por: Gloria Rodríguez Pinar Vivimos en el comienzo de una época con una de las pocas cosas que no escasean en nuestros días, carentes por otra parte ,de certezas y seguridades y esto es el temor. Gente de muy diferentes clases sociales, sexo y edades se sienten atrapados por sus miedos personales pero también por otros globales que nos afectan a todos y no son más fáciles de asimilar, ya que nos golpean uno a uno cada día, en una sucesión constante y superan el esfuerzo de entenderlos y encontrar una posible solución.
Todos juntos resultan mucho más aterradores, al ser tan difíciles de comprenderlos pero sobre todo lo que nos inquieta es el sentido de impotencia que nos despiertan. La mayoría de nosotros carecemos de los conocimientos para tomar precauciones y seguir intentando comprender la lógica del miedo.
Los peligros que tememos sobrepasan con mucho nuestra capacidad de reacción y nos vamos sintiendo cada vez más débiles. Este trastorno del miedo, derivado de un malestar difuso, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida e incapacidad para sentir las cosas y los seres es el miedo moderno. Y una de las causas de este desorden se puede encontrar en esta sociedad volcada en el narcisismo colectivo y en un individualismo a ultranza que genera cada vez más vidas vacías. Es la metafísica de la nada y la superabundancia de todo.
El ser humano, se siente rebajado a un objeto manipulado, sin mensaje interior.
Cuando hablamos del consumo rápido, donde la velocidad prevalece sobre la duración.....estamos hablando también de las emociones.
Nos acostumbramos a lo peor, a escuchar diariamente noticias que amenazan permanentemente, sin conseguir que sus mensajes desarrollen una conciencia social, debido a la velocidad con la que se emiten, impidiendo que cualquier emoción o conciencia sea duradera. Esto hace que empecemos a vivir más para nosotros mismos, preocupándonos sólo por nuestra supervivencia, tratando de preservar la salud física y psicológica ante el clima de pesimismo y de catástrofe inminente. Es un simple y llanamente..... “sálvese quien pueda”....
Simultáneamente tratamos de compensar esta ausencia, vacío y miedo interno alienándonos cada vez más con la propagación de técnicas y conocimientos que pasan por trabajar la liberación del yo, para que éste logre su gran destino de autonomía e independencia y esto incluye la renuncia al amor pero sin excluir un “-si logro amarme a mí mismo , no necesitaré al otro para ser feliz-“.
De este modo, el individualismo y la autoconciencia van sustituyendo a la conciencia de clases, se abandona la esfera pública y el yo se convierte en la preocupación central. Este narcisismo representa la liberación de la influencia del otro, convirtiendo al yo en un espacio flotante sin sujeción ni referencia.
El miedo moderno, el desinterés por las generaciones futuras intensifica la angustia del individuo que pasa a enfrentar su condición mortal sin ningún apoyo. Al ir desapareciendo la función de los roles públicos se va engendrando una forma incívica de trato social que se manifiesta por una parte en el rechazo de las relaciones anónimas con los desconocidos en la ciudad y por otra en la eliminación del sentimiento de pertenencia al grupo.
Otro de sus signos es el auto control ó el encierro sobre sí mismo, que se presenta como la forma más moderna de la dignidad. Ser modernos es hacer uso del self-control. La autenticidad se considera el valor social por excelencia, aunque a veces es representada, con un exceso de teatralidad resultando ser del todo irreal.
Se ha pasado de la guerra de clases a la guerra de todos contra todos por el éxito. Las relaciones humanas públicas y privadas se han convertido en relaciones de dominio, relaciones conflictivas, basadas en la seducción fría y la intimidación.
Cada vez nos resulta más difícil aceptar la insignificancia de la existencia cotidiana.... debido a la magnificación que esta sociedad hace del placer y del éxito . Los individuos aspiran más a un desapego emocional, debido a la inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales, huimos del sentimiento, es el fin de los finales felices.
Cuanto más libres las relaciones se vuelven emancipadas de las viejas sujeciones, más rara es la posibilidad de encontrar una relación intensa. En todas parte encontramos la soledad, el vacío , la dificultad de sentir.... y huimos, huimos hacia adelante sin impedir que otros valores nos invadan y encuentren un lugar seguro dentro de las diferentes capas del tejido social.
El realce de lo nuevo y la expresión de la individualidad ya han comenzado a dar sus frutos.... en la cultura del bienestar se glorifica sin cesar a una cultura higiénica, deportiva, estética y dietética, nos induce a la hipermovilización cultivando el estrés y el reciclaje de forma permanente en busca de placeres y sentimientos-minuto.
Después de considerar todo esto, podríamos concluir que el miedo moderno es tan sólo una señal de alarma determinante, ante la falta de seguridad y garantías en la que nos encontramos. La seguridad es uno de los deseos básicos y necesarios del ser humano y de las sociedades modernas. Mantener la seguridad, tiene un precio que desgraciadamente el estado de bienestar no puede seguir garantizándonos. Vivimos en una sociedad de riesgos y como afirma el sociólogo Ulrich Bek, el proyecto de modernidad que ha caracterizado estos dos siglos, está a punto de fracasar y la causa no es sólo, que su lógica interna.
Hoy en día es imposible garantizar la seguridad y un crecimiento económico continuo así como un consumo creciente de la energía y de los recursos naturales sin poner en peligro el ámbito planetario.
Si el estado de bienestar quiere seguir obteniendo esos márgenes de riqueza para seguir alimentando la lucha de clases y los mecanismos absurdos del consumo de usar y tirar, tratando de convencernos que éstos son y serán siempre ilimitados estará poniendo en peligro y rompiendo el equilibrio de las leyes más elementales de la vida.
No podemos seguir amparando este modelo social, no nos sirve. Hay que traspasar la línea. La única manera de evitar estos cambios drásticos y tan dramáticos que se preveen en un corto o largo plazo sería la de volver la mirada a la auténtica realidad y no a este sistema tan desgarrador como es el del consumo, sistema que nos mantiene sujetos a todas esas serie de preocupaciones temporales que menoscaban nuestra capacidad de pensar, crecer y avanzar.
Es cierto que las causas del miedo no son todas atribuibles al exceso del consumo y que hay otras versiones o amenazas pero no por ello podemos ver como cedemos día a día nuestras vidas a los gestores del miedo y ver cómo se socava el estado de derecho y los derechos humanos, acrecentando las desigualdades y el racismo, dividiendo comunidades y levantando muros que detengan la violencia o la emigración. No.........sencillamente no podemos!!!!!!.
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