20140301

...CóMPLICES


por Miralba García Robledo

…Te has puesto a pensar en cuántas vidas tu intervienes? …Tal vez no se mide la acción de cada decisión, pero indudablemente pequeñas acciones generan enormes cambios… Cambios que resultan determinantes. Pero a caso has mirado hacia atrás frente a todas las intervenciones directas que hiciste?

…Normalmente analizas y recaes en la pregunta “Si no lo hubiera hecho”  que habría ocurrido?

Analizas decisiones propias y el efecto que tienen sobre ti? Cuántas veces analizamos el efecto de nuestros actos en otros?

...En la esquina de la casa estaba Nadia, haciendo estas reflexiones, lanzando preguntas al universo, por supuesto sin tener respuesta alguna, solo sus propias suposiciones...en eso se pierde continuamente…En este día ella esta dispuesta a desahogarse con Marita, para lo cual toma un impulso en su voz, sin dejar de temblar... se pierde en sus recuerdos y en su historia...Marita, mirando mi propia vida encuentro que son innumerables los efectos y cambios que se han dado, tanto en mi vida como en la de otros...Producto de un embarazo no deseado empieza mi partida hacia este mundo. Desde ese instante estaban marcados en mi vida una serie de sucesos que no serían o no se darían  de manera típica en otros. Los intentos de mi madre por apagar mi vida, no fueron lo suficientemente fuertes, era más fuerte mi deseo de vivir. No solo existía la lucha por sobrevivir, sino la lucha por sostenerme en esa existencia.  Pasado solo un mes de haber realizado el reconocimiento de este mundo, perdería la cercanía con quien creía debía ser mi protectora, pero que indudablemente poco a poco se fueron dilatando nuestros lazos.



Me negaba a pensar que el afecto natural no se cumpliera.  Pienso que desde el momento en que nací, supe que no podría reclamar afecto. Tal vez por eso mis ojos se dirigían a ella de una manera fría. Aunque jamás di una sola muestra de inconformidad.

Creía que alguna razón poderosa existía para no recibirlo. Cuánto tiempo pasaba junto al río, cuántas preguntas de niña me realizaba mientras cuidaba los patos en las tardes. Me perdía contándolos, así mismo se perdían mis sueños. En mi espalda empezaba a tener una gran responsabilidad, a mis 6 años, ya realizaba algunas labores, que me hacían sentir una mujer fuerte, nunca sentía que fuera una niña. Porque podía tomar decisiones. Decidía cuando iba a la escuela y cuando iba con los demás trabajadores a recoger algodón o zorgo. Todo dependía de la cosecha del momento. Unos días se cuidaban los plátanos, otros días se pescaba. Me hacía hábil y responsable.  

Una tarde después de escuchar una cruda realidad sobre mi misma, hice un acuerdo con mi propio ser, a la vez me hice una promesa de existencia. Así lo quería, quería ver si era posible ir en contra del presagio. Mi vida no tenía un buen presagio, para nadie de la familia, como tampoco para la gente en el pueblo.

Como era de costumbre este sábado ella estaba ahí, con su risa loca, con su mirada coqueta, jugando. Estaba ahí con él. Flaco, y lánguido, un poco perdido, pero estaban ahí. En la caída casa. Los animales corrían por todo lado, sucio el espacio, pero la risa de ella lo contagiaba todo. Cuando la veía, mis ojos se dirigían a ella; de una manera fría. Jamás lancé una sola muestra de reclamo por su actitud distante hacia mí. Quién es la niña, pregunta el desgarbado y flaco hombre? Ella responde con su risa cómplice, es mi sobrina.

La pérdida de un ser querido entiendo es algo doloroso, y triste. Pero más triste y vacía es la vida cuando no tienes a quien perder. Así me sentía, honda y amarga era la sensación de abandono. Esa soledad honda y lejana eran como agujas en mi alma, la vida se ensañó en mandarme cada vez más agujas para punzar mi alma.

...Niñez triste, niñez vacía. Quiero recordar un solo momento de amor, de felicidad, pero solo puedo ver otros niños corriendo en el campo. En el patio de la casa estaba una enorme caneca, la movimos con tanta rapidez, hasta llevarla a la cumbre, de la loma.  Me metía dentro de ella, y de ahí nos echábamos a rodar, nos deslizábamos, era un momento placentero, feliz. Pero, ese tiempo se fue desvaneciendo poco a poco, intento recordar y no logro ver más. Quizás si los hubo, me resisto a pensar que no existieron, o quizás nunca fueron mis momentos. Quizás los soñé...

Esa tarde regresé a la casa, vieja y raída por el tiempo, el piso de tierra, las paredes de barro, la puerta rota. El marrano grande estaba en la parte de abajo, comiendo salvado, como era su costumbre, luego se lanzaba a disfrutar del lodo. Yo reía mirando al animal. Me quedé quieta, como sin respiración, tan solo observando lo que pasaba alrededor... Como aquella tarde, en la cual fui caminando a la casa vecina, sin hacer el menor ruido llegué, no era mi intención perturbar, tampoco mirar la intimidad de otros. Pero ese día, escuché unos gemidos bastante particulares, pensé que eran de dolor, empecé a mirar por los huecos de la madera rota. Lentamente pasaba su mano por su delicada piel, besaba la palma de sus manos, olía su fragancia, en la intimidad, cómplices, las dos bellas en su pureza de mujeres, se besaron, se acariciaron, se mimaron, hasta más no poder. Yo estuve ahí, todo el tiempo, atrás de la rota madera, siendo cómplice de ese delirio de amor, que yo aún no comprendía, pero la lujuria del amor se podía oler…AL FONDO HAY SITIO. CíRCULO D.M.