Por: Rómulo MeléndezAtravés de internet, estoy empezando a buscar todo lo relacionado con la Tablada de Lurín. Así,
surfeando,encontré el blog de Emanuele Strapazzon, quien desde hace algún tiempo hace trabajo social. En
perunalira pueden encontrar sus cavilaciones de este
estado que se llama condición migrante.
Emanuele Strapazzon nace a Maróstica, Italia, el 29 de septiembre de 1974. Deja los estudios a temprana edad por aventurarse en el mundo del trabajo. Su carácter inquieto lo
empuja lejos, a la edad de veinte años empezando así una aventura que lo llevará a conocer gran parte de Sudamérica.
Actualmente se encuentra en el Perú, donde colabora en un proyecto social que trabaja con niños de la periferia sur de Lima, en la Tablada de Lurín. Empezó a escribir en el mes de mayo del 2007.
Para que tengan una idea de la capacidad creadora de Emanuele, pueden leer:
EL MICRODespués de diez minutos bajo el sol, llega el micro con destino a Surco, uno de los barrios ricos de Lima.
Un micro de última generación, pero tan descuidada que parece pertenecer a la época de Sendero Luminoso.
Johan acaba de subir y ya tienen las miradas fijas en él, como si representara la encarnación de Jesús.
Se sienta al fondo, en el único asiento libre desde donde puede observar a sus compañeros de viaje sin ser a su vez observado o juzgado por su aspecto atípico.
Mientras eso el micro salió.
Primera...segunda...tercera...segunda...stop. Sube otro pasajero.
Primera...segunda...tercera...segunda y así, suceden cambios y paradas.
Desde el principio empieza a saltar en el asiento por los frecuentes huecos que el chofer intenta inútilmente esquivar, y las rodillas chocan repetidamente en el asiento anterior, ocupado por una gorda señora de mediana edad que no deja de mirar ni por un instante por la ventanilla.
La radio difunde música desagradable y a un volumen muy elevado para un ambiente tan reducido como ese, pero parece que el único en sufrir de esto es él, Johan.
No pasaron muchos kilómetros y el ya tiene un aspecto de pollo a la brasa, por el calor del encierro en aquella caja de lata. Maldice el estar viajando en un medio público, él está acostumbrado a viajar cómodamente en auto, refrigerado por el aire condicionado.
Está en el Perú para pasar las vacaciones, y desde algunos días es huésped de Mary, una compatriota que trabaja en el voluntariado.
La rutina y la sociedad materialista en la que vivía son los motivos que trajeron a Mary, quince años atrás, a dejar los Estados Unidos y dedicar su propia vida a los demás.
Desde años era perseguida por un pensamiento fijo: hasta que punto era útil sentirse inútil.
El micro se para en seguida, parar bajar y subir pasajeros a cada levantada de mano, sin preocuparse de las paradas definidas.
La precariedad que Johan ve desde la ventana lo hace reflexionar sobre la diversidad entre el norte y sur del mundo, entre la América Anglosajona y la Latina.
-Dos soles- le dice el cobrador, presente en todos los micros también para abrir y cerrar la puerta manualmente.
Mientras paga piensa cuantos puestos de trabajo se quedarían vacantes con la llegada de la mecanización en un país donde el arte de arreglárselas es muy común y la subsistencia es el fruto del invento.
Al fondo se ve la plaza de Surco.
Se levanta, y dirige sus ágiles pasos hacia la puerta y, pasándose la mano entre el pelo dice: “baja”como si fuera un veterano, como cualquier otro peruano, intentando parecer menos extranjero de lo que parece.
Mientras tanto la caja de lata reduce su velocidad; cuarta...tercera...segunda...se para. El cobrador le abre la puerta; Johan agradece.
Mientras baja, aliviado por haber terminado el viaje, siente que agarran el bolso que lleva en el hombro, conteniendo su dinero y el pasaporte.
Una dos sacudidas y se encuentra en el piso, sin darse ni cuenta.
Voltea la mirada hacia el micro y ...segunda...tercera...cuarta...
Se da cuenta que su bolso se está yendo en una dirección, para él, desconocida.
Incrédulo y adolorido se levanta, sacude el polvo con las manos abiertas y mira a su alrededor, para ver si alguien asistió a la escena y lo puede ayudar.
La indiferencia es total. Casi con lágrimas en los ojos y con el corazón que late poderosamente se palpa los bolsillo. Por suerte (la misma que lo traicionó un rato antes) encuentra un sol que le permite llamar a Mary.
Esta, después de haberse preocupado por la condición en que se encontraba, le dice:
Es la enésima demostración que el progreso debilita al hombre.
Llegaste al Perú por escapar de la rutina y te encontraste en una sociedad adormecida, pero agresiva cuando hurgada, y caíste bajo ella.
La historia se te puso en contra y tuviste que sufrir una injusticia, una de las muchas que tuvieron que sufrir los antiguos habitantes de estas tierras, por culpa del poder y del dinero.
El poder, padre del egoísmo y de la avaricia, será siempre hijo de satanás.