20160731

Chinos en Provenza


por Miguel Rodríguez.

El martes 19 de julio del año 128 del nuevo calendario, provenientes de Lutecia,

Valentino pan y vino, Maximiliano su hermano, dos chicos muy bacanos, y su

progenitor Julián, poeta de Bogotá, vinieron al sur donde la pasamos

maravillosamente gracias a un sistema de coincidencias o albures, amigos. Estos

niños de doce y trece años, fueron casi de inmediato adoptados por los gatos,

sobre todo por la gata Luna que cada vez se muestra más queredona o menos

huraña aquí, en el depa de la comadre Rosario, quien por lo demás me dijo por

teléfono que no dejara entrar a don gato, cosa que hice con el dolor de mi

corazón, ¡lo siento! ¡zape don gato!… Fuimos a buscarlos a la estación espacial

del TGV, con el primo Juan que nos hizo la gauchada, un par de chelas, pequeña

cena, espagueti y bistec, dos copetines de rosé, y ya, primo, vamos, los

muchachos llegan a las 22h26, te agradezco. Nos saludamos con afecto, los

chicos ya felices, muy afectuosos y sonrientes. De la estación a Aix, hubo tapón

al salir, pero después volamos, y yo sentía en algun lugar de la noche la vigencia

y la respiración de la Montaña. Llegamos al depa, ahora sí ya sin apuro, un par

de chelas, agua y Coca-Cola para los chicos, pasamos rápido a los copetines de

rosé de Provence, conversa que te conversa, fueron momentos muy agradables,

los chicos se fueron al sobre tipo una, una y media, Juan se fue tipo dos,

nosotros nos quedamos hasta las tres, buenas noches, viejo Julián, ¡bienvenidos

a Aix! ¡Hasta mañana!

Al amanecer tipo doce, ¡ya era hora del aperitivo! –que pronto realizaríamos en

un bar de Pont de l’Arc, donde nos atendió un Monsieur provenzal muy

simpático–. Los chicos durmieron a pierna suelta, al despertar estaban super

entusiasmados, después de almuerzo vamos a Aix, ellos tomaron su desayunito,

Julián un café, yo un té, tipo una ya estabamos cheleando suavemente en el

susodicho bar. De vuelta al depa, preparé algo sencillito, un arrocito, unos

bistecs de carne molida con juguito especial, una ensaladita y ¡listo! ¡Vamos a

Aix, ciudad también conocida como Sex-en- Provence! ¡Ciudad antigua y

famosa donde se contabiliza el mayor número de bellas mujeres –chiquillas de

veinte y treinta, de cuarenta y cincuenta, viejitas lindas también– por metro

cuadrado, ya verán, eso sí, hay que estar bien mosca, ¿quieren ir en bus o a pié?

Estamos a veinte minutos de la divina ciudad, vamos caminando dijeron, sale y

vale si su papá está de acuerdo, claro que sí dijo Julián, y en ese momento, por

sugerencia mía, empezamos un concurso con los chicos impacientes, el que ve a

la primera y dice ¡yo la vi primero! gana un punto, el que pregunta la hora gana

cinco puntos, el que les sonríe diez puntos, y si la hembrita también nos sonríe,

veinte puntos, y el que pide el número de teléfono, cincuenta puntos, ¿okey?

Y yo caigo en la máquina del tiempo memorial, a mediados de los ochenta

cuando llegué, a veces veníamos a tomar un cafecito y a fumar puchos desde las

nueve de la mañana, nos instalábamos en el Bar-Café- Restaurant La Royale, que

ya no existe, o en la esquina estratégica de La Belle Epoque, o frente a la

Rotonda o Fuente de los leones, los cisnes, los duendes y las tres vest ales, en Le

Festival, sólo para admirar a las bellas mujeres, mirá, mirá esa, mirá la otra, si

vuelve a pasar está buena p’al levante, yo que siempre fui medio timidón me

maravillaba con el desparpajo de los argentinos, expertos en esas artes de

seducción, mirá, mirá esa, mirá ese minón, parece aburrida, o de pronto se pelió

con el novio, o el novio la engañó, decía uno de ellos como elaborando una

teoría de la irrestibilidad, de modo que ¡Mosca Maximiliano! ¡Mosca Valentino!

¡Pelen el ojo! ¡Y tú también, viejo Julián! ¡Que para eso diosito nos ha dado los

ojitos! Ah, qué será de aquellos muchachos argentinos, del único que a veces

tenemos noticias es del Vago, muy esporádicamente de Daniel que como nos

cuenta Isabel se ha convertido en cantante de tango, Jorgito se regresó a

Tucumán, lo tengo como amigo en Facebook pero ¡ya pasó tanto tiempo! ¡Y el

mundo yira, yira, yiraaa! De Chango sabemos que está en el Cap d’Agde y que

se ha retirado de la farándula por motivos de salud. Mi querido Charlie falleció

en Nicaragua, ruptura de aneurisma, qué increíble, pero Julito desapareció, y el

Turco, y Tellerman y Rabinovich, pero la vida continúa, y veinte años no es

nada, treinta tampoco, chinos, ¡mosca! ¡Pilas! ¡Pelen el ojo! ¡Siempre atentos y

vigilantes! ¡Eso quiere decir estar mosca! ¡Y con todas las cosas de la vida

también! ¡Mosca! ¡A esa mona yo la vi primero! El destino de un cuerpo es otro

cuerpo decía el poeta, chicos, chinos, ¿por qué les dicen chinos a los niños en

Bogotá?, en fin, pelaos, chibolos, mosca, las mujeres nos aman, así es, nunca

hay que dudar de uno mismo, en consecuencia somos multimillonarios, miren

chicos, mire viejo Julián, aquí vivió el poeta Malherbe, y aquí, en la rue

Clemenceau, el poeta Blaise Cendrars, ya, caminen chinos, vamos al museo

Granet, eso sí, sólo entramos si no hay una cola de kilómetros, ¿okey? ¡Museo

Granet de Sex-en- Provence! ¡Ah! ¡Mosca con las fuentes mágicas! ¡Esta es la

fuente de los Cuatro Delfines! Musée Granet ! Camoin dans sa lumière !

Cézanne ! Manguin ! Marquet ! Matisse ! Y apenas entrando al museo, ¡qué

chicas tan hermosas! ¡Las que venden los tickets y también la monita que los

recibe y nos dice, pasen, Messieurs ! Al fondo hay el rectángulo de luz de un

jardín, un rectángulo casi enceguecedor, entramos por el laberinto de la

exposición hasta llegar a un cuadro monumental donde aparece Zeus Júpiter

acariciado por una ninfa, Loubon era un hermoso pintor de cabras hermosas, los

chinos amateurs d’art toman fotos y fotos, pero ya dice el viejo Julián, qué sed,

me gustaría ir a un bar típicamente provenzal, eso mañana le digo, hay uno bien

bonito en la ciudad de los Peroles, ahora todo ha sido modernizado en Sex, pero

yo conozco un barcito en la rue d’Italie, primero entremos a la iglesia Saint-Jean

de Malte, dan grandes conciertos de música clásica a veces gratis, Bach, Haydn,

Mozart, Schubert, Vivaldi, y también hay cuadro original de Eugène Delacroix,

después vamos al bar.

¡Mosca, Maximiliano! ¡Mosca, Valentino! ¿Qué quieren tomar? ¿Orangina?

¿Limonada? ¿Coca-Cola? No, Valentino, aquí no hay Fanta… ¡Mosca! ¡Miren y

admiren esas bellezas! ¡En este momento preciso! ¡De pronto nunca más las

volvemos a ver! Y el viejo Julián cagado de la risa, y los chinos felices, y yo

transmitiendo enseñanzas ancestrales, recordando a mi padre que fue un

tumbador de polendas, admirando a los culitos, o sea, a la vida, esa es la

enseñanza que recibí de mi querido viejo y de los amigos argentinos, la cual, en

este momento preciso, les transmito, chinos. Ah, y también apunten, no hay que

compararse con nadie, sino, cagamos. Estos amigos argentinos de los que hoy

me acuerdo eran también tremendos tumbadores, por eso no traté de imitarlos,

cuestión de temperamento. Eso no te lo recomiendo a ti, Maximiliano, a ti sí,

Valentino, porque nuestra aproximación de los culitos debe estar, directamente,

en función con nuestro carácter, con nuestro temperamento, sino, cagamos.

Valentino pan y vino es más atrevido y extrovertido, en consecuencia puede ir

hacia ellas; Maximiliano, como tiene un carácter más reservado, debe esperar a

que las minas y los minones se le acerquen, y no al revés. Tomen nota, chinos.

Maximiliano mi sobrino y mi hermano, con ese nombrecito de emperador, ¡que

todas se te acerquen! ¡Y tú les dices, bien pueda, mami! ¡Después que vengan en

orden alfabético! ¡Y las pones en fila india! ¡Eso ya de ti depende! Valentino mi

sobrino y mi hermano, con ese nombrecito de filósofo agnóstico y de heresiarca,

¡que te las tumbes a todas! ¡Que todas quieren, además! ¡Mosca con el detalle!

¡Todas quieren y aunque se hagan las que no, andan pidiendo! La clave, es el

momento preciso, que cada uno de ustedes descubrirá en su debido tiempo,

anoten, chinos, pelaos, chibolos, chicos. Y el viejo Julián ji ji ji, ja ja ja, vamos

al centro de la ciudad dice, para que los chinos compren jabones, lavanda,

patchulí y souvenirs, vamos le digo, vamos también a ver la catedral, qué

fresquito aquí, mira, ese bar llamado Le Gaulois pertenece a una madame

llamada Ginette, ah, viejo Julián, ¡si ese bar pudiera hablar! ¡Aquí justo al frente

había una mona muy querida qué pa qué te cuento! ¡Ahora vayamos a la Place

Richelme! ¡A ese bar que te gustó al pasar! ¡Chinos! ¡Vayamos a la Place

Richelme o Plaza del Jabalí! ¡Toquen la nariz del jabalí emblemático! ¡Miren las

ranas, los caracoles, las lagartijas, las salamandras, los escorpiones! ¡Toquen el

agua y pidan un deseo, como en las otras fuentes! ¡Aix o Sex es la ciudad de las

fuentes! Ya estamos confortablemente instalados en una de esas mesitas que

alguna vez serán apreciadas en el Museo del Hombre, del querido Bar PTT, que

tanto le gustaba a Félix Calonder, a quien pasamos un saludo desde este lado de

la Estigia, de pronto los chicos ya están jugando fulbito en la Place Richelme,

otros chicos o chinos se unen, se organiza un partidito, una pichanga, nosotros

pedimos copetines de un rosé deliciosillo, salud viejo Julián.

Este poeta bogotano es fino letrado, gracias a él hemos aparecido con algunos de

los muchachos parisinos en antologías publicadas en Colombia, colección

Vientos migradores / Caza de Libros / Antología de siete poetas y narradores

peruanos 2014, libro que hasta se vendió en la pasada Filbo que tuvo el año

pasado a Perú como país invitado, gracias viejo Julián, compilador y

antologador de Vientos Migradores II / Caza de Libros / Latinoamérica

expatriada, donde también tenemos el honor y gustavo de aparecer. Al mismo

tiempo, el viejo Julián a quien de vez en cuando le digo primo porque también

se apellida Rodríguez, es autor de un libro que podría figurar en la escuela

gardeliana, Tango de un exilio, donde cuenta como su abuela tuvo una gran

aventura con el gran Zorzal criollo, de modo que viejo Julián podría pertenecer a

una estirpe más importante –para los de nuestra estirpe– que los borbones o los

habsburgo o cualquier estirpe de nobles y reyes: a la estirpe del Mudo, como

algunos le decían a Gardel; también es autor de un libro de poesía titulado

Erótica del destierro, del cual escribe Mario Wong: « La experiencia erótica es

la que se halla más cerca de la poesía; como experiencia abismal, en cada

entrega amorosa (de cuerpos y almas), que nos confronta con la plenitud, pero

también con el vacío y la muerte. Eso se respira al leer Erótica del destierro. »

En ese momento, como por magia, aparece Isabel viuda de Calonder, luce

maravillosa, este bar le gustaba mucho a Félix dice –ya lo sabía, pero no dije

nada, ni que había mandado saludos al otro lado de la Estigia–, se sentaba aquí

mismo y mirando al mercado y la plaza le parecía un hermoso teatro, bueno, Isa,

qué alegría verte, te presento al viejo Julián, allá en el teatro de Félix los chicos

juegan y juegan, por el momento ya no miran a las hembritas o culitos, el mozo

tan simpático del Bar PTT ofrece una ronda de limonada y orangina a los

chinos, tres copetines de rosé para nosotros, salú, salú, el cielo es una lámina, no

hay una sola nube, es un prado celeste sin ovejas, bueno, volvamos a casa, pero

antes Isa nos invita a visitar el gran patio interior donde hay una fuente con

tortugas y peces, y unos árboles que dan frutos amarillos que los chinos, felices,

comen y se guardan en los bolsillos, al frente, afuera, ahora apreciamos la

belleza de la Place d’Albertas, aquí se dan conciertos de música clásica, viejo

Julián, digo, estoy con mis hijas y nietas dice Isa, besos, ya nos vemos otra vez,

chau y gracias decimos en coro, y volvemos a casa contentos y caminandito, un

tallarín saltado con pechuga de pollito, ¡y ya!, bonne nuit !

Al día siguiente, jueves, como yo había organizado o mejor dicho inventado un

almuercito en la ciudad medieval de los Peroles, hacia allá fuimos en bus, un

aperitivito en el Bar du Midi –los futuros altos funcionarios del Museo del

Hombre, vía internet, se enterarán de que aquí, en este bar, el bar de Jeanne, el

escriba compuso un poemario titulado Divino del verano–, donde, ¡mosca,

chinos!, apreciamos la juventud divino tesoro y la frescura de una moza o

camarera en la flor de sus veinte, ¡y que está con nosotros además! ¡Veinte

puntos para Maximiliano el tranquilo bacano! ¡Veinte puntos para Valentino,

nombre de heresiarca y de artista! El viejo Julián se imaginaba un filme con

Fernandel, una escena de pueblo, algo que jamás verá en París con aguacero…

Aparece en ese momento mi Lechón muy bella, vestida de azul, mientras el

viejo Julián y los buenos alumnos fabrican una rosa de papel para regalársela a

la moza, allí mismo, al costadito, le digo, ¡dejan su número de teléfono! Y si te

contesta, le dices que es una persona muy agradable, muy gentil, muy sonriente,

y que te gustaría conocerla, y la invitas a un aperitivo o a un café, nunca

pregunten si tiene novio o no, si es soltera, casada, viuda o divorciada, si viene

al caso que lo digan ellas, ¿okey?, y si el trámite y la conversa –es muy

importante esto de la conversa, aquí la pueden envolver con un elegante camisón

de baba– resultan favorables, a la próxima la invitas a un

restaurant…Normalmente, después del restaurant un traguito en la Plaza, ¡y

después al ring! ¡Un mordisco directo a la yugular! Todos reímos. Un poquito de

conversa y luego al jato, un almuercito con papas al vapor, salchichas de

Toulouse y chuletas, una ensaladita, mi Lechón estaba apurada, tenía que

trabajar, y además en la atmósfera sobrevolaban las furias mentales, esas que

volvieron loco a Orestes, pero yo de Orestes no tengo ná, no pasa naranjas primo

Julián voy diciendo, ya son las dos y media, entonces aparece la comadre Dalia,

ya había almorzado, un par de chelas, nuestro plan era ir al lago con los chinos,

pero como la vida es un río fuimos a la residencia con piscina, con perro y gato,

los chicos chinos más felices que unas lombrices, le sacaron el jugo a la piscina,

hasta se bañaron de noche iluminados por reflectores, unos buenos rosés, pasta y

mariscos, buena conversa, allá dormimos ese jueves, sueño magistral –aunque al

parecer enterré el pico durante la cena, bueno, ¡de eso no me acuerdo!

El viernes habíamos planeado ir a Marsella la bella, pero no pudimos por motivo

de mal tiempo, y también porque mi Lechón trabaja en su nuevo negocio de

alquiler de residencias, de arreglo de las mismas, recepción de clientes, check in

check out, welcome in France ladies and gentlemen, estoy seguro de que le irá

bien, contrariamente a este jugador ella no puede vivir sin trabajar y es incapaz

de decir ¡y no hago más ná!, pero en fin, se respeta, tampoco pudo darnos un

empujoncito hasta Aix, ella iba en sentido contrario rumbo a Cadenet,

caballeros, salimos rumbo a la estación de buses bajo llovizna ligera en la ciudad

de los Peroles, cielo cubierto gris acero, rumor sideral de tormenta. Al llegar a

Aix, la verdad, estábamos muy cansados, y a Valentino le dolía el piesito

izquierdo, pensamos que podía ser una ampolla pero no, seguro que se raspó la

víspera saltando hacia las turquesas de la piscina, mejor descansamos un ratito,

dije, luego un almuercito, podemos invitar al primo Juan y a Cristo, ¿Cristo?,

preguntó el viejo Julián, sí digo, un amigo músico made in el Valle del Cauca,

de Cali precisamente, es un pata de hace siglos, vive cerca de Aix en un pueblo

llamado Luynes, qué les parece. Dicho y hecho… ¡Todo el mundo a descansar!

Tipo doce me desperté como impulsado por un resorte, pero fresco como don

gato de Tasmania, preparo el arrocito, la ensaladita, los fríjoles ya estaban listos

desde la víspera, rosé, los chinos me ayudaban en todo, la mesa, los platos, los

cubiertos, las copas, el viejo Julián también, almorzamos y conversamos hasta

las cuatro, cinco, luego, obligatoria, otra minisiesta, después otro vueltón por

Aix, ahora nos veo en taxi con aire acondicionado de vuelta a casa, ahora nos

veo en otra terraza del verano, en el bar de Pont de l’Arc, limonada, orangina,

unos copetines de rosé, ¡y ya! ¡Primera vez que tengo a dos auditores tan

jóvenes de mis poemas anacreónticos! ¡Muy atentos y concentrados! ¡Hasta me

aplaudieron y pidieron repeticuá! También leyó el viejo Julián un poema de

nuestra antología titulado Cósmica, un himno al amor y a la mujer, que termina

diciendo: Te observo / te espero / inclinado en tu pelvis / Agonizas dichosa / en

tu orgasmo cósmico / Te observo… / te espero / cósmica / deliciosa… ¡Salud

por eso ! ¡Con este rosé de Provence, viejo Julián! ¡Y hasta la próxima! SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.