20150312

COMENTARIO AVISO OPORTUNO


por María Teresa Martínez[1]

Antes que nada quiero agradecer a Juan Carlos la oportunidad de hablar esta tarde sobre su segundo poemario publicado Aviso Oportuno, por no mencionar los 20 años de amistad, de hermandad, a los que inevitablemente evocaré durante mi intervención.

Agradezco también a los organizadores y a ustedes, quienes han venido a escuchar y, mejor aún, a sentir la poesía de Juan Carlos. I specially appreciate those who despite not sharing our language are here, sharing poetry which is a deeper and better way to talk[2].

Cuando Aviso Oportuno irrumpió entre mis lecturas cotidianas sobre crimen organizado, mafias, corrupción, Estado y tantos otros románticos e idílicos temas, además de ser una suerte de oasis, - y tratándose de un poemario cuya vocación social parece más evidente, acaso más explícita que Hombre de Palabra[3], su primera publicación-, fue una gran provocación para preguntarme cuál es la función social de la poesía. En especial, ¿para qué sirven los versos de Juan Carlos Salvia en tiempos como los nuestros? -si es que debieran cumplir un propósito-.


Esta pregunta acompañó mi lectura y será el hilo conductor de mis palabras esta tarde. No pretendo elaborar un ensayo sobre la función que históricamente ha cumplido la poesía, hay extraordinarios trabajos al respecto que han argumentado sobre su capacidad de transmitir y perpetuar la información, de entretener, de emocionar y, en todo caso, no tengo suficientes herramientas para hacerlo. No haré tampoco referencia a la técnica de nuestro poeta, a los recursos literarios, gramaticales o sintácticos de los que echó mano, pues eso supera por completo mis capacidades como lectora 'de a pie' de estos versos. Más bien se trata de proponerles esta pregunta como puerta de entrada al poemario.

Cabe decir que la mayor parte de Aviso Oportuno -60% de acuerdo con las robustas estimaciones del autor- nace en nuestra patria, México, cuyos muchos malestares han estado en nuestras charlas desde siempre. Con la distancia que dan un Océano, otra lengua, otra cultura y otra forma de ser y hacer, Juan Carlos tiene la inestimable oportunidad de reescribir el texto con una mira más amplia, menos doméstica. La mala noticia para los que nos gustan las historias esperanzadoras es que los males de México parecen ser, casi todos, los males del mundo.

En este texto Juan Carlos Salvia advierte que vivimos tiempos donde "lo que se habla sobrepasa con creces lo que se escucha", tiempos de saber "más respuestas que preguntas", e incluso parece que suspira cuando escribe "a quién le fuera dado traicionar el silencio sólo de un modo justo o cuando menos útil".

¿Dónde cabe la poesía en tiempos donde sobran foros y oradores aunque falten contenidos? Épocas en la que cualquiera dice lo que sea y su validez depende del número de followers; Tiempos en los que la indignación, la revolución, la esperanza o el amor son "virales" si consigues acompañarlos de un buen hashtag; Tiempos de activismos cibernéticos de causas múltiples y corta duración; Tiempos en los que los medios masivos de comunicación renuncian masivamente a la tarea de ser una brújula para comprender eso que llamamos “la realidad” y se conforman con esparcir trozos inconexos y vagos de eso a lo que llaman “la verdad”; Tiempos en los que el gran culpable es 'el sistema', 'el gobierno', 'el poder', 'el extranjero', 'el distinto', el otro, nunca nosotros;  Tiempos en los que bien dice el poeta "cuán pocos logran, en el momento justo, de la manera justa, ser amor para dar".

¿Dónde cabe la poesía en tiempos de emergencia donde nos conformaríamos con menos violencia y menos crimen, aunque eso no sea de suyo la paz? ¿Poesía? ¿Quién tiene tiempo para esos adornos y excesos del alma? ¿Qué Estado puede darse ese lujo cuando siempre hay un problema que resolver, un escándalo que controlar, una mala práctica que regular?

El propio Juan Carlos dice: "Quizá es inconveniente, seguro inoportuno, ser poeta estos días", llama "una excentricidad de la naturaleza" la insistencia de algunos de "donar su palabra", alude aislados "poetarios" a los que se ha pretendido confinar a aquellos que insisten en este oficio y tal vez por ello él mismo hace de esta labor su forma de ser en el mundo. ¿Lo hace por ingenuo o visionario? Creo que por lo segundo y un poco por lo primero, lo necesario.

Luis Cernuda, uno de los muchos poetas que mi alma le debe a Juan Carlos, dice en Historial de un Libro[4] que desde su juventud presentía su cometido como poeta, aunque entonces no tuviera los recursos para cumplirlo. Se trataba de plasmar lo que amaba para que otros lograran amarlo también. Juan Carlos, me consta, coquetea desde muy joven con plasmar lo que ama escribiendo para contagiarlo, y lo contagia.

Estos días he recordado especialmente la tarde en la que llegó a casa con un ejemplar de El Hombre Unidimensional de Herbert Marcuse y de las muchas conversaciones que el texto nos inspiró. Entonces, como hoy, nos angustiaba que la redención que significa la poesía llegara apenas a unos cuantos, aunque todos la necesitáramos tanto.

Desde hace mucho emprendió, como dice en este poemario, la tarea de "sacar la basura del alma de los hombres". Y esta empresa no sólo es útil sino necesaria. Debería, es más, estar en el fondo de cada política pública y cada proyecto de nación. Habría en nuestras sociedades, tal vez, menos villanos, menos hombres tentados por el poder y la codicia si la poesía fuera un bien público.

Es precisamente en estos tiempos cuando más funcional es la poesía, cuando el diálogo al que nos conduce Juan Carlos, ese que le "ocurre en el vértigo" se hace más urgente. Porque sus versos tocan íntimamente a cada sujeto, a cada buen hombre y cada buena mujer que acepte el soliloquio de la conciencia que desata este Hombre de palabra (aludiendo el título de su primer poemario). Al hablar de sus propios tormentos y sus propios amores, al poner en la mesa su relación con lo material y con lo divino, detona a nuestra pequeña voz interna. La mía, ha encontrado en los versos de Juan Carlos una justa expresión de viejas inquietudes. Si hay revolución posible no ocurrirá a menos que cada uno asuma profunda e ininterrumpidamente su propia revolución interna.  Juan Carlos, al escribir, dice él mismo, "se desvicera" y con ello nos pone las palabras al punto para, de manera sutil o no, desvicerarnos.

Conviene advertir que la lectura de Aviso Oportuno puede tener efectos secundarios, por ello sólo es recomendable si se tiene la disposición o el ánimo -a veces incluso es un tema de capacidad emocional- de lidiar con la conciencia, que nos pedirá cuentas sobre nuestra revolución y, nos echará en cara las veces que dejamos ir a esa escurridiza dama que es la congruencia. Habrá, les auguro, buenos días para encontrarse con estos versos, otros en los que será tarea difícil y muchos en los que puede parecerles indispensable.

Permítanme terminar con un fragmento de la carta que José Martí escribiera a propósito de Walt Withman y que me parece oportuna para responder para qué sirven, para qué me sirven los versos de Juan Carlos Salvia: "la poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el medio de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida"[5].


Muchas gracias.




[1] Actualmente es estudiante del doctorado en Ciencia Política en el Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po, Paris) donde su principal línea de investigación es la penetración de los medios criminales en la esfera política y el mundo empresarial en México.
[2]  Entre los asistentes al evento había una proporción importante de personas que no hablaban español.
[3]  SALVIA, Juan Carlos, 2011, Hombre de Palabra, Generación Espontánea, México.
[4] Obra completa. Madrid: Siruela, 1994.
[5]  MARTI, José, 2003. Escenas norteamericanas, Sobre Walt Whirman, Venezuela, Biblioteca Ayacucho, p. 107.
SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.