20160512

El señor Atún


Por Miguel Rodríguez.

Debido a persistentes malentendidos repetivivos, a persistentes fricciones y otras cojudeces en el seno de nuestra pareja o dupla, fricciones y cojudeces dignas del Purgatorio, queridos amigos, dignas del Canto XX, versículos 94-96, aromatizadas y salpimentadas con una especie de guerra de guerrillas que Monstrito, la hijita de mi Lechón, despliega desde un año atrás versus este jugador que no es inocente para nada, contra este fogoso puntero izquierdo del amor que conoce su responsabilidad y se flagela por borrachín chín chín, el lunes dos de mayo del 2016 según el antiguo calendario, bello día de calor, día en que llegó mi sobrinazo José Alejandro made in Caracas, futuro grand chef de cocina mundial, día en que fuimos gentilmente invitados por mi comadre Dalia para una cena exquisita donde los dos conjugaban sus talentos, mi amorcito estaba completamente achicopalada, exhibía un semblante kilométrico, qué digo, su carita triste parecía la Panamericana… Y yo jode y jode… ¡Carajo, amorcito! ¡Cada día que pasa, el mundo pasa! ¡Y todo pasa! ¡Todo! ¡Y a cada instante! ¡Nada ni nadie puede detener el fluir del río de la vida! ¡Este instante por ejemplo! ¡O los malos ratos! ¡Mira mi cabeza! ¡Me he vuelto millonario en canas! ¡Antes tenía un peluquín color ala de cuervo!¡Una espléndida cabellera oscura! ¡Y ahora la nieve del tiempo! ¡O mejor dicho de los colerones! ¡Lo único que falta es que se me desteja la gorra! ¡De todas maneras a mí los colerones se me pasan rapidito! ¡El rencor es agua estancada! ¡El amor se destruye y se construye cada día! ¡Lo mejor es que pase lo que pase sigamos pichando! Voilà mon dernier mot ! ¡Borrón y cuenta nueva cada día! ¡Cada puto día maravilloso! ¡Los hijos no son nuestros hijos dice el poeta, amorcito! ¡Aunque según Cristo de Cali son como una prolongación carnal, con hueso y todo! ¡Con tendones y pellejo! ¡Hasta con pelos y uñas! ¡Como otro brazo u otra pierna que les sale a los pobres padres! ¡Disculpa! ¡Pero a mí ningún monstrito me falta el respeto, menos el tuyo! ¡Por eso la carajié! ¡Y no la mandé a comer mielda por respeto a tí! ¡Disculpa! ¡Yo nada sé de estos apéndices chupasangre! ¡Yo no sé qué es eso! ¡Seudo reyes o seudo reinas del siglo a los trece años, mocosos de mierda! ¡Mis únicos hijos son mis libros y puedo asegurarte que no joden! ¡Al contrario! Full satisfekshon! ¡Y también son hijos de la vida como los hijos de carne y hueso! ¡Y todos somos hijos de la vida, o sea del dios! ¡O de la diosa! ¡La vida es el padre-madre! ¡Y nosotros los hombrecitos hijitos de San Antonio y de la chucha del gato! ¡Por la putamadre, amorcito! ¡Una sonrisita p’al cieguito pol favol! ¡O una risita! ¡Un esfuercito! ¡Estira los zigomáticos! ¡Imagina que son de chicle! ¡Ji ji ji! ¡Ja ja ja! ¡No te hagas rollos por favor! ¡Ya llegó mi sobrinazo José Alejandro! ¡Primero viajó de Caracas a Lima! ¡Después de Lima a Londres! ¡Allí descubrió el arte! ¡Su vocación de chef! ¡También estuvo en España la madre patria! ¡Ahora de Lima a Marsella! ¡Y de Marsella a Menton, la ciudad del limón! ¡Se está especializando en uno de los mejores restaurantes del mundo! ¡En la Côte d’Azur! ¡En el grand restaurant Mirazur! ¡Menucito entre cincuenta y ciento cincuenta eurófilos o euritos! ¡El vino aparte por supuesto! ¡Bueno! ¡Ya son las seis y media! ¡Vamos! ¡Así llegamos puntuales p’al aperitivo!
Y fuimos. Y llegamos a Pertuis, al palacio de Dalia y Remi. Un emotivo abrazote con el sobrinazo. Según él me he achicado un poquito, aunque yo creo que es él quien ha crecido. ¿Hace cuánto tiempo que no nos veíamos, tío? Desde el 2009 o desde el 2010, ¡cuando regresé a Caracas después de veintisiete años de ausencia! Mi sobrino y la comadre Dalia, eficaces y operativos, ya casi tenían todo preparado, pero seguían los preparativos, y más preparativos, corte, cocina, cuchillo, confección, tenedores y cacerolas, espárragos pasados por mandolina para fabricar sutiles láminas que, remojadas en agua helada, se envuelven y se pegan, se convierten en finos anillos de espárrago, frescos, crocantes, ¿y el arroz? ¿El arroz? ¿Lo preparo ya o qué? ¿Ya preparo el arrocito? ¿Ya? No, todavía no doña Dalia, ¿cómo que todavía no, chef? respondía divertida la comadre Dalia, que también es un grand chef, ¡y llámame Dalia, carajo! ¿Qué es eso de doña Dalia? (Y yo por dentro ji ji ji ja ja ja) ¿Cómo que todavía no? ¿Y los crumbles? ¿Y la crema de fresas fouettée ? Bueno, estamos aquí desde las seis, ya es hora de hacer un breque.
Y mientras ellos cocinaban, y mientras conversábamos, yo medio alucinaba, me acordaba de mis propias experiencias en el universo de los restaurantes, de mis estudios y prácticas para obtener un diploma de simple ayudante de cocinero, aquel CAP de cocina, aquel cruel invierno del 2005 cuando vivía en el castillo de Ulises gracias a mi compadre John Jairo de Tuluá, cuando los vampiflits me jalaban de las mechas para precipitarme a los infiernos… Y yo más terco que un cáfila de mulas, yo paso este CAP, carajo… Tuve el privilegio de capacitarme, aunque sea como pelapapas, aunque sea como lavador de choros o almejas, en el famoso restaurante Les Deux-Garçons de Sex-en-Provence, famosa brasserie con decorado interior oro y verde estilo imperio, no sé cuál, adonde yo antes solía ir por las tardes a escribir mis cojudeces, en el restaurante y cervecería Le Cintra de Sex-en-Provence, regentado entonces por un viejo hijoeputa de nombre Armilano, que no me dio los créditos necesarios para la obtención de mi diploma, dizque que por indisciplinado, el famoso Cintra donde también me especialicé como pelapapas y lavachoros, como pelanabos y sacador de basura, ji ji ji, ja ja ja, en el super restaurant La Rotonde dirigido entonces por mamacitas que no se dignaban entrar a la cocina, donde fui crepero y ensaladista, y donde los hijoeputicas cocineros franchutes se ponían a cantar las Mañanitas al verme llegar, y después gritaban ¡México! ¡Qué viva Mexico!, en fin, son huevadas de la vida, y por último en el grand restaurant Le Clos de la Violette de Sex-en-Provence, adonde venían famosos actores como Michel Piccoli, como Alain Delon, como la propia Catherine Deneuve, una vez la vi, bueno, yo venía en bicicleta, casi cara a cara con la divina, al gran Piccoli sí lo vi y medio me quedé paralizado, como un hincha, en la rue Gaston de Saporta, en fin, el Clos de la Violette de mi recordado y admirado Jean-Marc Banzo dueño de todo y gran chef que había delegado funciones, y que tenía un puto genio, que puteaba a todos menos a mí, increíblemente o mejor dicho instintivamente me respetaba, merci beaucoup Jean-Marc, no como el viejo hijoeputa Armilano que no me respetaba, sinceramente muchas gracias Jean-Marc, en cambio un joven cocinero de nombre Guillaume me la tenía montada como dicen los colombianos, de pronto pensaba que yo por ser meteco y medio pardo, era su chulillo, una vez el hijoeputica me mandó a trozar un atún fresco, bella pieza, un señor atunazo que pesaba cincuenta kilos como mínimo, ¿y tú sabes cómo se corta un atún como este, Popayán? (así me llamaba él, no sé por qué), no tengo la menor idea, Guillaume (conchetu), pero puedo intentarlo, ¿hay un machete en esta cocina? ¿Un machete? ¿Y para qué? ¡Pues para cortarle las aletas, la cabeza y la cola! (huevoncito de mierda) ¡Debe tener un espinazo bien duro el señor atún, así que se lo corto con una sierra! ¿Hay una sierra en esta (puta) cocina, Guillaume? Claro que había. Así fue como este pechito postulante a ayudante de cocinero cortó, con amor, amigos, al señor atún, con la sierra que era imprescindible para cortar su espinazo de acero, y con un cuchillazo casi del tamaño de un machete, y también con un martillo, cabeza, cola y aletas fueron cercenados a machetazo limpio, también con la sierra, un poco más y pido sierra eléctrica, me demoré más de dos horas pero lo hice, Guillaume creyó darme una misión imposible, de todas maneras si no lo lograba le metía a su atún por el culo, y sin vaselina, se quedó boquiabierto y cojudo, aquí tienes al señor atún en rodajas de tres y de seis centímetros, petit con, en fin, estas cosas alucinaba, es que el medio de las grandes cocinas y de los grandes restaurantes es terriblemente cruel, terriblemente despiadado, terriblemente malparido, terriblemente hijoeputa. Un grand restaurant de grande classe como el Mirazur donde se especializa el sobrinazo, gastronómico y enológico según el cliente, es como un barco de guerra, como un submarino nuclear, desfila la brigada de cocina, el o los sauciers o salseros, el chef de partie, el aboyeur o ladrador, los sommeliers, los chefs de rang que también se meten a la cocina, los encargados de las entradas, los encargados de los postres, el mismo chef látigo en mano, el sous-chef, el sous sous-chef, los principales, los auxiliares, los mayoneseros, los creperos, en fin, todo el regimiento, y al final estaba yo, el chulillo pelador de papas, pelador de zanahorias, pelador de nabos, gran pelador de ajos y cebollas, gran lavador de choros y, esta noche, destrozador de un señor atún. En esos submarinos nucleares, el tiempo de las preparaciones es rigurosamente cronometrado. En esos submarinos nucleares, no se tolera el menor defecto. En esos submarinos nucleares, el que no sirve, ¡pa’ fuera! El entorno es altamente despiadado. No se sabe quién es más despiadado o más hijoeputa que quién. Es como un concurso silencioso para saber quién es el más hijoeputa, el más montador. Para que un chico tan simple y tan poco instruído como Guillaume me la haya montado así, es que también con él habían sido hijoeputas y despiadados montadores. Si uno no ha sido amado, pues no ama, es la ley. Si uno ha sido herido, pues hiere. Si a uno lo han golpeado, se puede convertir fácilmente en un Guillaume, pobrecito, me enteré que años después se suicidó… ¡No sirves para nada, Guillaume! ¡No sirves para esto! ¡Eres un cero a la izquierda! ¡Un nulo entre los más nulos! ¡Un bueno para nada! Al cabo de siglos, ahora guiado por estos recuerdos, amigos, se me paran los pelos, ¡recién me doy cuenta que el pobre Guillaume me estaba aplicando la misma receta! En fin, con el dolor de mi corazón de arcángel, lo mandé a comer mierda, tengo buena lengüeta de poeta. Al gran Jean-Marc nunca le dije nada, nunca me quejé, esas cosas las arregla uno mismo, carajo, y me propuso que viniera a trabajar con él en una especie de Clos de la Violette en el paraíso de Cassís, se lo agradecí de verdad, después vengo a buscar mi certificado de aptitud, Monsieur Banzo, vous-êtes un grand seigneur ! Y me fui a la mierda, hasta el día de hoy.
Y seguíamos dándole rienda suelta a la sin hueso, hablando de sus padres, José Antonio y Esther, de Lima la horripilante y de Caracas la bella, del Monte Ávila aquella vez, del primo tío Joel, de mi mamá, de Charito que se escapó a Canadá, de la familia caraqueña, de nuevo de la visión de Caracas a nuestros pies desde la alturas del Monte Ávila, qué serenidad, qué frescura, qué respiración, y yo recordaba el bulevar de Sabana Grande, cuando fui a Caracas el dos mil nueve o el dos mil diez, y cuando me fui de rumba solito y solo, mi mamá me dijo, pero papacito, ¡cómo se te ocurre! ¡Caracas es la ciudad más peligrosa del mundo! Tranquila mamá le dije, ya empiezo a ser perro viejo, tranquila, duerme, yo sólo quiero visitar sitios que conocí antes, la típica búsqueda de los pasos perdidos, cuando vivía aquí durante el oro negro, cuando el presidente era Luis Herrera Campins a quien le decían el Cochino porque era bien gordito y comelón, qué falta de respeto, y me fui, y llegué hasta la Plaza Simón Bolívar, me fumé un petardo con unos chiquillos, dos copetes de ron y ya, tomé un taxi y me fui a Sabana Grande, el hermoso burdel de lujo que tenía Pepe Conde llamado El Tiburón ya no existía, pero allí estaba mirándome la Torre de La Previsora, seguí caminando todo nostálgico hasta la Quinta La Milagrosa donde gracias al primazo Joel viví un tiempo, acordándome de los amigos portugueses, de Zé María, de Joseíto, de Carlos, de João que era un fanático de María Lionza, de Castillito el zapatero de Barranquilla que como era más borracho que yo me aguantaba todas mis borracheras, que siempre me invitaba, de Pedro el venezolano que era chofer de taxi de putas de lujo, de Jesús el otro venezolano, del viejo portugués cascarrabias y medio sucio, bastante sucio a decir verdad, apestaba el hijoeputa, ya no me acuerdo cómo se llamaba, en fin, no hay, nadie, la quinta está echada al abandono, de pronto ya se murieron, tomo un taxi, hasta los Ruices le digo, llego, el guardián me saluda, y yo no sé por qué le doy plata, reja uno, reja dos, reja tres, abro al puerta, serían las cuatro, las cinco, amigos, ¡y mi mamá me estaba esperando! ¡Hijito! ¡Papi! ¡Caracas es la ciudad más peligrosa del mundo! La verdad, amigos, este jugador en ningún instante sintió tal cosa, en ningún momento del paseo y la caminata en la noche sentí peligro alguno, al contrario, sentí que Caracas la bella me acogía de nuevo en su noche, en nuestro amor de viejos amantes… Faltándole el respeto medio carajié a mi pobre mamá, le dije anda acuéstate, mamá, ¡son las cinco de la mañana!, es que ya iba llamar a los hospitales, es que ya iba llamar a la morgue, hijito, dice, y además no podía dormir. Me he paseado por todo el bulevar de Sabana Grande, vi un perro muerto llegando a Chacaíto, lo saludé con respeto por supuesto, de nuevo tomé un taxi rumbo hacia cualquier sitio, el taxista feliz, yo quería ir a los puteríos de lujo de aquellas épocas maravillosas, al Doral, al Tiburón, plata para tirar al aire, cadenas de oro, relojazos, zapatitos de fioca, camisitas Pierre Cardin, perfumitos Kenzo, perfumitos Azzaro, perfumitos de nuevo Pierre Cardin, pero para machos, en esas épocas el populorum vivía en los cerros, hasta que vino el Comandante. Pero yo me acordaba, y todo porque vino el sobrinazo, me acordaba, me acordaba de aquellas épocas del oro negro…Y siguen los grandes preparativos. Ya casi nos sentamos. Mi amorcito carucha de la Panamericana ya dejó escapar algunas risitas, uf. Platos, cubiertos, copas, servilletas, agua y vino, todo listo. Luces, cámara, acción. De pronto me di cuenta que un grand restaurant como el Mirazur en la Côte d’Azur podría competir con los mejores entre los mejores, con l’Atelier Saint-Martin de París, con el restaurant Jean-François Rouquette de París, menucito entre 125 y 195 eurófilos, con el Pierre Gagnaire de París, menucito entre 110 y 350 euritos, disculparán la pequeñez, aparte del vino, y con esos menucitos no queda más remedio que pedir, aquí seguro que aprueba mi sobrino amateur de grands vins de Bordeaux, un Cos d’Estournel, por ejemplo, un Saint-Estèphe, un Pomerol, un Saint-Émilion, un Mouton-Cadet, un Rothschild, un Ausone, un Château Petrus crema de la crema de los pomeroles, pero bueno, no exageremos, valorizado el viejo Petrus entre 2600 y 7400 euritos, disculparán la pequeñez, por ahora nos contentamos degustando con el exquisito curry hindú del cordero del dios que quita el pecado del mundo, un Latour de ropaje denso y brillante, y prueba este Pinot Noir de Bourgogne, sobrino. Y como la comadre ha sido cocinera en castillos, ah, pendejos, nos recuerda una fechoría, cuando Remi su mariachi y este jugador nos chupamos unos vinazos valorizados en no sé cuántos euritos, con unas simples carnazas fritas, con puro pan y camembert, uf, qué vinazos, pero no eran grandes vinos de Burdeos, otros eran, eran vinazos de Bourgogne sobrinazo, des grands crus, Ladoix-Sérigny, Beaune, Fernand-Vergelesses, me acuerdo de un sublime Hospice de Beaune de 1982, y me acuerdo porque lo tengo apuntado en mis libretas, vinazo valorizado entre 400 y 600 euritos, que pasó por nuestras gargantas de lata, que fue alegremente alquimizado por nuestras tripitas, aquella noche del 2009 cuando de nuevo fui o fuimos millonarios, ja ja ja, yo creo que esos néctares sublimes hasta el día de hoy me ayudan en la inspiración, ja ja ja, se metieron en mi ácido desóxidorribonucléico, bref, creo que nos chupamos como mínimo unos dos mil o tres mil euritos esa noche de verano, y como todo pasa, ¡ya pasó! ¡Borrón y cuenta nueva! ¡Ta’ barato déme dos! ¡Qué belleza! ¡Y todo gracias a la vida de castillos de mi querida comadre Dalia! ¡La dueña del castillo se los regaló! Ya se sirve la ensalada tipo entrante preparado por el sobrinazo, en el restaurant Mirazur los chefs son italianos, dice, hablan francés con acento italiano, también en italiano entre ellos, creo que también voy a aprender italiano, tío, oye sobrino yo creo que el Mirazur de la Côte d’Azur también podría competir con otro gran restaurant parisino como L’Astrance, te lo digo yo que fui millonario aquí en Francia, menucito valorizado entre 120 y 220 euritos, aparte del vinito, hay vinos de todo precio, mejor dicho de precios alucinantes, los más caros pueden costar entre 800 y 7000 euros, el Petrus por ejemplo, aunque el Mirazur es baratieri comparado a los precitados establecimietos, pero ¡es uno de los diez mejores restaurantes de Francia!... Ahora retrocedo un poquito, todavía estamos en la cocina maravillosa, surgen las chelas heladísimas mientras conversamos, y mientras prepara la crema fouetté de fresas, el sobrino me cuenta la maravillosa historia de la crema de Chantilly. Hay un maître d’hôtel en el château de Chantilly, comuna francesa ubicada en el departamento de l’Oise, región Nord-Pas-de-Calais-Picardie, allá por el siglo de oro de las letras francesas, el diescisiete. Se fabricaba una simple crème fouettée para el postre del rey Louis XIV, le roi soleil, que es espesita y nada más. Uno de los encargados del postre fuetea y fuetea, bate y bate la clara de huevo, bate que bate el chocolate, y de puro distraído se le pasa la mano, levanta el tenedor y un copo de nieve queda pegado. Como no hay tiempo que perder y el rey es, o mejor dicho era, un cascarrabias, se sirve el postre con el producto. Medio cojudo pero goloso, degustando, el rey le pregunta a un sirviente o chulillo, ¿y ésto? ¿Qué es? ¡Y qué le decimos al rey, por la putamadre, qué le decimos al rey?, se preguntaban los servidores y valets, los palafreneros y los bufones como el suscrito, uno de ellos dijo dígale la veldá al rey, la pula veldá, ¡esta es la crema de chantilly! ¡Fabricada aquí mismo! ¡En el château de Chantilly! y yo ji ji ji, ja ja ja, pero seguro que así pasó. Messieurs, Mesdames, à table s’il vous plaît !, el curry de cordero o mejor dicho con cordero incorporado, el puré de lentejas, el arrocito blanco aromatizado con cebollín… Mientras tanto mi Lechón había recuperado la gran capacidad, la capacidad de risa, al menos de sonrisita o risita, allá está, ya no tiene la carucha larga, con eso me basta y sobra… ¡Así me gusta! En un flash-back, estando en la cocina minutos atrás, de nuevo la veo sentadita en el jardín, junto al espacio cocina para las parrilladas del verano, ¡y cuando la veo reir me siento intensamente feliz! Carajo me digo, al margen del ejercicio este de la letra dura, ¡mi gran aspiración es verla reir! ¡Al menos el inmenso día de hoy y de nunca jamás! ¡Risa! ¡Risita! ¡Serenidad! ¡Paz aunque la Paz esté en Bolivia! ¡Mi amorcito está riendo, fumando un cigarrito, conversando! Como soy bien mosca, anoto el detalle… Y ahora, en este instante, todos felices, Dalia, Remi, mi sobrina Amélie, mi sobrino venezolano, mi amorcito, el escriba es puro ji ji ji ja ja ja cuando le hincamos el diente a la fresca entrada fabricada con pimentones variopintos, espárragos y vinagres diversos. Mi sobrino futuro grand chef es un apasionado, ajá, aquí paro la oreja, ¿y entonces? le pregunto, ¿cómo así se decidió tu vocación?, ¿cuándo tuviste el déclic o chispazo? Tío me dice, una vez yo estaba en Londres, fui a comer con unos amigos, fuimos a comer a un restaurant hindú. De pronto sentí un olor. Un olorcito muy especial del que todavía me acuerdo. Y entramos al restaurante hindú. Y pedimos un curry de cordero. Este excelente curry que nos ha preparado doña Dalia, en fin, tío, así nació mi vocación de cocinero. En Londres. Oliendo olores hindúes y comiendo comida hindú. Con el placer que sentí. Sobre todo con el placer que sentí. Me dije que también podía transmitir ese placer, ese bienestar, esa dicha de comer platos exquisitos… ¡Qué rico! ¡Qué delicioso banquete! Comimos con su respectivo repeticuá, casi hasta reventar, la sobrina Amélie como es arrocera se sirvió arroz con morro, una vez, dos veces, y curry, y todo, yo feliz de verla con tal apetito, vinocos moderados, era un lunes, tipo diez y media fuimos fuga. Quedamos en vernos al día siguiente tipo mezzogiorno para finiquitar los restos o para otro almuercito. Ya en el coche o carro, de nuevo mi amorcito se puso tristón y cariamplio. Esta vez, en lugar de ponerme necio y reprochárselo y decir huevada y media, fui visitado por el dios. Digo esto porque en parecidas circunstancias, la cago más aún, me pongo verdaderamente necio y utilizo mi lengüeta de poeta. Esta vez, nada. Nada de nada. Paz y una risita interna, pero una risita buena, no una risita cachasienta. Silencio. Hasta sabio me sentí. Buenas noches, mi Lechón.
Al día siguiente, como adivinándome el pensamiento porque tal había sido mi intención, llama la comadre Dalia tipo diez y media, hoy estoy muy ocupada compadre, dice, me gana la hora, estoy pasando unos exámenes y esperando el resultado, mejor si puedes prepara un almuerzo tú, pregúntale a Sabine, José Alejandro dice que le gustaría un pollo al horno, al toque le digo, pregunto, medio soñoliento mi amorcito dice sí, claro, pero ya son casi las once, hay que arreglar y limpiar la casa, los esperamos tipo una le digo a la comadre Dalia, yo preparo el pollo o llopo al forno con su respectivo toque de yerbas provenzales. De pronto, amigos, me di cuenta que mi Lechón estaba asado, por decirlo así, en el sentido peruano del término. Pero caballero. Se levantó, dio tres escobazos medio refunfuñando, recogió sus trapos, limpió, ordenó, le dio de comer al conejo, bonito animal pardo y orejudo a quien yo sospecho de tener cierto gusto por las óperas de Mozart, todo listo. Pero seguía ella medio tristoncita, medio bajoneada. Sabiamente, me hice el huevón. Preparé un super pollo al forno aderezado con una guarnición de papas, zanahorias, cebollas y ajos, con su respectivo toque de vino blanco para el gustito, mi Lechón asado tenía cita tipo tres, ya eran casi las dos y la comadre y el sobrino estaban super relajados tomando un aperitivo en Cucuron, yo me reía por dentro, pero cómo explicarle esto a un autóctono oriundo de estas galas tierras, el llopo al forno listo, salió de la reputamadre, jugosito y todo, hasta la pechuga jugosita, mi amorcito comió su pierna y entrepierna, tenía que ir a su cita, estaba comiendo mejor dicho, ya le hincaba el diente a la ensaladita cuando llegaron la comadre Dalia y el sobrinazo, adelante, adelante, ¿una chela? ¿papitas fritas? ¿aceitunitas? y en ese momento mi amorcito se despide, tengo cita, repite, ¿y para qué? ¡Para conseguirle un palancazo al señor poeta y parásito! Hay una señora que habla español, que es letrada, que ha sido mi clienta cuando yo trabajaba en la agencia de Rognes, creo que lee lo que escribes, dice que te puede ayudar a conseguir casa y trabajo, ¡Ah! ¡Carajo! En ese momento me acordé que ya me llegó la hora de abrirme del parche, como dicen los colochos. Okey, amorcito, okey mi Lechón, gracias por la buena intención, hasta más tardecito. Pero no te olvides que yo exijo simplemente respeto y simplemente urbanidad o buen comportamiento de la parte de Monstrito hacia este jugador. Y que en este jaus, el instructor soy yo, o tú, o los dos, pero no el Monstrito. Exijo que se diga buenos días, buenas tardes, buenas noches, hasta más tarde, gracias o de preferencia muchísimas gracias después de los almuercitos o comiditas que yo preparo con amor. Punto. Ahí muere el payaso.
Mi amorcito de nuevo tristón salió rumbo a su cita, se abrió del parche de su propia casa, invadida por el poeta parásito. Pese a estas nubes pasajeras como todo en la vida, la pasamos super bien con el sobrino y la comadre, pollo, ensalada, vinitos, buena musiquita, quesitos, y ya, el sobrino debía volver a Menton, la ciudad del limón. Un abrazote y ya. Me sentí muy emocionado. La próxima vez que venga, dice o promete, ¡haré un cebichón! ¡Salud por eso! ¡En una vida anterior he sido ayudante de cebichero, sobrino! ¡Y pelapapas! ¡Y pelanabos! ¡Y pela zanahorias! ¡Y lavador de choros! ¡Y gran pelador de cebollas y ajos! ¡Y trozador de un señor atún! ¡Ahora soy un gran cebichero de la vida y hasta del amor! ¡Bienvenido cuando quieras! ¡Salud por eso! SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.