[Por: Rómulo Meléndez]
Dentro de las anomalías que el ser humano puede poseer se puede reconocer una que indudablemente es practicada con devoción por, sobre todo, los hombres: coleccionar.
Un hermano mío es fanático de Star Wars. El compra regularmente para su hijos muñequitos y para el mismo sigue comprando trajes de Jedi, se disfraza en las noches, después de su trabajo, y camina por la calles de algún pueblo selvático, asustando a los paisanos. Tiene un ropero especial para sus trajes de Star Wars y para los de su pareja. Ella es amante del látex. Pero esto trataré en otra ocasión.
He coleccionado libros hasta que se quemó mi casa. Desde entonces trato de no comprar más libros, objetos de papel frágiles y débiles. Además no tienen la capacidad de revalorarse. Aquí en Holanda hay muchos libros que se encuentran en las tiendas de reciclaje, llamadas kringloop. No cuestan más de cinco euros.
Antes de conocer a mi nueva mujer, coleccionaba sellos postales. Cuando le conté que era lo que coleccionaba puso nuestra relación en peligro, diciéndome, a mi no me gustan los coleccionadores de estampillas, son tipos raros, anti-sociales, solitarios, hermitaños, que no se bañan y sobre todo andan siempre despeinados. No tuve más remedio que dejar mis sellos postales y tratar de ser un tipo diferente. Como ella lo deseaba.
Cuatro años después de ésta constatación me miro al espejo y no veo a alguien diferente. Sigo siendo un coleccionador de estampillas pero sin estampillas.
Ahora, lo único que colecciono son tijeras. No tengo una razón de belleza estética u otra declaración seria. Simplemente porque recuerdo unas tijeras que mi madre tenía en casa. Con la que cortaba tela para hacer camisas, pantalones y otras prendas de vestir. Nadie tenía permiso de usar las tijeras, era una especie de reliquia además de herramienta de trabajo.
Con esas tijeras mi madre hizo, una vez, para los tres hermanos menores un conjunto (pantalón y camisa) de la misma tela y hasta nos compró los mismos zapatos. Parecíamos miembros de un grupo musical .
Mi vecino tiene un gran problema. El colecciona todo lo que encuentra en la calle. Su casa está alfombrada por rumas de papel periódico, con dificultad se mueve por su sala, libros, computadoras, lavadoras, máquinas antiguas de escribir, muebles desvencijados, bicicletas y llantas impiden su acceso.
A su cocina no ha entrado en años, tampoco al baño. Toda la casa parece un almacén de objetos inertes. Cuando lo visito él siempre me dice que está a punto de ordenar su casa. Algo que quizás nunca va a suceder.
Cerca del colegio de mis hijos, en el barrio más pituco de Ámsterdam, vive un señor que viste ropa de bebé. A veces hasta lleva un chupón en la boca. Su color preferido es el rosado. Lo ví pasar muchas veces en su bicicleta con su babycrece hasta que un día me atreví a conversar con él. Poco a poco fuimos haciéndonos amigos. Un día me invitó a su casa y me enteré que él coleccionaba pomitos. Las cuatro paredes de su sala era una especie de etalage de farmacia. Los pomitos contienen su excremento. En cada pomito se puede ver la fecha exacta de evacuación y lo que comió aquel día.
Con mis tijeras no creo que sea tan raro, hay más coleccionadores inventivos, tengo la sensación. CAVILACIONES. CíRCULO D.M.
Increíble lo que la gente llega a coleccionar, me estremeció sobre todo ese tipo que se viste de bebé y tiene su casa llena de pomos donde colecciona su propio excremento.
No es una novedad ciertamente leer y saber que en Amsterdam se convive con gente de todo tipo, ni tampoco que entre nosotros existen tantos individuos enfermos que muchas veces no
son clínicamente declarados como enfermos, pero a causa de la soledad o por problemas de toda índole vienen a manifestar su anomalía en la calle como exhibicionistas. No se diga lo que cada uno de ellos hace en sus propias casas.
Yo tengo mi propia anécdota, de una entre tantas.
Cierta ocasión hace ya tiempo fui a visitar a un colega, quien vive solo y escribe hasta ahora en un pequeño periódico local de Amsterdam, no mencionare el nombre del periódico por privacidad a la persona, tuve que ir a su casa para discutir sobre un articulo que se publicaría en su periódico. Al entrar me encontré en un laberinto de libros, papeles, cachivaches y mugre por todos lados, y un tufo a podrido que me golpeo las fosas nasales con violencia, no había ni un sólo centímetro de esa casa donde no hubiera mugre, manchas y polvo acumulado. Los libros, papeles y ropa en un increíble desorden yacían por doquier. No se diga el balcón estaba atiborrado de bolsas de basura acumulada que apestaba, me inmaginaba a sus vecinos maldiciendolo o quejandose a la policía.
Incomoda de entrada tuve que disimular mi malestar, para mi desgracia, antes de salir de mi casa había tomado mucho té, lo que me provoco una tremenda necesidad de ir al baño que tuve que reprimirme con verdadera dificultad, pues al ver las condiciones en que se encontraba su baño donde cantidad de revistas yacían por los suelos bloqueando la puerta, telarañas y un wc con un olor insoportable donde volaban por encima algunas moscas, me aferre a cruzarme de piernas para aguantar y hacer un titánico esfuerzo para no salir corriendo sin ese articulo terminado. Sin embargo por increíble que suene, mi colega siendo un coleccionista de basura y mugre se presentaba al trabajo siempre bien rasurado y presentable, y nunca supe como lograba hacerlo.