20160603

SAPO

por Miguel Rodríguez.

¡Uf! ¡Uff! ¡Ufff! ¡Tres veces uf uf uf! ¿Será que, como en el boxeo, cuando uno
de los combatientes ya esta frito pescadito, me salvó la campana del puñetazo
recto, del gancho, del uppercut final? La verdad verídica, amigos en general –no
soy homo sexualis, en fin, ya veremos antes de que cumpla cien, pero sí tan
chismoso como Truman Capote, gran maestro de la literatura y del bochinche,
¡no me puedo morder la hijoeputa lengua!–, es que este jugador falso boxeador,
falso karateca, falso kunfuteca, dándoselas de muy bacán para variar, una
especie del bacán de la película, estaba sentado sobre la seguridad inamovible de
su relación de amor con su Lechón. Sinceramente, el jactancioso hijoeputica,
como un Wilfredo Benítez cuando tuvo que enfrentar a Ray Sugar Leonard, que
lo noquearía creo, en fin, que le ganó al bacán, así estaba el falso boxeador, bien
estiradito, bien empinadito, bien orgullosito sobre todo, aunque la verdad es que
ya estaba de patitas en la calle, su amado Lechón le había con justeza sacado
tarjeta roja por borrachín, por perezozo y mandoncito, también por su gran
capacidad de necedad, pero sobre todo por las épicas peleas entre el Necio y el
Monstrito. Abro un paréntesis como dicen los literatos, antes de que se me
olvide, los aficionados pueden ver gracias a la magia de Youtube los mejores
momentos o la totalidad de tan memorable combate peso welter de nuestras
grandes épocas, pero bueno, decía que Neciodoro se sentía como el mismo
Wilfredo, muy seguro de sí mismo y hasta sobrador, ji ji ji ja ja ja. Pero Sugar
era el super monstruo de dos cabezas, cuatro piernas y, sobre todo, cuatro brazos
bien puñeteadores, mientras que Wilfredo sólo disponía o dispone de dos
miserables tentáculos, pero con guantecitos rojos incorporados. Ahora tengo un
vacío recordatorio. ¿Qué pasó, mi Cerdito? En determinado momento aunque
todos los son, el monstruo doble se cortó o fue cortado en dos, no fui yo quien
dio el machetazo, el tijeretazo, yo no separé al ente con escalpelo, no utilicé
hacha ni sierra eléctrica, pienso que el tajo lo hizo mi Lechón, jarto de las peleas
homéricas con Monstrito, y jarto también de la borrachería y las fiestas, de
modo que la chiquilla fue trasladada, provisoriamente, al jaus de su progenitor.
Aunque con las mujeres nunca se sabe, nunca. Yo le pido a mis dioses
principales, que en lo que sigue de estas reencarnaciones, me transforme en
mujer, de verdad lo digo y espero que se realize. Hay que imaginarse. Disponer
de la hendija del comienzo y del fin del mundo. El mundo varonil, creyéndose
superior en nuestra inmensa necedad, parece o pretende no darse cuenta, la
mujer es superior y punto, por donde se quiera enfocar la cosa, por eso los
tarados acomplejados le dan golpe, o la quieren matar, o la matan. De la rosa
salimos y siempre, pase lo que pase, volveremos ineluctablemente hacia la
maravillosa rosa de los orígenes, para que la vida siga en la movida, en esto
pensaba muy seriamente, amigos, en la mujer y la rosa rosa tan maravillosa. A
todo esto, se incorpora otra cabeza, otro cuerpo y, sobre todo, cuatro miembros
más, los de abajo para caminar y bailar, los de arriba para noquear, o sea mi
suegra… ¡Pero no contaban con mi astucia! El jueves noche soñé con un sapo
que hablaba y me aconsejaba. El dicho sapo, al despertar y ya tomando
desayunito con mi Lechón tristón, se transformó en idea, y la idea era que yo
podía resolver tan peliaguda situación a través de algo que voy a llamar el
pensamiento poético, el pensamiento no-lógico, pero no puedo decir más.
Diagnostiqué mi propio mal y al toque lo resolví. Fui a Sex-en- Provence para
solucionar problemas menos trascendentales, pero importantes en esta vida
pasajera, o sea administrativos, y también los resolví. Y de tanto andar
resolviendo y remendando entuertos, se me olvidó que ese viernes histórico mi
Monstrito venía a almorzar en casa, y digo se me olvidó porque cuando viene
este jugador pone pies en polvorosa y se refugia en el Bar de Jeanne, para no
hacerme hígado, en tales casos más vale convertirse en el Hombre Invisible…
Subo a mi caballo rumbo al supermercado, rumbo a mis chelas, a mis bifes, a
mis papas, a mis ensaladas, a mis tomates, a mis arroces, a mis quesos, a mis
vinoquios, cuando de pronto me cruzo con Monstrito que regresaba del colegio
rumbo al jaus y que, oh oh oh, me regaló una sonrisota de tres metros, ah carajo
me dije yo, à toute à l’heure ! A todo esto, 25 grados centigrados en el Trópico
de Cáncer, bello cielo despejado en Peroles. Además el Monstrito, de nuevo
metamorfoseada en Hermosita, me había dejado un mensaje super amable y
super entusiasta en el telefonino, lo consulté después todavía boquiabierto.
Llego al jaus y por poco Hermosita de nuevo se precipita en mis brazos
cansados de Wilfredo a punto de caer o ser noqueado, me da besitos y todo, y yo
ah carajo, ¡qué maravilla! Aunque feliz y aliviado, me puse a cranear, ¿qué
magia, qué arte o mejor dicho qué milagro ha hecho posible que el Monstrito
adverso desde hace un año por lo menos, de nuevo se transforme en Hermosita,
ya no Horriblita, y vuelva hacia Wilfredo y me quiera otra vez, como en los
grandes momentos? Para mí, amigos, fue el sapo. Seriamente lo digo: fue el
sapo. Además, ese viernes fuimos a la fiesta de los vecinos, pizzas y buenos
vinos, charla, los vecinos contentos, simpáticos, Hermosita tocó saxofón y
aplaudimos, y ya, ¡a casa!
Al día siguiente como salí en busca de culantro, todavía intrigado y feliz, le dije
ya regreso, te voy a preparar arrocito y un bisteck, ¿okey? Okey, dijo Hermosita,
ah no, yo me como un hamburguer, tengo que irme a las dos, okey, digo, y yo de
nuevo subo a mi caballo, ya estoy en el Mercado, ando también buscando
cebollita china para un futuro arroz chaufa, de pronto el domingo pienso, y me
encuentro con la comadre Yaneth, nos saludamos, hola comadre, hola compadre,
uy, hace tiempo, y yo bocón, bochinchero y totalmente incapaz de morderme la
sinhueso, empiezo a chismear, que ésto, que lo otro, que así, que asá, la verdad
es que no tengo más remedio que transformar la tragedia en comedia, comadre,
no voy a estar lloriqueando como un marica ¿no? ¿o qué? –estamos comprando
en el puesto de Milhoud, en medio de zanahorias, beterragas, cebollas, apio,
papas, repollos, rábanos, ajos, menta, coles, alcachofas, perejil y culantro,
también fresas y rábanos–, estoy muy adolorido, comadre, muy adolorido del
corazón, y quisiera decir que todo me importa un culo, ¡pero no! ¡Sería
mentirme a mí mismo! ¡Sería mentirle a Wilfredo Benítez! ¿A Wilfredo? se
extraña la comadre pero eso no se lo puedo explicar, y tampoco lo del sapo, ¡ah!
medio suspiro ¡pa’ qué te cuento! ¡Estoy muy emocionado! ¡Soy una güeva con
su corazoncito! ¡Pero te cuento! ¡Desde ayer de nuevo me quiere mi Monstrito!
¡Y ya es una señorita! ¿Qué habrá pasado por su cabecita o mejor dicho dentro
de ésta? Así nos dijimos chau y Wilfredo, cada vez menos Wilfredo, volvió a
casa con su botín de legumbres, la cola del apio sobresaliendo de la mochila, en
su bicicleta, todavía pensativo, nuestras facultades auténticas, los movimientos
favorables, ¡como el clima! ¡Exactamente al ritmo metereológico! Ayer, lluvia,
nubes y nubarrones. Hoy, sol. Ayer, rayos y truenos, relámpagos, viento a cien
por hora, tempestad. Hoy, cielo espléndido. Sinceramente, amigos, me parece
que recién empiezo a entender el origen, la amplitud y las consecuencias de los
grandes movimientos que me han agitado. Recién me doy cuenta de que cada
quien, sin darse cuenta, inventa sus propios cielos y, sobre todo, sus propios
infiernos… Por ahora va llegando mi Lechón del trabajo, odiándome porque
cuando ella se va yo me quedo en la cama leyendo o rascándome las bolas, a
veces un sueñecito hasta las diez, y después no hago más ná, y ella en plena
chamba, pero no le hago caso, simplemente le doy un besito, sigo pensando en
la permanente alteridad de los elementos, los días, las noches, las lunas, los
soles, los rayos, los truenos, los relámpagos, los eclipses, las lunas llenas, los
nubarrones, los días espléndidos, pero no pasa nada, todo parece volver al orden,
ya veremos… De pronto me susurra el sapo: ¿y qué tal si estos grandes
movimientos tuvieran eco o tuvieran lugar dentro de cada quien? ¡Estaba dando
manotazos en la oscura piscina de la desesperación cuando se me apareció el
señor sapo!
Y ya se acerca la señora noche, tardía en verano, aquel sábado 28 de mayo de
nunca jamás. Tipo siete, tipo ocho, llega Hermosita con la tercera cabeza, o sea,
con mi suegra, que no quiso quedarse a cenar, tiene una dieta, en fin, no puede,
de pronto siento cierta aspereza en la atmósfera con mi Lechón, de modo que al
toque le pasé lija y me hice el huevón. Entre nos, una buena comidita con su
respectiva ensaladita, luego vemos una película ji ji ji, ja ja ja, ¡buenas noches!
Bonne nuit ! ¿Viste? le dije a mi Lechón amorcito, ¡Monstrito de nuevo
Hermosita dijo buenas noches!... « Agradéceles » me decía el sapo
« agradéceles, ¡y agradéceme a mí! ¿no te das cuenta de que gracias a ellas has
escrito lo que has escrito últimamente? » ¡Salud por eso, amigos queridos!
¡Salud por eso, mi querido señor sapo! SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.