Nosotros, que tenemos dos ojos que miran hacia afuera, también nos hemos visto por dentro. Hemos contemplado nuestros sesos; hemos visto en fracciones de segundo la dinámica de nuestras ideas y viejos temores. Sinapsis imparable de energía inútil. Los misteriosos escondrijos del pensamiento. El enigma de la ocurrencia gratuita y absurda.
La piel nos impide invadir el mundo exterior. Nosotros, que queremos conquistar el espacio circundante, estamos atrapados bajo esta piel que se arruga, suda y apesta. Pequeños volcanes emergen de vez en cuando en la superficie. Intentos fallidos de alcanzar el exterior, de vencer la discontinuidad.
Las tripas gritan de hambre y sed. Extraños sonidos que revientan entre líquidos cálidos y fétidos. Qué sería del planeta azul sin nuestra contribución constante de caca, orines, mocos y semen. Nuestra mierda se esparce por el mundo fertilizando la tierra, creando nueva vida.
Ajeno a todo, el corazón sigue llevando vida roja a nuestras cansadas extremidades. Es mentira que el corazón siente, le importa muy poco nuestros sentimientos. Está demasiado ocupado en mantener viva a la criatura.
Nuestros pies insisten en caminar hacia delante, como si supiesen adónde ir. Como si tuvieran un destino o una meta. Las manos se entretienen creando herramientas para cambiar el mundo, como si el mundo no pudiese cambiar por sí solo. Se mantienen ocupadas como si tuviesen algo importante que hacer.
Primitiva criatura peluda, organismo complejo que desborda humores y olores. La ropa y el agua limpia no logran inhibir nuestra inevitable bestialidad. Animal que come, caga, duerme y piensa en la próxima comida.
Hacemos planes para frenar la entropía natural; resistimos vanamente las invasiones bárbaras de la carne cruda.
George Clarke (introspección, fragmento del libro LA VENGANZA DE LOS MONOS MECANóGRAFOS.
Editado por
AZUL EDITORES, Lima, Perú, 2010
SIN VéRTEBRAS.
CíRCULO D.M.
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