Por Karina Miñano
Se quedaron paradas a un lado de la sala. Observando a cada una de esas muchachas y mujeres casi todas envueltas en un velo y concentradas en sus propias manos, las que miraban y remiraba queriendo ocultar el nerviosismo propio de una operación, simple, pero operación al fin y al cabo. Algunas cubrían su nerviosismo leyendo o fingiendo leer una revista. Las últimas tendencias de color para este otoño-invierno 2009 rezaba el titular de una revista femenina muy popular entre las chiquillas convirtiéndose en mujeres.
-¿Pero qué es esto? Exclamo entre molesta y sorprendida Marieke, con su clásica desvergonzada manera de ser que no la limitó en cuidar el tono ni el volumen de su voz, siendo inevitablemente escuchada y atrayendo las miradas hacia su esquina.
-Por favor Marieke. Mídete un poco cuando hables.
-No quiero. Es que me parece una estupidez. Ninguna tiene agallas para cambiar ese sistema en el que son obligadas a…
-¡Marieke! Calláte por favor.
Marieke, guardo silencio involuntario. Molesta con su género y con aquellas que a su entender lo denigraban. =Número 17” – escuchó llamar – “puerta 4”, vio desaparecer a una menuda mujercita. Tal vez menor de edad. Eso sí, caminaba segura hacia la puerta 4.
El tiempo pasaba y ambas se preguntaban qué pasaría con las que iban llamando. Nunca las veían regresar por la misma puerta por la que entraron. Mientras los números pasaban y Marieke fumaba un cigarrillo en el jardín, la número 23 recordaba su primera vez. El miedo que pasó y la promesa de amor que el entonces novio le hizo “estaré contigo toda la vida, no tengas miedo que nos casaremos, eso seguro”, días después el llanto y la vergüenza. No sabía si debía contarse lo a sus padres. Estaba segura que habría consecuencias. Fue Marieke, su mejor amiga, casi hermana, holandesa pero su amiga, quien le abrió los ojos y le ayudo a superar la rabia, el dolor y la vergüenza. Así, llegarían otros chicos a la vida de la número 23, que por un instante olvidó que el tiempo del matrimonio llegaría y que serían sus padres, conforme a la tradición, quienes buscarían el mejor partido para ella, y como es normal en estos casos los valores y las costumbres tendrían que respetarse.
-“Número 23” oyó casi gritar a una mujer vestida de enfermera.
Levantó los ojos, miró hacia el jardín y al no ver a Marieke, dudo. Se quedó callada, temblando. “siempre puedes retroceder”, “tienes más alternativas”, las palabras de Marieke retumbaron en sus oídos.
¿Dónde estás Marieke? Sintió pánico y se preguntaba si su amiga la habría abandonado ahora que la necesitaba.
“Número 23” escuchó de nuevo. Y Marieke apareció en escena, detrás de ella, cogiéndole la mano. La número 23 volteó y miró a su amiga a los ojos, esos ojos grandes, profundos y azules que tanto envidiaba y otra vez se convenció de que estaba en lo correcto.
“Soy yo” dijo con convicción y seguridad. Ninguna de las que llegaron después mantuvo la mirada ajena, por el contrario voltearon a mirarla y sin proponérselo la número 23 les dio el respaldo que necesitaban.
Te espero en el coche, me llamas al móvil si me necesitas, le susurró Marieke al oído mientras le daba un beso de corta despedida.
“Por ésta puerta” le dijo la mujer vestida de enfermera.
La operación.
-Tome asiento por favor. Digáme número 23 cuántos años tiene.
-21, pronto cumpliré los 22.
-Y supongo que el motivo es el mismo que el de casi todas las de su grupo…
-perdón que quiere decir con lo de “su grupo”
-…religioso.
-Ah, sí. Supongo que sí. Dijo la número 23 un poco más calmada.
-La operación es muy sencilla con anestesia local, usted estará despierta y sentirá un pequeño malestar que no es de cuidado. Recomendaciones: no sexo dentro de los próximos días. Dos semanas serán suficientes para que la herida cicatrice bien. Tiene que regresar a la semana para que le quitemos los puntos si lo desea aunque no es necesario, lo puede hacer usted misma. Si siente dolor tome un paracetamol, si le duele mucho tome dos. Si tiene fiebre nos llama. ¿Alguna pregunta?
-No. Susurró la número 23
-Perdón ¿qué dijo?
-Dije que no. No tengo ninguna pregunta, dijo la número 23 levantando el tono de su voz esta vez.
-¿Se ha rasurado?
-Si.
-Ok. Póngase la bata y recuéstese boca arriba en la camilla, coloque las piernas sobre los estribos y relájese.
La número 23 se desvistió lentamente. Un poco asustada nuevamente pero segura de la decisión. No podría enfrentar la verdad sobre su virginidad. Se sintió desleal y mentirosa. Sus padres le habían enseñado el valor de la honradez, pensó que los traicionaba, pero en realidad ya los había traicionado hace tiempo. Solo su hermano le enviaba indirectas dejando entrever un hilo de sospecha. Si él lo descubría, la violencia característica de los machos de su cultura afloraría y ella sería la más perjudicada.
Se puso la bata y salió detrás del biombo. Dos mujeres aguardaban. Una sentada a un extremo de la camilla, con los guantes de látex puestos y la otra a su lado junto a una mesita con ruedas sobre la cual habían varios instrumentos. Los miro de reojo.
Mientras se recostaba, la mujer vestida de enfermera, le dijo que no se sintiera nerviosa. La miro a los ojos y éstos le sonreían. La número 23 no sabía si era una mirada irónica o una mirada sincera.
-Por favor relájese. Es muy importante. Le decía la mujer entre sus piernas mientras le rozaba un aerosol. Ahora sentirá una sensación fría, pero es normal antes de ponerle la anestesia, así no sentirá dolor.
Una sensación parecida a la que produce el Play0 de una marca conocida se apoderó de ella y la sensación de relajo fue inmediata. Allí abajo algo pasaba pero ella no se enteraba. Parecía ser un trabajo silencioso, rutinario y aburrido. Trataba de adivinar qué instrumento estaba utilizando, pero casi no lo sentía. Serian unas pinzas, serían unas agujas. No importa pensó. Estoy siendo virgen de nuevo, se dijo dándose ánimos.
-Listo. Puede pararse y vestirse.
-La operación fue muy rápida. Se incorporó sintiendo la primera incomodidad de sentir algo raro entre sus piernas. La mujer vestida de enfermera le dijo que era normal. Pero que tenga en cuenta que en una hora o quizás menos la anestesia pasará y tendrá un poco de dolor. En una semana estará como nueva, pero por seguridad le pidió que aguardara dos semanas antes de tener relaciones otra vez.
-No hay problema. Mi boda es el próximo mes. Dijo la número 23 con una sonrisa en los labios.
Al salir de la clínica Marieke la esperaba nerviosa. La número 23 caminaba un poco raro como un ganso o como un pato. Pero estaba bien. Subieron al coche y en silencio condujeron hasta la casa de Marieke donde la número 23 pasaría la noche. Y soportaría el dolor.
-Valió la pena. Todo estuvo bien, sangré la primera noche y también me dolió un poco. No sabes lo orgullosos que estaban mis padres de mí. Soy feliz amiga, dijo la ex número 23 unos meses después a Marieke con una enorme sonrisa en sus labios. DEBAJO DE LA PLUMA. CíRCULO D.M.
Se quedaron paradas a un lado de la sala. Observando a cada una de esas muchachas y mujeres casi todas envueltas en un velo y concentradas en sus propias manos, las que miraban y remiraba queriendo ocultar el nerviosismo propio de una operación, simple, pero operación al fin y al cabo. Algunas cubrían su nerviosismo leyendo o fingiendo leer una revista. Las últimas tendencias de color para este otoño-invierno 2009 rezaba el titular de una revista femenina muy popular entre las chiquillas convirtiéndose en mujeres.
-¿Pero qué es esto? Exclamo entre molesta y sorprendida Marieke, con su clásica desvergonzada manera de ser que no la limitó en cuidar el tono ni el volumen de su voz, siendo inevitablemente escuchada y atrayendo las miradas hacia su esquina.
-Por favor Marieke. Mídete un poco cuando hables.
-No quiero. Es que me parece una estupidez. Ninguna tiene agallas para cambiar ese sistema en el que son obligadas a…
-¡Marieke! Calláte por favor.
Marieke, guardo silencio involuntario. Molesta con su género y con aquellas que a su entender lo denigraban. =Número 17” – escuchó llamar – “puerta 4”, vio desaparecer a una menuda mujercita. Tal vez menor de edad. Eso sí, caminaba segura hacia la puerta 4.
El tiempo pasaba y ambas se preguntaban qué pasaría con las que iban llamando. Nunca las veían regresar por la misma puerta por la que entraron. Mientras los números pasaban y Marieke fumaba un cigarrillo en el jardín, la número 23 recordaba su primera vez. El miedo que pasó y la promesa de amor que el entonces novio le hizo “estaré contigo toda la vida, no tengas miedo que nos casaremos, eso seguro”, días después el llanto y la vergüenza. No sabía si debía contarse lo a sus padres. Estaba segura que habría consecuencias. Fue Marieke, su mejor amiga, casi hermana, holandesa pero su amiga, quien le abrió los ojos y le ayudo a superar la rabia, el dolor y la vergüenza. Así, llegarían otros chicos a la vida de la número 23, que por un instante olvidó que el tiempo del matrimonio llegaría y que serían sus padres, conforme a la tradición, quienes buscarían el mejor partido para ella, y como es normal en estos casos los valores y las costumbres tendrían que respetarse.
-“Número 23” oyó casi gritar a una mujer vestida de enfermera.
Levantó los ojos, miró hacia el jardín y al no ver a Marieke, dudo. Se quedó callada, temblando. “siempre puedes retroceder”, “tienes más alternativas”, las palabras de Marieke retumbaron en sus oídos.
¿Dónde estás Marieke? Sintió pánico y se preguntaba si su amiga la habría abandonado ahora que la necesitaba.
“Número 23” escuchó de nuevo. Y Marieke apareció en escena, detrás de ella, cogiéndole la mano. La número 23 volteó y miró a su amiga a los ojos, esos ojos grandes, profundos y azules que tanto envidiaba y otra vez se convenció de que estaba en lo correcto.
“Soy yo” dijo con convicción y seguridad. Ninguna de las que llegaron después mantuvo la mirada ajena, por el contrario voltearon a mirarla y sin proponérselo la número 23 les dio el respaldo que necesitaban.
Te espero en el coche, me llamas al móvil si me necesitas, le susurró Marieke al oído mientras le daba un beso de corta despedida.
“Por ésta puerta” le dijo la mujer vestida de enfermera.
La operación.
-Tome asiento por favor. Digáme número 23 cuántos años tiene.
-21, pronto cumpliré los 22.
-Y supongo que el motivo es el mismo que el de casi todas las de su grupo…
-perdón que quiere decir con lo de “su grupo”
-…religioso.
-Ah, sí. Supongo que sí. Dijo la número 23 un poco más calmada.
-La operación es muy sencilla con anestesia local, usted estará despierta y sentirá un pequeño malestar que no es de cuidado. Recomendaciones: no sexo dentro de los próximos días. Dos semanas serán suficientes para que la herida cicatrice bien. Tiene que regresar a la semana para que le quitemos los puntos si lo desea aunque no es necesario, lo puede hacer usted misma. Si siente dolor tome un paracetamol, si le duele mucho tome dos. Si tiene fiebre nos llama. ¿Alguna pregunta?
-No. Susurró la número 23
-Perdón ¿qué dijo?
-Dije que no. No tengo ninguna pregunta, dijo la número 23 levantando el tono de su voz esta vez.
-¿Se ha rasurado?
-Si.
-Ok. Póngase la bata y recuéstese boca arriba en la camilla, coloque las piernas sobre los estribos y relájese.
La número 23 se desvistió lentamente. Un poco asustada nuevamente pero segura de la decisión. No podría enfrentar la verdad sobre su virginidad. Se sintió desleal y mentirosa. Sus padres le habían enseñado el valor de la honradez, pensó que los traicionaba, pero en realidad ya los había traicionado hace tiempo. Solo su hermano le enviaba indirectas dejando entrever un hilo de sospecha. Si él lo descubría, la violencia característica de los machos de su cultura afloraría y ella sería la más perjudicada.
Se puso la bata y salió detrás del biombo. Dos mujeres aguardaban. Una sentada a un extremo de la camilla, con los guantes de látex puestos y la otra a su lado junto a una mesita con ruedas sobre la cual habían varios instrumentos. Los miro de reojo.
Mientras se recostaba, la mujer vestida de enfermera, le dijo que no se sintiera nerviosa. La miro a los ojos y éstos le sonreían. La número 23 no sabía si era una mirada irónica o una mirada sincera.
-Por favor relájese. Es muy importante. Le decía la mujer entre sus piernas mientras le rozaba un aerosol. Ahora sentirá una sensación fría, pero es normal antes de ponerle la anestesia, así no sentirá dolor.
Una sensación parecida a la que produce el Play0 de una marca conocida se apoderó de ella y la sensación de relajo fue inmediata. Allí abajo algo pasaba pero ella no se enteraba. Parecía ser un trabajo silencioso, rutinario y aburrido. Trataba de adivinar qué instrumento estaba utilizando, pero casi no lo sentía. Serian unas pinzas, serían unas agujas. No importa pensó. Estoy siendo virgen de nuevo, se dijo dándose ánimos.
-Listo. Puede pararse y vestirse.
-La operación fue muy rápida. Se incorporó sintiendo la primera incomodidad de sentir algo raro entre sus piernas. La mujer vestida de enfermera le dijo que era normal. Pero que tenga en cuenta que en una hora o quizás menos la anestesia pasará y tendrá un poco de dolor. En una semana estará como nueva, pero por seguridad le pidió que aguardara dos semanas antes de tener relaciones otra vez.
-No hay problema. Mi boda es el próximo mes. Dijo la número 23 con una sonrisa en los labios.
Al salir de la clínica Marieke la esperaba nerviosa. La número 23 caminaba un poco raro como un ganso o como un pato. Pero estaba bien. Subieron al coche y en silencio condujeron hasta la casa de Marieke donde la número 23 pasaría la noche. Y soportaría el dolor.
-Valió la pena. Todo estuvo bien, sangré la primera noche y también me dolió un poco. No sabes lo orgullosos que estaban mis padres de mí. Soy feliz amiga, dijo la ex número 23 unos meses después a Marieke con una enorme sonrisa en sus labios. DEBAJO DE LA PLUMA. CíRCULO D.M.
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