por: Gloria Rodríguez Pinar
LA MUJER MUDA
La mujer ha volcado en el silencio
su quehacer dormido.
Se ha vaciado de palabras
y ha escuchado los lamentos de su alma.
Sola, rendida y a la deriva
se va desvistiendo de sus alas de mariposas rotas
que ya dejaron de salvarla.
Replegada en el sueño más profundo
ignora su deseo, su palabra
y aún así, no se hace en ella,
el silencio perfecto.
Es ahí........ cuando comenzará
a vislumbrar otros horizontes
donde el cuerpo pierde su destino
y el alma desaparece...
Se echará andar por las regiones más transparentes
buscará impaciente algo que le ayude a entender
el enigma de ella misma.
El frío de lo desconocido arreciará en su interior
y convocará al espíritu de su ser
para que la traiga a casa,
porque en el lejano paisaje de la nada
su vida, se deshace sin esperanza.
Ella, tan lejos de decir, de nombrar o escuchar..
se alejará de ella misma, de su cama, de su árbol,
de sus hijos de su esposo..
y no morirá a la luz, sino a la noche
la hizo callada y delgada a todo sin límite.
Desconoce su destino final,
pero éste ya le rebela,
que el incendio que enloquece su mudez
no se detiene y avanza enfurecido,
abriendo sus venas de miedos
hartas de contener tantos gritos
aferrados a no morir y a vivir al mismo tiempo.
Pero para que la mujer rompa el silencio
necesita la pasión....
necesita que algo en ella se abra
y se rompa a la vez,
desde el lado más distante de su ser.
Necesita que desde dentro de ese abismo
salga un aullido terrible y profundo
que la estremezca y la despierte
al encuentro con ella misma.
Y........ estalla la tormenta
apunta su dedo en el aire y lo parte en dos,
encendiendo los silencios mudos.
Sierva de su locura,
su furia embiste los años más difíciles
de su existencia, encrespando los recuerdos
de chispas y atenazando de dolor sus rencores.
En ese furor, se quema el aire
y huele a muerte,
muerte de morir ahogada
muerte de vivir callada
muerte de vida muerta y olvidada.
La luz se abre paso entre las rocas de dudas,
los muros ciegos y los cristales sucios
y los cielos misericordiosos
dejan caer el agua dentro de sus ojos,
dentro....
y ya no habrá nada más que calma.
© Gloria Rodríguez Pinar
La mujer muda.
28-06-2007
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