alma, le fue atribuído el Nobel, Francia hizo todas las gestiones, la China ni siquiera o apenas protestó, otro Nobel para Francia, el curioso puede comprobarlo con un clic. Por entonces, mi amigo D’Ortoli de Córcega vivía con
su mujer e hijo, retirados del mundanal ruido, en una casita provenzal cerca de la Tour d’Aigues, en pleno corazón del Luberón. En una eminencia de tierra vecina, apenas distante de unos quinientos u ochocientos metros, sitio encantador escoltado por álamos y cipreses y con vista a la montaña mágica, vivía el vecino más cercano, y ese vecino era el chino, y ese chino era el futuro Premio Nobel Gao Xing Jiang, pero entonces nadie podía saberlo, ni yo que quería visitarlo de puro manchero, salud, vecino, tenga, sírvase este platito. Allí se refugiaba el escritor cuando se escapaba de París con aguacero. Allí vivía por temporadas, retirado del mundanal ruido y cara a cara con nuestra montaña. En una que otra cena o parrillada en casa de d’Ortoli, yo miraba la casa del chino
con un gran sentimiento de paz. La montaña mágica es y además flota, respira y existe, se llama el Luberón, su espina dorsal nos lleva hasta las cabalgatas de los brontosaurios en estos parajes, y el escriba tripula un triceratopo. Cual no sería la sorpresa de d’Ortoli al ver llegar a la casita del chino radio, televisión, camionetas repletas de periodistas, de pronto un helicóptero, de pronto un globo,
tremendo barullo en el silencio sideral del Luberón, bombos y platillos, pitos y flautas, los invasores venían a devolverle el mundanal ruido a Gao Xing Jiang por haberse ganado el Nobel de literatura, ¿te imaginas, mi Lechón? ¡El gran chino forma parte de los quince Nobeles franceses! ¡Por ser ciudadano francés! ¡Chile dos, Perú cero! ¡Así es el fútbol! ¡A sacarse el sombrero! ¡Caballero!
¡Salud por eso! Et allez la France !! SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M,