por: María Cahuste Napinte*
El paso de gente a amigo cuando vives en el extranjero lo haces mucho más rápido. Como estás sola o casi sola, haces relaciones sociales por la vía rápida o autopista de la amistad. Cuando te sobran los amigos, los que llegan nuevos, los haces por la vía secundaria o carretera comarcal. Hay veces que incluso se puede encontrar cortado el paso.
Me da igual la edad de mis amigos. Cuando les otorgo el título de mis amigos, ya no hay vuelta atrás, a menos que pase algo raro. Desde siempre me ha gustado tener amigos de mayor edad. Cuando tenía veinte años, mis amigos tenían treinta (o más). Ahora tengo amigos de todas las edades. Pero si son menores que yo, reconozco que lo tienen duro conmigo. Prefiero que sean mayores, me parecen más interesantes las cosas que tienen que contar. Además, podemos mantener debates largamente con acaptables argumentos.
En los años de la universidad hice mis amigos a la velocidad del rayo. Es que las fiestas de la carrera y el fugarse las clases quedándose en la cantina, unen mucho. Lejos ya de la universidad, la terminé en 2002, he seguido ampliando mi círculo. Ahora que vivo en Holanda, en una ciudad tan abierta y cambiante como Amsterdam, sigo buscando gente que se convierta en amigo. Reconozco que este nuevo mundo que se abre ante mí, me provoca alegría e impaciencia. Me gustaría tener ya mismo un grupito. Aún no ha llegado ese momento,pero llegará.
Esta mañana, tenía en mi correo una invitación de una gente para jugar al tenis. Tenis, lo que se dice jugar, hemos jugado poco porque la lluvia se ha empeñado en mandarnos a todas a la cafetería. ¡Qué excusa tan buena, la lluvia, para tomar un café con desconocidas! Para mi sorpresa, y seguramente, la de ellas, compartimos un montón de aficiones. La pintura, la literatura, la escritura, en fin. Ambas llevan muchos años viviendo aquí, por lo que me han dado muchas claves para poder encontrar un trabajo. La profe de tenis incluso me ha regalado una chaqueta deportiva antilluvia que le sobraba a ella. Como en la peli de Almodóvar, Todo sobre mi madre, me viene la frase de Marisa Paredes siempre he confiado en la bondad de un desconocido. ¡Pues lo mismo que yo, Marisa!
Cuando vivía en Francia, uno de mis buenos amigos era de Venezuela, y nos pasábamos las tardes juntos paseando y las noches yendo a fiestas. Esto de poder hablar la misma lengua que casi toda América, es una suerte que solo los británicos con su expandidísimo inglés,pueden comprender. Los sudamericanos están por todas partes, igual que los españoles. Y nos unimos en cuanto nos vemos. Siempre he conectado con ellos. Tengo amigos de Costa Rica, Venezuela, Bolivia, Argentina, Méjico, Uruguay y Brasil. Con mi amiga de este último grande y maravillosos país, me dedico a tener largas conversaciones sobre lo divino y lo humano. Es muy positivo tener amigos de otros rincones de la tierra. Abre la mente, engrandece el espíritu, provoca querer ir más allá de nuestra frontera y deja preciosos recuerdos.
Lo único a lo que soy reticente es a hacerme amiga de españoles cuando estoy en el extranjero. Quizá sea un error, pero creo que no lo es. Cada vez que me he ido de España, lo he hecho porque estaba aburrida de escuchar más o menos las mismas cosas, las mismas ideas, el mismo flujo intelectual flotando en el ambiente. Fuera de España, puedo cubrir mejor mis aspiraciones a conocer otros puntos de vista, cambiar las perspectiva. No es que me moleste vivir en otro idioma, es que me encanta hacerlo. Lo mejor de conocer a sudamericanos está en que te mostrarán otra cara del prisma, conversaremos sobre otras cosas, fluirán otras ideas y concepciones, pero sin el peligro de malentendernos por estar usando un idioma que no es el nuestro.
¡Bienvenidos sean los sudamericanos a mi vida, pues!
Hay mucha más gente maravillosa y buena en el mundo que lo contrario. Lo que pasa es que los malos son más notorios porque hacen más ruido. Los buenos se dedican a vivir y a ayudar cuando se pueda, no hacen ruido, y por eso a veces pensamos que no existen muchos ejemplares, pero sí que estamos ahí.
En mi adolescencia, siempre puse la amistad por encima de las relaciones de pareja. Me parecía mucho más fiel, más fiable, más duradera, una relación de amistad. Pensaba que una pareja siempre se rompería, pero que una amistad, a menos que pasara una catástrofe, duraría toda la vida. Eras un poco radical, me digo a mí misma. Actualmente, estas relaciones las equiparo. De todo lo que hay que vivir, el amor y la amistad, la amistad y el amor, son dos de las cosas más bonitas que tiene la vida. No conocen edad ni fronteras, son intrínsecamente libres, no se pueden falsificar, ni olvidar, ni dominar. Como las grandes personas. Irrepetibles.
En el momento en el que me hallo, tengo una de esas cosas cubierta, pero la otra, estoy segura de que me va a traer muy buenas personas, con divertidos y memorables momentos.
Por ejemplo, esta noche, tengo una fiesta.
* María Cahuste Napinte. Española, 29 años. Estudios en Historia del Arte. Llegó a Amsterdam hace unos meses con el propósito de conocer el peculiar país situado por debajo de las aguas marinas. Ha publicado varios relatos en España. La autora vive entre su tierra y Holanda, en ambos lugares ha expuestos sus cuadros. Lo que más le gusta hacer en Holanda, es escribir y pintar inspirada por el mar Mediterráneo. Lo que más le gusta hacer en España es contemplar su mar.
Algunos de los trabajos de María Cahuste Napinte aparecerán en CÍRCULO D. M. Los interesados pueden visitarla en una mediterránea lejos de su mar .
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