[Texto y fotos de Ronald Vega]
Es cierto que los rasgos característicos que definen a una cultura acompañan a esta en todas sus actividades, tanto celebratorias como fúnebres.
Si algunos rasgos en la arquitectura de los cementerios representan medievales opulencias, rigidez de pensamiento o estrambóticas modernidades; de la misma manera, su disímil arquitectura y ese variado colorido en medio del desorden -unicamente entendido como un orden diferente y nuevo a la vez- hacen del Cementerio general Virgen de Lourdes la perfecta representación de nuestra cultura migrante re emergente, no sólo en Lima sino también en las principales capitales de nuestro continente.
Ubicado en el barrio de Nueva Esperanza en el distrito de Villa María del Triunfo, este cementerio es una inmensa barriada de nichos y mausoleos multicolores que suben cerros, abren paso a caminos de tierra y se extienden a lo largo de la pampa de la misma forma como hace tantos años, en vida, aquellos restos que lo habitan formaron estas nuevas ciudades dentro de la ciudad.
El cementerio no tiene cercos divisorios, salvo la puerta de ingreso que es decorativa pues se puede ingresar por otros lados subiendo algunas cuestas. Aquí parece no existir ningún tipo de ordenamiento o diseño previo; y es precisamente la ausencia de este orden lo que realza la belleza particular del recinto.
Imposible calcular la cantidad de nichos o el número de personas que están enterradas aquí, lo que sí salta a la vista de inmediato es que tal como invadimos la ciudad con nuestras formas y costumbres cuando vivos, la seguimos invadiendo para el descanso de nuestros muertos; y eso significa que continuamos siendo una cultura viva, la cultura migrante andino-amazónica que en su rica fusión produce una estética propia, nueva, colorida, bulliciosa, capaz de diferenciarse por sí misma de los cánones e imposiciones del mal llamado "buen" gusto.
A las ocho de la mañana de un domingo cualquiera, comienzan a aparecer los personajes del cementerio, (pocos comparados con los que aparecen durante las celebraciones del día de los muertos) el lector de oraciones, el acordeonista, el violinista y señoras que arman sus sombrillas sobre mausoleos para vender cervezas, gaseosas, golosinas, cigarrillos y demás, acompañan a familiares que han llegado para visitar a sus muertos.
Por más inverosímil que suene, este cementerio está tan lleno de vida como la cultura a la que representa. SIN VéRTEBRAS. CíRCULO D.M.
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