20101029

ROBIN HOOD

Por: Karina Miñano




Rubén, ¿qué haces ?
¿Quieres saberlo realmente? ¿eres de verdad periodista ?
si, y si. Le respondí
Tengo un trabajo parecido al de Robin Hood. ¿sabes quién es Robin Hood ?
Si, sé quien es Robin Hood. Es un personaje de una leyenda. ¿Eres un personaje ? ¿eres
una leyenda ?
Jajaja. Eres un poco tonta o te haces la tonta. Prefiero creer que te haces la tonta, me dijo
muy suelto de huesos.
Bueno, me hago la tonta. Ahora dime ¿qué haces?
Soy un ladrón profesional.
¿Graduado ?
Si. Graduado en el reconocimiento humano. ¿Te gusta leer ?
Me gusta. Ahora dime dónde te graduaste.
En la calle.
Rubén ¿podemos empezar? me aburre el juego de palabras que no me llevan a ningún lado.
Pero ya empezamos tonta.


Días antes Rubén fue casualmente cruzado en mi camino por un amigo suyo al que yo estaba entrevistando Carlos quien, como casi todo adicto a la heroína, no tiene más que mierda en la cabeza y no sabe cuando empezó la historia de su vida ni mucho menos en dónde va a terminar. Carlos mencionó a su benefactor: Rubén un hombre bueno que le ayuda en momentos difíciles, asegura. Quise conocerlo.


Recordé que Rubén me aseguró de entrada que él nunca había consumido drogas de ningún tipo.
Que su familia es respetada en Surinam, que estudió en uno de los mejores colegios y que luego llegó a Holanda donde se graduó con honores en ciencias sociales en una de las mejores universidades del pais. Me dejó intrigada.


En la segunda conversación telefónica me comentó que su papel no es simplemente la de un benefactor, sino la de un amigo. Que ayuda a Carlos porque de otro modo nadie le ayudaría. Me dijo que no trabajaba, que viajaba mucho y que le gustaban las reuniones y actividades sociales. Que disfrutaba del buen champán y de las cenas en los mejores restaurantes.


Quería saber más pero no podía ir tan rápido como quería. Tenía que esperar y ser paciente. En la tercera conversación me reveló que su actividad, « casi se le podría llamar trabajo » requiere de mucha paciencia, intuición, análisis y compromiso. Me dijo que le gusta la gente, a cada persona que conoce la termina conociendo como su fuera su padre. Reconoce la tristeza, incluso en la más inexpresiva de las expresiones. «Huele» cuando alguien esconde algo y «escucha» la necesidad de cariño en aquella alma que grita en silencio y que solo él, Rubén es capaz de escuchar. Dice conocer las respuestas antes que las  preguntas.

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Rayos de sol atraviesan las copas de los árboles, un airecito fresco se deja sentir sin definir de dónde viene o a dónde va. Es verano pero la temperatura apenas llega a los 24 grados. Es más bien un día primaveral. Rubén me ha citado en el parque adyacente a su casa. Hay varias casas al lado de éste parque. Cuál será la suya me he preguntado tres veces mirándolas y tratando de adivinar cuál protege a ese hombre haciéndole pasar como una persona común y ordinaria. Sé que estoy cerca a su casa. Miro con cuidado a todos lados pero él no llega. No le conozco, he hablado con Rubén apenas tres veces por teléfono, tiene la voz suave, pausada; su tono me recuerda a un locutor de la otrora famosa radio 1160 de Lima. Mientras espero a que llegue me paro a lado de un árbol muy frondoso, con hojas casi blancas colgando de ramas que parecen crecer hacia abajo dando la apariencia de un paraguas.
A mi derecha hay 4 hileras de casas, todas con jardín y cochera, pintadas del mismo color, con las puertas y ventanas en la misma posición; lo único que las distingue es el color de las cortinas. A mi izquierda hay arbustos y árboles separados por una ciclovía. Frente a mi hay un puente que une a este pequeño parque con una avenida y detrás hay otro puente que también une a este parque con otra avenida.


Un par de ganzos me bajaron de la nube de mis pensamientos y aparecieron en escena, luego un par más venía en mi dirección y luego dos, tres, habían muchos ganzos cerca a mi, plumiferos sucios que me dan asco con solo verlos. No me fijé que detrás mio había un hombre que parecía haber llegado del polo norte. Fornido, alto, blanco, con sombrero, casaca negra, bufanda y guantes. De dónde salió, me pregunté. Pero no había duda ese tenía que ser Rubén. No sabía si me estaba mirando o no. Tenía lentes oscuros, muy oscuros. Estoy segura que me estaba observando. No dije nada y di dos, tres, cuatro pasos alejándome del árbol, del hombre invernal y de los asquerosos ganzos y palomas que ahora competían por las migajas que ese hombre misterioso lanzaba al pasto. Sabía que me observaba, sabía también que estaba controlando, supongo que intuyó mi impaciencia. Los ganzos se acercaban a mi y junto a ellos ese hombre que con solo verlo me daba un calor insoportable.


« Camina conmigo, disfruta un poco de estos animalitos que no te piden nada más que comida », me dijo. « ellos son muy simples, no se complican la vida, no molestan, solo están allí. Dependen mucho del ser humano», continuó. Caminamos por casi 10 minutos a lo largo de la ciclovía. Cruzamos el puente y seguimos de frente. Llegamos a otro parque, también con casas a los lados colocadas en hileras de 4, diferenciadas únicamente por el color de las cortinas. « Te equivocaste de parque » me dijo.


Sonriendo, me llamó « tonta » dos veces. Pude ver un diente de oro que hacía su sonrisa rara y maléfica. Casi nauseabunda. Me dijo que era un ladrón y que solo robaba a la gente con dinero. Esa gente que va de fiesta en fiesta, de evento en evento que le gusta salir en las revistas y medios sociales, a esos que les encanta figurar y hacer notar que todo va bien en sus vidas. Asegura que en Latinoamérica y en Estados Unidos esa gente es peor que en Holanda y que en Europa en general. « Esa gente sufre y mucho. Por eso son objetivos fáciles para un hombre como yo. Lo que les robo lo comparto con gente como Carlos, Jan, José, Zarah, Suraya o Natalie, que además de su adicción necesitan cobijo, comida y una mano amiga. ».


Rubén conoce a su víctima, averigua todo lo que necesita saber en la primera cita, luego determina qué es lo que desea robar e idea un plan con fechas y « deadlines ». Y por supuesto miente, miente mucho. « Todos dicen mentiras y todos roban. Algunos más que otros, algunos en mayor proporción. Soy un ladrón. Robo también por satisfacción propia, es un reto. Me gusta robar y siempre estoy ideando nuevas formas de hacerlo. Yo confío en la gente. En su ingenuidad, pero sobre todo en la falta de afecto del que sufren casi todos. De eso me aprovecho y a pesar de que les robo, no lo hago con maldad. Soy un profesional. No hago daño, ni personal ni material. Robo para crear un balance en esta sociedad. Al quitarles lo que le sobra se lo doy a gente que necesita de un apoyo económico y moral y de paso me doy mis gustos. No robo cualquier cosa. Mis robos son lujosos. Desde coches, joyas, acciones y casas. Todo a mi nombre y luego vendo todo. Todo legal. Termina diciéndome con una enorme sonrisa. Esta vez el “diente de oro” no está y su dentadura luce perfecta. DEBAJO DE LA PLUMA. CíRCULO D.M.