20160416

UNA ´CHIQUITA´ DE MIGUEL RODRíGUEZ

Nota apriori...y hace ya buen tiempo queríamos publicar algo de Miguel. Él no lo sabe pero ya lo habíamos estado siguiendo desde sus inicios en Ciberayllu. Su prosa poética no sabemos en qué estado la escribe, lo que si sabemos es que lo ´agarramos´confundido, ésta vez,  antes de las elecciones presidenciales, la incomprensible idea de tener que votar viciado ó por el mal menor. En todo caso nos dijo SI. Ahora con cierto orgullo publicamos un breve escrito, para su afán, de este gran creador peruano. Esperamos saber más de él. Ab imo pectore, R.M.






Por Miguel Rodríguez.


Quince añitos han pasado desde cuando era rico, qué digo, millonario, amigos, y siempre enamorado, enamorado de nacimiento y hasta siempre, cuando cantaba esto: « El once de febrero del 2001, como inagurando el nuevo siglo a mi manera, llegué con Madame Firenzia a Niza la bella, después de un hermoso verano pródigo en parrilladas e inmersiones en agua marina, después de un otoño impregnado de otra belleza, durante la esplendidez del invierno… ¡El Carnaval de Niza! La Promenade des Anglais! Le Cours Saleya! ¡Qué belleza estar con mujer, Señor Baco! ¡Qué sosiego de almuerzos y niños, de perros, gatos y televisión! Increíblemente y contra lo que me imaginaba, los niños reconocieron en mí a un semejante y de inmediato me adoptaron. Traje mis papeles para seguir escribiendo y mis libros para seguir leyendo. Felicidad en aquel restaurant del Viejo Niza, como barnizados por el sol de febrero. Una pizza con jamón y champiñones. Medio litro de un vinillo local. Ahora que veo esa escena, me parece que los niños estaban tan felices como nosotros, mi querida Firenzia. » Y cuando seguía cantando, como ahora en otro panorama del amor: « Viajo en tren dorado esta tarde rumbo a Niza. Se configura la palabra « felicidad » en mi mente y me doy cuenta que ésto es, que de ésto se trata, o sea, que la felicidad tiene nuestra cara, nuestro ácido desóxidorribonucléico y hasta nuestro peso. Es lo que siento mientras que, cual gran señor, bien instalado en vagón de primera clase, pido una coupette de champagne y abro un libro fundamental. Pienso en Les Poésies de A. O. Barnabooth, « Des villes, et encore des villes ; / j’ai des souvenirs de villes comme on a des souvenirs d’amours… » e imagino a Raymond Roussel espiando el puerto, cualquier puerto del Mediterráneo –Ceuta, Le Grau-du-Roi, Napoli, Cagliari, Argel, Estanbul, Beirut, Venecia–, por la escotilla de su yate. Me llamo, pues, Raymond Roussel. Me llamo, pues, Valéry Larbaud. Y como esta felicidad va más allá, me transfiguro en un dios de gas, salto hacia el azur y, hambriento, con tenedor y cuchillo, corto una nube-coliflor en dos. Pasan y pasan los pueblos, los puertos, las ciudades, mi querida Firenzia –Bandol, Toulon, le Lavandou, Fréjus, Saint-Raphäel Valescure, Cannes, Antibes, ¡mañana iremos a Mónaco! ¡Mañana iremos al Mercato dei Fiori en Ventimiglia! ¡Pasando por Menton y San Remo!–, y yo voy hacia ti. Estoy leyendo un libro de Séneca sobre la ataraxia, De la Tranquilidad del alma, y sigo como fascinado por los zapallos, los viñedos, la luz, las piedras, el mar, los olivares, los pinos, los cedros. » Estos poemas pertenecen a mi libro Alpes Marítimos, que se publicará cuando tenga plata de nuevo, porque ya no soy millonario, me entusiasmé tanto con la riqueza que me la gasté toda rapidito, en fin, ¡eso fue hace tiempo! En el contexto actual, enamorado siempre, me doy cuenta que tal es mi temperamento, de pronto será mi perdición, ¡no importa! Por ahora volamos por el tapiz de la autopista del sol en limusina, rumbo a la belleza de Niza, el Vecino parece medio bajoneado, yo hablo mucho y trato de hacerlo reir… ¡Qué belleza de paisajes! Ya estamos en el departamento del Var, pela el ojo Vecino, ya llegamos a los territorios del Bandol, Francia es un país de geografía privilegiada por donde sea, por donde se quiera una belleza, en esto pienso cuando recibo llamada del pintor Franklin Guillén, el Conde de Montecristo y de la Courneuve, también conocido como el Maletero mayor… ¿Aló? ¿Aló? Oye Bavarión, para contarte que me voy a votar en limusina… ¡Ah carajo, digo, qué casualidad, qué coincidencia ¡yo también! ¡La mía es la limusina de la embajada! dice triunfal, a mí el Vecino me lleva en su nueva limusina Peugeot… ¡Chau Brujo, ya nos hablamos, ojalá que pasemos! De pronto pienso: el Brujo Guillén y yo, el Parásito, artistas de profesión, misios o semi misios para variar, ¡vamos a votar en limusina! Colinas y colinas verdes que te quiero verde, casotas, casas y casitas, una casa color ladrillo en la cima de otra colina, ya pasamos el desvío que conduce a Saint-Tropez cuando me llegan recuerdos de cierta noche en Ramatuelle, y el coche mágico vuela, realmente vuela, hablamos de todo y de nada, Mandelieu la Napoule, Antibes, Cannes, ya llegamos a la belleza de Niza, así como jodiendo. Cierro el pico de falso copiloto. El Vecino se concentra. Somos guiados por el Guía por satélite o GPS. Hay muchos trabajos y modificaciones, no vaya a ser que nos perdamos, ya son las doce pasaditas, nos esperan las chelas… ¡Yo sólo me tomo una porque manejo! dice el Vecino, y yo por joder le pregunto si no tomará vino con el almuerzo, no dice, cuando llegamos al laberíntico colegio Raoul Dufy. Un ángel guardián me indica el camino, allá señor, dice, siga hasta el fondo, luego a la izquierda… Y como no encontramos sitio para aparcar la limusina, el Vecino dice aquí te espero, ve a cumplir tu deber de ciudadano peruano… Tres amables paisanos, dos chicas y un pata están hablando con la increíble coincidencia de otro paisano, habitante de Niza, es la segunda vez en mi vida que vengo a votar dice, yo voté el año ochenta por Belaúnde, después vine a Francia y aquí me quedé, ¡pero no empuje, paisano! En el acto me disculpé y le dije qué coincidencia, paisano, yo igual, sólo voté el ochenta y ahora, en eso estaba pensando. Una de las personeras le dice al paisano que no puede votar, que no está inscrito, que no está en la lista, ¿cómo que no, señorita? Protesta ¿qué lista? ¡Si yo vivo aquí mismo, en Niza! ¡No puede ser! Yo de nuevo torpemente medio lo empujé, era mi turno, y me dijo: ¡Espero que vote por Verónika! Pero clarín clarinete, paisano, para eso vengo. Casi de inmediato me di cuenta cómo se ha complicado este acto cívico elemental de votar… Hay que esperar al responsable del consulado, ha salido a comprar un pollo, señor, ¡pero no se moleste! decía la personera, ¡cómo que no me moleste, señorita! ¡Yo vivo aquí en Niza, aquí vengo a votar y resulta que no puedo votar! Paisano, le digo, yo vivo cerca de Marsella, lógicamente tenía que votar allá, pero me inscribieron aquí. Disculpe. Presento la DNI, uy, ¡qué tal organización!, ahora todos los votantes aparecemos con foto y todos nuestros datos en un archivo, y si uno no está en la lista oficial, pues no vota… En ese momento, tuve un mal presentimiento, ¿será que estamos controlados o fichados? Big Brother. Voté, salí, el Vecino fumaba en la limusina, vamos a Mandelieu dijo, yo conozco, hay un castillo bien bonito y buenos restaurants franceses, nada de Buffalo Grill, nada de Mac Donalds, nada de Quick, ok le digo, no problem, anque no sé por qué hablas de esos altos centros gatronómicos, vamos adonde quieras pero vayamos ya, ja ja ja se rió, bueno Niza, chau, bueno Cannes, chau, otra vez será, la limusina dirige su hociquito hacia el hermoso puerto de Mandelieu la Napoule… ¡De nuevo rumbo al mar! ¡Qué bonito es Mandelieu la Napoule, Señor! ¡Múltiples terrazas al sol! ¡Una residencia llamada El Minotauro! ¡Otra llamada Las Ardillas! Recortado en el cielo diáfano, vemos el gigantesco barco arquitectónico de Sophia Antipolis al llegar. ¡La proximidad de las cigarras del verano! ¡Residencia Las orquídeas! ¡Playa de los Delfines! ¡Centro Náutico! ¡Royal Casino! ¡Y Cannes más allá! ¡Un restaurant llamado Playa Dulce! ¡Y el hermoso puente de hierro, sobre un brazo del mar! ¡Barcos de caucho con motor fuera de borda, rugiendo! ¡Residencia Las Mimosas! ¡Residencia Las Rosas! ¡Un aeropuerto para jets privados, disculparán la pequeñez! Buscando y buscando, dando vueltas y vueltas, por fin encontramos el castillo de La Napoule. Nos instalamos en el restaurant Les Bartavelles. El Vecino parece medio apocado, medio nervioso y yo creo saber el porqué. Al final, nos parecemos, somos esclavos del amor y de la mujer, ¡salud por eso, Vecino! Cuando uno es masoquista hay que asumirse como tal, digo, y ja ja ja nos reimos… ¡Si somos esclavos, pues celebrémoslo! ¡De pronto seguimos enamorados de nuestras mamás o de las mujeres que nos dieron amor! ¡O que no nos dieron! ¡Y en eso andamos! ¡Pidiendo teta y amor! Ja ja ja nos reimos pero yo lo siento medio apagado, medio tristón ¡tiene todos los síntomas de la enfermedad en su aspeto nocturno! ¡Seguro que sigue enamorado! Bueno, pidamos nuestros filetes, lo siento vecino, la botella de Château rosé la Mascane me la chupo solito, a menos que la limusina tenga piloto automático ja ja ja. El servicio es excelente, he sido mozo en una vida anterior y soy muy sensible al detalle, el mozo amabilísimo, gentilísimo, educadísimo, humano y cordial, nos explica que el bœuf strogonoff o stroganoff, y no Strogoff como Michel Strogoff, como creía el Vecino, es una suerte de guiso ruso con champiñones y paprika, cebolla, vino blanco y concentrado de tomate, y nos sirve… Ja ja ja, le digo, ¿ya viste? ¡El destino le trajo el vino al Vecino! Ahora devoramos los excelentes bifes, bleu et saignant, o sea apenas chamuscados, la carnita parece mantequilla confrontada al diente y al paladar, qué delicia, pagamos y salimos. Un paseito digestivo alrededor del castillo, sinceramente, me digo, el Vecino tiene su corazoncito, por eso vinimos aquí, por ahora echo ojo a los yates anclados en el puerto, a las islas, ¿será esa la isla de Embiez?, antes de la visión de las maravillosas madames chuletas desparramadas en la playa, que ya conté.

Al volver, visión del Rocher de la Roquebrune. Al volver, la visión de la Sainte-Baume. Al volver, la visión de la Sainte Victoire gris azulada y blanca bajo el impacto del sol. Luego un par de chelas en Peyrolles, en el Bar de Jeanne. Y ya…. ¡Lanza en ristre, Vecino! ¡Cota de malla, armadura, casco!! ¡Y un buen corcel protegido también! ¡Ya llega la fiesta medieval de Peroles!! ¡Muchas gracias por la gauchada!! ¡Ojalá que pasemos!! ¡Salud por eso!! SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.





* Miguel Rodríguez
Nació en Trujillo del Perú en 1961. Es traductor y poeta. Cursó estudios superiores en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad de Provenza (Francia). Residente en Francia desde 1984, en París, Aix-en-Provence, actualmente en Marsella. Empleos diversos. Obra poética abundante. Algunas publicaciones en un diario de Mérida (Venezuela), y en la página web salsapaca.com del sur de Francia (en francés y español). Algunos títulos:
Leyenda del Padre (novela publicada en Chimbote, Perú, el 20 de setiembre del 2001)
Amor general Golondrinas, geranios y otros poemas Penúltima bohemia El Marqués de Valmante (poesía inédita)