[Por: Lydia González Zapata]
España y Polonia, dos países oficialmente europeos, miembros de la UE. Tan cerca y sin embargo tan lejos de la gran Europa; ésa, la rica, la que está bien organizada, llena de oportunidades. Ésa que tiene como corazón a la "locomotora alemana" y como cerebro a la ejemplar Suecia. España y Polonia, por ejemplo, pues no estamos solos a la cola del desarrollo, fronteras geográficas de este desarrollado continente, solo pueden soñar con las ayudas económicas y con esas atractivas oportunidades. Jóvenes, y sobradamente preparados, que se miran al espejo, buscando sus oportunidades en sus miradas, y éste les responde con un interrogante. Parece que la caída libre ha terminado cuando descubrimos, con un nudo en el estómago, que no, que seguimos cayendo. España y Polonia, tan lejos y tan cerca del sueño europeo.
Y Marruecos. Quiere raspar lo que le caiga de España, pero es que de aquí ya no puede caer nada más. Me parece que la situación es desbordante, insostenible. Entonces charlo con Nadia, marroquí, 41, de un pueblo perdido. "No encuentro trabajo", me dice. Le respondo que todo está muy difícil, que para mí todo es muy jodido también, ¿qué le voy a contar? Como una alfombra que se desenrolla, me dice la verdad de su situación. "Si no encuentro trabajo en una semana, tendré que volver a Marruecos, donde nada más bajarme del ferry, me espera mi hermano para subirme en el coche y encerrarme en casa. Las mujeres de mi familia no podemos trabajar, no tenemos permiso para salir, solo si los hombres lo deciden, y no lo deciden nunca. No podré volver a España en los próximos tres años". ¿Te quedarás encerrada durante tres años?, le pregunté ensombrecida. "Sí".
Nadia y yo tenemos muy diferentes conceptos del sueño europeo, o quizá sea el mismo... En todo caso, las oportunidades marcan las auténticas fronteras. DISTORSIONES. CíRCULO D.M.
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