20160617

Encuentro con el poeta François de Malherbe (1555-1628)


por Miguel Rodríguez.


Esto sí tengo que contarlo, el recuerdo es fresquito, amigos. Apenas tres, cuatro
días atrás, cuando Chabuquita nos visitó inesperadamente, como
desprendiéndose de la grisura de París, como buscando la luz del sur en forma
de amistad. Sábado y domingo de juerga interminable. Sábado día de Saturno
Cronos. Domingo día del sol o Sunday para los nórdicos. Domingo día del
Señor. Y este servidor, el señor poeta parásito no sólo no ha muerto ahogado en
una piscina de vino rosé, ya resuscitó, ya salió del sepulcro del ayer, ya
desayunó juguito de naranja, ya se tomó su cafecito, ya fumó su cigarrito, ya se
bañó en la piscina, ahora está en la hamaca feliz el hijoeputica, este día lo siento
tan nuevo que su luz me hace cosquillas y siento una comezón en el pellejito
todavía piel, todavía lámina elástica, epitelial. Y anoche. Anoche, en aquel
precámbrico, bajo las estrellas de ese período que duró unos cuatro millones de
millones de años, o sea cuatro billones para expresarnos como los millonarios
que somos, hablamos, comimos, bebimos, bailamos, luego nos dormimos bajo el
ala de otro precámbrico, morimos, soñamos y hoy, todavía medio torombolos
por la intensidad de la huasca, despertamos en el día más increíble de todos los
días, el eterno jurásico del hoy y de nunca jamás, supongamos un 12 de junio del
2016. Y saliendo de la piscina me visita el Christos Dionisio Sol Invictus Mitra
de mi infancia convertido en un intenso sentimiento de felicidad, después de la
noche y del sueño. Don Miguel de Unamuno lo llamaba « el maestro de
divinidad », o sea, maestro de la vida, tal es la divinidad y no hay otra, todo lo
demás son cojudeces, acabo de darme cuenta, la famosa divinidad es la vida
simplemente, pero en su aspecto de dicha, « di questa luculenta e cara gioia », de
esta luminosa y preciosa joya, amigos, Paradiso IX, versículo 37… ¡Pero no se
lo digan a nadie! ¡No se lo digan a nadie, por favor! Sino ¿qué dirá la gente?
Pienso muy sinceramente que nuestro aspecto crístico consiste en nuestra
capacidad de afecto, en nuestra capacidad de amor, en nuestra capacidad de
dicha, tal es el dios, y punto. Ahora, vuelvo a instalarme en el homínido que
también soy, sin olvidar el aspecto microbio, sin olvidar el aspecto bacteria, sin
olvidar mi primer aspecto unicelular, millones de años antes del mono bípedo y
triunfal… ¡Todavía estoy borracho, carajo! Un pequeño flash-back. Esto que
cuento pasa cuando salgo medio tambaleándome del cuarto, uf, mis legañas son
helechos, mi saliva es la del primer anfibio, mi turrón es el turrón del primer
brontosaurio, y no sé por qué pienso en el precámbrico. Ahora sí, salgo. Pasa lo
que conté líneas arriba. Hay cielo. Hay jardín. Hay piscina. Hay hamaca. Hay
rosas. Hay geranios. Hay un gato negro. Hay un perrazo blanco. Ahora estoy en
la hamaca, medio bostezo, medio de nuevo me duermo. Ahora sí duermo, testigo
es el sueño. Duermo, duermo, duermo. Sueño, sueño, sueño, qué belleza, la vida
es sueño, una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño, que
toda la vida es sueño, ¡y los sueños sueños son, hijoeputas! Pero sigo soñando.
Dos seres amados me besan y besan las mejillas, los párpados, la frente, el
cuello, ahora me lamen con sus lenguas divinas, a estas alturas ya tengo el
estuche actual, qué belleza, el amor otra vez, el amor de siempre, la divinidad
del placer, con dos hembrichis galas y amorosas, pero no, es el sueño y su vigor,
el sueño dentro del sueño, quien me lame y me besa es el gran perrazo blanco.
En este instante preciso, pienso en mi amorcito agujereado, en convalescencia,
como si perteneciera a otro sistema solar, a otros cielos, pero ahí también estoy
yo, el homínido poeta amante de la belleza: ¡Amorcito! ¡Sólo la belleza salvará
al mundo! ¡Sólo la belleza salvará al mundo!… ¡Pero no se lo digan a nancy!
Esto que aquí transmito lo sintió, lo pensó, lo dijo y lo escribió en ruso
Dostoievski… ¡Sólo la belleza salvará al mundo, hijoeputas! ¡Contribuyamos
cada quien al vigor de la belleza! Por siaca: nosotros somos la belleza, pero no
se lo digan a nadie. De paso, cada quien de nosotros es el mundo cada día que
pasa, con belleza y fealdad incluídas, pero ¡chitón boca!, y ayer ya pasó, hoy ya
medio resuscitamos, vamos de compras con el compadre Remi, papi dice la
comadre Dalia, tráiganse unos limoncitos, y también unas fresas dice
Chabuquita, y cilantro para una sopa dice la comadre Dalia, y también una
ramita de perejil dice Chabuquita, y una Coca-Cola light para mí porfa, y
también unas cerezas pienso yo, y de paso nos echamos un par de chelas para
cortarla, antes de seguirla hoy pero suavena nomás. Paralelamente, el objetivo
de la expedición era recuperar mi biclicleta que ayer –ese precámbrico– dejamos
en casa de Manu, la casa de las parrilladas, los juegos de petanca y las piscinas
de rosé, porque yo ni loco vuelvo en ese estado, de noche y sin luz además, sino
termino acostado en los campos de trigo, en fin, vamos le digo, pero primero
vamos a echarnos un par de chelas para nivelarnos. Y después dice Remi hay
una parrillada en casa de Henry et Monique, de pronto vamos más tarde, por
ahora Dalia quiere tomar su sopa levantamuertos y comer su fruta, no gracias
digo, me los saludas, estoy muerto, yo soy fuga después del sopón, además mi
Lechón se puede poner saltón… apenas voy diciendo esto, amigos, cuando
entramos a un nuevo paraíso, Bar de l’Eden 1889, en Pertuis… Me disculpo,
amigos, no es botadera para nada, simplemente necesito compartir esto, Paradiso
XIV, 43-45 (los comentaristas del futuro dirán que el señor poeta parásito fue
uno de los más entusiastas lectores de la Divina Comedia):
« Come la carne gloriosa e santa
Fia rivestita, la nostra persona
Piú grata fia per esser tutta quanta »
Cuando seremos cubiertos por
La carne gloriosa y santa
Nuestra persona será más perfecta y entera
Aquí estamos y aquí nos quedaremos mientras se pueda, amigos, en la carne
gloriosa y santa, o sea, en el maravilloso cuerpo resurrecto después de la
borrachera. Por eso hemos entrado con el compadre Remi a este insólito círculo
de magia, donde la gente se habla, se da la mano, se toca, se palmea el hombro y
comparte, donde te ofrecen aceitunas, pop-corn y papitas fritas con las chelas o
los pastises, donde te saludan, donde uno entiende que la humanidad no está
perdida por completo, porque también nosotros, los dinosaurios capaces de
contacto humano espontáneo, somos los grandes sobrevivientes de esta
humanidad que se va, que ya se está yendo p’al carajo. Supongamos un flash de
cine. Se abren, se cierran y se maravillan los párpados, luego los ojitos, luego la
santa mente, luego el espíritu santo: Bar PMU por un lado, más allá, en una
construcción antigua se lee: l’Eden 1889. Hay un inmenso campo, color ocre de
Provenza, para jugar petanca. En la lámina del cielo, pasan nubecitas como
vellocinios ligeros. Un par de chelas, un poco de conversa, este sitio es hermoso,
volveré con usted, avec vous Monsieur de Malherbe. Hablamos y hablamos con
el compa Remi, pero la verdad es que estamos con unos muñecos prematuros y
medios pendejos, Monsieur de Malherbe pídanos un par más porfa, cuestión de
nivel. Pagamos y somos fuga, ya estamos en el camino rumbo a Saint-Martin-
de-la-Brasque –¡un saludo muy afectuoso para Carole!–, de nuevo me parece
que vamos hacia un sitio secreto, y que todos los sitios lo son, así como cada
detalle importante de la maestra vida, de cada uno de nuestros cajones secretos,
para romper el veneno de la rutina podríamos traer a nuestras mujeres a Saint-
Martin-de- la-Brasque, las llevamos a un restaurante en un pueblo desconocido, a
pichar en un hotel de un pueblo desconocido, y antes de la belleza, y antes del
restaurante, otra belleza tipo ocho, tipo nueve, en la residencia del señor verano,
las llevamos en bicicleta a un lago secreto donde vienen los jabalíes a tomar
agua. El coche avanza entre estas imaginaciones y olores a bosta de vaca y caca
de caballo. Pájaros y pajaritos en concierto perfecto. Vuelan hermosas aves
rapaces en el cielo de Provenza, un halcón ya vio una lagartija o lagartijón, hacia
su presa se precipita como una flecha con plumas. Muy rico ese aguadito con su
ajicito, con su limoncito, con su culantrito, con su pollito, qué sustancia
maravillosa, muchas gracielas, pero ahora estamos en otra dimensión. Ya
llegamos. Aquí estamos, Monsieur de Malherbe. En este instante, aunque algo
preocupado por la salud de mi caballo porque le saqué la llanta delantera, me
acordé del encuentro con usted. Ayer apenas. Cuando veníamos con Chabuquita
y la comadre Dalia de la ciudad de los Peroles rumbo a las parrilladas, no
podemos llegar así, con las manos vacías, llevemos unos rosés, unos tintos para
después, ya estábamos por este camino rumbo a Saint-Martin-de- la-Brasque, por
aquí debe haber un dominio, una cooperativa vinícola dice Dalia, mira, mira ese
letrero, hay uno, château du grand Callamand, vayamos, caminito de tierra
provenzal, de pronto la cara del cielo, de pronto cipreses, de pronto silencio, de
pronto la caricia del Luberón, los pajaritos, una casa increíble del siglo XVI, le
cuento a Remi, aparece una madame super gentil, super educada, super culta,
este dominio fue construído por el poeta François de Malherbe, dice, soyez les
bienvenus, les bienvenues, y la seguimos, todo es casualidad, nos vio porque
estaba atendiendo a otros clientes que ya se van, por eso nos vio, por eso pasa lo
que pasa, nosotros nos dirigíamos a la cava indicada donde no había nadie, tan
grande es el caserón que usted hizo construir, Monsieur de Malherbe, si no, no
la veíamos y no sabíamos a cuales de las puertas tocar, le cuento a Remi. Cómo
debió usted, Monsieur de Malherbe, apreciar la delgada majestad de los cipreses.
Cuánto y cómo debió mirar el extenso lomo del Luberón. Ahora, mire de nuevo
los caballos Monsieur de Malherbe, son los mismos caballos de hace quinientos
años, así como los perros, así como los gatos, así como los pájaros, así como las
nubes, así como las moscas, así como las libélulas, así como las arañas, así
como los sapos tenores, así como las ranas sopranos, así como el color del cielo
a esta hora, así como las rosas, así como los geranios, así como los cipreses.
Pero volvamos a un amanecer o a un atardecer de un verano tan parecido a los
millones veranos de antes, cuando contemplamos a los jabalíes, todos
enmariguanados y riendo, lamiendo el agua del lago en Saint-Martin- de-la-
Brasque… Monsieur de Malherbe, s’il vous plâit ! ¡Mire de nuevo las aves
rapaces, las águilas, los halcones revoloteando en el cielo del día de hoy y de
nunca jamás, ¡le presto mi estuche y estos ojitos si quiere! Pero insisto: los
jabalíes toman el agua del lago con sus peludos hocicos pintados con el color del
amanecer o del atardecer. Como ya le dije, estuvimos en la casa caserón
provenzal que usted hizo construir hace poquito. Se llama Château Grand
Callamand, donde compramos unos vinos hermosos que ya nos chupamos.
Animados por la Sainte Victoire, por un lado, y por un flanco del Luberón más
cercano, le dije a la madame eso mismo, sólo la belleza salvará al mundo, y
también le dije ese suyo verso, un elogio a una muchacha muerta muy joven,
hija del rey o del vizconde, « et, rose, elle vécut ce que vivent les roses » como
una rosa,vivió lo que viven las rosas, para decir eso, que la pobre chica por
usted inmortalizada murió muy jovencita, que su juventud y belleza duraron lo
que duran las rosas, lo cual es, sinceramente, una imagen de la putamadre, tanto
así que todavía resuena. Como ya le dije, ya morimos y ya despertamos, bueno,
al menos yo desperté, los demás todavía roncan, luego la piscina y la hamaca
donde estoy y desde donde escribo esto… ¡Hay un gorrión feliz en la palmera!
¡De nuevo el perrazo blanco, bello y cariñoso! Otro gorrión. Y otro. Y otro.
Cuatro, cinco, seis, siete, ocho gorriones que usted también vio, Monsieur de
Malherbe… ¡Y siguen llegando los jóvenes gorriones, idénticos a perdigones!
¡Ah! ¡Querido Monsieur de Malherbe! ¡Esto que aquí cuento es muy fresco!
¡Ayer tarde nomás las pizzas, las parrilladas, los rosés, los rones, el canto, las
guitarras, el baile, las fumarolas sutiles de la diosa mariguana! ¡Ahora en la
hamaca asisto al festival de los voluptuosos gorriones! ¡Un millón de gracias,
poeta Malherbe, por habernos ayer recibido en tu casa, en el corazón del
Luberón! Antes, el perrazo blanco era un perrazo negro, que yo también
consideraba, sentimentalmente, como mi perro, perro negro, perro sabio, perro
amoroso, perro loco, mire poeta Malherbe, venga, acaricie a mi perro. En uno de
sus delirios, buceaba y sacaba piedras en el riachuelo aquí cerquita, que también
tiene aguas profundas cuando está bien surtido por las lluvias, bien surtido y
bien lleno, allí bucea nuestro perro negro, tenga, le regalo esta piedra fresca
salida directamente de su siglo, allí estaba, nunca nadie la sacó, aquí está, ¡la
sacó el perro negro! Más tarde, de nuevo las arboledas anaranjadas, de nuevo el
cielo violeta, de nuevo los trigales de oro bajo el sol de los poetas. De nuevo las
colinas y los cerros verdes, los animales, los pájaros, los insectos y los seres
humanos nos aman. Mejor dicho, nos amamos. Así sea. Omnia vincit amor,
como diría Rómulo de Amsterdam. ¡Salud por eso! SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.