Por: Karina Miñano
No sé, pero ahora es insoportable. Cuando estábamos en el colegio, era diferente.
Le digo a mi marido lo que quiero que haga. Evito decirle directamente qué hacer, en realidad la evito. Me gustaría que se vaya pero parece que no se puede.
Cuando no está en casa, no me importa. Me siento más relajada. Cuando está casi no me habla. El único que me habla y me dice lo que tengo que hacer es el marido. Ella llega y se va a la cocina.
Llego cansada, el trabajo me agota y luego tengo que ver por el niño. Preparar la cena y después solo quiero dormir.
Quiero irme. Pero tengo un contrato de au-pair y me faltan 6 meses. Ella usa su apellido de casada. Jamás imaginé que sería a su casa a donde llegaría a trabajar.
Mi marido se encargó de todo. Yo solo quería a alguien que nos ayudará con el niño. No recordé su nombre la primera vez que leí en el contrato y vi la foto de pasada, no le presté verdadera atención.
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La au-pair y la empresaria eran las mejores amigas durante la escuela. Casi inseparables. Eran como hermanas. En la secundaria las cosas cambiaron un poco. Sus intereses personales las llevaron por caminos un tanto diferentes, pero aun así compartían la misma carpeta. Eran todavía amigas.
La au-pair y la empresaria son mexicanas. Ambas de Monterrey. Estudiaron en el José Joaquín Fernández de Lizardi entre 1980 y 1986. Recuerdan el colegio como la mejor de sus épocas. Se divertían mucho sobre todo durante los primeros 4 años de la secundaria, antes de empezar a separarse. La empresaria recuerda a la au-pair del colegio con cariño, en su mirada hay nostalgia. Y la au-pair se ríe a cada recuerdo. Dice que la empresaria era su hermana.
La empresaria estudió administración, inglés, francés y ganó una beca Erasmus en Holanda. Estudió mañana, tarde y noche. Hace poco que trabaja en una empresa internacional. Se ha casado y tiene un hijo. Está feliz. Ha comprado una casa y se da los lujos que antes no podía.
La au-pair, salió del colegio muy joven con un embarazo y el orgullo pisoteado. El niño murió a los pocos meses de nacido. Su madre se quedó sin trabajo y tuvo que buscarse el pan haciendo de todo. Tuvo suerte y estudió inglés casi gratis. Pues trabajaba como empleada en una casa de americanos. Allí fue donde escuchó por primera vez la palabra au-pair y las posibilidades de viajar.
Al reconocerse las caras ninguna de las dos ha hablado de su pasado y mucho menos de su presente. Una se siente incómoda con la otra. La au-pair cree que si ella hubiera tenido a sus padres juntos, ella también hubiera sido muy éxitosa. La empresaria cree que el orgullo de la au-pair no le permite sincerarse y pedir ayuda si la necesita.
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¿El mejor recuerdo?
Au-pair: Mi madre no me permitía ir a la fiesta de “bonz”, asi llamábamos a un chavo que me gustaba, sobre todo porque mis notas no eran las mejores y porque los exámenes estaban muy cerca. Mi madre es muy inteligente, hasta ahora sabe cuándo miento (se ríe mostrando todos los dientes, en una sonrisa abierta y sincera). La empresaria era buena ideando planes y siempre daban los resultados que ella esperaba. Así fue que le dijo a mi madre que iríamos juntas a biblioteca a prepararnos para los exámenes.
La empresaria: Le dije, señora no se preocupe que luego de la biblioteca mi madre nos ha invitado a cenar. Mi madre la llamará más tarde para preguntarle. (Su madre me tenía gran aprecio en realidad nuestras familias nos querían a las dos)
La madre de la au-pair desconfió al principio pero aceptó al oír que la madre de la empresaria la llamaría.
Au-pair: Cuando regresamos de la biblioteca, a los cinco minutos, mi madre recibió una llamada, no escuchamos bien pues estábamos en mi habitación, yo estaba nerviosa y ella (la empresaria) estaba de lo más relajada. Escuché a mi madre subir las escaleras, abrir la puerta y decirnos: las esperan a cenar. Y OK. (mirándome) puedes quedarte hasta las 10 pm pero después de eso vienes derechito a la casa.
La empresaria: Cuando su madre cerró la puerta de la habitación, saltamos en silencio. Ella (la au-pair) metió en su mochila sólo los zapatos que iba a usar, porque el resto de la ropa ya la había llevado a mi casa poco a poco durante la semana.
Au-pair: Quien había llamado a mi casa fue la empleada doméstica de ella (la empresaria). No podía creerlo. Iba a ir a fiesta del “bonz”. Cuando llegamos a su casa nos cambiamos y maquillamos. Salimos a las 6pm y llegamos primeritas. Nada había empezado todavía. Ella (la empresaria) no tenía problemas con ir a fiestas, pues era la “cerebrito” y sus padres siempre le daban permiso por sus buenas notas. En realidad pasé de grado gracias a ella, que siempre me ayudaba. (nostalgia y una sonrisa afloran en su rostro).
La empresaria: Llegamos a la fiesta pero no había nadie. Esperamos tranquilas en una de las esquinas mientras la fiesta se llenaba de chavas y chavos. La mamá del “bonz” había contratado a una orquesta para celebrar sus 18 años. Nosotras teníamos 15 o 16 y la verdad que esa ya era una fiesta para mayores. Pero por nada del mundo nos perderíamos la fiesta ni la orquesta.
Au-pair: Parecíamos mayores de 15 años, sinceramente. Estamos bien desarrolladas (risas). Cuando la orquesta empezó a tocar, nosotras ya habíamos conquistado a un par de chavos mayores, tal vez 20 o 21 años que solo querían bailar con nosotras. Pero yo no estaba tan entusiasmada pues el “bonz” no me había sacado a bailar ni una sola pieza y eso que le llevé un regalo que me costó las propinas de las últimas semanas. La orquesta empezó a tocar y todos parecíamos estar en un concierto. Era super padre. Cuando estaba en lo mejor ella (la empresaria) me tomó del brazo y me llevó casi arrastrando a un lugar seguro, casi debajo de una mesa.
La empresaria: Era su madre (de la au-pair). No sé cómo llegó a la fiesta. Pero nos estaba buscando, eso era seguro. La cogí ( a la au-pair) del brazo y la arrastré hasta que quedamos fuera de toda luz. Estuvimos allí como 10 minutos y nos dimos cuenta de que su madre no tenía intenciones de irse.
Au-pair: Estaba resignada y le decía (a la empresaria) que era mejor irnos, que si nos cachaba sería el fin. Cuando ya habíamos planeado cómo ir hacia la puerta, vimos que mi madre conversaba con uno de los chavos que había estado bailando con nosotras. ¡Mi madre, problemas! pensé. Pero nuestra sorpresa fue súper grande cuando vi que mi madre (que por cierto es bien chula y en ese entonces todavía más) se puso a bailar con el chavo. Y era el chavo que me había dicho que yo le gustaba.
La empresaria: Casi me caigo de la risa y de la sorpresa. Su madre se puso a bailar con ese chavo y no pararon como en tres canciones. Y nosotras escondidas, asustadas y sorprendidas. Lo peor es que se pusieron cerca a la puerta y no había forma de salir por ningún otro lado.
Au-pair: Estuvimos escondidas casi 3 horas. Mirando como mi madre se divertía con ese chavo. Qué descaro. Yo estaba molestísima. Tenía ganas de enfrentarla pero ella (la empresaria) me decía que eso sería peor, que era mi madre y todavía tenía poder sobre mi (se refería al castigo) Te juro que en ese momento pensé en mi padre que Dios se lo había llevado un año antes. Estaba celosa en realidad. Lo peor es que ese chavo no era tan feo y cuando lo vi con mi madre decidí que si me gustaba. Agg que cosas.
La empresaria: Su madre y el chavo se fueron a un lado a tomar refrescos y aprovechamos en escapar. Llegamos a mi casa, la empleada confirmó que su madre no se había aparecido ni en pintura, entonces ya tranquilas, tomamos agua y comimos una tortilla muy rápido porque nos moríamos de hambre. Y luego ella se fue a su casa, todavía enojada.
Au-pair: Cuando llegué a mi casa, claro ella, mi madre, no estaba. Así que me puse mis pijamas y me metí a la cama y no podía dormir. Al rato escucho la puerta. Veo el reloj eran las 10:20 pm. Subió directo a mi cuarto. Le pregunté dónde había estado y, sabes qué me dijo: qué había ido a cenar con la mamá de la empresaria. Qué la había llamado por teléfono y cómo nosotras estábamos tan ocupadas estudiando en la habitación de mi amiga, pues juntas decidieron comer fuera. No tuve palabras que decir.
La empresaria y la au-pair respondieron de inmediato a la pregunta, el mismo recuerdo, los mismos detalles, las mismas sonrisas y las mismas expresiones. Lo único diferente fue que la empresaria narró esta anécdota un domingo y la au-pair lo hizo un jueves. DEBAJO DE LA PLUMA. CíRCULO D.M.
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