por: Gloria Rodríguez PinarEl PLACER DE LO EFíMEROResulta difícil y a veces imposible escapar de todas las imposiciones que esta sociedad de consumo nos impone.
Vamos echando sobre nuestros hombres, el fardo pesado de los nuevos atributos sociales y económicos deseables, en base a un no sé muy bien , sentido del bienestar.
Me estoy refiriendo a las cargas sociales y culturales que nosotros mismos nos dejamos imponer, sacrificando en parte el confort y el bienestar de una vida con un ritmo de vida más saludable. La presión mediática suprime o por lo menos lo intenta, el estado de reflexión en los actos más insignificantes y anodinos del día.
Para Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, consumir, significa rapidez, exceso y desperdicio. Siendo el vertedero el destino obligado a todo objeto de consumo, aun cuando se trate de vidas humanas y añade: ‘Si cumplimos nuestros deseos, se cae la sociedad de consumo”, cosa bastante improbable debido a los nuevos desarrollos tecnológicos y a la continua innovación de los productos a la que nos tiene acostumbrados ya el mercado.
Pero que pasaría en este caso?.....
Bauman, en su libro, La vida líquida, hace una distinción utilizando una acertada metáfora de lo que es la modernidad líquida y la modernidad sólida, siendo la modernidad líquida, una vida obsesiva y compulsiva sin finalidad.
La vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante y donde la existencia cotidiana se enmarca en sociedades que privilegian la velocidad sobre la duración y en la que todo, cosas, vínculos, sentimientos, valores, tienen fecha de caducidad.
La vida líquida, nos obliga a recomenzar siempre, enfrentado el trauma de estar siempre a cero, (nuevos comienzos que son, además dolorosos finales).
Si el sistema se nutre con nuestras insatisfacciones, tratemos de no satisfacernos con las cosas ni con los engaños de las cosas y sepamos discernir cuales elementos son los necesarios para nosotros y cuales son los que conforman los del Ser.
Los partidarios de la sociedad de consumo, mantienen que todo individuo dispone de una total libertad y autonomía para comprar o no comprar, pero todos en mayor o menor medida nos sentimos afectados por la actual ética económica. La crisis del estado de bienestar, pone de manifiesto el declive ideológico.
Aunque las políticas sociales traten de reducir las desigualdades, satisfacer las necesidades básicas, potenciar las capacidades de las personas y promover la libertad, es muy fácil perder el equilibrio y caer en una cultura finalmente de vencidos y vencedores.
Los marginados del progreso son aquellos que no están en condiciones de elegir al contrario que el
homo eligens (el hombre elector)
El
homo eligens, es un ser permanentemente inpermanente, completamente incompleto, definidamente indefinido y auténticamente inauténtico.
Bauman, describe la transición de la sociedad sólida a la líquida con signos contundentes: si antaño teníamos bienes raíces, principios, profesiones, expectativas de vida, matrimonios para toda la vida, valores transcendentes, ahora aceptamos todo lo contrario: trabajo basura, relaciones de quita y pon, pensamientos efímeros, ideas gustos y filiaciones fútiles, tan intrascendentes e irrelevantes como una camiseta de moda.
Toda nuestra cultura está destinada a esta precariedad consustancial al consumo. Puesto que todo es efímero.
La modernidad sólida mantenía la ilusión de que la modernización traería una solución permanente a los problemas de hoy en la modernidad liquida seguimos modernizándonos sin parar hasta nuevo aviso.
El planteamiento de Bauman, goza de gran aceptación y popularidad en la actualidad, pero yo pienso que, Qué queda de nuestra libertad de elección, no todo es blanco o negro, no por supuesto que no,... queda la vida, para que el ser humano indague, y busque nuevos caminos aunque a veces tenga que desandarlos a marchas forzadas , sino quiere perder aquello que ya tenía y no valoraba.
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