20121103

LA PLANCHA



Por: Rómulo Meléndez.

LA PLANCHA, esta vez no es trasero de mujer (buena plancha), ni ausencia de espacios libres en el microbús.

Tres meses sin pan. Tres meses más tarde pantalones planchados (o serían camisas). Jamancia el resto del mes.

La plancha rompió la hiel y cruzó el charco.

Dos décadas más tarde... continúa viva.

Y plancha la plancha de vez en cuando las camisas que rara vez uso.

Cuando llegué a Holanda comprendí (viendo a mi profesor de Neerlandés que andaba con sus camisas arrugadas) que no había sido necesario traer la plancha que habíamos comprado en Polvos Azules, Lima. Un día de invierno. Frío y desolado pero con plancha (debajo del brazo en la 25 rumbo a la Tablada de Lurín). La plancha que sobrevivió nuestra ruptura sentimental. La plancha que está escondida para que no se quemen los niños. Los niños que nunca serán tuyos.  La plancha que más se usa para estar guardada, en algún lugar frío de nuestra diminuta habitación.

Y la cal destruyó todos los conductos pero no importa, aún se calienta. Y no debo esperar (desde hace más de dos décadas) vapor. Sólo se calienta y muchas veces plancha y ensucia mis camisas. Sólo camisas porque jamás he planchado unos pantalones. CAVILACIONES. CíRCULO D.M.