Por:
Ronald Vega.
Bartolomé de las Casas lo relató así: “Entraban en los pueblos, ni dejaban
niños ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían
pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían
apuestas sobre quién de una cuchillada abría al hombre por medio, o le cortaba la
cabeza de un piquete, o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las
tetas de las madres por las piernas y daban de cabeza con ellas en las peñas.”
Bartolomé de las Casas, contrario a lo que se podría pensar después de leer
esto, no era un guionista de cine gore. Fue un cronista de indias que en 1542
publicó un libro para prohibir las guerras de conquista, alguien a quien no le
contaron nada de lo que dice sino que lo vio personalmente y lo escribió para
inmortalizarlo.
Cuatro siglos después, no muy lejos de lo que hoy conocemos como
República Dominicana, lugar donde ocurrieron los hechos contados por De las
Casas, ocurrió un hecho similar, considerado la masacre más grande del siglo XX
en América Latina: El Mozote.
Diciembre de 1981. Caserío el Mozote. Departamento de Morazan, zona
oriente de El Salvador. El ejército salvadoreño asesina un promedio de mil
personas durante una incursión de tres días.
Rufina Amaya lo relató así: “...me senté abajo con mis niños y los agarré
abrazados y llorando pero yo no les dije nada a mis hijos. Los niños quedaron
encerrados en la casa donde estábamos, estaban mis cuatro hijos y me los quitaron
de mis brazos porque yo tenía mi niña de pecho y entre dos soldados me quitaron
los niños y me los tiraron así y ahí se quedaron...”
Rufina Amaya, contrario a lo que se podría pensar despues de leer esto, no
es una cronista de indias, fue la única sobreviviente de la masacre de El Mozote.
El personaje de la novela “El arma en el Hombre”, del escritor Horacio
Castellanos Moya: “Cuando agarro a un niño enemigo por los pies y lo hago rotar
a gran velocidad en el aire, hasta despedazar su cabeza contra las paredes,
garantizo el sometimiento del enemigo por varias generaciones.”
Testimonio de María de la Paz Chicas, familiar de víctimas de El Mozote,
sobre lo ocurrido con los niños del caserío durante la incursión militar: “...a los
niños los mataron en el convento, donde encontramos cientos cuarenta y seis,
encontramos ciento cuarenta niños menores de doce años y encontramos seis
mujeres, encontramos ahí a una embarzada de seis meses de embarazo (...) allí en
el convento los niños tenían señas de degollados, de quebrados, porque los niños
dice que se armó como una tribulación (...) y que los niños corrían para todas
partes, entonces los soldados lo que hacían era agarrarlos y darles en (contra) los
postes o con el fusil o les volaban y los tiraban, así fue como se encontraron,
cuando hicieron la exhumación, niños quebrados de los cráneos, de los bracitos,
de las canillitas...”
Queda claro el dilema de saber cuál es la relación que hay entre lo que
cuenta Bartolomé de las Casas sobre lo que vio en la entonces llamada Isla de la
Española, y que está incluido en el libro “Brevísima relación de la destruición de
las indias” del 1542, y los testimonios de El Mozote, de 1981. Cómo durante
siglos, la escena de la conquista se ha ido proyectando en diferentes ámbitos de la
vida social de los países latinoamericanos.
Testimonios similares a los de De las Casas los podemos encontrar
también en otros cronistas del Perú o México, que narraron también los horrores
de lo que vieron durante la conquista, y testimonios similares a los de El Mozote
podemos encontrar en los sobrevivientes de las tantas masacres sufridas en
Guatemala o Colombia durante las útlimas décadas del siglo pasado.
Lo de De las Casas y el Mozote son dos ejemplos tomados de tantos otros
en los que es posible encontrar nexos, hilos conductores que atraviesan quinientos
y más años de historia, transformándose, adecuándose a los nuevos tiempos,
adoptando nuevas modalidades, incluyendo otro tipo de elementos que en el fondo
buscan siempre el mismo resultado.
La proyección de lo que vio De las Casas continúa. SIN VéRTEBRAS.
CíRCULO D.M.
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